México 70. El partido del siglo (2ª parte)
En el estadio Azteca, en la fachada principal, hay un muro en el que se concentran varias placas que recuerdan los hechos más significativos de uno de los recintos deportivos más señalados del planeta. Entre los recuerdos conmemorativos están el primer encuentro, el primer gol o del orgullo de haber sido sede de dos finales de la Copa del Mundo. No obstante, lo que más destaca es una placa que rememora que el 17 de junio de 1970 se disputó el partido más extraordinario jamás lidiado en un Mundial: “El Estadio Azteca rinde homenaje a las selecciones de Italia (4) y Alemania (3) protagonistas en el Mundial de 1970, del “Partido del Siglo”.
Alemania.
En Alemania los padres apuntan a sus hijos a la práctica de un deporte con la convicción de que obtenga la victoria. A diferencia de lo que ocurre en otras culturas, la finalidad de la práctica deportiva para los alemanes es trabajar el cuerpo y aprender a ganar como funcionamiento para el triunfo en la vida. Fue en Prusia donde se integró por primera vez la gimnasia como disciplina obligatoria en el ejército y donde mantener en perfecta forma física a la ciudadanía se convirtió en una obsesión tras las fulgurantes derrotas ante el ejército de Napoleón a comienzos del siglo XIX. Toda esa cultura de esfuerzo, de lucha, de organización y esa sensación de que los alemanes al final siempre acaban ganando, tiene su origen por aquel entonces.
Italia.
´Catenaccio´, algo así como cerrojazo, es la base del sistema futbolístico italiano. Está concebido para obtener la victoria por agotamiento, tras estrangular al rival y así aprovechar su impotencia física o mental. Para ello, Italia siempre cuenta con 2 o 3 jugadores de talento sideral y se ve ante la difícil tarea de escoger a sólo uno de ellos aguantando críticas internas y externas por privar al público de un auténtico espectáculo. Históricamente buenos financieros y comerciales, los italianos hacen gala de una extrema paciencia y de una explotación de sus virtudes aprovechando los defectos de los demás.
Alemania (la RFA para ser más exactos) combinaba en su selección la clase, el talento y el esfuerzo de varias generaciones, a pesar de que su Liga no tenía tal poder. Alemania se clasificó en la primera fase arrollando a sus rivales. Era un grupo asequible pero aun así sorprendió su suficiencia. Tenía un equipo descomunal línea por línea, empezando por Maier en la portería, Vogts en defensa, Beckenbauer o Overath en el centro del campo y una dupla increíble en punta formada por Uwe Seeler y Gerd ‘Der bomber’ (Torpedo) Müller. Lo mejor para ellos es que la columna vertebral era joven y además de un presente brillante también tenían un futuro esplendido.
En cuartos de final se enfrentaron a Inglaterra. Se repetía la final de cuatro años atrás en la que los ingleses salieron victoriosos tras una prórroga con varias jugadas polémicas. Ahora, en México, Alf Ramsey, seleccionador inglés, declaraba en la previa del partido: “Nadie debe dudar de nuestra victoria, porque Alemania nunca nos ganó ni en el fútbol ni en la guerra”. Cuentan que es una letanía muy habitual usada por la flema inglesa en este tipo de partidos y que también Bobby Robson apelaría a ella en la semifinal de 1990. Pero lo cierto es que, (por lo menos hasta 2018), quienes ganan son los alemanes.
Y los alemanes estaban sedientos de venganza.
Inglaterra se puso en franca ventaja con 2-0 en el minuto 70. Ramsey sacó del campo a Bobby Charlton en un error que pagaría caro. Alemania recortó distancias y Seeler empató a poco del final. En la segunda parte de la prórroga un remate acrobático de Müller concluía la remontada y la venganza. La RFA esperaba rival en la semifinal.
En 1970 Italia tenía un equipo fabuloso. Había tardado dos décadas en gozar de un plantel competitivo. En 1949 la plantilla del Torino (con 8 titulares de la selección abordo) había fallecido en un accidente de avión. Habían tardado mucho en recuperarse, pero la fantástica generación de los 60 ya les había dado un título, la Eurocopa de 1968. Lideraba la defensa el capitán Giacinto Fachetti, y contaban con dos extraordinarios mediapuntas, Sandro Mazzola (ídolo del Inter de Milan) y Gianni Rivera (ídolo del AC Milan). En cualquier otro país ambos podrían jugar juntos. En Italia eso era imposible. Es más, en la punta del ataque estaba Luigi Riva, un delantero con una zurda descomunal, pero que a menudo acababa desesperado ante la ausencia de pases dignos de ser convertidos en gol.
