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A los 30 años de la Guerra de Yugoslavia (2ª parte)

Tras los incidentes de mayo de 1990 que dejaron cerca de un centenar de heridos en la conocida como ‘Batalla de Maksimir’ (véase primera parte), la siguiente cita de relevancia para el deporte yugoslavo era el Mundial de baloncesto de 1990. Tras ganar el Eurobasket del año anterior, el Mundial de Argentina fue un paseo militar para Yugoslavia, incluyendo una convincente victoria ante Estados Unidos que fue la causa definitoria para que los norteamericanos decidiesen reclutar a sus estrellas de la NBA a partir de entonces. Liderados por el croata Drazen Petrovic, el equipo se complementaba con los también croatas Dino Radja y Toni Kukoc, los serbios Vlade Divac y Sasha Danilovic, el esloveno Juri Zdovc y el montenegrino Zarko Paspalj.

Todas las decisiones importantes dentro y fuera del vestuario eran tomadas por Drazen Petrovic, el mejor jugador de aquella generación y, sobre todo, la personalidad más fuerte del grupo. El único que era capaz de alzar la voz y llevarle la contraria al llamado Mozart del baloncesto era el serbio Vlade Divac, un bigardo de 215 centímetros tan sobrado de talento como de malas pulgas.

Drazen Petrovic. La historia de sus 112 puntos - Respirando Basket
Petrovic

La final ante la Unión Soviética (92-75) fue tan plácida para los yugoslavos que comenzaron a celebrar la victoria antes de la conclusión del partido. Una vez finaliza y suena la bocina se produce una invasión de seguidores en el centro de la cancha. Es entonces cuando un aficionado se acerca a Petrovic para entregarle una bandera croata. Divac reacciona con rabia y le quita la tela de la mano para luego tirarla al suelo. Petrovic se gira y le grita a la cara “yo no soy yugoslavo”, a lo que Divac reacciona empujándolo y escapando de la delicada escena para buscar una bandera serbia. No la encuentra, pero sí un blasón yugoslavo. Inmediatamente se reúne con varios compañeros en el centro de la pista y celebra el título bajo el emblema yugoslavo, en una escena en la que no están ni Petrovic ni el resto de los croatas.

Serbia es Yugoslavia. Croacia no es Yugoslavia.

Los dos egos chocan y el grupo se rompe. Las amistades dejan de existir. El año 1991 fue el del derrumbe definitivo del Telón de Acero. A efectos deportivos significó la desmembración (y posterior desaparición) de dos gigantes: la Unión Soviética y Yugoslavia. Para el baloncesto es hacer tabla rasa. Un antes y un después. Entre la URSS y Yugoslavia acumulan 19 títulos de 23 posibles en los Eurobasket disputados tras la II Guerra Mundial.

Quedaba el acto final. En el verano de 1991 la selección de baloncesto de Yugoslavia iba a disputar el que sería su último Eurobasket.

Drazen Petrovic no estaría presente. Oficialmente renunció a jugar para centrarse en su carrera en la NBA. La realidad es que lanzó un órdago al seleccionador Dusan Ivkovic, quien decidió contar con Divac (compatriota y amigo) en lugar de con Petrovic. La decisión tuvo un efecto rebote. Hasta entonces Petrovic había vetado la presencia de Aleksandar Djordjevic en la selección. El talentoso base serbio había exteriorizado en más de una ocasión su desafecto hacia los croatas. Ahora tenía el sitio asegurado.

El campeonato fue otro paseo para Yugoslavia que arrolló a Italia en la final disputada en Roma el 2 de julio. Tres días antes de dicha final Eslovenia declaró su independencia de forma unilateral. El presidente esloveno, Milan Kucan, llamó a Juri Zdovc, base titular de los plavi, y le ordenó que no disputase ni la semifinal ni la final. No sólo eso, sino que le obligaron a quedarse encerrado en su habitación del hotel sin ni siquiera poder comunicarse con sus compañeros. Tanto él como su familia habían recibido amenazas de muerte por parte de los ultranacionalistas eslovenos si osaba disputar aquella final.

La ausencia de Zdovc fue muy lamentada por sus compañeros. El aplicado base esloveno era muy querido en el vestuario. A diferencia del resto de repúblicas, Eslovenia tenía una gran cohesión étnica y territorial. Los eslovenos prácticamente no sintieron los efectos de la guerra. En 1988 la selección estaba formada por siete croatas, tres serbios, un esloveno y un montenegrino. En 1991 por seis serbios, cuatro croatas, un montenegrino y un esloveno. Petrovic y los croatas habían perdido la hegemonía a favor de Divac y los serbios. Esa era la lucha. Tanto en el deporte como en la política como en el campo de batalla. Los eslovenos no hacían daño a nadie. Zdovc no hacía daño a nadie. De hecho, sus compañeros le dedicaron la victoria.

