Red Bull te da alas
Dietrich Mateschitz estaba a miles de kilómetros de casa. En otro de esos cargantes viajes de negocios. Suerte que entre reunión y reunión siempre se podía sacar unas horas de asueto. Acabada la jornada decidió probar las aguas del Índico. Disfrutar de una de las playas paradisiacas de Tailandia. Allí, con los pies besando la arena, probó una bebida desconcertante. Se llamaba Krating Daeng. Era refrescante, pero sobre todo adictiva. Y, es más. Era mucho mejor que el café. Era ideal para superar el jet-lag de vuelta a casa. Una vez probó la primera, Dietrich ya no pudo parar. Preguntó, indagó, se informó y acabó consiguiendo una cita con un tal Chaleo Yoovidhya, el padre de la criatura. Pronto llegaron a un acuerdo. Yoovidhya vendió su receta a Mateschitz, quien únicamente añadió el dióxido de carbono a la composición original para hacerla más agria. Era 1987.
Acababa de nacer el Red Bull. La bebida energética por excelencia.
Apenas un cuarto de siglo después de aquello a Mateschitz le dio por enviar un hombre al espacio. Félix Baumgartner fue el primer ser humano en romper la barrera del sonido al tirarse en caída libre saltando a unos 40.000 metros de altura. Hubo tal cantidad de gente que vio el acontecimiento que los servidores de Youtube estuvieron a punto de romperse. El evento fue seguido por una audiencia quince veces mayor que la de unos Juegos Olímpicos y llevó a Red Bull a la cima de su fama. Aquella mezcla entra gesta y espectáculo fue el origen de la transmisión remota y móvil en las retransmisiones deportivas.
Quizás ese fue el cenit de Red Bull.
Pero, ¿cuál es el origen?
Antes de ese viaje a Tailandia Dietrich Mateschitz trabajaba para una empresa de cosméticos. Licenciado en marketing, se dedicaba a diseñar campañas publicitarias y era ampliamente reconocido en su mundo laboral. Cuando vuelve de Asia decide dejarlo todo e invertir sus ahorros para comercializar su nueva bebida. Su primera misión es conquistar el mercado de su Austria natal y para ello decide regalar el Red Bull como forma de darlo a conocer. Resuelve suministrarlo en las puertas de universidades e institutos y lo hace con rápido éxito. Dietrich no bebe alcohol y sabe que el Red Bull funcionará en un entorno estresante como el de los estudios. Lo considera ideal para mantenerse despierto en noches de exámenes o en madrugadas de fiesta, tanto para aquellos que beben alcohol como para quienes lo rehúsan.
Una vez conseguido el conocimiento entre los jóvenes lo siguiente es asociar el Red Bull con el riesgo, el vigor y la velocidad, ecuación perfecta para aquellos que rondan la veintena. Ahora ya se puede vender el Red Bull en discotecas, restaurantes y supermercados, pero hace falta un gancho que haga que la genta decida invertir su dinero en esa nueva bebida. Lo primero que hizo Mateschitz fue basarse en el guion habitual. Aquí no hubo improvisación, sino determinación. Decidió invertir una buena suma en Gerhard Berger, por entonces piloto austriaco de Fórmula 1 de la escudería Ferrari. Desde ese primer momento, velocidad y Red Bull harían un binomio inseparable. Las alas del toro rojo se incorporarán al casco de Berger y años después lo harán en el chasis de la escudería Sauber. Berger será la cara que hará al Red Bull popular primero en Austria y rápidamente en el resto de Centroeuropa.
El siguiente paso fue comprar una escudería. Se trataba de un camino mucho más ambicioso, pero Mateschitz, como buen hombre de negocios, sabia cuadrar con perfección el riesgo con el beneficio. En 2004 Ford decidió deshacerse de Jaguar ante una tremenda crisis de ventas. Hubo que despedir a miles de trabajadores de Estados Unidos y deshacerse del equipo de Fórmula 1 en tiempo récord. Mateschitz se hizo cargo de las deudas y compró la plaza de Jaguar por un simbólico e insignificante dólar. Inmediatamente bautizó al equipo como Red Bull y adquirió a mayores la escudería italiana Minardi para convertirla en Toro Rosso (Red Bull) y ser usada como captación de talentos y banco de pruebas. Con motores Ferrari alcanzaría la cima logrando cuatro títulos consecutivos con Sebastián Vettel y dos más con Max Verstappen, el último de ellos con motor propio fabricado en Austria, el último paso del ambicioso proyecto de la escudería de la bebida energética.
Pero antes de eso hubo mucho más. Para expandirse y salir de las fronteras austriacas Red Bull necesitaba algo más cuantioso que un piloto de Fórmula 1. Por entonces, hablamos de mediados de los 90, el dinero gastado en Berger había vaciado las arcas del departamento de publicidad. Por lo que cumplía cambiar de estrategia. Así que Mateschitz decidió apostar por deportes minoritarios, baratos, en los que no habría que inyectar mucho dinero. La ecuación a seguir fue la misma: riesgo + juventud + velocidad. Se apuesta por deportes urbanos como el skateboard, el parkour o por el ciclismo de montaña del BMX, el windsurf o el snowboard. Red Bull se introduce también en el automovilismo de velocidad o en pruebas de parapente. El lema ‘Red Bull te da alas’ da la vuelta al mundo y es sinónimo de desenfado y juventud. La imagen pública es que Red Bull es algo guay, genial, ‘cool’. Luego se decide patrocinar eventos de lo más descabellados que pretenden ser récord Guinness y donde la velocidad, siempre, debe estar presente. En un momento donde se hace efectiva la prohibición de anunciar bebidas de alta graduación y la inmensa mayoría de países impiden el alcohol en la conducción de vehículos a motor, Red Bull es un soplo de aire fresco que tiene el éxito garantizado.
