La mantita de Franco
Antes de que chinos, estadounidenses y árabes abrieran mercados igual de golosos que irrechazables para los codiciosos clubes europeos, las pretemporadas tenían lugar sin lujosos vuelos privados ni actos promocionales de dimensiones colosales. Se jugaban unos cuantos partidos amistosos en varios centenares de kilómetros a la redonda y de vez en cuando se traspasaban fronteras para disputar un encuentro internacional. Célebres eran los duelos entre conjuntos latinoamericanos frente a europeos, choques que llamaban la atención por su exotismo y que a menudo servían para que algún jugador iberoamericano firmase un suculento contrato y se quedase a jugar en Europa.
El súmmum del futbol veraniego tenía lugar en España. Concretamente en dos ciudades que distan 1.000 kilómetros de distancia pero que se asemejan tanto en su fisionomía ligada al mar y al viento, sus profundas raíces liberales y hasta en su defensa contra el invasor inglés. Donde Coruña y Cádiz no se asemejan es en el clima, lluvioso en la villa gallega y soleado en la urbe andaluza. El caso es que en el mes de agosto ambas ciudades hospedaban durante un par de días a alguno de los mejores clubes del mundo bajo el auspicio del Trofeo Teresa Herrera en el caso de los primeros y del Trofeo Ramón de Carranza en el caso de los segundos.
La sana rivalidad entre ambos siempre existió. El Teresa Herrera se vanagloriaba de ser el decano. El trofeo Teresa Herrera fue creado en 1946 bajo el amparo del ayuntamiento de la ciudad para recaudar dinero en beneficencia para los hospitales herculinos. Su nombre proviene de una coruñesa del siglo XVIII que al fallecer donó todos sus bienes y patrimonio para construir el primer hospital moderno de Coruña. No será hasta la mitad de la década de 1980 cuando con el asentamiento y profundización del Sistema Nacional de Salud el trofeo deje de cumplir con esta labor.
Si el Teresa Herrera era la tradición, el Ramón de Carranza era la innovación. Su creación es menos loable. Simplemente fue fundado para obtener ingresos extras ante la construcción de un nuevo estadio en la ciudad gaditana. El Carranza (alcalde de Cádiz en época franquista y curiosamente nacido cerca de Coruña) fue creado en 1955 y pronto destacó por sus innovaciones. Si el Teresa Herrera era un duelo entre dos, el Carranza era cuadrangular. Si el Teresa Herrera se jugaba por la tarde, el Carranza se alargaba hasta la noche gracias a la luz artificial. Y si en el Teresa Herrera había prórroga, en el Carranza se lanzaban penaltis. Fueron los lanzamientos desde los once metros lo que hicieron del Carranza un icono universal. En 1962 el periodista Rafael Ballester introdujo una rompedora propuesta que en menos de una década ya formaba parte del librillo de normas de la FIFA.
En ese momento el Carranza estaba por encima del Teresa Herrera. Luego ya no. En Coruña el cartel solía ser más prestigioso. Por allí pasarían hasta quince diferentes ganadores del Balón de Oro, desde Eusebio o Luis Suárez hasta Cristiano Ronaldo o Kaká pasando por Beckenbauer, Cruyff y otras estrellas que no lo fueron caso de Kubala, Bergkamp o Roberto Rivelino. También, obvio, los Amancio, Bebeto o Mauro Silva con la camiseta del RC Deportivo. Ocurre que lo más excepcional fue el Teresa Herrera de 1959 que enfrentó al Botafogo contra el Santos. Hasta siete campeones del mundo sobre el campo (seis de ellos titulares en el Brasil campeón de 1958) liderados por Garrincha en caso del Botafogo y de Pelé en las filas del Santos. O Rei metió un gol y agasajó con varias asistencias en la victoria de los paulistas por 4-1. El encuentro fue un acontecimiento con eco por media Europa y se dice que hasta 46.000 coruñeses se apiñaron en un estadio donde apenas cabían 35.000 almas.