JURE ZDOVC - 101 Greats of European Basketball

No pasaron muchos días desde el fin del Eurobasket hasta el comienzo de las hostilidades entre serbios y croatas. Un periodista estadounidense acertó a entrevistar a Petrovic, el cual fue taxativo en la respuesta: “No competiré nunca más por un país que se dedica a bombardear nuestros hogares y matar a nuestros amigos y compatriotas”.

A Petrovic le resultaba terrible que le llamaran yugoslavo. En el primer partido de la temporada 1991-92 para su equipo, los New Jersey Nets, cogió un micrófono y exigió al speaker de los Nets que le llamase croata y nunca yugoslavo cuando anunciase al público el quinteto inicial. Durante esa temporada su rendimiento decrecería en algunos partidos. En cierta ocasión, tras encadenar numerosos fallos en el tiro, fue sustituido recibiendo pitos por parte del público. Sentado en el banquillo, Sam Bowie, su mejor amigo en los Nets, trató de consolarlo en ese momento difícil, a lo que Petrovic replicaría: “¿Situación difícil? Yo describiría como tal la escena en la que llamas a tu casa y tu madre te comunica que un amigo de la infancia ha muerto en la guerra”.

Mientras, en la otra punta de Estados Unidos, Vlade Divac haría campaña defendiendo los intereses serbios aprovechando el altavoz que le daba su presencia en Los Ángeles Lakers. A diferencia de Petrovic, Divac poseía una gran conversación y era capaz de sonreír bajo cualquier circunstancia. Evitó los comentarios incendiarios en los medios de comunicación y decidió, de forma inteligente, usar su imagen para conseguir fondos patrocinando numerosos actos y conferencias, ganándose ‘in saecula saeculorum’ una fama de gentleman.

Lakers Profile: Vlade Divac was more than the guy traded for Kobe - Silver  Screen and Roll
Un serbio en el equipo más famoso del planeta

De vuelta en Europa, durante esa temporada 1991-92, los equipos yugoslavos que jugaban competiciones europeas tuvieron que emigrar para disputar sus partidos como locales. Se dio la circunstancia de que los grandes transatlánticos del baloncesto yugoslavo eligieron España como su nueva casa. La Cibona de Zagreb (campeona de Europa en 1985 y 1986) escogió Puerto Real, el Partizán de Belgrado (campeón de Europa, precisamente en 1992) eligió Fuenlabrada, mientras que los ciudadanos de A Coruña tuvieron el placer de disfrutar de la Jugoplastika Split (tricampeona de Europa en 1989, 1990 y 1991).

Todo esto sucedía mientras las ligas deportivas yugoslavas dejaban de contar con representantes eslovenos y croatas para la campaña 92/93. Aquel verano de 1992 la selección yugoslava de fútbol fue excluida de la Eurocopa apenas unos días antes del inicio del torneo, exclusión que se tornó más dramática cuando se extendió a los Juegos Olímpicos de Barcelona. Para la 93/94 abandonarían la competición los macedonios y los bosnios (éstos últimos tuvieron que formar ligas bosnio-musulmanas, bosnio-croatas y bosnio-serbias durante esos trágicos años), hasta que en 2006 se produjo la última escisión al formar los montenegrinos sus propias ligas deportivas (en 2008 fue turno de Kosovo, aunque su liga no fue reconocida hasta el 2017 por la UEFA). Será entonces cuando Serbia, heredera de Yugoslavia durante los 90 e inicios del siglo XXI, pasé a ser simplemente Serbia.

Para los serbios todo aquel proceso fue un ultraje. Fueron excluidos de toda competición internacional entre los años 1992 y 1995, y no así los nuevos Estados ya reconocidos, a pesar de que la guerra aún no había terminado. Serbia siempre fue vista como agresora y Croacia y los demás países como víctimas.

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La nueva Yugoslavia

—LA PRIMERA VEZ TRAS LA GUERRA—

Serbia (y Montenegro) se enfrentó por vez primera a Croacia tras el fin de la guerra en el Eurobasket de 1997 celebrado en España. En el Palau Olímpic de Badalona un triple de Djordjevic en el último segundo dio la victoria a los serbios (64-62) en un partido en el que no hubo que lamentar incidentes gracias a unas fortísimas medidas de seguridad.

