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La chaqueta verde de Bobby Jones

Bobby Jones tenía entonces 19 años. Era la primera vez que estaba en Saint Andrews, camino de las Tierras Altas de Escocia. Iba a participar en el British Amateur, uno de los cuatro grandes. En esa época había una clara distinción entre golfistas amateurs y profesionales. Los dos grandes torneos eran el US Open y el British Open. Eran torneos abiertos donde podían competir los que se tomaban el golf como diversión y los que lo usaban como medio de vida. Los otros dos grandes en tiempos de Bobby Jones eran el British Amateur y el US Amateur. Jones ganó los cuatro en 1930. Sigue siendo el único golfista de la historia capaz de completar el Grand Slam en el mismo año. Después estos dos torneos amateurs, aun en funcionamiento, fueron sustituidos en la cúpula del golf por el PGA Tournament y por el Masters de Augusta. Éstos dos últimos, junto al US Open y al British Open, forman en la era profesional el Grand Slam. Pero esa es otra historia.

Volvamos a 1921.

Decía que Robert ‘Bobby’ Tire Jones contaba entonces con 19 años. Jones había encandilado al público durante las dos primeras vueltas. Era la primera vez que el georgiano cruzaba el charco, pero su fama le precedía. Con 14 años había llegado a liderar el US Amateur, aunque los nervios le traicionaron en los hoyos finales dejando el triunfo para un futuro no muy alejado en el tiempo. Aquel día estaba en el campo un tal Grantland Rice, uno de los primeros mandamases del periodismo deportivo, que calificó a aquel niño como ‘potro desbocado’ capaz de obtener lo que quisiera si controlaba sus nervios. Pero Jones, tan genial como insensato, no solo tenía clase, sino que enamoraba al público. Sonreía a diestro y siniestro, se paraba a tomar un refresco u ofrecía chicle a sus descolocados rivales, patidifusos ante un comportamiento tan impropio de un deporte tan rígido como el golf.

El caso es que en 1921 Bobby Jones ya era un hombre hecho y derecho. Tenía el British Amateur a sus pies, pero un vendaval de aire propio de Escocia lo sumió en el fango y hubo que abandonar el liderato de la prueba. Pese a que Jones aún optaba al título, la serie de catastróficas desdichas prosiguió en el hoyo 10, de donde salió con un aparatoso doble bogey (es decir, dos golpes por encima del par del hoyo), y continuó en el hoyo 11, donde la bola se fue a la arena. Cuatro veces lo intentó y las cuatro veces la pelota, terca, volvió hasta su ser. Explotó entonces Bobby Jones. Cogió la bola, la guardó en el bolsillo, rompió la tarjeta de juego donde apuntaba sus golpes y la tiró al río para que la corriente del Mar del Norte hiciese el resto del trabajo. Los escoceses no daban crédito. Nadie abandonaba nunca un torneo de golf, y muchos menos en Saint Andrews. Era como escupirle a tu madre en la cara. Lo de potro desbocado fue lo más bello que le llamaron. Fue como Jesucristo en la cruz. Humillación tras humillación. El escarnio al que fue sometido Jones fue diabólico.

Nunca más volvería a pasar.

Bobby Jones se iba a convertir en el epitome de la caballerosidad, la educación y el buen comportamiento. Bobby Jones iba a ser el mejor jugador tanto dentro como fuera de un campo de golf. Iba a establecer una forma de ser imitada y venerada con el paso del tiempo.

