¿Por qué Surinam y Guayana no compiten en Sudamérica?
Quizás la Copa América es el único torneo que puede competir a nivel de tronío con la FA Cup. Antiquísimo, data de 1916, ha ido dejando una estela de imágenes, escritos y recuerdos que aun siendo superados por los tiempos modernos siguen insuflando una mística intrínseca a su disputa. Entre sus rarezas está la aportación de una medalla de bronce a aquella selección que concluye el torneo en cuarto lugar.
El caso es que en aquella primera edición de 1916 compitieron Uruguay (primer campeón), Argentina, Brasil y Chile. Eran los cuatro países más avanzados de Sudamérica, no solo en términos económicos, sino también en términos futbolísticos. Concretamente uruguayos y argentinos eran por entonces potencias, no sólo del continente sino a nivel mundial. Fuera a través del Río de la Plata por donde el Imperio Británico introdujo sus costumbres y estilo de vida y con ello el entonces revolucionario juego del fútbol. Montevideo y Buenos Aires eran capitales del balompié mundial.
Poco a poco fueron enganchándose al torneo el resto de países de Latinoamérica, hasta que a mediados de la década de 1980 la Copa América implantó un formato similar al actual. Los diez equipos participantes (Uruguay, Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela) se dividían en grupos y de ahí salían los semifinalistas y con ello la final. El problema radicaba en que muchos de los partidos no tenían interés al ya estar los puestos decididos de antemano. Además, el torneo era corto y no demasiado atractivo para los operadores televisivos dado que el número de choques de enjundia era escaso.
La dificultad reside en que diez es un número de difícil solución para fabricar un torneo eliminatorio. Es imposible cuadrar unos cuartos de final y los grupos de cinco escuadras son demasiado largos. Por ello la Conmebol decidió en 1993 ampliar el torneo a doce equipos. De esta manera se creaban tres grupos de cuatro países, clasificándose los dos mejores de cada grupo y los dos mejores terceros a cuartos de final. No es la solución ideal, pero permitía dotar a cada grupo de interés y crear eliminatorias, la salsa de cualquier torneo internacional.
Desde entonces países como México, Estados Unidos, Honduras, Costa Rica, Japón o Qatar han disputado la Copa América como selecciones invitadas. Ha habido hasta intentos de convencer a España y a Portugal para formar parte del ruedo, argumentando el valor de la madre patria y la latinidad inherente a todos los países. Pero todas estas combinaciones resultan ante la imposibilidad de conseguir doce selecciones en Hispanoamérica.
¿Pero acaso no hay doce países en Latinoamérica?
Abramos pues el atlas. Lo primero en lo que debemos fijarnos es que hay una serie de islas situadas al norte de Venezuela. Destacan Trinidad y Tobago, Barbados o Santa Lucía. Todos estos países forman parte de la Concacaf, el organismo que rige los designios futbolísticos de Norteamérica y América central. Tiene todo el sentido ya que todas estas islas se sitúan por encima de la línea del ecuador y forman parte de lo que hemos dado en llamar Caribe.
Pero lo sorprendente es que encima de esa línea del ecuador terrestre hay tres países que constituyen porción del subcontinente sudamericano y que no forman fragmento de la Conmebol. Todos ellos hacen frontera al sur con Brasil y los tres hacen frontera entre ellos. Se trata de Guayana, con capital en Georgetown y frontera al oeste con Venezuela, Surinam, con capital en Paramaribo, y Guayana francesa, que linda al este con el Atlántico y cuya capital es Cayenne. Éste último es un territorio de ultramar francés, por lo que su estatus es de región autónoma, aunque mantiene su independencia en términos deportivos.
Así pues, la pregunta es obvia. ¿Por qué Surinam y Guayana no forman parte de la Conmebol?
Cuando los ingleses (y en menor medida franceses y neerlandeses) asaltaron el Atlántico se centraron en aquellas regiones de América que no habían sido ocupadas por España o Portugal. En el norte implicaba conquistar territorios vírgenes, pero en el sur comprendía entablar batalla. Lo más simple era establecer una base naval en una isla del Caribe e iniciar la expansión a través del poderío de una armada. Década a década los ingleses conquistaron las islas del Caribe y los enemigos de España pusieron sus ojos en una zona selvática entre la desembocadura del Orinoco y la del Amazonas, que había sido considerada irrelevante por los conquistadores de la Península Ibérica.
