El anillo perdido de Larry Bird
En 1985 Larry Bird era el mejor jugador de baloncesto en el mundo. Había ganado el MVP (Most Valuable Player) en 1984, lo ganaría en 1985 y repetiría por tercera y última vez en 1986. Era el jugador más arrogante, más orgulloso y más soberbio del equipo más arrogante, más orgulloso y más soberbio de la NBA. Los Boston Celtics habían logrado el campeonato en 1984 y pocos dudaban de que volvieran a lograr el título en 1985. Sólo los Lakers de Magic Johnson aparecían en el horizonte como una amenaza plausible, pero a mediados de la temporada el nivel de Larry Bird estaba rozando lo paranormal.
A poco más de un mes para finalizar la temporada regular, los Celtics encabezan la NBA con un margen de victorias sobre los Lakers que oscila entre los 6 y los 8 partidos. Habían puesto velocidad de crucero y Bird estaba demostrando porque era el mejor jugador del momento. Encadenaba triple-doble tras triple-doble e incluso batió el récord de anotación en la historia de los Celtics al anotar 60 puntos a Atlanta Hawks con una exhibición de lanzamientos desde todas las esquinas de la pista que rozaba lo obsceno. En otro encuentro encestó 47 puntos con la mano izquierda, a pesar de ser diestro, porque según él “estaba aburrido de tirar con la derecha y de vez en cuando necesita descansar”. Los Celtics finalizaron la liga regular con un total de 63 victorias y Bird se convirtió en el primer jugador que, sin ser pívot, alcanzaba el título de MVP de forma consecutiva.
A pesar de su arrogancia, Bird era querido y respetado por todos sus compañeros. Como todos los grandes líderes deportivos Bird era el primero en llegar a los entrenamientos y el último en irse, el que siempre competía a pesar del dolor y el que estaba dispuesto a reducir su sueldo si con ello podía favorecer a otros compañeros. Ante tal ejemplo, y a pesar de sus gritos y de su fuerte exigencia, no había nadie que estuviese en disposición de replicar a Bird. Los Celtics se preparaban para afrontar unos playoffs que se antojaban un paseo militar.
En primera ronda los Celtics ganaron a Cleveland (3-1) y acto seguido despacharon a los Pistons (4-2). La final de la Conferencia Este iba a ser contra los Philadelphia 76rs. Boston ganó cómodamente sus dos primeros partidos en casa. El tercero tendría lugar en la ciudad del amor fraterno.
Entre el segundo (martes) y el tercer partido (sábado) había cuatro días de diferencia. K.C. Jones, técnico de los Celtics, decidió que el jueves sus chicos tuviesen el día libre. Todo iba bien y marchaba según lo previsto.
Aquel jueves Larry Bird decidió pasar la tarde con Nick Harris, un vendedor de coches que había trabado una fuerte amistad con el alero de Indiana. Con unas cuantas cervezas encima se unió a la tertulia Quinn Buckner. Éste último había sido oro olímpico y un jugador aceptable en la NBA, pero en 1985 ocupaba el último lugar en el fondo del banquillo de los Celtics.
Trago tras trago la noche hizo su aparición y el terceto abandonó la casa de Bird para acercarse al centro de Boston a tomarse la última. Todo iba con total normalidad hasta que Harris le echó el ojo a una atractiva mujer que estaba en el local. Al parecer Harris entendió que había motivos para acercarse a ella e invitarla a tomar algo, pero, o bien no entendió las señales, o, lo más probable, se pasó de listo. Más tarde trascendería que Harris, además de vendedor de coches, tenía a sus espaldas pequeños delitos de falsificación y de posesión de drogas.
El caso es que la joven apartó a Harris de su lado y pidió socorro a un hombre de anchas espaldas que servía copas en el local y que resultó ser el novio de la chica en cuestión. Inmediatamente Harris fue noqueado de un derechazo y Bird no pudo reprimir sus instintos. Se abalanzó sobre el desconocido para proteger a su amigo y los 2,06 metros de altura y 100 kilos de peso de un deportista profesional de 29 años de edad cayeron de golpe sobre el púgil, que, en buena lógica, acabó ingresado en el hospital.
Bird, Buckner y Harris se marcharon corriendo de allí. Aquella misma noche la víctima pondría una denuncia contra Larry Bird.
Nada de esto se sabría hasta un par de meses después. Pero aún muchas cosas tendrían que ocurrir hasta entonces.
Bird se metió en la cama, pero era incapaz de dormir. Tenía el dedo índice de la mano derecha completamente deformado y el dolor saltaba como un resorte por todo el brazo. A la mañana siguiente el equipo tomó un avión rumbo a Philadelphia y Bird lo hacía con una seriedad inquietante y con la mano derecha siempre tapada por una sudadera.