Uncovering Bobby Jones' ideal 18-hole golf course | Courses | Golf Digest
Bobby Jones

Bobby Jones nunca llegó a jugar de forma profesional porque nunca quiso. Se retiró a los 28 años. Ganó el British Amateur (1930), el US Amateur (1924, 1925, 1927, 1928 y 1930), el US Open (1923, 1926 y 1930) y el British Open (1926, 1927 y 1930). Luego, tras ese año 1930 perfecto, se retiró. Tras librar una batalla contra sus impulsos, Bobby Jones encarnó la perfección. Todas sus victorias fueron exquisitas. Todas sus derrotas fueron legendarias. Se cuentan por varias las veces que renunció al triunfo por considerar que no se había comportado de forma correcta. “El golf competitivo se juega en un campo de unos quince centímetros. El espacio que separa tus orejas”, diría en cierta ocasión. Era un caballero, y los caballeros no cobran por jugar. Así que decidió poner fin a su exitosa pero corta carrera.

Y decidió dedicarse a otra cosa.

Bobby había sido un niño enfermizo. A su padre, un reputado abogado de Atlanta, le recomendaron que su hijo practicase deporte para fortalecerse. Así nació la pasión de Bobby por el golf. Con seis años ganó su primer torneo y de adolescente jugaba partidos de exhibición para recaudar fondos para las tropas norteamericanas que combatían en los campos de Europa durante la I Guerra Mundial. Luego, entre victoria y victoria, tuvo tiempo de sacarse dos carreras; una en ingeniería mecánica, otra en literatura inglesa, además de hacer un máster en derecho para unirse al bufete de abogados de su padre.

Cuento todo ello porque Bobby Jones, además de gran deportista, era inteligente y aplicado. Y vivía bien. Muy bien. Por ello no quiso hacerse profesional. Por eso entendía el golf como un pasatiempo. Pero era un pasatiempo caro. Costoso y elitista.

Y Bobby Jones estaba decidido a hacerlo democrático.

En septiembre de 1930, un mes después de su última victoria, Bobby Jones se hizo profesional. Mas su intención no era competir, sino diseñar. Lo primero que hizo fue entablar conversaciones con la empresa de material deportivo Spalding. Les presentó el diseño de unos palos de golf con varillas de acero emparejadas. Hasta entonces los palos eran de madera y aquello era revolucionario. Tuvo tal éxito que aquel juego de palos se mantuvo como el favorito de los profesionales hasta bien entrada la década de 1970.

Su siguiente objetivo fue convertir al golf en una causa popular. Y comprendió con tino como hacerlo. Era entonces la era dorada de Hollywood. Los actores eran nuevos ricos deseosos de obtener estatus social, pero también eran iconos sociales de renombre. A diferencia de empresarios, políticos o gente de alta alcurnia, los actores eran millonarios bien vistos por la sociedad. Gente sencilla a la que admirar e imitar. Jones supo ver más allá y comprender que convertir Hollywood en un campo de golf aumentaría en miles de personas los aficionados de un deporte considerado elitista.

Asociado con Warner Brothers, Bobby Jones apareció en un total de 18 cortos y largometrajes de carácter instructivo en los que tenían protagonismo algunos de los actores y actrices más famosos del momento. Los cortos se emitían en los cines justo antes de la emisión de otros largometrajes de la Warner bajo un sencillo y efectivo eslogan: “Los posibles golfistas del país pueden recibir las instrucciones de Jones por el precio de una entrada de cine”.

Pero la gran obra de Jones iba a ser otra. Durante años buscó una propiedad hasta que su amigo Clifford Roberts dio con ella. Se trataba de una plantación de añil situada en Augusta, Georgia, de donde era su suegra. Donde antiguamente se recogía flor para el tinte de ropa ahora yacía abandonada una inmensidad de tonos verdes. Bobby Jones puso 70.000 dólares para comprar la propiedad y convertirla en un campo de golf. Era 1933.

Un año después nació el Masters de Augusta. Con el tiempo el mejor torneo de golf del planeta.

Jones, conjuntamente con Roberts, concibió innovaciones que pronto fueron imitadas por el resto de torneos. Apostó cuerdas para controlar el flujo de multitudes y separar a golfistas de público. Instaló marcadores en todos los puntos clave del campo a los que añadió colores rojos y verdes para indicar puntajes por encima y por debajo del par. Creó un sistema de invitaciones internacionales para traer al torneo a golfistas de otras partes del planeta y se ofreció gratuitamente a las incipientes televisiones para darle cobertura al evento. Instituyó también el patrocinio y los pases VIP con los jugadores para obtener mayores ingresos.