Fueron los neerlandeses los que allí primero se asentaron a comienzos del siglo XVII tras expulsar a los reductos de un fuerte español (los cuales antes habían echado a las tribus caribes). Los franceses vieron la oportunidad e hicieron lo propio poco después. Así entre oranges y gallos se repartió el territorio hasta que siglo y medio después los británicos arrebataron a los neerlandeses la parte más occidental. Dado que los lazos culturales, económicos y lingüísticos eran diametralmente opuestos a los del resto de Sudamérica, las Guayanas se mantuvieron como una especie de isla exótica sin comunicación con el resto del continente en un proceso que se mantiene en la actualidad.
En 1966 Guayana (750.000 habitantes) obtuvo su independencia por parte de los ingleses y en 1975 Surinam (600.000 habitantes) consiguió lo propio enfrentándose a los neerlandeses. Por el contrario, la Guayana francesa (250.000 habitantes) es miembro ultramarino de la Unión Europea y sigue formando parte de la República Francesa.
Parecería obvio que tanto Guayana como Surinam se hubiesen adscrito a la Conmebol, pero no fue así. Ambos países decidieron formar parte de la Concacaf y disputar partidos contra selecciones de Centroamérica. Tras más de un siglo de historia y más de 1.000 partidos internacionales, la selección argentina jamás ha jugado un encuentro frente a Guayana, algo que parece inconcebible. El caso es que el nivel futbolístico de las Guayanas era bajo, los lazos culturales ínfimos y la decisión, aunque geográficamente inaceptable, era futbolísticamente aceptable.
Lo que es más difícil de entender es que la Conmebol no hubiese seducido a ambos países para formar parte de su red de influencia y así solucionar un problema eterno en relación a la Copa América. Y es que el nivel de Gibraltar, Malta o Chipre puede ser ínfimo, pero a ninguna de estas tres selecciones se les ocurriría competir en África y abandonar el paraguas de la UEFA. Si la Conmebol hubiese querido habría convencido a Surinam y Guayana y con el paso del tiempo el nivel futbolístico de ambos países habría crecido.
De hecho, tras muchos años de intento, en 2019 Guayana consiguió clasificarse por vez primera para una fase final de la Copa de Oro. Lograría un histórico empate ante Trinidad y Tobago. Parecida es la trayectoria de Surinam que hubo que esperar a 2021 para disputar una Copa de Oro y de paso lograr una victoria frente a Guadalupe y poner en serios aprietos a Costa Rica antes de caer eliminados.
Empero, el caso de Surinam es digno de ser analizado independientemente. Al igual que en la vecina Brasil, en Surinam es muy habitual que los niños jueguen descalzos al fútbol en la playa dado que una de las pocas armas para salir de la pobreza es siendo un virtuoso con el balón. Jugar al fútbol en la calle sin reglas ni normas, por el simple hecho de disfrutar, aumenta la destreza y potencia la técnica. El pionero, aun cuando Surinam formaba parte de los Países Bajos, fue Humphrey Mijnals, el primer negro que jugó con los Orange a inicios de los años 60.
Luego vinieron Ruud Gullit y Frank Rijkaard, ambos amigos y ambos hijos de dos amigos surinameses que emigraron a Europa buscando un futuro mejor. Luego vendrían más; Edgar Davids, Patrick Kluivert o Clarence Seedorf. En la actualidad jugadores como Van Dijk o Wijnaldum son nados en Países Bajos, pero podrían jugar perfectamente con Surinam por ser el lugar de nacimiento de alguno de sus progenitores. Se estima que unos 150 jugadores que militan en la Eredivisie holandesa podrían ser internacionales con Surinam. Una alineación histórica de Surinam estaría formada por Menzo; Reiziger, Van Dijk, Rijkaard, Bogarde; Seedorf, Davids, Wijnaldum; Gullit, Kluivert y Hasselbaink.
Mas complicado es el caso de la Guayana francesa. La FIFA no lo reconoce como país (recordemos que es un territorio de ultramar francés) y no puede competir en las eliminatorias para disputar un Mundial. Sin embargo, está adscrita a la Concacaf y participa tanto en competiciones regionales del Caribe como en la Copa de Oro. De la Guayana francesa era Bernard Lama, portero suplente de Francia cuando ganó el Mundial de 1998, o Florent Malouda, subcampeón del mundo con los galos en 2006.
Malouda, durante muchos años titular en el Chelsea FC y 80 veces internacional con Francia, llegó a disputar un par de partidos con la Guayana francesa en 2017. Uno de esos choques fue ante Honduras durante la Copa de Oro del año citado en el que Malouda fue titular. La FIFA había advertido previamente que la alineación del centrocampista sería motivo de sanción, algo que se confirmó al finalizar el choque. Lo que había sido un partido sin goles se convirtió en una derrota administrativa por 0-3 de la Guayana francesa.
Fue el último partido de un francés de ultramar que defendió los colores de un país a más de 6.000 kilómetros de su casa.
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