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La Liga de 22

Con una negligencia sanitaria por un lado y una chapuza deportiva por el otro, a la hora de escribir este artículo la Liga de Fútbol Profesional (LFP) está inmersa en un batiburrillo de dimes y diretes que inexorablemente acabaran en una decisión de compromiso y en un cúmulo de denuncias. En Fuenlabrada, bien por desidia o bien bajo extorsión, Alicante (Elche), Madrid (Rayo), Soria (Numancia) o Coruña (Deportivo) esperan con ansia una solución que pusiese fin a la liga de Segunda que todavía se mantiene en parálisis por culpa del coronavirus. Desde Coruña, con una pizca de pánico, un cuarto de cabeza y un lote de corazón, se solicita una Liga de 24 recordando a la famosa ‘Liga de 22’, la, hasta el momento, gran chapuza del fútbol hispano.

‘La Liga de 22’ no es más que, como su propio nombre indica, un campeonato regular de 22 equipos. La particularidad radica en que las grandes ligas europeas se manejan en una horquilla de equipos que van desde los 16 hasta los 20. Superar la veintena no entra dentro de lo estipulado. Mas durante dos campañas, 1995-1996 y 1996-1997, la Primera División de España contó con 22 conjuntos, tras un rocambolesco verano donde la presión popular y mediática quebraron el dictamen de las leyes.

Pero antes de revivir aquel tumultuoso mes de agosto de 1995 conviene alejar un poco más el foco. En 1990 el Gobierno de Felipe González lanzó el proyecto de la conversión de los clubes deportivos profesionales en Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Esto implicaba un plan de saneamiento (con dinero público, por supuesto) que salvaguardara a unos clubes que estaban en el colapso financiero. Por entonces los futbolistas tenían dos sueldos, el oficial (A) y el extraoficial (B). En la práctica, los Lopera, Lendoiro o Gil siguieron haciéndolo en los 90, pero hasta la creación de las SAD era práctica común a todos los clubes sin excepción. Paulo Futre, estrella del Atlético a caballo entre los 80 y los 90, llegó a afirmar que cobraba en B el doble de lo que ganaba en A.

Únicamente aquellos clubes que en el trienio 1989-1992 hubiesen presentado balance positivo podían negarse a convertirse en SAD. Esto implicaba que seguían siendo propiedad de los socios, o, lo que es lo mismo, podían –y pueden- seguir siendo opacos con sus finanzas y no presentar cuentas de resultados a un consejo de administración. Fue el caso de CA Osasuna, Athletic de Bilbao, FC Barcelona y Real Madrid, aunque en el caso de los blancos, y según todos los indicios, gracias al beneplácito gubernamental, ya que sus cuentas habían sido debidamente maquilladas.

Para julio de 1992 todos los clubes de Primera y Segunda salvo los cuatro citados eran SAD. Otros, caso del Real Murcia o el CD Málaga, no lograron reunir los avales necesarios y fueron descendidos administrativamente. Así pues, las cuentas comenzaron a ser auditadas y los pagos en B eliminados. Y eso dio lugar a problemas. A enormes problemas. Las cuentas no salían. Por lo menos, las oficiales no salían. Además, los clubes tuvieron que invertir cientos de millones en modernizar sus estadios para sustituir las plazas de pie por los asientos, y todo ello con un contrato televisivo que aún era incipiente y estaba a años luz de lo que depararía el futuro.

Este complejo proceso tenía prevista su finalización en 1995. Ese año la LFP exigió a todos los clubes presentar un aval del 5% de su presupuesto para posibles deudas futuras antes del 1 de agosto de aquel año. La noticia bomba saltaba cuando al comenzar el mes se descubre que ni RC Celta de Vigo ni Sevilla FC han presentado dicho aval. La norma es clara. Si no se presenta el aval el club de turno descenderá administrativamente a Segunda División B.

El shock en Vigo y Sevilla es brutal, y contrasta con la alegría desmesurada en Albacete y Valladolid. Y es que esos dos conjuntos castellanos habían descendido a Segunda por deméritos deportivos, pero tras la resolución de la LFP se decide que se mantengan en Primera en detrimento de gallegos y andaluces.

El Sevilla FC reaccionó con rapidez y al día siguiente envió el aval correspondiente. En caso del RC Celta la respuesta fue mucho más tibia. Abdujeron desde Vigo que el aval estaba en camino, pero la realidad es que el tiempo pasó y nunca llegó. En todo caso, la LFP no admitió el aval sevillano al estar fuera de plazo. A la causa no ayudó la actitud de Luis Cuervas, presidente sevillista, que aquel 1 de agosto espetó a la prensa: “No hay cojones para echarnos”.

A partir de ahí el caos.

