Vanguardia y horror en el Donbass Arena
En el verano de 2012 la selección española de fútbol completó un cuatrienio inigualable. Conquistó una segunda Eurocopa consecutiva para añadir al que había sido su primer Mundial. La victoria se fraguó en una redonda final en la que bailaron a Italia por 4-0 en, quizás, el mejor encuentro enarbolado por esa maravillosa generación de futbolistas. Tan magna exhibición fue perpetrada en Kiev, en un histórico estadio cercano al siglo de existencia, pero recientemente remodelado para exhibir la prosperidad y la pujanza de la moderna Ucrania. Se reconstruyó el anillo inferior, se techaron todas las gradas, se creó un palco de lujo y se edificó un hotel de 13 plantas adjudicado a la empresa Sheraton anexo al coliseo.
No fue tarea fácil semejante loor a la modernidad. Ucrania tuvo que organizar la Eurocopa de la mano con Polonia y vencer a Italia en la votación propuesta por la UEFA. Tras apenas dos décadas de existencia como nación independiente, para los ucranianos era una oportunidad única para demostrar al mundo que el comunismo era un asunto del pasado y para implorar a la Unión Europea un puente que les permitiese cruzar a Occidente. Hubo que gastar una ingente cantidad de dinero en acondicionar estadios, construir redes de transporte y crear plazas hoteleras, y hasta varios ministros acabarían dimitiendo ante el cataclismo económico creado por el shock financiero de 2008.
Con todo, la organización fue exitosa y, durante un mes, Ucrania (y Polonia) fueron el centro de Europa. Uno de esos lugares felices en aquel verano fue Donetsk, una ciudad de cerca de millón de habitantes y capital de la región del Donbass, comarca situada al este de Ucrania y de mayoría rusófila. En Donetsk se jugaron tres partidos de la primera fase (incluyendo dos derrotas ucranianas) y el partido de cuartos de final y la semifinal disputada por España ante Francia y Portugal, respectivamente. Era el colofón para un estadio en el que la celebérrima Beyoncé había dado un concierto para inaugurar la nueva era.
Apenas tres años de vida tenía el Donbass Arena, un coloso para 50.000 espectadores que emerge en el interior del parque Lenin, una imponente colección de naturaleza y escultura con reminiscencias del Parque Güell. Erigido como una copia a menor escala del Allianz Arena (como tantos muchos después) consta con un techo ovalado que se camufla con el paisaje y le da aspecto de platillo volante, mucho más acentuado cuando las tinieblas hacen su aparición y el milagro de la luz artificial ilumina la ciudad.
Cuando el Donbass Arena se inauguró se cumplían dos décadas de la caída del Muro de Berlín y cerca de nueve decenios desde la muerte de Lenin. El estadio, instalado en el parque bautizado en honor al hombre que hizo carne el ideal comunista, está rodeado por un entorno forestal donde cada árbol conmemora a un miembro fallecido en la Gran Guerra Patriótica. La Guerra Patriótica es como denominan los rusos a la II Guerra Mundial. Concretamente a los años que van desde 1941 a 1945, cuando la URSS y la Alemania Nazi utilicen los ideales y las ambiciones del pueblo para destruir millones de vidas humanas. El otro bienio, el que va de 1939 a 1941, es convenientemente borrado de la historia para hacer desaparecer el pacto de amistad que imperó esos años entre Stalin y Hitler.
Y es que el Donbass es una región eminentemente prorusa. Cuando en 2014 las tropas rusas ocupen Crimea tras la llamada revolución del Euromaidán lo harán certificando la clara división del país. Mientras el oeste de Ucrania vote a favor de los partidos proeuropeos (más del 85%) las regiones del este limítrofes con Rusia (tanto el Donbass como Crimea) apenas apoyarán en un 20% a los candidatos favorables a la integración con la Unión Europea.
Uno de esos ucranianos filorusos era el multimillonario Rinat Ajmetov. Rubio, de nariz aguileña y mirada firme, Ajmetov amasó su fortuna comprando sociedades mineras de la cuenca del Don, y su fama adquiriendo la propiedad del FK Shakhtar Donetsk en 1996. El Shakhtar había sido un equipo irrelevante durante el período soviético y su estatus tampoco hubo de mejorar con la independencia ucraniana. No será hasta 2002 cuando el Shakhtar gane su primera liga.
Desde entonces el crecimiento será imparable. El Shakhtar ganará ocho ligas en una década y tocará el cielo al lograr la Copa de la UEFA de 2009 meses antes de la inauguración del Donbass Arena. Lo hará con Mircea Lucescu en el banquillo y con una acertada política de fichajes basada en cazar a jóvenes promesas brasileñas y ofrecerles el escaparate del Shakhtar para progresar en Europa. Fernandinho, Alex Teixeira, Fred, Douglas Costa, William o Luiz Adriano son algunos de los que portaron la zamarra naranja de los mineros del Donbass.
Tras la inauguración del Donbass Arena y la instalación perpetua en la fase de grupos de la Champions League, el objetivo del Shakhtar era asentarse en la élite europea y convertirse en el equipo referencial de Europa del Este. Pero los sueños de grandeza se toparon con la realidad política del país y con una guerra a punto de estallar.
En 2013 se destapó una serie de escándalos de corrupción que hicieron tambalear a Viktor Yanukovich, presidente ucraniano. El problema de fondo es que Yanukovich era prorruso y había paralizado varios acuerdos económicos y de seguridad con la Unión Europea. Las manifestaciones y protestas fueron aumentando hasta convertirse en disturbios. Será en febrero de 2014 cuando estalle el llamado Euromaidán, una revolución ciudadana que hizo dimitir a Yanukovich, el cual, inmediatamente, buscó cobijo en la vecina Rusia.
