River Plate – Boca Juniors
Cuando llega el rigor del invierno los erizos buscan un lugar en el que guarecerse. Desarmados por culpa del frío deciden juntarse para proporcionarse calor. Lamentablemente para ellos el juntarse implica pincharse, por lo que pegan un salto, reculan y vuelven a alejarse. Una vez calculado el punto exacto entre dolor y calor vuelven a acercarse hasta que determinan una distancia apropiada para darse ardor sin sufrir daño.
Acostumbrados a una versión eurocéntrica del mundo, tendemos a considerar que no existe acontecimiento futbolístico más relevante que un duelo entre el FC Barcelona y el Real Madrid. Si bien es cierto que por nivel futbolístico y por cuestiones socioculturales estamos ante el partido de fútbol más atractivo del momento, no debemos perder la perspectiva sobre otros encuentros. Para empezar, Madrid y Barcelona son dos ciudades en conflicto que se encuentran a 600 kilómetros de distancia. El mal llamado ‘clásico’ desde hace un par de décadas, por y obra gracia del marketing, ni siquiera es un enfrentamiento entre hermanos.
No recuerdo en que libro leí la historia del erizo, pero si puedo afirmar que no era un tratado de ciencias sociales ni un libro de naturaleza. Era una metáfora que explicaba porque las guerras civiles son las más dolorosas de entre todas las guerras. Las relaciones entre hermanos son las más profundas, pero a la vez son las más débiles, y encontrar el equilibrio entre el dolor y el amor se entorna siempre complicado.
Un derbi es un enfrentamiento entre hermanos. Entre vecinos de una misma ciudad. Entre familias y amigos. Es cierto que el desarrollo de los medios de transporte ha hecho que consideremos derbi luchas entre distancias kilométricas, pero la esencia del derbi sigue siendo una rivalidad de vecindario. Una final de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate tiene una carga emocional de tal envergadura que ni Real Madrid ni FC Barcelona pueden comprender. Tan sólo una final de la Copa de Europa entre los protestantes y unionistas del Glasgow Rangers y los católicos y separatistas del Celtic de Glasgow podría asemejarse a lo que en estos días están viviendo en Argentina. Pero que los dos colosos del fútbol escocés lleguen a enfrentarse en una final europea suena a ciencia ficción.
Boca Juniors y River Plate ocupan un lugar privilegiado en una lista en la que destacan AC Milan vs Inter de Milan, Betis vs Sevilla, Fenerbahce vs Galatasaray, Real Madrid vs Atlético, Olympiakos vs Panathinaikos, Partizan de Belgrado vs Estrella Roja, Nacional vs Peñarol o Lazio vs Roma. ‘Conditio sine qua’ puede haber un gran derbi es que tiene que existir una gran urbe en la que tengan cabida dos equipos de nivel superlativo e igualitario.
En Buenos Aires no sólo hay dos equipos, hasta 12 de los 26 que conforman la Liga Argentina se concentran en lo que se denomina Gran Buenos Aires. No es más que la muestra de la pujanza de un área metropolitana donde viven 13 millones de personas, un tercio de la población del país. Además de Boca Juniors y de River Plate, Argentinos Juniors, Huracán, San Lorenzo de Almagro y Vélez Sarfield compiten por la supremacía de la ciudad. En la otra orilla del río Matanza (conocido por los bonaerenses como el Riachuelo), en lo que antaño eran cuadras y haciendas y hoy son bloques de edificios, están Independiente, Racing de Avellaneda, Lanús, Tigre, Banfield y Defensa y Justicia. En total hay censados en la ciudad hasta un total de 66 estadios de diferentes categorías.
Que Boca Juniors y River Plate disputen una final de la Copa Libertadores es la amplificación de la exageración. Realmente “en Argentina todo es hiperbólico” como señaló el periodista Andrés Burgo. Buenos Aires es el centro mundial del fútbol. Del fútbol de barrio y del fútbol profesional. A nadie se lo ocurre compartir estadio con otro rival y a nadie se le ocurre demoler un estadio añejo y canonizado por uno funcional e innovador por muchos dividendos que vaya a generar.
La final de la Copa Libertadores se juega a doble partido. Lo que pierde en especial lo gana en sentimental. El primer duelo se jugó en el estadio Alberto José Armando, que no es otro que ‘La Bombonera’, con su característica forma de D y su tribuna vertical. Pequeño y angosto, los dirigentes de Boca llevan años tratando de convencer a la hinchada para mudarse, pero las protestas de la afición hacen que todos los planes se aparquen. La vuelta se jugará en el Antonio Vespucio Liberti, que no es otro que el ‘Monumental’. Mucho más grande, los aficionados de River disfrutan de este coloso de hormigón desde 1938. Parece que tras incontables discusiones hay acuerdo para tirarlo y levantar otro en el mismo solar, pero todo bajo promesa de albergar la final del Mundial de 2030. Si no hay Mundial, no hay final. Y si no hay final, no hay estadio nuevo.