Se había logrado la internacionalización y estabilización del producto. Pero faltaba la caza mayor. El fútbol.
Como siempre Dietrich decidió empezar por casa para abrirse al mundo. Mateschitz es de Salzburgo y de pequeño animaba al SV Salzburgo, un modesto club austriaco que desde los 80 era patrocinado por la cadena de supermercados Casino. Desde entonces el Casino Salzburgo creció a nivel local y en 1994 llegó a la final de la Copa de la UEFA que perdió ante el Inter milanés. Era un pequeño éxito, pero mucho más lo será cuando en 2005 Red Bull compre el equipo. Fiel a su ideario, Mateschitz no se contentará con patrocinarlo, sino que al adquirirlo cambia la historia de un club fundado en 1933 que es finiquitado y rebautizado como Red Bull Salzburgo. Se renombra el estadio (Red Bull Arena), se modifica el escudo (dos toros rojos) y se cambian los colores del equipo, pasándose al rojo y blanco corporativos. A pesar de las discrepancias iniciales la ciudad se vuelca con su mecenas y su nuevo club que, desde entonces, ha ganado 13 de 16 ligas posibles y se ha convertido en un habitual de la fase de grupos de la Liga de Campeones.
El mismo año que se fundaba el Red Bull Salzburgo se ponía en marcha en Estados Unidos el Red Bull New York, el cual no ha tenido tanto éxito deportivo, pero es lo de menos. Lo que se buscaba al otro lado del Atlántico, abrazados por la ciudad más famosa del mundo, era conseguir respeto y resonancia para abrirse al mercado más goloso del planeta.
Ese era el primer paso. Pero, como siempre, era el preludio del siguiente. Mateschitz pone sus ojos en Alemania, donde por idioma y cultura, está el mercado más importante al que debe acceder un austriaco. Es Leipzig ciudad de tronío. Cuna de la imprenta y junto con Dresde el núcleo más importante de Alemania del Este. Allí estaba el Dinamo Dresde, imponente club en la época comunista y desde finales de los 90 escuadra que deambula entre la segunda y la tercera categoría. Cuando el Zentralstadion acoja varios partidos del Mundial 2006 el club más representativo de la ciudad era el FC Sachsen Leipzig, por entonces en la cuarta categoría del fútbol teutón. Aquel gigante de cemento con capacidad para 45.000 espectadores apenas conseguía, con suerte, ocupar una quinta parte de sus asientos.
Hasta que en mayo de 2009 se fundaba el Rasen Ball Sport Leipzig. Contrariamente a lo que se pueda pensar la R y la B no son las iniciales de Red Bull, aunque la intencionalidad está fuera de toda duda. El significado del nombre es “deporte de pelota y césped” y venía a sortear la normativa alemana que impide asociar un club con una casa comercial. Mateschitz adquirió la plaza del SSV Markranstädt, un club del extrarradio de Leipzig, y comenzó a competir en la quinta categoría alemana. Meses después le compró al ayuntamiento la propiedad del Zentralstation y lo renombró como Red Bull Arena. Tras cinco ascensos consecutivos el Red Bull Leipzig llegaba a la Bundesliga en 2016. Era el cuarto equipo de Alemania Oriental que lograba tal hazaña.
Desde ese año ha sido el tercer equipo que más ha invertido en fichajes tras el Bayern y el Dortmund y en 2022 consiguió su primer título al vencer en la final de copa al SC Friburgo. Ni aun así ha logrado la aceptación popular, ya que raras veces el estadio se llena para ver al Red Bull. El Dinamo Dresde sigue superando en abonados a un club que es visto con inquina tanto en la ciudad como en el resto de Alemania, al incumplir la norma no escrita de que la propiedad del club debe ser de los socios.
Hoy además del RB Salzburgo, New York y Leipzig también existe el Red Bull Bragantino, con el objetivo de captar a los jóvenes talentos del fútbol brasileño. No en vano, de la academia de fútbol de Red Bull han salido futbolistas de primer nivel como Lukas Klostermann, Dayot Upamecano, Naby Keita, Timo Werner, Joshua Kimmich, Sadio Mané y, especialmente, Erling Haaland.
El ultimo sueño de Dietrich Mateschitz fue conquistar la Copa América de vela. Puso a disposición toda la maquinaria de su equipo de Fórmula 1 para alinearse con el Alinghi suizo y formar el equipo Red Bull de vela con más de 100 personas a pleno rendimiento. Eso sería en 2024. Pero Mateschitz falleció víctima de un infarto antes de ver cumplido el objetivo. Hoy Red Bull cuenta con más de 13.000 trabajadores por todo el orbe y suma más de 8.000 millones anuales en ingresos. Su crecimiento y consolidación está ligado a una revolucionaria iniciativa de expansión comercial a través del patrocinio deportivo. Junto a las motos KTM y la joyería de Swarowski, en la actualidad no existe empresa austriaca más reconocida a nivel mundial que Red Bull.
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