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El asesinato de Andrés Escobar

Corría el minuto 13 del partido cuando John Harkes avanzó por el carril central y armó la pierna izquierda para arrojar un centro al interior del área colombiana. El balón voló sin aparente riesgo, pero Andrés Escobar se deslizó a ras de césped para despejar el esférico con tan mal tino que introdujo el balón en su propia portería, pillando desprevenido a Óscar Córdoba. La selección colombiana no supo reponerse de tal desgracia y cayó por sorpresa ante Estados Unidos por 1-2 quedando eliminada del Mundial de 1994 en la fase de grupos. Antes de empezar el torneo Colombia era la tercera favorita para alzarse con el título para la mayoría de las casas de apuestas.

Era el 22 de junio de 1994. Apenas diez días después, en la madrugada del 2 al 3 de julio, Andrés Escobar era abatido a tiros dentro de su coche a la salida de una discoteca. El central de 27 años, capitán de la selección colombiana, fallecía minutos más tarde.

Hasta mediados de los años 80 el fútbol colombiano era secundario en América Latina. Falto de infraestructuras y recursos, los pocos jugadores de renombre emigraban a las más potentes ligas argentina y brasileña. Pero en esos años Colombia experimenta un fuerte crecimiento económico a través del narcotráfico. El más fiero exponente de los años de la coca es Pablo Escobar (sin ningún parentesco con Andrés), un hombre que se hizo archimillonario primero a través del contrabando y luego con la introducción de cocaína tanto en Estados Unidos como en Europa. Pablo llegó a crear un Estado paramilitar que se ganó el corazón de buena parte de los colombianos invirtiendo indecentes sumas de dinero en casas, alumbrado, carreteras o servicios sanitarios en los barrios más pobres de Colombia. Concretamente en Medellín, la ciudad que controlaba a su antojo.

Esas obscenas sumas de dinero tenían que ser ‘lavadas’ de alguna forma. Y que mejor forma que hacerlo que a través del fútbol. Antes de las tarjetas de crédito o de las compras online, las taquillas de los partidos se hacían con billetes. Con el fútbol se podía inflar al antojo del capo la recaudación de un partido. Es así como Pablo Escobar se convierte en el dueño del Atlético Nacional de Medellín o como Miguel Orejuela hace lo propio con el América de Cali.

El narcofútbol se encargó de comprar árbitros, pagar millonadas a jugadores que en condiciones normales emigrarían a otros países e invertir en infraestructuras. Futbolistas como Leonel Álvarez o René Higuita fueron formados en su juventud en campos de fútbol construidos con dinero donado por Pablo Escobar.

En esas circunstancias los Higuita, Álvarez o Arango, dirigidos por Pacho Maturana, logran con el Atlético Nacional el título de la Copa Libertadores de 1989, siendo el primer equipo colombiano en alzarse con el mayor honor futbolero de Sudamérica.

En aquel equipo destacaba un joven central de apenas 22 años llamado Andrés Escobar. Apodado ‘el caballero de la cancha’ era un chico formal, educado y serio, que a diferencia de la mayoría de sus compañeros no procedía de las clases más humildes de Medellín. Andrés era un joven de clase acomodada que no comulgaba con el narcofútbol.

Estos futbolistas junto a otros como Carlos Valderrama, Faustino Asprilla o Adolfo ‘El tren’ Valencia formaron una selección irrepetible que causó furor en el panorama internacional. Practicaban un fútbol imprevisible, con continuos cambios de ritmo y de velocidad que convirtieron a Colombia en la selección de moda a inicios de los 90, una época donde la defensa de cinco, el uso de la trampa del fuera de juego y el fútbol control reinaban en buena parte del mundo.

Entre 1991 y 1994 Colombia disputó 26 partidos internacionales encajando una sola derrota. Por el camino derrotaron en Buenos Aires a Argentina por 0-5 en un encuentro que aún hoy está considerado una hazaña en Colombia y una tragedia a orillas del Río de la Plata. La ovación de la afición albiceleste a los cafeteros al término del choque aún pone los pelos de punta a los seguidores colombianos.

