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México 70. El partido del siglo (1ª parte)

La Copa Mundial de Fútbol es la mayor expresión balompédica existente y junto a los Juegos Olímpicos es el evento deportivo más seguido del planeta. Su magnetismo radica en que consiste en una lucha comprimida en el tiempo entre naciones de cualquier lugar del mundo, que, sobretodo antaño, permite conocer culturas, costumbres y razas distintas a las cotidianas. Contribuye a la seducción del evento que es cuatrienal lo que aumenta su excepcionalidad y su atractivo incluso para el que no es un gran aficionado al fútbol.

Ha habido grandes partidos en la historia del Mundial de Fútbol. Obviamente entre ellos están todas las finales disputadas. La más conocida por su anomalía fue la victoria de Uruguay ante Brasil (2-1) en 1950, el famoso ‘Maracanazo’, pero también fueron dignas de recuerdo la de 1954 (RFA 3-2 Hungría), la de 1986 (Argentina 3-2 RFA) o la de 2006 (Italia 1-1 Francia) por citar algunos ejemplos. En las fases previas, se han dado auténticos espectáculos futbolísticos. El más próximo en el tiempo fue el desastre de Brasil ante Alemania en las semifinales de 2014 (1-7). Pero hay multitud de choques que han quedado para el recuerdo. Algunos de los más recientes podrían ser el Italia 3-2 Brasil (1982), RFA 3-3 Francia (1982), Argentina 2-1 Inglaterra (1986), Brasil 1-1 Holanda (1998), Italia 2-0 Alemania (2006) o España 1-0 Alemania (2010).

Pero, si en algo hay consenso en el mundillo futbolístico, es que el mejor partido jamás disputado en una Copa Mundial de Fútbol tuvo lugar el 17 de junio de 1970 en el Estadio Azteca de México Distrito Federal y enfrentó en una de las semifinales a la República Federal Alemana (RFA) contra Italia.

Ni fue el primero, ni fue el último, mas quizás fue de uno los más famosos encuentros calificados como ‘Partido del Siglo´, magnificencia que aún se mantiene en Italia (Partita del Secolo) y en Alemania (Jahrhundertspiel) cuando se habla de un choque que va camino de la media centuria de antigüedad.

Fue un partido único, en un Mundial único. Y es que México 70 es para buena parte de los especialistas la más bella Copa del Mundo jamás celebrada. Aquel Mundial representa el juego del fútbol más puro que se ha visto, por plasticidad y por ejecución de un nivel técnico superlativo. Especialmente Brasil, que desplegaba un juego que hoy en día sería considerado lento, pero con un nivel de desarrollo y confección de las jugadas estéticamente perfecto. A esto ayudó a que también fue el primer Mundial en el que se usaron las amonestaciones con el fin de acabar con el juego duro que había aflorado con éxito en la década de 1960. Consecuencia de ese tipo de fútbol y de las muchas lesiones, fue que por primera vez se permitieron realizar dos sustituciones que ayudaban a igualar los partidos, compensaban los cansancios y dotaban de una nueva arma a los entrenadores otorgando una mayor riqueza táctica al juego.

A nivel organizativo todo fue espectacular. Se utilizaron las infraestructuras desarrolladas para la organización de los JJOO de 1968 y México se volcó en un deporte que amaba poniendo en marcha todo el poder de una nación de 100 millones de habitantes que por entonces se encontraba en plena expansión económica.

Era el primer Mundial de fútbol que se retransmitía por televisión en color vía satélite y la final se iba a jugar en el Estadio Azteca, un coloso de 110.000 espectadores de capacidad. También fue la primera vez que se diseñó un balón de forma especial para el torneo, el bellísimo Telstar de Adidas, compuesto por hexágonos blancos y pentágonos negros, y que sustituyó para siempre los tradicionales balones marrones. Era tan hermoso, que cuando acababa en las gradas los espectadores se pegaban entre ellos para atraparlo y quedárselo como objeto de coleccionista. Era la primera vez que tal suceso tenía lugar.

Era un balón futurista (recogía el nombre del primer satélite de telecomunicaciones enviado al espacio, y, de hecho, haciendo un guiño a la histórica industria espacial soviética el del actual Mundial de Rusia fue bautizado como Telstar 18) y ahora es la base de cualquier pelota de fútbol actual. Pero aún más rompedor fueron los preciosos diseños de las camisetas de juego, los primeros proporcionados por marcas oficiales y que lucían resplandecientes con color y con la preciosa luz del verano mexicano.

La única pega que la comunidad internacional puso al país azteca en los meses previos al inicio del campeonato era la elevada altitud del país, ya que buena parte de las sedes rondaban los 2.000 metros de altitud. Además del Azteca, conocido coloquialmente como ‘El coloso de Santa Úrsula’ al estar ubicado en el barrio de dicho nombre, destacaba el estadio Jalisco de Guadalajara con capacidad para 60.000 almas. Los jugadores sufrirían en su capacidad pulmonar el inconveniente de jugar en altitud, pero, los encuentros estuvieron adornados de una épica irrepetible.