La obra de una vida - Faro de Vigo
Jones y Roberts

El campo es único. Todas sus distancias son milimétricas y se miden de cero a cinco. El recorrido es siempre el mismo, algo nada habitual en los torneos donde se hacen cambios en los green o reformas en los hoyos. Aquí no. Aquí los 18 hoyos son inalterables. Los hoyos están todos engalanados con numerosas flores que esperan pacientemente su turno en invernaderos y que son retiradas una vez fenece el torneo. Se dice que es un homenaje de Jones al antiguo valor que tenía aquella plantación. Las flores también rodean los búnkeres, los cuales no son de arena, sino partículas de cuarzo procedentes de las minas de Georgia.

En el Masters de Augusta no se puede correr, ni tomar el sol, ni sentarte en la hierba (hay bancos para ello). Tampoco se puede llevar la gorra del revés, ni dar propinas, ni enseñar la marca de tu ropa de manera visible ni llevar tu propia bebida. Son todo normas anacrónicas, pero son todo normas que casan con la idea de caballerosidad, elegancia y estilo que implantó Bobby Jones allá por 1934.

Masters de Augusta, gran impacto millonario
Augusta

Pero si hay algo que distingue al Masters de Augusta es su chaqueta verde. Su túnica sagrada. Los socios del Augusta National Golf Club ascienden a 300. Ni uno más ni uno menos. Solo cuando fallece uno puede acceder otro. A estos hay que añadir a los ganadores del torneo, que automáticamente forman parte del club y pueden jugar allí siempre que lo deseen. Jones y Roberts decidieron que los socios vistiesen una chaqueta verde como símbolo de distinción. Inicialmente la idea era que los socios pudieran ser claramente identificados durante la celebración del Masters cuando, en sus primeras ediciones, recibían exclusivamente un público selecto, de este modo, si alguien necesitaba orientación o asistencia, sabía a quien tenía que dirigirse. La idea fue copiada por Bobby Jones del Royal Liverpool Club Golf cuando asistió a una cena donde los capitanes de campo llevaban americanas a juego, para ser fácilmente identificables por los demás asistentes.

Así la chaqueta verde fue acumulando valor hasta que, en 1949, década y media después de la fundación del Masters de Augusta, Bobby Jones decidiese entregar una chaqueta verde al vencedor anual. Fue Jones quien adjudicó esa primera chaqueta y desde entonces es el vencedor destronado el responsable del acto de entrega al nuevo ganador. Hoy la ceremonia, televisada, se realiza dentro de las instalaciones del torneo y luego al aire libre frente a patrocinadores y público asistente.

La chaqueta solo puede ser usada dentro de las instalaciones del Masters, por lo que nadie puede llevársela como souvenir o como trofeo. La excepción se da entre aquellos que cuentan con más de una chaqueta, caso del español Severiano Ballesteros, pero siempre conservándola de forma privada y jamás vistiéndola o luciéndola en público.

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Bobby Jones aparece siempre en la lista de los mejores golfistas de todos los tiempos. Pero su legado va más allá. Democratizó el juego, lo hizo popular y creó el torneo de golf más conocido y respetado de todo el planeta. Solo una mancha se cernía sobre él cuando falleció en 1971 a los 69 años de edad. Ningún negro había pisado hasta entonces los terrenos del Masters. No sería hasta tres años más tarde, en 1974, cuando Lee Elder se convirtió en el primer afroamericano en competir en Augusta.

Pero esa es otra historia.

“El golf es el juego más parecido de eso que llamamos vida. Usted obtiene mala suerte de buenos golpes y obtiene buenas oportunidades de tiros malos; pero hay que jugar la pelota tal y como te la encuentras”, Bobby Jones.

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