El problema es que mientras en Kiev y buena parte de Ucrania Yanukovich era odiado, para los rusófilos del Donbass y de Crimea lo que se había cometido era una traición. Entre los dolidos estaba Rinat Ajmedov que había financiado generosamente las campañas electorales de Yanukovich. Alentado por ese apoyo rusófilo, Vladimir Putin ordenará a las tropas rusas ocupar Crimea y bombardear el Donbass ante la callada por respuesta de Occidente. Las democracias tardarán ocho años en darse cuenta de la realidad de una guerra que ya contaba con cerca de 20.000 muertos.
Desde ese verano de 2014 la vida se paraliza en el Donbass. Ese otoño los jugadores brasileños del Shakhtar aprovechan la disputa de un partido ante el Olympique de Lyon para huir y no volver a Ucrania. Días después dos bombas estallan en la entrada principal del Donbass Arena haciéndolo inservible. Las guerrillas acabarán también con el suministro de energía del estadio y quemando las instalaciones deportivas anexas al recinto.
Al Shakhtar no le quedó más remedio que exiliarse para continuar con su actividad deportiva. El equipo fijo su sede en Kiev. Allí se entrenaba a diario, pero debía desplazarse a Lviv (Leópolis) para jugar sus encuentros como local. Más de 1.000 kilómetros separan a Donetsk de Lviv. Pero la diferencia va más allá del kilometraje. Situada a apenas 70 kilómetros de la frontera polaca, Lviv es la ciudad más proeuropea de Ucrania. Desmoralizado, falto de apoyo en las gradas y con continuos abucheos y desplantes, los resultados del Shakhtar cayeron en picado. En 2017 decidieron mudarse nuevamente, en este caso a Járkov, a unos 45 kilómetros de Rusia y lugar de una de las batallas más inhumanas de la II Guerra Mundial. En Járkov el Shakhtar se encontró con mayores dificultades logísticas, pero con un público más dócil. En esas estaban cuando el Covid-19 hizo su aparición y la plantilla del Shakhtar tuvo que hacer un tercer y último traslado, en este caso a la capital Kiev.
Por entonces Ajmetov había comprendido la peligrosidad de aliarse con los intereses rusos. Por culpa de la guerra en el Donbass había perdido el control de varios de sus activos. Dejó de aparecer en público y optó por un perfil más bajo. Entre bambalinas promovió varios acercamientos entre el gobierno ucraniano y el ruso y, cuando percibió que el acuerdo era inverosímil, decidió apostar fuertemente por Ucrania.
Cuando el 24 de febrero de 2022 comience la ofensiva rusa el Donbass Arena pasará a ser un centro logístico para el ejército ruso. Ajmetov, que en el pasado llegó a financiar un golpe de Estado contra el gobierno ucraniano presidido por Zelenski, declaró que todo su poder financiero estaría enfocado a la ayuda a los desplazados, tanto para ayudar a los refugiados como para conseguir comida o medicamentos para aquellos que decidiesen quedarse en Ucrania, bien por compromiso, o bien por necesidad.
Ajmetov también anunció que se llevaría su poder industrial desde el Donbass hasta Mariupol, y si esta ciudad portuaria también era ocupada, no cejaría hasta encontrar un lugar desde el que seguir combatiendo la ocupación. Ayudó también a que los activos brasileños del club abandonasen Ucrania comprometiéndose a liberarlos de sus relaciones contractuales si lo considerasen necesario.
Hasta trece futbolistas brasileños militaban esta temporada en el Shakhtar Donetsk. El día 24 se reunieron todos ellos en un hotel de Kiev junto a sus familias mientras pedían auxilio al embajador brasileño. Entre ellos estaba Maycon, futbolista carioca de 24 años que llevaba un lustro deambulando de un lado a otro de Ucrania defendiendo los intereses del Shakhtar. El caso más complicado fue el del delantero Junior Moraes que, nacionalizado ucraniano desde 2019, es internacional por su país de adopción. Según la orden del presidente Zelenski ningún varón ucraniano entre 18 y 60 años puede abandonar el país y tiene que estar dispuesto a combatir contra los rusos si es llamado a filas. Moraes tuvo que salir de incógnito por la frontera camino de Moldavia y desde allí tomar un bus hasta Paris y volar hacia la libertad a través del aeropuerto Charles de Gaulle. Para salvaguardar su honor hizo una donación de miles de euros para ayudar a las víctimas de la guerra.
A la hora de escribir estas líneas se antoja inverosímil ver al Shakhtar en la próxima edición de la Copa de Europa. Para los habitantes de Donetsk el concierto del Beyoncé en el Donbass Arena es un recuerdo en blanco y negro. O quizás no. Igual es en un vivida luz de colores que los retrotrae a aquel verano de 2012 cuando España bailó a Italia en la final de una Eurocopa que convirtió a Ucrania por unos días en el centro del planeta y la llevó en volandas a la modernidad y a la prosperidad.
“Con humanidad y democracia nunca han sido liberados los pueblos” Adolf Hitler.
“Crimea, Ucrania y Leningrado. Después, Moscú” Adolf Hitler.
¿Democracia? ¿Creen que quiero para Rusia la democracia que tiene Irak? Vladimir Putin.
“Aquel que no echa de menos a la Unión Soviética es que no tiene corazón” Vladimir Putin.
“La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre con excepción de todos los demás” Winston Churchill.
“Los fascistas del futuro se llamaran a si mismos antifascistas” Winston Churchill.
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