Pero durante esos mismos años, mientras el fútbol colombiano daba una imagen de felicidad de cara el exterior, Colombia estaba sumida en una cruenta guerra civil. El índice de criminalidad en el país entre 1985 y 1995 fue el más elevado del mundo. Los cadáveres en las calles podían esperar días antes de ser retirados. Estados Unidos solicitó la extradición de Pablo Escobar, por lo que el capo de la droga decidió intervenir en política para blindarse. Se sucedieron los asesinatos de políticos, jueces, policías o civiles. Y el Estado contraatacó matando a soldados de Escobar y de otros jefes de la mafia, e incluso atacando a familiares del propio Pablo Escobar.

Escobar (el capo) llegó a estar encarcelado. Durante su cautiverio, jugadores como Higuita fueron a visitarlo con frecuencia. Pablo organizaba partidos en la cárcel e invitaba a futbolistas de renombre. Apostaba grandes sumas de dinero y pagaba millones a esos futbolistas para que jugaran delante de él. Incluso en una ocasión la selección colombiana fue hasta la cárcel para disputar un partido de exhibición delante de Pablo. Había futbolistas que iban encantados. Otros, como Andrés Escobar, lo hacían por obligación. Pero no había alternativa. El poder de la mafia era superior al del Estado. Además, Juan José Bellini, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, tenía negocios en el mundo de la cocaína, por lo que era él mismo el que ordenaba a sus chicos que jugasen esos encuentros en la cárcel.

Como no podía ser de otro modo, Pablo Escobar sobornó a varios funcionarios y consiguió escapar de la cárcel para finalmente ser abatido en diciembre de 1993. El Estado había sobornado a otros capos para conseguir a la presa mayor.

Al entierro de Pablo acudieron miles de personas, pero aunque se había descabezado a la bestia el problema estaba lejos de haber finalizado. Durante las siguientes semanas se sucedieron las detenciones y, muerto el gran capo, dio la sensación de que en Colombia comenzaba una nueva era. A ello ayudó que a los pocos meses tendría lugar el inicio del Mundial de Estados Unidos donde Colombia partía como uno de los candidatos al triunfo.

Colombia estaba encuadrada en un grupo previo junto a Rumanía, Suiza y Estados Unidos. Los dos primeros se clasificaban para octavos de final junto al mejor tercero. Se daba por hecho la clasificación de los cafeteros. Andrés Escobar, con el número 2 en la camiseta, era el capitán y el líder de los sudamericanos. Contaba con un precontrato con el AC Milan para sustituir al legendario Franco Baresi al frente de la zaga del por entonces campeón de Europa. El acuerdo se haría efectivo al término del campeonato.

El primer partido enfrentaba a Colombia y a Rumanía. Los hombres dirigidos por Pacho Maturana dominaron el partido con autoridad y tuvieron numerosas ocasiones desde el inicio del choque. Pero en una jugada aislada, Florin Raducioiu aprovechó un despiste de la zaga para anotar el 0-1. A partir de ese momento Colombia entró en colapso y Hagi anotó después el 0-2 en un extraordinario lanzamiento lateral desde fuera del área. El partido finalizaría con un claro 1-3 a favor de los europeos.

Con una derrota en el casillero, Colombia estaba obligada a ganar en el siguiente partido a Estados Unidos para tener opciones de llegar a octavos de final. Ambos equipos se habían enfrentado en numerosas ocasiones en la última década y todos los encuentros habían acabado o en empate o en victoria colombiana.

Pero los de Maturana estaban psicológicamente muertos.

