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Tito Margaride

“Siempre he creído, y lo sigo creyendo, que no hay en el mundo plaza más bella que la de Siena. La única que me ha hecho dudar es la de Santiago de Compostela, por su equilibrio y aire juvenil, que no permite pensar en su edad venerable, sino que parece construida el día anterior por alguien que hubiera perdido el sentido del tiempo”. Gabriel García Márquez.

En tan bella plaza cosechó Jesús González Margaride una de sus primeras victorias de renombre. Era la carrera pedestre de Santiago que desde 1978 se había convertido en referencia atlética del noroeste ibérico. Para Tito Margaride era una victoria especial que tuvo como colofón su primera convocatoria para defender los colores de la selección española en un torneo internacional. Sería en mayo de 1991 y lo haría disputando los 5.000 metros.

Margaride: sueño roto en Budapest – Vida Atlética de Galicia
Dorsal 1173

Tito Margaride se había aficionado al atletismo siendo un niño. Nacido y criado entre pastos, vacas y días plomizos, Tito se pasaba las tardes corriendo por carreiros de su Pontenova natal. Allí, entre minas abandonadas, hermosas iglesias y el nacimiento del más al norte aclamado río Eo, corría aquel niño que pronto llamó la atención del médico de la villa. Se trataba del pontevedrés Mariano Castiñeira, traumatólogo que recaló junto a su esposa en A Pontenova en 1978 cuando Margaride contaba con once años. Mariano había sido atleta en su juventud, entonces rondaba la cuarentena, y gustaba de estirar las piernas al acabar sus consultas. Pronto vería como a su espalda se situaba aquel imberbe al que era incapaz de dejar atrás hasta que cierto día le propuso cogerlo bajo sus alas y convertirse en su entrenador.

El primer día Tito apareció con botas y pantalón vaquero. Mariano arrancó la moto bordeando el Eo y hubo de ir frenando al aspirante hasta que, al cabo de una hora, Mariano dio por finalizada la sesión. Tito le hizo una reverencia, le dio las gracias, lo trato de usted y quedaron en el mismo lugar y a la misma hora para el día siguiente. Cuando en la siguiente tarde Mariano aparezca con un chándal a estrenar como regalo para el chaval, solo la timidez de Tito y el respeto a aquel desconocido harán que no se acabe ahogando en un mar de lágrimas.

Poco a poco Tito irá progresando y con el tiempo se trasladará a la capital lucense con el objetivo de hacerse profesional. Para entonces Mariano además de entrenador e íntimo amigo, será también el chófer que lo lleve de A Pontenova a Lugo las veces que haga falta. Tito sufría, pero disfrutaba, contenía esa sensación tan placentera que tienen todos los atletas de regocijarse con el dolor. Pronto se especializó en 5.000 y 10.000 metros convirtiéndose en uno de los atletas más prometedores de España y campeón gallego en dichas especialidades.

Para 1992 el objetivo de Margaride era clasificarse para los Juegos Olímpicos de Barcelona. Lo intentaría en los 5.000 metros. A inicios de año ocupaba el quinto lugar en el ránking nacional con 13’28’’57 a escasa distancia del plusmarquista español que era el soriano Abel Antón con 13’21’’86. Con el tiempo Antón sería bicampeón del mundo de maratón, mas entonces era corredor de pista. Tan sólo había tres plazas para los españoles, siempre y cuando consiguiesen la marca mínima, y a la altura del mes de junio Margaride veía que era incapaz de ascender en el ránking. Lo intentó en un mitin en Sevilla donde logró marca personal, pero le fue inútil. Antonio Serrano y Martín Fiz iban a ser los que acompañasen a Antón.

Como decía era junio. Faltaban menos de dos meses para el inicio de los Juegos Olímpicos y Margaride decidió jugárselo todo a una carta e intentar la mínima para participar en los 10.000 metros. En la distancia de los 10 kilómetros el nivel nacional era modesto, por lo que Margaride vio que tendría opciones. El problema es que ya eran escasas las pruebas donde podría intentar esa marca y ninguna de ellas tendría lugar en España. Mariano, su entrenador, le habló de una carrera en Budapest para el día 18. Tendría que ir por su cuenta y riesgo y pagarse el viaje y al alojamiento ya que la RFEA (Real Federación Española de Atletismo) no acudiría con ninguno de sus atletas. Margaride aceptó el reto y allí se fue él solo. Su mujer, embaraza de ocho meses, quedará en Galicia, al igual que Mariano, quien por asuntos laborales tampoco puede desplazarse de A Pontenova.

Una vez aterrizado en Hungría, Margaride se desplaza a su hotel. Al día siguiente tendrá lugar la carrera. Será a las 19.00 horas. Por la mañana Tito Margaride decide desayunar y dar una vuelta por la ciudad para desentumecer las piernas y prepararse para la batalla vespertina.

Una corriente se adueña del cuerpo de Tito. Desde los pies a la cabeza una explosión de dolor lo invade hasta que cae desplomado en medio de la calle.