Y aun así, con todo, el Carranza insuflaba una modernidad de la que carecía el Teresa Herrera. Así que el Comité Organizador herculino le da una vuelta de tuerca al torneo. El formato se convierte en cuadrangular de forma definitiva permitiendo tres partidos a lo largo de un fin de semana. Dichos encuentros pasan a jugarse al anochecer y se traslada a inicios de agosto, coincidiendo con las fiestas de María Pita, los actos futboleros. Esta decisión es trascendental dado que hasta entonces el Teresa Herrera solía celebrarse el 29 de junio, día de San Pedro. Al llevarlo a la primera semana de agosto se asegura que los grandes equipos que están en pretemporada puedan acudir, se le da un apoyo extra a una climatología siempre dificultosa en la ventosa y lluviosa Coruña y se asegura la presencia de veraneantes. La gran mayoría de ellos son madrileños, hecho que hará que en los 70 y los 80 a Riazor se le conozca como el Pequeño Bernabéu. Por último, y no por ello menos importante, se establece como trofeo oficial una espectacular Torre de Hércules hecha completamente de plata que sustituye a la copa que se daba cuando el torneo se puso en marcha en 1946.
Para 1973 toma las riendas de la organización del torneo un nuevo equipo liderado por el concejal Manuel Gila y por Felipe Poncet, responsable de las instalaciones deportivas de la ciudad. La primera decisión que toman es vender abonos para el torneo buscando una recompensa económica y dejando a un lado el carácter benéfico del torneo. El caso es que para ese primer año de la nueva era se contrata al Atlético de Madrid y al Ajax de Johan Cruyff, que en la anterior primavera se había proclamado campeón europeo por tercer año consecutivo. En palabras de Gila hubo entonces que buscar a dos equipos “barateiros”, dado que los holandeses se habían llevado por delante más de la mitad del presupuesto. Se optó por dos equipos del Telón de Acero; el Spartak Trnava, campeón checoslovaco, y el Ujpest Dozsa, campeón húngaro. El Atlético se enfrentaría al Ujpest y el Ajax al Spartak Trnava, a la espera de una esperada final entre españoles y tulipanes.
El caso es que a diez minutos del inicio del torneo Manuel Gila recibe una llamada procedente de la Federación Española de Fútbol. Se le comunica que no pueden participar dos clubes comunistas en el torneo, por lo que el Teresa Herrera queda cancelado. Gila colgó el teléfono y sopesó las posibilidades. Tanto Athletic como Barça tenían esas fechas ocupadas. El Real Madrid saldría demasiado caro y el RC Celta no sería aceptado por el público herculino. La opción lógica sería el RC Deportivo, pero los blanquiazules acababan de descender a Tercera División. Sería infumable. Fue entonces cuando Gila se acordó de que un concejal del ayuntamiento, de apellido Guimaraens, jugaba al golf con el Generalísimo.
El Generalísimo Franco. El hombre del que ahora se cumple medio siglo de su fallecimiento.
Francisco Franco veraneaba en Meirás, a escasos kilómetros de A Coruña. Así que Guimaraens departió con el dictador entre hoyo y hoyo hasta que el Generalísimo dio su brazo a torcer. No sólo eso, consiguió el compromiso de Franco a acudir a presenciar la final del Teresa Herrera de 1973. Cabe señalar que a Francisco Franco nunca le gustó el fútbol, a pesar de que la leyenda siempre lo ha vinculado a los éxitos en blanco y negro del Madrid. Y cumple indicar, para los neonatos en historia contemporánea, que Francisco Franco era entonces un anciano de 81 años aquejado de párkinson, con fallos renales crónicos y que apenas un par de meses antes había dado plenos poderes al Almirante Carrero Blanco para continuar con una obra que él ya no era capaz de supervisar ni física ni psicológicamente. Así pues, parece fácil comprender que no le costase demasiado a Guimaraens el convencer a Franco.

Total, que nos vamos al 3 de agosto y el Atlético de Madrid hace buenos los pronósticos y derrota al Ujpest por 4-2. Luego tendrá lugar la que es considerada la mejor semifinal en la historia del Teresa Herrera. En el minuto 60 el Ajax vence con suficiencia por 3-0 al Spartak Trnava con dos tantos de Johan Cruyff. En ese momento los tulipanes desconectaron totalmente del partido. A base de fuerza física e incursiones de sus extremos, los checoslovacos anotaron un repóker de goles en media hora para llevarse el triunfo en un sorprendente 3-5. El triunfo fue celebrado en las calles de la pequeña ciudad eslovaca de Trnava como si de un título se tratase. Cruyff, sustituido antes del final, ya estaba cuando se consumó la derrota duchado y camino del Hotel Atlántico. Estaba a otras cosas. Aquel fin de semana coruñés el reservado del Hotel Atlántico fue el testigo silencioso del acuerdo entre el señor Carabén y el señor Van Praag para cerrar el traspaso de El Flaco al FC Barcelona.