Sevilla FC y RC Celta decidieron acudir al Consejo Superior de Deportes (CSD) el cual remitió a los clubes a presentar una denuncia en los tribunales. La estrategia era clara, primero acudir a los tribunales deportivos y luego a los ordinarios, pero era una estrategia lenta. En menos de un mes tenía que empezar la temporada 1995/96 y la LFP decidió ponerse de lado y esperar a que las aguas volvieran a su cauce.

Llegó el día 3 y miles de personas salieron a las calles sevillanas y viguesas a mostrar su indignación. En la capital andaluza se cifraron en 30.000 los manifestantes y en la ciudad olívica en 25.000. Fue la mayor manifestación que hubo en Vigo en toda su historia. Ni en la Transición, ni en los duros 80 de la reconversión industrial de los astilleros, ni cuando el desastre ecológico del Prestige. Nunca tanta gente salió a la calle como para defender al RC Celta. Esto da para una pequeña reflexión acerca de la importancia social del fútbol, el poder de la masa y los estómagos agradecidos.

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En esas movilizaciones llamaron la atención el apoyo de aficionados del Dépor y del Betis, rivales enconados de celtistas y sevillistas. El clamor popular era tal que Pérez Rubalcaba, por entonces ministro de la Presidencia, llegó a afirmar que “no se puede castigar a la gente”. El Gobierno, a través del CSD, presionó para la readmisión de los morosos, por lo que a la LFP no le quedaba más remedio que recular y readmitir a ambos equipos. Pero, y ahí el gran inconveniente, eso implicaba redescender a Real Valladolid y Albacete Balompié.

El mes de agosto transitaba y la solución parecía lejos de producirse. Para mayor dificultad ni Real Madrid ni FC Barcelona eran partidarios de una ‘Liga de 22’, dado que llevaban un par de temporadas reclamando la reducción de equipos a 18. En esas estamos cuando la LFP anuncia una sesión extraordinaria y televisada para el 16 de agosto.

Poco después del anuncio, las fuerzas vivas de cada ciudad se ponen en marcha. En Vigo, el Ayuntamiento fleta autobuses gratuitos para que unos 5.000 gallegos estén presentes en la sede de la LFP y hagan fuerza ante la salomónica decisión. En Sevilla se habla de “humillación” y de defender “un legado de abuelos y de padres” y se solicita a Renfe, a la Diputación de Sevilla y a la Junta de Andalucía que abonen billetes gratis para acudir a Madrid.

Con miles de fanáticos a las puertas, los presidentes de los clubes de Primera y Segunda acudieron a una reunión que se tornaba maratoniana. A pesar de que el apoyo a la ´Liga de 22´ no era mayoritario, la amenaza de indemnizaciones millonarias por parte de los patrocinadores y de las televisiones ante la suspensión judicial del inicio de la próxima Liga hicieron rectificar a la mayoría de los clubes, incluidos Real Madrid y FC Barcelona, a los que no les quedó más remedio que aceptar un trágala.

La imagen de la asamblea es la de Ramón Mendoza y Joan Gaspart, presidentes de Madrid y Barça, votando al unísono a favor de la ‘Liga de 22’ tras encogimiento de hombros y mueca de desagrado. Pero la actuación estelar fue la de José María Caneda, el histriónico presidente de la SD Compostela, que afirmaría en su intervención: “Los señores del Gobierno y del CSD son unos capullos. El Compostela no acepta, pero traga, pero que no nos la envaine Cortés Elvira (presidente del CSD) ni ningún capullo por ahí”. Destacada también la sentencia de la matriarca María Teresa Rivero, presidenta del Rayo Vallecano: “Como mujer y madre de familia numerosa votaré una solución que traiga paz, orden, bien social y entendimiento para lograr alegría y satisfacción para todos los patriotas”.

Por votación unánime la LFP decidió que los cuatro equipos (Sevilla FC, RC Celta, Real Valladolid y Albacete Balompié) se iban a mantener en Primera División. Fue una sesión dura y compleja en la que se creaba la ‘Liga de 22’. Esta cantidad de equipos se mantendría durante la temporada 1995-1996 y la 1996-1997, pero en esta última se decretó que descenderían un total de cuatro clubes de forma directa mientras que ascenderían dos. Para la 97/98 se volvería a la normalidad, pero desde entonces sería la Segunda División la que se quedaría con el sambenito de ‘Liga de 22’, a no ser que la propuesta del Dépor prospere y el sambenito se eleve a 24 conjuntos.

Por cierto, de los cuatro clubes implicados en aquella ‘Liga de 22’, tan sólo el Albacete Balompié descendería a Segunda al finalizar la temporada. Fue también la última temporada con límite de jugadores comunitarios y la primera en la que los jugadores llevaron un dorsal fijo en las camisetas. Y, para los niños y los coleccionistas, hubo que añadir un suplemento en el álbum de cromos de Panini para acomodar en el libro a los futbolistas de los 22 equipos.


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