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La asquerosamente maravillosa vida de un perfecto desconocido

El culo. Dícese trasero porque lleva sirvientes a todos los miembros del cuerpo delante de sí y tiene sobre ellos particular señorío. Francisco Quevedo decía que el culo se provee a sí mismo y que el ojo del culo es más provechoso que los dos de la cara. Desafiante, crítico y con un uso y abuso del léxico desmesurado, Quevedo escribió un total de diecisiete desgracias del ojo del culo en honor a una tal Doña Juana a la que calificaba de montón de carne por arrobas. Podemos vivir sin los dos ojos de la cara, ¿pero podríamos vivir sin el ojo del culo?, se preguntaba un genio de las letras que en los tiempos que corren viviría amortajado por culpa de su lengua viperina.

Quevedo escandalizó a propios y extraños ya que nada hay más indigno que el ojo del culo. Montón de basura, feo y asqueroso, es improcedente hablar de él. Y sin embargo se habla. Al mundo venimos en paños menores y del mundo nos vamos en esos mismos paños. En Francia a los recién nacidos se les rodeaba la cuna de medallas de la Virgen, de ahí que aún se mantenga la expresión avoir le cul bordé de médailles (tener el culo rodeado de medallas) para referirse a la buena suerte. Che culo Della Madonna! (¡Qué culo de la Virgen!) exclaman los italianos ante un golpe de fortuna. Schwein gehabt (tener cerdo) comentan los alemanes, refiriéndose a lo gordas y grasosas que son nuestras posaderas. ¡Pero, qué culo!, gritan en Argentina. En tierras españolas era costumbre plantar alguna flor hermosa en medio de los huertos para tener suerte con la cosecha. Como no podía ser de otro modo, el abono era estiércol y el estiércol, mis queridos lectores urbanitas, es mierda. Así pues; ¿Qué hay más opuesto a la mierda? Una bella flor. De ahí que tener una flor en el culo sea sinónimo de buena suerte.

Quevedo. Mr. Culo

Ganar un anillo de la NBA es tremendamente complicado. Compiten treinta equipos a razón de un mínimo de 82 partidos y un máximo de 110 para lograr el triunfo. A diferencia de lo que ocurre en el resto del planeta aquí no hay premios menores a razón de copas nacionales o torneos internacionales secundarios. En la NBA o eres un ganador o eres un perdedor. Karl Malone, Charles Barkley, Elgin Baylor, John Stockton, Chris Paul, Steve Nash, Pat Ewing, Allen Iverson, James Harden, Reggie Miller o Russell Westbrook pertenecen a la categoría de superestrellas que no lograron un campeonato. Steve Nash, elegido en dos ocasiones MVP de la temporada, ni siquiera llego a disputar una final de la NBA.

Son carreras legendarias, pero nunca formarán parte del Olimpo porque falta el culmen de sus sueños. El ansiado anillo de campeón.

Y luego están los tipos que tienen una flor en el culo.

Joe Kleine es uno de esos.

Kleine nació en Colorado Springs un día invernal de 1962. Bonito lugar para crecer. Cerca de las Montañas Rocosas, de esplendorosa naturaleza y ciudad puntera en tecnología por ser sede de la Academia de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. Kleine es un bigardo de dimensiones considerables. Mide 2’11 metros y es un tío guapo. No es un guaperas. Es guapo. Facciones marcadas y pelo con raya al lado. Si midiese treinta centímetros menos sería un excelente ejecutivo. Con 211 centímetros tocaba jugar al baloncesto. Y Kleine lo hace aceptablemente bien. Juega para la Universidad de Arkansas donde destaca especialmente en un partido contra la Universidad de Carolina del Norte consiguiendo 20 puntos y 10 rebotes. En Carolina del Norte jugaba un tal Michael Jordan. Es un buen día, pero no es la norma. La Universidad de Arkansas es menor y Kleine patina cuando se enfrenta contra los mejores. En esos años destaca otro joven pívot llamado Hakeem Olajuwon a quien pronto se le apoda como The Dream (El Sueño) por su excelso juego de piernas.

A Joe Kleine los periodistas lo apodaron The Nightmare (La Pesadilla).

Pero era alto. Y era blanco. Y en el baloncesto estadounidense es una combinación muy apreciada porque la demanda permanece inalterable mientras que la oferta desciende de forma alarmante. Así que Joe Kleine fue convocado para disputar el Mundial de baloncesto de 1982. Era una escuadra norteamericana de segunda fila, pero aun así lograron el subcampeonato tras perder la final ante la Unión Soviética. Joe Kleine no llegó a vestirse de corto en la final. Ocurre que, recibió una medalla de plata igualmente.

