La caída de Eddy Merckx (A los 50 años del Tour de Thévenet) 2ª parte
En el primer día pirenaico del Tour de 1975 toca llegada a Saint Lary Soulan tras previo paso por Aspin y Tourmalet. Eddy Merckx era el maillot amarillo. En la jornada del día anterior había ganado la etapa contrarreloj. Tenía a Gimondi y a Thévenet con unos dos minutos de ventaja. Al resto de los favoritos los había aniquilado. Según había manifestado meses antes su mentalidad había cambiado. Con treinta primaveras y tras años de destrucción de rivales y del cuerpo propio a partes iguales, tocaba tomarse las carreras con más calma.
Ni de coña.
Al poco de iniciarse el Tourmalet manda a su tropa del Molteni poner un ritmo infernal. Tan brutal es el ritmo que Merckx se queda sin compañeros. Un sin sentido. Uno de tantos en la vida del Caníbal. A unos kilómetros de coronar la ascensión, Merckx, con el maillot amarillo, tira de un grupeto de favoritos. Entonces Zoetemelk ataca. Ataca para ganar la etapa, dado que en la general se encuentra a una minutada. Pero Merckx responde. Es incapaz de evitarlo. Su voracidad no conoce límites. Y es entonces cuando se le ven las costuras. Cuando por vez primera flojea. Zoetemelk aprieta y a Merckx le cuesta. No las ve todas consigo.
Entonces aparece Bernard Thévenet.
Se levanta de la bici y pasa por delante del Caníbal. Y Merckx no va. Thévenet vuela. Vuela hacia la meta y se lleva a Zoetemelk. Para el neerlandés la etapa y para Thévenet la gloria. Se coloca a 1’31’’ segundos de Merckx. Gimondi pierde más de cinco minutos. Zoetemelk, Van Impe y Ocaña se van más allá de los cinco minutos en la general.
Merckx sigue líder, pero hay partido. Y vaya si lo hay. Merckx vs Thévenet.
Tres días más tarde toca subir el Puy de Dôme. Ya no está Ocaña, quien ha abandonado. La lucha entre Merckx, Thévenet, Van Impe y Zoetemelk es excelsa. A cuatro kilómetros de la llegada ataca Thévenet, quien se lleva a su rueda a Van Impe. Merckx y Zoetemelk no les pueden seguir. A falta de mil metros para coronar, Van Impe deja a Thévenet y se hace con la etapa. El francés llega a 15”. Lo que no saben es que, a 150 metros de la meta, Eddy Merckx sufre una agresión provocada por un aficionado. Un desalmado le propina un fuerte puñetazo, duro, seco y preciso, en el hígado que le hace caer al suelo. No sólo eso. Unos metros después una mujer le habrá propinado otro guantazo al Caníbal que le hizo bambalearse sobre la burra (del que hay imágenes). Tras tambalearse, Merckx se recompuso como pudo para alcanzar la meta entre intentos de vómito. Con todo, solo fue medio minuto de pérdida, por lo que mantiene el amarillo con 58 segundos de ventaja sobre Bernard Thévenet.
Al día siguiente toca día de descanso en Niza. Merckx no podrá pegar ojo víctima del dolor.
Decimoquinta etapa. 14 julio. Fiesta nacional en Francia. Niza-Pra Loup. 217 kilómetros. Cima inédita en el Tour. Pra Loup no es un coloso (6’3 kilómetros al 6’7%) pero hasta llegar a la cima hay que superar 5.800 metros de desnivel positivo en una de las jornadas más duras en la historia del Tour.
Merckx tiene en Pra Loup su Waterloo. Su derrota. Nunca su rendición suprema. Vestido de amarillo y escapado delante de todos. Imperial. Después de atacar a diestro y siniestro. Si hay que morir se muere atacando. En el antepenúltimo puerto, el Col du Champs (2.200 metros de altitud) pide un calmante, siendo obvio que no está del todo recuperado del puñetazo. Thévenet intenta agitar el árbol, pero obtiene un no por respuesta. Luego toca el Col de Allos (2.250 metros de altitud). Calma tensa. Al coronar Eddy Merckx ataca.
Ataca de amarillo. Sin necesidad alguna de hacerlo. A lo Eddy Merckx. A lo Caníbal. La bajada es terrorífica. Se caen varios ciclistas y un coche del Bianchi derrapa dando vueltas de campana bajo un sol abrasador que convierte el asfalto en brea. Merckx es cabeza de carrera destacada cuando el llano aparece. Tiene algo más de un minuto de ventaja sobre el resto de favoritos. Solamente toca subir Pra Loup. Un puerto de segunda categoría para asestar el golpe definitivo al Tour de Francia 1975.
A su sexto Tour de Francia.
A cinco kilómetros del final sus hombros empiezan a moverse más, su pecho se acerca al manillar de la bicicleta, sus rodillas se abren imperceptiblemente. Y el Caníbal se ciega, los ojos muertos de quien lleva matándose poco a poco durante años y entiende, en una fracción de segundo, que al fin la muerte lo alcanzó. Sus rivales lo van pasando, lentamente, quizá temerosos ante la figura que arrastra su corpachón agotado por esas pendientes de los Alpes. El primero es Gimondi. El segundo es Thévenet.
Bernard observa entre incrédulo y cauto. Su director se desgañita para que apriete. Y entonces Bernard vuela. Mirada al frente. A la carretera. Al infinito. Devora los kilómetros que le quedan por delante. Y el público francés se lo lleva en volandas. Bernard Thévenet gana la etapa y se pone líder del Tour de Francia. Cuenta con 58 segundos sobre Eddy Merckx.
Merckx perderá el maillot amarillo esa tarde y nunca más volverá a recuperarlo.