Está consciente. La gente lo mira. Le gritan.

Tito quiere hablar.

No puede.

El tiempo se para.

Los recuerdos se desvanecen.

Cinco días más tarde Tito Margaride aterriza en el aeropuerto santiagués de Lavacolla. Lo hace en un avión ambulancia procedente de Budapest. Es noche cerrada. Allí está su mujer, su eterno Mariano y el secretario de deportes de la Xunta de Galicia. Al poco la ambulancia arranca rumbo al Hospital Provincial de Lugo.

Tito Margaride había sufrido una trombosis del tronco basilar.

Nunca más volverá a caminar.

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Margaride

Fueron unos días horribles. Solo, a miles de kilómetros de casa. Sin nadie que lo abrazase. Sin nadie que lo entendiese. Consciente de lo que ocurría, pero incapaz de comunicarse. Son tiempos sin mensajería instantánea. Pasaron 36 horas hasta que alguien del hospital de Budapest que sabía castellano consiguió contactar con la Embajada española para desde ahí poder avisar a la familia de Margaride.

Y luego vino la lucha. La lucha para repatriar al atleta lucense. La RFEA no quiso saber nada del asunto. Argumentaba que el viaje se había hecho por iniciativa personal del atleta y que no podían costear un avión medicalizado. Viendo que pinchaba en hueso, Mariano Castiñeira pretendió que la RFEA enviase un médico federativo a Budapest en compañía de un familiar, a lo que también se negó el organismo.

Visto que tiene el no por castigo, Mariano decide contratar por su cuenta y riesgo un avión, así como pagar de su bolsillo a un médico y un ATS húngaros para que viajen hasta Santiago acompañando a Margaride. Serán 14.000 euros de la época. Una pasta. La suerte para el bueno de Margaride es que Mariano Castiñeira es un hombre desahogado económicamente. Con el tiempo Mariano pleitearía para recuperar ese dinero, pero el fallo favoreció a la RFEA dado que se entendía que el accidente cardiovascular de Tito no había tenido lugar durante la celebración de un evento deportivo.

Comenzó entonces una lucha. Fueron miles de horas de rehabilitación en el Hospital de Lugo. Margaride no podía mover el lado derecho del cuerpo, por lo que lo primero fue aprender a escribir con la izquierda. Su entrega fue total. Por las mañanas tocaba sesión hospitalaria y por la tarde fisioterapia en casa. Por el camino el nacimiento de su hijo. Y los Juegos de Barcelona que, por desgracia, hubo que ver por televisión.

Pero Tito, que hasta entonces había sido un chico callado e introvertido cuya única felicidad era correr entre castiñeiros y carballos, de repente se convirtió en un simpático contertulio. Como un bebé que comienza a hablar, sus balbuceos pronto se convertían en risas. Donde todo el mundo esperaba ver tristeza y pena se encontraba ternura y felicidad.

No fue de extrañar que la Federación Gallega de Atletismo quisiese homenajear a Margaride con una fiesta atlética cuyos beneficios serían para Tito y su familia. Seria en la pista universitaria de atletismo de Santiago de Compostela. Allí acudieron todos los que tendrían que acudir. Sandra Myers, Alejandro Gómez, Andrés Díaz, Julia Vaquero o Isaac Viciosa. Y sobre todo Martin Fiz y Fermín Cacho, quien tras haber logrado el oro en 1.500 metros en Barcelona no dudó en dedicárselo al bueno de Margaride.

Quien no patrocinó ni acudió al evento fue la RFEA.

Margaride: sueño roto en Budapest – Vida Atlética de Galicia
Tito Margaride y Fermín Cacho

Era 1993. Apenas un año después del accidente cardiovascular. Tito disfrutó del espectáculo junto a su esposa y su hijo en la tribuna del estadio universitario. Y allí se dio la sorpresa. Margaride tomó el micrófono, agradeció el recibimiento y dijo encontrarse bastante bien y llevar una vida tranquila. Tan sólo que aquel hombre se pusiese en pie y dejase unas palabras ya era motivo de satisfacción generalizada.

Recuperado parcialmente de la trombosis solicitó una plaza para minusválidos en la Diputación de Lugo donde aún hoy sigue trabajando. Pero Tito no estaba conforme. Su sueño era acudir a unos Juegos Olímpicos. Y aquel ex campeón gallego de 5.000 metros no iba a cejar en su empeño.

Parcialmente paralizado de su pierna derecha y acompañado de su inseparable técnico, comenzó un entrenamiento intensivo que lo llevara a los Juegos Paralímpicos de Atlanta 1996. Lo que no había sido realidad en Barcelona se convertiría en un hecho en la capital de Georgia. En Estados Unidos consiguió un diploma olímpico al finalizar séptimo en los 5.000 metros para discapacitados físicos. En Sídney 2000 repitió diploma al ser octavo en los 800 metros y logró una medalla de bronce en los 1.500 metros.

Lo que el magnífico Abel Antón nunca consiguió fue logrado por Tito Margaride.

Una medalla olímpica.

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