Italia consiguió el pase en la primera fase haciendo gala de un juego plomizo, en la que únicamente consiguió una victoria por la mínima ante Suecia. Valcareggi, seleccionador azzurro, ponía a Mazzola y Riva como titulares, mientras que Rivera era suplente colocando en su lugar al voluntarioso Domenghini. Cuando en cuartos de final Italia hubo de enfrentarse a la anfitriona México y los aztecas se adelantaron en el marcador, ni siquiera entonces Valcareggi cambió de táctica. Sustituyó en el descanso a Mazzola por Rivera, incapaz de juntar a los dos genios, pero dado que Italia arrolló a México tras el descanso con 2 tantos de Riva y otro de Rivera, el plan seguía dando los resultados previstos.
—El partido del siglo—
Italia-Alemania. Alemania-Italia. 17 de junio de 1970. 16:00 hora local. Fue un partido lleno de giros imprevistos. Un combate extenuante, sembrado de rachas de buen juego, errores clamorosos, lesiones, jugadas polémicas y un esfuerzo descomunal ante un calor abrasador. La fatiga provocó un desenlace en la prórroga que se tornó en inolvidable.
Italia formó con Albertosi; Burgnich, Rosato (Poletti), Cera, Facchetti; Bertini, De Sisti, Mazzola (Rivera), Domenghini; Boninsegna y Riva. Alemania alineó a Maier; Vogts, Patzke (Held), Schulz, Schnellinger; Overath, Beckenbauer, Grabowski; Seeler, Müller y Löhr (Libuda). El seleccionador transalpino era Ferruccio Valcareggi y el teutón Helmut Schön.
Durante la primera parte el encuentro se ajustó al guión previsto. Alemania dominaba y tenía varias ocasiones de peligro, mientras que Italia esperaba agazapada. Fruto de la legendaria paciencia azzurra, al filo del descanso Boninsegna cargó con velocidad y adelantó a Italia en el marcador con un fulgurante disparo desde 30 metros. Seeler, capitán alemán, pedía calma a sus compañeros. Inmediatamente los transalpinos se echaron aún más atrás si cabe esperando el fin del encuentro.
Pero aún quedaba toda la segunda parte.
Fue un bombardeo.
Liderados por Franz Beckenbauer, todavía por entonces un centrocampista con un excelente pase de larga distancia, los alemanes arrollaron la portería defendida por Albertosi. Bajo cerca de 40 grados y con la afición mexicana de su lado, los germanos estuvieron a punto de marcar en dos clarísimas ocasiones de Seeler y Grabowski , pero Italia siempre era capaz de apagar el fuego encendido. Se llegó al tiempo de descuento, y cuando todo parecía perdido, Alemania hizo gala de su fama y en la última ocasión del partido Grabowski envió un centro al área que fue empujado a la red por Schnellinger, que había abandonado su puesto defensivo para subir a la desesperada. Era gol. 1-1. Los italianos caían al suelo exasperados y alguno, caso de Boninsegna, vertía un par de lágrimas con el disgusto. La RFA celebraba el empate como un triunfo. Era el primer gol de Schnellinger con la selección y el único que anotó en sus 47 partidos internacionales. Alemania, una vez más, mostraba un absoluto dominio del tempo del partido.
Fin del partido. Descanso antes de la prórroga.
No hay cambios. Se habían agotado. Fiel a su rutina habitual, Valcareggi había introducido a Rivera por Mazzola en la media parte sin importarle nada más. Alemania había agotado los cambios cerca del minuto 75, justo antes de que en una internada espectacular de Beckenbauer, el central Cera cargara sobre él cual toro embistiendo a torero derribando al ‘Kaiser’ en el borde del área. Beckenbauer se levanta, pero visiblemente dolorido en su hombro derecho y, aunque renqueante, continua en el encuentro.
Ahora, antes de iniciarse la prórroga, y sin más cambios para realizar, Beckenbauer habla con los servicios médicos teutones, le vendan el brazo, y con una clavícula rota y el brazo en cabestrillo se dispone a jugar la media hora de la prórroga. Su estampa de valkiria sobre el abrasador sol mexicano se convertirá en icono de tan bello partido.