De más enjundia fue su segunda y última convocatoria para defender la camiseta nacional. Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Ahí iban a estar todas las estrellas universitarias del momento. Patrick Ewing, Chris Mullin, Sam Perkins, Alvin Robertson…y Michael Jordan. Estados Unidos pasó por encima de todos sus rivales y se llevó la medalla de oro, incluido un Joe Kleine que ponía bloqueos y cogía rebotes como pocos. No fue titular y apenas amasó tres puntitos por partido, pero estuvo en el lugar adecuado en el momento oportuno.

Con esas credenciales a Joe lo escogieron los Sacramento Kings en la sexta posición del draft de la NBA de 1985. Palabras mayores. Aunque tiene truco. Fue el sexto en la lista, pero el cuarto si sólo consideramos pívots. Dicho de otro modo. Lo seleccionaron porque era alto. Sin más. Si Kleine capturaba rebotes y ayudaba a sus compañeros a base de codazos en ataque cuando aún era un universitario, esas peculiares cualidades se tornaron en inútiles tras su salto a la NBA. Incapaz de anotar bajo oposición, incapaz de saltar con potencia e irremediablemente lento, Kleine pasó de ser una promesa a un jugador de banquillo. Los Kings eran un equipo menor, ideal para que Kleine se foguease y se hiciese un nombre en la NBA y sin embargo acabo siendo el suplente de un tal Lasalle Thompson, un completo desconocido sin oficio ni beneficio.

Así pues, Joe Kleine finalizó su contrato de tres temporadas y debía pelear por conseguir un modesto lugar en alguna plantilla de la NBA. O eso, o hacer las maletas rumbo a Europa.

Y entonces a Joe Kleine le volvió a salir una flor en el culo.

Joe Kleine

Los Boston Celtics se fijaron en Kleine para ejercer de pívot suplente del veterano Robert Parish. Era 1988. Era un sueño. Los Celtics de Bird habían iniciado su declive, pero seguían formando parte de la aristocracia de la canasta. Kleine se las arregló para aguantar cinco temporadas en Boston donde saltaba a la pista para disputar un puñado de minutos, capturar tres o cuatro rebotes y, con suerte, anotar un par de canastas y cometer unas cuentas faltas. Su labor era residual, pero siempre necesaria en cualquier equipo. Tras el obligado retiro de Bird por sus problemas lumbares tocó hacer tabla rasa y Joe Kleine fue traspasado a Phoenix en 1993. Habían sido cinco temporadas en la franquicia más laureada de la historia de la NBA.

Phoenix no era tampoco mal destino. Los Suns acababan de perder la final de la NBA ante los Bulls. Eran un candidato al anillo y Kleine volvió a hacer lo que le pedían. Ser fuerte en los entrenamientos, poner bloqueos, hacer unas cuantas faltas y coger unos cuantos rebotes al saltar a la pista. Es lo que siempre había hecho, pero con el inconveniente de que la edad hacia sus efectos. Son tres añitos en Arizona. Al ser traspasado a los Lakers en 1996 pasará prácticamente la temporada en blanco. Tiene 35 años cuando a mitad de esa misma campaña vuelve a hacer las maletas desde Los Ángeles rumbo a Nueva Jersey.

Y entonces otro golpe de suerte. Otra flor en el culo.

Vuelve a ser agente libre y sopesa la retirada. Pero recibe una llamada de última hora para completar el fondo del banquillo de los Chicago Bulls. Será el suplente del pívot suplente de los Bulls. Luc Longley es el titular, Bill Wennington el suplente…y luego está Joe Kleine. Pero son los Bulls. ¡Los Chicago Bulls de Michael Jordan! Kleine promedia ocho minutos por partido en un total de 46 partidos sobre 82 posibles. Básicamente juega los minutos de la basura. Y en playoffs ni siquiera llega a vestirse de corto. Es lo mismo. Los Chicago Bulls ganan la NBA. Joe Kleine gana la NBA. Las cámaras lo captarán llorando a moco tendido celebrando el triunfo. En un momento dado, Michael Jordan se acerca a él y le recriminará sus lágrimas.

“¿Por qué lloras? Yo gané este campeonato por ti”, le espetará His Airness.

El anillo de campeón lo recibirá en Phoenix a donde volvió la temporada siguiente, antes de acabar su carrera con 38 años en las filas de Portland Trail Blazers promediando unos míseros 4’8 puntos y 4’1 rebotes en sus dieciséis temporadas en la NBA.

Una larga carrera en la que ganó la medalla de oro olímpica en Los Ángeles 84 y el anillo de la NBA con los Chicago Bulls en 1998.

Kleine y Jordan

Bien, ¿no?

Indaguemos un poco más en el currículo.

No existe mayor honor para un jugador (también entrenador, árbitro o directivo) que incluyan tu nombre en el Naismith Basketball Hall of Fame (Salón de la Fama del Baloncesto). Es tal la dificultad de formar parte de ese club que valga como ejemplo que tan solo hay tres españoles contenidos camino del siglo de historia; los entrenadores Pedro Ferrándiz y Antonio Díaz-Miguel y el jugador Pau Gasol. Indudablemente Joe Kleine nunca formará parte de este selecto club. Pero Joe Kleine tiene otro título.

