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Y el Madrid lo ha vuelto a hacer

La final sin fin. La segunda parte de la interminable final de la Copa Libertadores parece ser que, si ningún barra brava lo impide, se va a jugar en Madrid, en el Santiago Bernabéu. El Real Madrid vuelve a colgarse la medalla al mérito civil. Hay quien dice que es un tanto para el Gobierno de Pedro Sánchez, otros que para Manuela Carmena y los más que para Luis Rubiales y la Federación Española de Fútbol. Tonterías. Es un triunfo del Real Madrid. Otra condecoración en el uniforme. Otro motivo más para ser respetado. Otro motivo más para ser envidiado. Otro motivo para ser admirado. Otro motivo más para ser odiado.

El Real Madrid es como un tornado que todo lo engulle. La camiseta blanca trasmite una impronta y una carga de respetabilidad que se desparrama irremediablemente en el mundo del fútbol. El Real Madrid se hizo universal a finales de los 50, una década antes de que las reglas establecidas explotaran por los aires. El Real Madrid de Di Stéfano es el último club de fútbol caballeroso, elegante y gentleman y esa aura lo acompañará para siempre. Se trataba de un equipo victorioso de hombres maduros (salvo Gento todos rondaban o superaban la treintena) que no tenía nada que ver con lo que vino después. El Benfica era un equipo multirracial en un tiempo de racismo, el Inter practicaba un juego defensivo y aburrido y el fútbol alborotador de insolentes y melenudos que desplegaban los inconformistas del United y del Ajax se pasaba de provocador. El Madrid se quedó con la etiqueta de equipo caballeroso por excelencia porque fue la última gran escuadra antes de la revolución juvenil de los 60.

Únicamente 10.000 asientos, la mitad de los mismos para cada club, serán vendidos en Argentina. 12.000 serán para compromisos oficiales de los gerifaltes del fútbol, sus empresas y particulares (los beneficios de la venta de estos billetes irán íntegramente a las arcas del Real Madrid) y las 50.000 restantes serán para los aficionados de River y Boca que residan en España. Son más de 250.000 los argentinos que están censados en España y son ellos los que viven en un estado de fiesta permanente desde hace 10 días ante la posibilidad de disfrutar de un partido legendario a más de 10.000 kilómetros de casa.

El problema de seguridad es mayúsculo, aunque para los agoreros cabe recordar que en el encuentro de ida, disputado en la volcánica Argentina, no hubo ningún incidente. No obstante, los ánimos estarán excitados y el riesgo es evidente. Además, Madrid se enfrenta a un doble problema. Durante el Puente de la Constitución, la capital de España está abarrotada por miles de compatriotas que deciden pasar esos días de asueto en un destino cercano. Madrid se presta a ser visitado por sus luces y sus mercadillos navideños. Todo esto se traduce en un despliegue especial policial y de servicio de emergencias que aún encima se ve agravado por estar España en un nivel 4 de alerta terrorista.

Se estima que en un Madrid-Barça entre antidisturbios, caballería, agentes de subsuelo, policías, helicópteros y sanitarios hay unos 2.500 empleados públicos movilizados. Se comenta que para el River-Boca la cifra va a acercarse a los 5.000. Lo curioso es que mientras la ciudadanía, frecuentemente azuzada por partidos de izquierda (por lo menos hasta el 2-D), protesta y muestra su indignación por gastos semejantes ante la llegada de un mandatario extranjero o de una reunión económica, religiosa o política de alto nivel, no emite reproche cuando el gasto público va destinado a un evento deportivo. Es la “magia” del fútbol. Sólo en sueldos públicos (sin tener en cuenta destrozos de mobiliario urbano o servicios de limpieza) se habla de cifras próximas a los 650.000 euros.

En Argentina se ha montado un quilombo. En un primer momento la cancelación de la final se consideró una vergüenza nacional. Deportistas de renombre y diversas personalidades manifestaron su repulsa por lo sucedido y admitieron que no se podía jugar el partido de vuelta en Buenos Aires. Pero cuando se supo que la Conmebol iba a llevar la final a Madrid, el discurso cambió radicalmente.

Los pseudoperiodistas se pusieron la bandera como capa y empezaron a decir burradas sin sentido histórico. En ‘Clarín’ se preguntaban qué dirían Bolívar y San Martín si supieran que la final se jugaría en Madrid y en ’90 minutos de fútbol’ se rasgaban las vestiduras y proponían un revisionismo histórico y cambiar el nombre de ‘Copa Libertadores’ por ‘Copa Colonizadores de América’ o por ‘Copa Conquistadores de América’. La sensación generalizada en el país es que se está robando a Argentina algo que es suyo, cuando la realidad es que el Boca-River, aunque argentino por definición, es sudamericano por aclaración, porque la competición no es local, sino internacional. El problema, más allá de las quejas de Boca (que solicita la victoria por decreto, y con parte de razón) y de River (que solicita jugar en casa a puerta cerrada, y con parte de razón) es que la Conmebol puede llevar la final al lugar de su jurisdicción (Sudamérica) que desee y en cambio se lo ha llevado a España, a la querida-odiada España.

Bolívar y San Martín estudiaron y residieron en España, y San Martín, el héroe argentino, formó parte del ejército español que luchó contra las tropas napoleónicas en Bailén. Ambos tienen dos estatuas ecuestres en Madrid, y ambas fueron levantadas en la década de 1960, cuando en España gobernaba alguien tan poco libertador y tan poco proclive a la independencia de los pueblos iberoamericanos como Francisco Franco. Y por supuesto San Martín cuenta con honores en Bailén, en Palencia –de donde eran sus padres-, en lugares en los que residió como Cádiz, Málaga o Sevilla y hasta en Fisterra, quizás por aquello de que es el lugar de la Península más próximo a América.

Lo que si es cierto es que la final al disputarse en Europa se ha convertido en un injusto espectáculo de primera clase. Sin contar estancia y vuelo, únicamente con las entradas se va a producir un alza de precios descomunal. Para el Monumental se vendían tickets por 20 euros, en el Bernabéu las más baratas están en 80 euros. Como cuando toca Mundial, sólo podrán viajar los hinchas adinerados o los residentes en Europa. En Argentina el salario medio está en 365 euros y con la inflación en eterno desboque.

El caso es que en la próxima rueda de prensa, en la próxima junta de accionistas o en el próximo fichaje, Florentino Pérez subirá al estrado y podrá presumir de que el Santiago Bernabéu es ( y será) el único estadio del mundo que ha albergado, más allá de finales coperas y partidos de Liga ante el FC Barcelona, la final de la Copa de Europa (1957, 1969, 1980, 2010), la final de la Copa Intercontinental (1960), la final de la Eurocopa de naciones (1964), la final del Mundial (1982) y desde ahora la final de la Copa Libertadores (2018). Y den por hecho que si algún día la final de la Copa de Asia, de África o de lo que sea, se tiene que desplazar de sede, el lugar elegido será el Santiago Bernabéu.

Guste o no guste, el Madrid lo ha vuelto a hacer.


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