Participaron 16 selecciones encuadradas en 4 grupos. La ausencia más significativa fue la de Argentina. También falló Hungría (por entonces potencia europea) y por vez primera se reservó una plaza fija para un equipo africano, honor que cayó del lado de Marruecos tras batir en la eliminatoria definitiva a Egipto. Aunque seguramente el hecho más recordado de la fase de clasificación fue un encuentro entre El Salvador y Honduras al término del cual se producirían una serie de disturbios que sirvieron de chispa para iniciar una corta guerra entre ambos países que se saldaría con más de 2.000 muertos y que ha pasado a la historia como ‘La Guerra del Fútbol’.

Había dos grandes favoritos al título. El candidato principal era Brasil, que además contaba con el apoyo del público local. Sin embargo, meses antes del inicio del torneo, la prensa internacional se haría eco de un asunto que dejaría en nimiedad el reciente despido de Julen Lopetegui.

En 1970 Brasil estaba regido por una dictadura militar conservadora. El máximo dirigente era el general Médici, que como la gran mayoría de los brasileños era un fanático del fútbol. La Federación, tras su fracaso de cuatro años antes en Inglaterra, había designado seleccionador a Joao Saldanha, simpatizante comunista, aunque, cabalmente, prefería no manifestar sus ideas públicamente. Contaba Saldanha además con el apoyo de la afición, porque fue él el artífice de juntar en el mismo equipo y hacerlos funcionar cual reloj suizo a Pelé, Tostao, Gerson, Rivelino y Jairzinho, todos ellos números ‘10’ en sus equipos (mediapuntas) y que demostraron una coordinación y una capacidad de adaptación extraordinarias. Esa disposición táctica hizo que Brasil prescindiera de un delantero centro puro. A pesar de los éxitos, Médici quería echar a Saldanha. Necesitaba un buen motivo y pronto iba a conseguirlo.

En la temporada del Mundial el máximo goleador brasileño fue Darío, fenomenal delantero centro del Atlético Mineiro que superó en goles al mismísimo Pelé. Era el jugador favorito del general Médici pero Saldanha prescindió de él al no necesitar un delantero centro en su esquema de juego. Esa era la excusa que el general necesitaba para despedir a Saldanha antes de que diera la convocatoria para el Mundial. Fue sustituido por Mario Zagallo, técnico simpatizante de la dictadura y que, obviamente, convocó a Darío a pesar de que no llegaría a disputar ni un mísero minuto en la Copa del Mundo.

El otro gran favorito era Inglaterra, vigente campeona mundial. Y también tuvo su ‘caso Lopetegui’ particular. Una semana antes del inicio del torneo, Inglaterra jugó un encuentro preparatorio ante Colombia. Al término del mismo, Bobby Moore, capitán anglosajón, fue esposado y llevado a comisaría acusado de robar un brazalete de oro en una joyería. El equipo viajó a México, mientras que a su capitán se le impedía salir de Colombia a la espera de juicio. Estuvo a punto de estallar un conflicto internacional, y la diplomacia, e incluso se dice que la realeza inglesa, tuvo que intervenir para sacar a Moore de Colombia y así poder llegar al partido inaugural, aunque con unos cuantos kilos de menos. Finalmente se descubrió que todo había sido un montaje del joyero que había simulado el robo para su propio beneficio.

El sorteo deparó que en la primera fase se enfrentaran los dos favoritos. Saldría vencedor Brasil (1-0), gracias a un extraordinario Pelé. Fue un Mundial bellísimo que dejó algunas jugadas para la posteridad, y en todas ellas intervino ‘O Rei’, que con su actuación en México se ganó el título para la posteridad de rey de reyes. En ese partido, su perfecto remate picado de cabeza elevándose desde los cielos fue despejado por el guardameta inglés Gordon Banks en la que para muchos es la mejor parada de la historia. Es curioso, porque hasta tres impactos dejó Pelé para la posteridad y ninguno fue gol. Antes, en el encuentro inaugural, había lanzado un tiro desde el centro del campo frente a Checoslovaquia (4-1) aprovechando que Viktor no se encontraba bajo palos: “Desgraciadamente el balón no rozó el palo, pero el grito de aprobación del público lo compensó”, diría ‘O Rei’. En semifinales, ante Uruguay (3-1), amagó delante del portero dejando pasar el balón ante sus narices y volviendo tras sus pasos, pero tampoco consiguió marcar. Pelé hacia genialidades nunca vistas. Es probable que ya se hubiesen intentado antes, pero nunca en un escenario de tal magnitud.

Decía que en semifinales se enfrentaron Brasil contra Uruguay, dando la canarinha buena cuenta de los siempre defensivos y competitivos charrúas. Los primeros habían eliminado a Perú (4-2) en cuartos en un espectacular mano a mano entre Pelé y Teófilo Cubillas y los segundos habían derrotado a la URSS (1-0) con un gol agónico de Víctor Espárrago a pocos minutos del final de la prórroga.

Después de ganar a Inglaterra, Perú y Uruguay, Brasil esperaba rival para la final. El vencedor saldría del encuentro entre Alemania e Italia. Los dos equipos más laureados del Viejo Continente. El vigente subcampeón mundial contra el vigente campeón europeo.

Será el partido del siglo. Pero eso quedará para el siguiente capítulo.


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