Joe Kleine es el jugador que ha compartido su carrera con mayor número de Hall of Famers.

Nadie puede presumir de haber compartido vestuario con más superestrellas.

Comencemos con el verano olímpico de 1984. Kleine saltaba a la pista junto a Pat Ewing, Michael Jordan, Chris Mullin y Alvin Robertson, éste último más desconocido por culpa de sus problemas extradeportivos, pero entonces un jugador de renombre en el concierto internacional. Una vez convertido en profesional, y tras un discreto paso por Sacramento, Joe Kleine compartirá aventuras en Boston junto a Larry Bird, Kevin McHale, Robert Parish, Dennis Johnson y Danny Ainge, el mítico quinteto ganador de los Celtics en los 80. Ya veterano firma por Phoenix Suns donde jugó junto a Charles Barkley, del que se hará íntimo amigo, Kevin Johnson y A.C. Green.

Tal y como señalé anteriormente en ese momento Joe Kleine estuvo al borde de la retirada, pero disfrutará de un breve paso en Los Ángeles Lakers junto a Nick Van Exel, Eddie Jones, Robert Horry, Byron Scott, Kobe Bryant y Shaquille O’Neal. Luego logró el título de la NBA con los Bulls. En Chicago compartiría duchas con Toni Kukoc, Ron Harper, Steve Kerr, Dennis Rodman, Scottie Pippen y Michael Jordan. Y aún le daría para volver a Phoenix junto a Steve Nash y Jason Kidd y retirarse en Portland con Detlef Schrempf, Damon Stoudamire, Rasheed Wallace o Arvydas Sabonis.

Como quien se acerque a este blog no tiene por qué ser ducho en baloncesto y mucho menos conocer a estos jugadores de antaño, vamos a poner en consideración la afirmación de que Joe Kleine es el jugador de la NBA con la flor en el culo más grande que jamás ha existido.

Además de decenas de buenos jugadores, Joe Kleine compartió vestuario con un total de 16 Hall of Fame de la NBA en el siguiente orden cronológico:

1. Pat Ewing: 11 veces All-Star y dos medallas de oro olímpicas.

2. Chris Mullin: 5 veces All-Star y un oro olímpico.

3. Larry Bird: 3 veces elegido MVP de la NBA, 3 veces campeón de la NBA, 12 veces All-Star y un oro olímpico.

4. Kevin McHale: 3 veces campeón de la NBA y 7 veces All-Star.

5. Robert Parish: 4 veces campeón de la NBA, 9 veces All-Star y jugador que más partidos ha disputado en la historia de la NBA.

6. Dennis Johnson: 3 veces campeón de la NBA y 5 veces All-Star.

7. Charles Barkley: 1 vez elegido MVP de la NBA, 11 veces All-Star y oro olímpico.

8. Steve Nash: 2 veces elegido MVP de la NBA y 8 veces All-Star.

9. Jason Kidd: 1 vez campeón de la NBA, 10 veces All-Star y oro olímpico.

10.Kobe Bryant: 1 vez elegido MVP de la NBA, 5 veces campeón de la NBA, 18 veces All-Star y dos medallas de oro olímpicas.

11. Shaquille O’Neal: 1 vez elegido MVP de la NBA, 4 veces campeón de la NBA, 15 veces All-Star y oro olímpico.

12. Michael Jordan: 5 veces elegido MVP de la NBA, 6 veces campeón de la NBA, 14 veces All-Star y dos medallas de oro olímpicas.

13. Scottie Pippen: 6 veces campeón de la NBA, 7 veces All-Star y dos medallas de oro olímpicas.

14. Dennis Rodman: 5 veces campeón de la NBA, una vez elegido Mejor Defensor y 2 veces All-Star.

15. Toni Kukoc: 3 veces campeón de la NBA, 3 veces campeón de Europa, una vez campeón del mundo de selecciones y dos veces campeón europeo de selecciones.

16. Arvydas Sabonis: Un oro olímpico, una vez campeón de Europa, una vez campeón del mundo de selecciones y una vez campeón europeo de selecciones.

Patrick Ewing, Chris Mullin, Charles Barkley, Steve Nash y Arvydas Sabonis nunca ganaron un anillo de la NBA.

Joe Kleine sí.

Kevin McHale, Robert Parish, Dennis Johnson, Steve Nash, Dennis Rodman y Toni Kukoc no tienen un oro olímpico.

Joe Kleine sí.

Steve Nash no tiene ni un anillo de campeón ni un oro olímpico.

Joe Kleine sí.

Charles Barkley y Joe Kleine en 2025

“La buena suerte es como el humo; no puedes atraparla con las manos, pero puede rodearte”. Anónimo.

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