Pero esa es otra historia.
Para el 5 de agosto el Atlético de Madrid recibe al Spartak Trnava en la final del XXVIII Teresa Herrera. Francisco Franco y su mujer Carmen Polo presiden el palco de autoridades. Es una tarde de verano fresca en Coruña en la que vagamente se alcanzan los veinte grados. Carmen Polo acude de blanco y Francisco Franco con traje y corbata. El público va de manga corta en su mayoría, aunque todos llevan chaqueta a sabiendas que hará falta con el trascurrir del tiempo. El primer contratiempo tiene lugar antes de que se inicie el encuentro. Nadie contaba con que el Trnava jugase la final, así que no hay partitura del himno checoslovaco. Al director de la orquesta municipal coruñesa se le ocurre pedirle a parte de los jugadores del Spartka que tarareen el himno a capela. El avispado director de orquesta, de nombre Rogelio Groba, toma unos apuntes a mano de las notas y gracias a ello el himno checoslovaco puede sonar tras el español en honor al Atlético de Madrid.

Comenzó luego el partido. La primera parte finalizó sin goles, pero justo tras el descanso Javier Irureta, décadas más tarde entrenador victorioso con el RC Deportivo, adelantaba a los colchoneros. Poco después el Spartak empata el choque que finalizaría así tras 90 minutos. Habría entonces prórroga, dado que los penaltis seguían sin implantarse en el Teresa Herrera. Tras otra media hora de disputa, y 120 minutos en total, tocaba nueva prórroga. El reglamento de la competición establecía que tras la tercera prórroga el equipo que anotase un tanto se proclamaría campeón…una vez se disputasen todas las prórrogas que hiciesen falta.
Por entonces en Riazor hacía frío. Bastante frío. La niebla veraniega hacía su efecto. Es habitual que tras un día soleado la brisa marina haga su entrada por la bahía coruñesa a golpe de nubes bajas y un pequeño orballo. La de aquel día era espesa. Y Franco tenía frío.
El Generalísimo quería coger el coche y marcharse a su casa de Meirás.
Carmen Polo solicitó una mantIta para tapar las piernas de su marido.
No había manta.
Todos los presentes en el palco de autoridades preguntaban por una mantita. No la había. Una de las pocas mujeres presentes en el palco se mostró solicita para prestarle su chal al Generalísimo. Casi la matan con la mirada. Era Carmen Polo la que había pedido la mantita. Franco no podía mostrar ese momento de debilidad.
Como para aceptar un chal procedente de una mujer….
José Pérez Ardá, alcalde de A Coruña, propuso a un policía salir del estadio, cruzar la calle y llamar puerta por puerta hasta que alguien les dejase una manta en condiciones para cubrir las piernas del Caudillo. Pero no iba a dar tiempo. Carmen Polo, temida por todas las joyerías de España por asaltar sus mostradores a coste gratuito, arqueó las cejas y levantó la mano para comentarle algo al secretario personal del Generalísimo. Éste asintió con la cabeza y se acercó a hablar con Manuel Gila.
Había que acabar inmediatamente con el partido. Que se tiren unos penaltis y que Franco pueda marcharse cuanto antes.
Cuando Manuel Gila se levantaba de su asiento para acatar las órdenes, José Eulogio Gárate se adentró en el área checoslovaca y anotaba el tanto de la victoria atlética pasado el minuto 135 de encuentro.
Luis Aragonés, capitán colchonero, recibió con ayuda la gigantesca Torre de Hércules de 40 kilos de oro y plata de manos de un Francisco Franco que necesitó manos y manos de ayuda (normal, por otra parte) para dársela.
Y ya pudo entonces meterse en el coche oficial y volver a su palacio veraniego de Meirás.
Donde suponemos que dormiría arropado por un cálida y preciosa mantita.
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