Aquel puñetazo de unos días atrás le había provocado un hematoma en la zona dorsal lo que provocó la expulsión de bilis en forma de vómito. No era la primera vez que sufría una agresión en carrera. Como cualquier coloso, sus continuas victorias provocaban rabia y admiración a partes iguales. Pero Merckx era Merckx y jamás buscaba excusas. A Pra Loup llegó roto. Encorvado y resignado.
Solo tuvo palabras de felicitación para Thévenet.
Al día siguiente tocaba una etapa corta camino de Serre Chevalier. Bajando el Col de Vars el Caníbal vuelve a atacar. Se lleva a su rueda a Zoetemelk, al español Galdós y al francés Mariano Martínez, hijo de republicano español exiliado. Tienen casi un minuto de ventaja sobre Thévenet, pero nadie quiere colaborar. Todos se ponen a rueda de Merckx esperando la caída del gigante. Y el gigante caerá. Al poco de iniciar el ascenso del Izoard, el grupo de favoritos conecta con los escapados y Thévenet suelta el látigo para dejar definitivamente hundido a Merckx. Son dos minutos más de ventaja para un total de 3’20’’ en la general.
C’est fini.
Tocaba entonces otra burrada de etapa. 225 kilómetros con el Galibier, Madelaine y el Telegraphé. Al poco de iniciarse la jornada Merckx sufre un enganchón con Ole Ritter, un ciclista danés, se va al suelo y se fractura la mandíbula, a lo que añade una hemorragia nasal. No puede masticar ni abrir la boca. En la siguiente semana apenas comerá más que papillas de arroz. Por entonces nadie lo sabe. No dice nada y hay quien piensa que todo es cuento. El caso es que no ataca. Está a cola de pelotón, pero aún le da para un sprint final con el que le quita dos irrisorios segundos a un Thévenet que se sube por las paredes.
Quedaban cinco etapas. Una cronoescalada de 40 kilómetros, dos etapas llanas y una de media montaña. No había terreno alguno para darle la vuelta al resultado. Así pues, se tornaba lógico que los doctores implorasen a Eddy que abandonase. Tenía una infección de garganta, sólo podía ingerir líquidos por culpa de la mandíbula destrozada, respiraba con dificultad por la nariz y seguía con el hematoma en la zona dorsal del estómago. ¿Para qué quería Eddy Merckx acabar segundo?
Para honrar a Bernard Thévenet. Esa fue su contestación. Sabía que Ocaña (enemigos en un principio y amigos con el tiempo) jamás le perdonó que no acudiese al Tour de 1971 donde el conquense se coronó. No pensaba hacerle lo mismo a Thévenet. Quería que su victoria fuese sin asteriscos.
Se llegaba a la última crono de aquel Tour de Francia, pero como habíamos apuntado al inicio de esta crónica, se había añadido una cota en medio del recorrido. Eso hizo que Van Impe, gran escalador, se llevase la etapa. Merckx solo pudo recortar quince segundos sobre Thévenet. El pódium quedaba definido con el francés como campeón y Merckx y Van Impe ocupando el resto de las plazas del cajón.
Aquel fue el peor día como ciclista de Merckx. Tuvo que usar un maillot de algodón durante la contrarreloj dado que su maillot de seda le había sido robado de su habitación del hotel. Acabaría tan agotado tras el esfuerzo que se tiró en una cama, inconsciente y en posición fetal. En palabras de los allí presentes parecía un muerto en vida. Necesitaría más de una hora para sacar fuerzas, levantarse y poder darse una ducha.

La ventaja final de Bernard Thévenet fue de 2’47’’, y es que Merckx aun daría un par de picotazos camino de Paris buscando un imposible. Aquel fue el primer Tour donde los Campos Elíseos ejercieron como telón de fondo. Lo harán certificando el crepúsculo de un dios y la coronación de un nuevo rey de sangre francesa. “Jamás despertó tantas simpatías en Francia como cuando fue vencido por vez primera”, escribirá L’Equipé sobre Merckx hace ahora medio siglo.
Eddy Merckx correría el Giro de 1976 aquejado de unos forúnculos que le impedían apoyar el culo correctamente en el sillín. Debería haber abandonado, pero, fiel a su estilo, no lo hizo. Aquella decisión le impidió disputar el Tour de Francia de ese año. Cuando lo vuelva a intentar por última vez en 1977 apenas podrá acabar sexto antes de concluir su excelsa carrera. Luego, años después, se lamentó de no haberse retirado en 1975 y ahorrarse aquellas dos agónicas temporadas.
Bernard Thévenet llegó corto de forma a la defensa del Tour de 1976 y acabaría abandonando. Aquel año siguiente, en 1977, en el que fue el último de Merckx, volvía a vestirse de amarillo y pasaba a formar parte del selecto grupo de elegidos capaz de vencer al menos dos veces en el Tour de Francia. Fue su última gran victoria. Se retiraría cuatro años después sin sumar ningún otro triunfo de relevancia en su palmarés.
Fue un gran ciclista. Ocurre que únicamente será recordado como la persona que hizo caer al gran Eddy Merckx.
Lo cual no es moco de pavo.
“No hay excusas. Lo intenté todo y no funcionó. Siempre gana el más fuerte, y el más fuerte ha sido Thévenet”. Eddy Merckx.
“¿Quién quedó segundo? Pues ya sabes cuál es el valor de mi victoria”. Bernard Thévenet.

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