Pero el verdadero día D tuvo lugar en un partido de fútbol clasificatorio para la Eurocopa 2000 que se tenía que celebrar en Belgrado en marzo de 1999. Por entonces Yugoslavia ya se había desmembrado, pero Serbia mantenía el conflicto armado con Kosovo, una región autónoma de mayoría musulmana que no lograría su independencia de forma unilateral, aún no reconocida por diferentes países como Rusia, China o España, hasta 2008. En estas circunstancias Serbia y Croacia se iban a enfrentar en un duelo que trascendía lo deportivo.

“Este partido tiene una importancia especial y no podemos ignorarlo. Es inútil pretender que sea sólo deporte. Cada victoria de la selección croata es un triunfo de su pueblo. Si ganamos, dedicaré la victoria al pueblo croata, porque sé que estará con nosotros en cuerpo y alma”, manifestó el técnico croata Miroslav Blazevic. Éste, antiguo miembro del ejército yugoslavo, protagonizó un incidente en el Mundial de 1998 cuando en una conferencia de prensa se retiró cuando le fue asignada una intérprete serbia. Por su parte, Vujadin Boskov, seleccionador yugoslavo (serbio-montenegrino) indicó: “No quiero que esto se convierta en una cuestión política, pero las circunstancias han motivado que así sea. Se ha convertido en un asunto de orgullo nacional. Si ganamos, tendremos algo de lo que sentirnos orgullosos ante nuestro país”.                                               

El choque debió haberse disputado un 27 de marzo pero, ante la amenaza de un bombardeo de la OTAN sobre Belgrado, se decidió el aplazamiento hasta agosto. Por esas fechas, el secretario general de la Federación Yugoslava de Fútbol, Branko Bulatovic, y el ex líder de los radicales del Estrella Roja, Zeljko Raznatovic, estaban siendo buscados por la OTAN acusados de crímenes de guerra. Al final el encuentro se disputó días después, mas, a pesar de todo, el choque fue boicoteado por los ultras del Estrella Roja (el partido se disputó en el Crevna Zvezda de Belgrado) que lucieron pancartas contra los croatas y también contra el presidente serbio Slobodan Milosevic, al que culpaban de los reveses de la guerra: “Milosevic nos ha traicionado. Es un croata”, declaró un joven radical a las cámaras de televisión.

Para evitar incidentes se impidió el acceso a seguidores croatas y únicamente se pusieron a la venta la mitad de las 55.000 entradas disponibles. Jugadores como Boban (el de la célebre patada en el Maksimir), Jarni, Suker o Simic se relamían mientras escuchaban por vez primera, y de forma oficial, en Belgrado los acordes del himno croata. Enfrente tenían a Djukic, Mihajlovic, Stankovic o Stojkovic, con los que habían compartido selección apenas nueve años antes. Mas no todo era pureza étnica, como ambos bandos querían difundir. Entre los titulares del equipo croata estaba Mario Stanic y por parte de los serbios Slavo Milosevic. Ambos eran, y son, bosnios, pero declinaron jugar con Bosnia-Herzegovina, una nación minúscula en el panorama futbolístico, para tener opciones de disputar un Mundial. Stanic escogió Croacia porque es católico y Milosevic hizo lo propio con Serbia porque es ortodoxo.

A pesar de la tensión no hubo que lamentar fallecidos, pero la UEFA tomó buena nota del asunto. Desde entonces cada federación puede vetar el enfrentamiento con otra federación. Es por ello que se tendrían que alinear todos los astros para ver un duelo entre Ucrania y Rusia o entre Dinamo de Kiev y CSKA Moscú, o entre Grecia y Macedonia del Norte o entre Kosovo y Serbia.

“La región de los Balcanes tiene tendencia de producir más historia de la que suele consumir” Winston Churchill, primer ministro británico (1940-1945 y 1951-1955).

“Nosotros, los ganadores de la II Guerra Mundial, creamos un país junto a los Aliados llamado Yugoslavia. Nuestros enemigos, los croatas y los musulmanes, perdieron la guerra junto a los nazis. Si países como Francia o Gran Bretaña están ahora a favor de la existencia de un Estado musulmán (Bosnia-Herzegovina y Kosovo), ¿por qué no darles la posibilidad de hacerlo en París o en Londres?”. Ratko Mladic, jefe del Estado Mayor de Serbia durante la guerra (1991-1995).

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