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Sara Estévez

Sara había estudiado taquigrafía, mecanografía y contabilidad y sólo la Guerra Civil le impidió realizar estudios universitarios. El caso de Sara era extraño. Una mujer formada y capaz en los lúgubres años 40, los del miedo y el hambre. Sara tenía una buena posición, pero era de todo menos una afortunada. Huérfana de padre desde que era un bebé, vio como la mitad de sus ocho hermanos fallecerían antes de la mayoría de edad. Una de sus hermanas era maestra y sería quien se ocuparía de enseñarle a leer y a escribir.

Cuando las tropas de Franco entraron en Bilbao, Sara fue escogida junto a otros cientos de chicas para una exhibición gimnástica en San Mamés. Era la primera vez que entraba en el coliseo rojiblanco. Tenía 12 años. De ahí surgiría un flechazo. Cuando con 19 años cobre la paga del 18 de julio pasará a ser abonada del Athletic. Eran los años de Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza. Años en los que el Athletic ganaba títulos por doquier y época donde los banderines del Athletic se exhibían con gran profusión en cafeterías y bares a lo largo y ancho de España.

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Y nótese el escogido uso de las palabras. Las pagas extras se denominan pagas del 18 de julio. Los hombres eran socios del Athletic. Las mujeres eran abonadas. Los socios, además de un asiento, tenían voz y voto en las decisiones concernientes al club. Las abonadas tan sólo podían ver los partidos. Ni mandaban ni opinaban.

Además del fútbol, a Sara le encantaba la radio. Al acabar su jornada matinal solía acercarse a Radio Juventud de Bilbao, emisora del Movimiento, para narrar cuentos infantiles en directo. Por entonces para trabajar en la radio no hacía falta titulación alguna ni formación específica. Tan sólo buena dicción, buen timbre de voz y ganas de comerse el mundo. La femenina y cadenciosa voz de Sara Estévez era ideal para llegar a los niños y a los no tan niños de Vizcaya.

Hasta que un buen día de 1952 alguien preguntó en redacción a quien le gustaba el fútbol. Fueron muchos los que levantaron la mano. La siguiente cuestión era conocer quien estaría dispuesto a ser cronista deportivo. Eso ya era otro cantar. El periodismo deportivo estaba muy mal visto. Era una profesión de segunda en la que a menudo se usaban pseudónimos para no ser reconocido por otros compañeros.

Tan sólo una persona levantó la mano. Era Sara Estévez.

Se acababa de convertir en la primera periodista deportiva de España.

Pero nadie lo sabría. Sara escogió como pseudónimo el nombre de ‘Maraton’ y con ese nombre escribiría sus textos. “El símil de una persona que había corrido hasta la muerte para entregar una noticia era la mejor imagen que se podía dar del periodista, que lo que tiene que hacer es precisamente eso: esforzarse para dar la noticia de la mejor manera posible”, explicaría ya retirada sobre el porqué de la elección.

Sara iba a los entrenamientos, hacía entrevistas y redactaba las crónicas de los partidos del Athletic. Pero jamás locutaba. Los textos eran narrados por un tal Paco Blanco que “colocaba bien la voz” como se decía en la época. Era frecuente que los redactores no leyesen sus propios textos si la emisora consideraba que el periodista no contaba con una voz radiofónica. Pero en el caso de Sara no habría esa disyuntiva. Era impensable que una voz femenina hablase de fútbol en antena.

Sara Estévez fue la voz sin voz del Athletic en Radio Juventud durante dos décadas. Su sueldo era tan exiguo que nunca pudo dejar su trabajo como mecanógrafa. El público de San Mamés veneraba a ‘Maraton’, pero nadie amaba a Sara. Ella ocupaba su asiento de abonada en el estadio y con una libreta en las rodillas se dedicaba a escribir lo que sucedía. Después Paco Blanco locutaba y Sara escuchaba como una radioyente más.

Con el tiempo a ‘Maraton’ le dieron un programa propio llamado ‘Stadium’. Información seria enfocada en el Athletic y un comentario editorial valiente firmado por el propio ‘Maraton’. A la gente le gustaba. ‘Maraton’ apostaba por tal o por cual chico de la cantera y, efectivamente, esos eran los que triunfaban. Fue Sara la primera que apostó por Iribar. Nadie sabía quién era ese tal ‘Maraton’. Era de sobra conocido que, aunque la voz de Paco Blanco daba las noticias, no era él el que las escribía. Pero se suponía que la mente pensante detrás de todo aquello era un hombre. ¿Quién podría pensar que fuese una mujer? Era lo de menos. La palabra de ‘Maraton’ iba a misa.

El programa se emitía todos los domingos poco antes de la madrugada y se hizo célebre por dar todos los resultados de las categorías regionales vascas. La tarea era hercúlea en aquellos tiempos. Para ello Sara reclutó una red de colaboradores con los que contactaba a golpe de teléfono la tarde del domingo. Para el colaborador Sara no era ‘Maraton’. Era la secretaria que le daba los resultados a ‘Maraton’.

El éxito llevaría a la expansión del programa a todos los días de la semana. El editorial de ‘Maraton’ también pasó a ser diario. El anonimato le permitía ser dura en tiempos donde ser dura era ir contracorriente.

Fueron dos décadas de secretismo hasta que el paso del tiempo permitió que ‘Maraton’ se sacase la máscara sin miedo a ser lapidada. Era 1973 cuando Sara Estévez habló por vez primera delante de un micrófono. Para entonces su programa se había expandido de tal forma que contaba con información polideportiva y hasta contenía una sección sobre deportes vascos que se permitía hacer en euskera. Arrastre de piedras y corte de troncos en la misma radiofrecuencia que acababa sus emisiones radiando el ‘Cara al Sol’.

La noticia supuso un shock para muchos, pero los tiempos cambiaban y había otras muchas cosas por las que preocuparse en aquellos años del tardofranquismo. Con la llegada de la democracia aquellas empresas alimentadas por el Franquismo desaparecieron. Radio Nacional de España absorbió a unas cuantas emisoras, entre ellas a Radio Juventud, y en 1983 decidió cancelar ‘Stadium’.

Fue una tragedia. Si hasta entonces la vida de Sara había sido discreta ahora iba a recibir todo el cariño que las vicisitudes de su época le habían negado. Las demás periodistas se solidarizaron con Sara y la gente escribía cartas a los periódicos exigiendo su vuelta. Todo fue en vano. Fue el fin para la mecanógrafa tras casi dos décadas de anonimato y una como Sara Estévez. Fue recolocada en redacción y pasaría sus últimos años informando sobre terrorismo y política, algo que le aborrecía.

Sara se jubiló a los 65 pero pasaría las siguientes tres décadas escribiendo una columna de opinión deportiva en ‘El Correo Vasco’. Por uno de esos textos cobraba más que por días de trabajo cuando en vez de Sara era ‘Maraton’. Hoy, a los 97 años, no hay bilbaíno que no reconozca su cara ni hay aficionado del Athletic que no venere su trabajo. Es hija predilecta de su ciudad y cuando la muerte decida llevarla a su lado tendrá un más que merecido homenaje en el nuevo San Mamés.

La voz sin voz del periodismo deportivo | Deportes | EL PAÍS
Sara Estévez

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