Comienzo de la prórroga.
En el minuto 95 del choque (5’ de la prórroga), Libuda envía un centro al área que es despejado por la defensa italiana. Sin embargo, en un error de coordinación entre un par de italianos, ‘Torpedo’ Müller aparece por detrás y en un escorzo tan característico del pequeño delantero, adelanta a Alemania. Los italianos dejaron las precauciones defensivas para otro momento y en tan sólo 4 minutos un balón bombeado al área enviado por Rivera es recogido por Tarcisio Burgnich (cuyo apellido dejaba bien clara la procedencia de su familia paterna) que con un disparo a bocajarro otorgaba el empate nuevamente para Italia. 2-2.
Poco después el cazagoles Riva bajaba el balón dentro del área, se libraba de Schulz con un precioso regate y con un zurdazo cruzado batía a Maier y ponía por delante a Italia. Para entonces las cámaras de televisión sólo tenían ojos para un Beckenbauer que con el brazo derecho en cabestrillo no paraba de pedirle a sus compañeros que mantuviesen la calma agitando con vehemencia el izquierdo.
Descanso de la prórroga.
El cansancio y los calambres iban a propiciar un espectáculo inolvidable. El árbitro solicita a los equipos que vuelvan al campo pero los masajistas se afanan por realizar estiramientos. El calor abrasador hace que las botellas de agua rieguen los cuerpos tanto por dentro como por fuera. Gemelos e isquiotibiales parecen a punto de estallar. Los cuádriceps dejan de funcionar.
Segunda parte de la prórroga.
Con el 3-2 a su favor, Italia empezó a perder tiempo de forma descarada, en una mezcla de lesiones simuladas y exhausto cansancio. Pero Alemania no estaba muerta. Nunca está muerta. Overath centra por enésima vez desde la banda izquierda y Seeler cabecea en picado obligando a Albertosi a un escorzo para desviar el balón por encima del larguero. Es saque de esquina. El propio Seeler cabecea en primera instancia y luego Müller demostró porque, con permiso de Pelé, era el mejor goleador del momento. Con su estilo aparentemente tosco, consiguió poner la puntera y desviar un tiro previo paso por varias piernas de defensores italianos batiendo a un desesperado Albertosi. Era el décimo gol del que iba a ser el máximo goleador del Mundial. 3-3.
En ese momento parecía que el partido iba a acabar en tablas. Ello implicaba otro extenuante partido al cabo de dos días, ya que por aquel entonces no estaba todavía implantado el sistema de penaltis. Sin embargo, en el minuto 116, a 4 minutos de final, la elegancia de Rivera surgió cerca del área para con un precioso disparo con el interior batir a Sepp Maier y dar una nueva ventaja, esta vez parecía que definitiva, de 4-3 para Italia. El cancerbero teutón cierra los puños y golpea con rabia el suelo mientras Rivera y Riva se funden en abrazo.
El marcador corre hacia atrás.
Ni siquiera los correosos alemanes fueron capaces de volver a marcar, e Italia se clasificaba para la final tras un majestuoso partido en el que se anotaron 7 goles, 5 de ellos durante la prórroga, tiempo extra al que se había llegado tras un gol alemán en el minuto 93. Colosal. Inolvidable.
Italia, totalmente extenuada, jugó la final ante Brasil físicamente destrozada. En otro partido para el recuerdo, Carlos Alberto, Tostao, Rivelino, Gerson, Jairzinho y Pelé arrollaron a los italianos por 4-1 convirtiéndose en campeones por tercera vez en su historia.
Para Italia fue el corolario de un lustro magnífico. No volvería a un Mundial hasta 1978. Para Alemania supuso un paso más para lograr el éxito que se le estaba resistiendo y que conseguiría venciendo en la Eurocopa de 1972 y en el Mundial de 1974.
Fue un partido al que se le agotaron todos los calificativos y que permanece y permanecerá en la memoria. La emoción de la prórroga afectó no sólo a alemanes y a italianos sino a todos aquellos buenos aficionados al fútbol. Los funcionarios de prisiones de la cárcel mexicana de Tixtla estaban escuchando el partido por la radio. Era tal la emoción que decidieron desplazarse al otro lado de la calle para ver los instantes finales del partido por televisión en un bar. Debió ser tal la premura de su marcha, que 23 presos aprovecharon la falta de vigilancia para escaparse de la cárcel. Habían ganado su propio partido del siglo.