Mauricio Macri (hoy presidente de Argentina y en el pasado máximo responsable de Boca Juniors) pidió prudencia y dijo que lo mejor es que la final jamás se hubiese jugado. Seguro que recuerda los disturbios entre aficiones de los 80 y los 90 de los que él formó parte o los recientes sucesos del derbi de 2015. Para Macri la tragedia vendrá para el derrotado “porque el que pierda estará tres semanas metido en cama y tardará 20 años en recuperarse”. Estos días las farmacias dispensan ansiolíticos por doquier y los servicios de cardiología de los hospitales argentinos han recibido cientos de llamadas para adelantar los chequeos médicos antes de la disputa del segundo encuentro de la final.
No tenemos datos sobre el parte médico de Andrés Cunha, el bendito que arbitrará el encuentro de vuelta.
Han tenido que pasar casi 60 años para que estos dos acérrimos enemigos se desafíen en una final continental. Realmente hasta el año 2005 las reglas de la competición impedían que se enfrentasen en la final dos equipos del mismo país. Es la última etapa de dos escuadras que tienen el mismo origen.
En 1901 se fundó River Plate en el barrio de La Boca. En la desembocadura del Río Riachuelo estaba el arrabal donde los españoles depositaban el cargamento de plata proveniente de las minas de Perú antes de partir a Europa. Con la independencia de Argentina en el siglo XIX la población se desplazó hacia el interior de la llanura abandonando el antiguo puerto comercial. Sin embargo, con el cambio de siglo los emigrantes italianos se asentaron en La Boca y en 1905 un grupo de jóvenes fundó Boca Juniors, rápidamente conocidos como los xeneizes (genoveses) comenzando una intensa rivalidad con los franjirojos de River. Con el paso de los años Boca Juniors se adueñó del barrio y River emigró al norte, primero al barrio de Palermo y luego a Belgrano, barrio de palacetes y haciendas y ensanche financiero de clase media-alta desde mediados del siglo XX.
En España a menudo se hace una errónea comparativa entre River Plate y Real Madrid y entre Boca Juniors y FC Barcelona. Al igual que el Madrid, River tuvo un presidente visionario que construyó un estadio en una zona periférica que con el tiempo se convirtió en privilegiada. Además a los aficionados de River se los conoce como ‘millonarios’ porque cuando el profesionalismo se hizo realidad en los años 30, River se convirtió en el club hegemónico del país gracias a Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau, una delantera legendaria conocida como ‘La Máquina’.
Sin embargo, River es especialista en dilapidar finales. En 1966 ganaban por 2-0 a Peñarol en la final de la Copa Libertadores a falta de media hora para la conclusión y acabaron perdiendo el partido. Desde entonces los ‘millonarios’ pasaron a ser ‘los gallinas’. Nunca han tenido el hambre y el aura victoriosa de los madridistas.
A Boca se le asocia con el FC Barcelona. En parte porque en estos dos equipos jugó Maradona de la misma forma que Di Stéfano jugó en River y en el Real Madrid. Como Boca se mantuvo fiel al puerto y fiel a su barrio, se asocia ese sentimentalismo con el ‘més que un club’ catalán. Nada más lejos de la realidad. Boca es un depredador de títulos y de finales, tiene el colmillo de la victoria mucho más afilado que el Barça. En Boca no existe conciencia política, ni apoyo de la burguesía, ni juego bonito. En Boca lo que importa es ganar por encima de todas las cosas.
Boca y River. River y Boca. Están prácticamente empatados en lo que a títulos nacionales se refiere, por lo que la diferencia hay que buscarla en la Copa Libertadores. Boca Juniors aspira a ser el equipo más laureado del continente y conseguir su séptimo entorchado, mientras que River Plate cuenta con tan sólo 3 títulos, eso sí, el último en 2015 tras eliminar en semifinales a Boca. En todo caso es Independiente de Avellaneda con 7 Copas Libertadores el que más títulos tiene e incluso el también argentino Estudiantes de la Plata cuenta con 4 trofeos continentales.
No es cuestión de títulos, es cuestión de sentimientos. ‘La final de todos los tiempos’ como ha sido calificada en Sudamérica. “Un partido que va a acabar con una coronación y un entierro” según el periodista Manuel Jabois.