Viendo que el cerco sobre los narcos era cada vez más estrecho, los grandes capos decidieron apostar ingentes sumas de dinero en el Mundial para tratar de recuperar buena parte del efectivo perdido. Tras la derrota ante Rumanía muchos perdieron millones, por lo que amenazaron a varios miembros del equipo con la muerte si no ganaban a Estados Unidos. Maturana recibió una llamada anónima amenazante horas antes del inicio del choque y poco después entró llorando a los vestuarios para comunicarle a sus chicos la noticia. La mafia también ordenó que Barrabás Gómez, titular en el primer partido, no volviese a jugar en el Mundial, culpándolo de la derrota ante Rumanía.

Y por supuesto no volvió a jugar. De hecho, el encuentro ante los rumanos fue su último choque como profesional. Al acabar el campeonato decidió colgar las botas.

En estas circunstancias era de esperar que Colombia hiciese un partido espantoso ante Estados Unidos. Y así fue. Apenas tuvieron ocasiones claras y tras el ya comentado autogol de Andrés Escobar una nube negra se posó sobre la cabeza de los colombianos. Fue el primer gol en propia puerta de Escobar en toda su carrera. Se dice que su sobrino de nueve años, que estaba viendo el partido en casa junto al resto de su familia por la televisión, comentó; “por culpa de este gol van a matar al tío”.

Colombia, favorita a la victoria, había quedado eliminada a las primeras de cambio. Se ganó un último e intrascendente partido ante Suiza (2-0) y se tomó un avión de vuelta a Bogotá.

Al volver a su casa de Medellín a Andrés se le presentaba una disyuntiva. Mientras que el Mundial estuviese en liza el AC Milan no iba a dar el paso definitivo, pero quedarse en Colombia implicaba poner su vida en peligro. Su familia le imploró que se marchase a vivir a un hotel milanés a la espera de acontecimientos, pero Andrés no quería esconderse y decidió seguir haciendo su rutina habitual.

Diez días después, a la salida de la citada discoteca, los hermanos Gallón Henao se acercaron a Escobar y empezaron una acalorada discusión. Ambos eran conocidos narcotraficantes que habían perdido más de 3 millones de dólares por la temprana eliminación de Colombia en el Mundial. Andrés Escobar intentó calmarlos, a lo que los hermanos respondieron taxativamente; “no sabes con quien te estás metiendo”. Instantes después se acercó el lugarteniente de los hermanos Gallón, un pistolero llamado Humberto Múñoz, que descargó su revólver sobre el cuerpo de Escobar mientras gritaba: “¡Gracias por el autogol”. Minutos más tarde una ambulancia trasladaba a Andrés a un hospital cercano donde certificaron su defunción al poco de llegar.

Más de 120.000 personas acudieron al funeral de Andrés Escobar. Entre ellos sus compañeros de la selección colombiana que durante las siguientes semanas contaron con escolta policial proporcionada por el gobierno cafetero.

A partir de entonces el narcotráfico y el fútbol vivieron de la mano un lento declive. Miguel Orejuela, ex presidente del América de Cali, cumple hoy condena de 30 años en una cárcel de Estados Unidos. Juan José Bellini, ex presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, pasó presidio entre 1995 y 2001. Carlos Castaño, el hombre que sucedió como gran capo a Pablo Escobar tras su muerte, fue asesinado en 2004. Humberto Múñoz, el verdugo de Andrés, fue condenado a 30 años aunque ya salió de prisión por buen comportamiento. Y los hermanos Gallón Henao estuvieron encarcelados en Colombia y en estas fechas se está negociando su extradición a Estados Unidos.

Hoy, en buena parte de las ciudades de Colombia se pueden encontrar camisetas o libros sobre la vida de Pablo Escobar como un icono de la lucha de clases a imagen y semejanza del Ché Guevara. Junto a estas, en las tiendas de recuerdos y de mercadotecnia deportiva, se pueden localizar camisetas de Andres Escobar, ‘el caballero de la cancha’.

Pablo y Andrés. Dos Escobar. Dos países en uno.


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