Hubo dos partidos en Philadelphia. En el primero Bird estuvo gris, pero en el segundo sencillamente dio asco. La actuación de Larry Bird en aquel partido fue lamentable. Firmó un pobre 4/12 en el tiro y perdió ocho balones. No robó ningún balón cuando promediaba más de tres por partido, y apenas capturó un triste rebote. En las imágenes televisivas los comentaristas llamaban a su dedo “polish sausage”, un tipo de salchicha típico de la zona de Indiana. Bird estuvo todo el partido botando con la mano izquierda y llevándose la derecha al estómago de forma instintiva.
Por supuesto al final del encuentro hubo lluvia de preguntas y por supuesto Larry Bird, fiel a sí mismo, contestó con retranca y con evasivas. Los Celtics cerraron filas con su estrella y se limitaron a decir que había sufrido un golpe sin importancia en el calentamiento.
Así las cosas los Celtics regresaron a Boston para el quinto encuentro y los rumores no cesaban. Un día antes del choque Bird hizo de Bird y decidió tirar de orgullo y marcar el ‘tempo’ del conflicto. Escogió como diana a Dan Shaughnessy, un periodista del ‘Boston Globe’ que había escrito un artículo insinuando que el dedo hinchado del alero de Indiana había sido fruto de un incidente fuera de la cancha de entrenamiento. Bird había repetido hasta la saciedad que era inquebrantable al dolor y que el dedo hinchado no afectaba a su rendimiento y retó al plumilla a tirar 100 tiros libres con las dos manos vendadas.
El periodista podría tirar libre de vendajes. Naturalmente.
El periodista aceptó la apuesta y anotó un digno 60/100.
Larry Bird, con las dos manos rodeadas de cinta adhesiva y esparadrapo, se marcó un 79/100.
Cuando la prensa marchó, Bird se quitó los vendajes y según se supo más tarde anotó 161 tiros libres sin fallo. Puede que el dedo estuviera hinchado, pero su orgullo lo estaba mucho más.
Los Celtics ganaron el quinto partido a los 76rs gracias a un robo decisivo de Bird y, por lo menos visualmente, parecía que la inflamación había bajado. Aun así Larry Bird seguía lejos de sus porcentajes habituales y firmó un discreto 6/17.
En esos tres partidos con el dedo hinchado ante Philadelphia el flamante MVP había bajado del 40% en porcentaje de tiro por primera vez en toda la temporada y había visto reducida su producción de puntos (-8) y de rebotes (-3).
— CELTICS vs LAKERS—
El primer partido de la final de la NBA demostró porque los Celtics eran superiores a los Lakers y los grandes favoritos al título. Humillaron a los angelinos por 148-114 en un partido que pasaría a la posteridad como ‘Memorial Day Massacre’. Sin embargo, el partido de Bird fue otra vez discreto. Por primera vez en todo el año encadenó su tercer partido consecutivo por debajo de los 20 puntos. En el segundo se consumó la sorpresa y los Lakers ganaron en otro mal partido de Bird, pero sería en el tercero disputado en Los Ángeles donde la serie definitivamente se inclinó para los de California. Magic Johnson y compañía devolvieron la paliza (136-111) y Bird firmó un horrendo encuentro con un 8/21 en el tiro y varias pérdidas de balón decisivas. “No puedo jugar peor que hoy. Tú lo habrías hecho esta noche mejor que yo”, sentenció Bird ante la pregunta de un periodista.
En el cuarto partido los Celtics tiraron de su legendario orgullo y consiguieron empatar la serie (2-2) a base de casta. El duelo se decidió en la última jugada. Todo estaba preparado para que Bird lanzase el tiro decisivo como en él era habitual, pero en el último momento dobló el balón para que Dennis Johnson anotara con facilidad. Es cierto que Bird tenía dos defensores encima, pero también lo era que si no tuviese el dedo hinchado hubiese encontrado la manera de lanzar él el tiro definitivo.
Los Lakers ganarían el quinto encuentro en casa y sellarían el título ganando el sexto partido en el Boston Garden (2-4). Era la primera vez que los Celtics perdían una final de la NBA en casa. Kareem Abdul-Jabbar fue elegido MVP con 38 años y Magic Johnson ya tenía su vendetta tras la derrota del año anterior. En los Celtics tan sólo Kevin McHale elevó su nivel de la temporada regular. Larry Bird no había jugado unas malas finales, pero no había demostrado la excelencia de la temporada regular. No al nivel que había demostrado antes de aquella funesta noche de cervezas con un par de amigos.
Antes del aciago puñetazo Larry Bird promediaba 28’7 puntos, 10’5 rebotes y 6’6 asistencias. Después del guantazo 23’8 puntos, 8’8 rebotes y 5 asistencias. Pero lo más significativo eran los porcentajes. Antes del puñetazo tenía un 52’2 % en tiros de dos y un espectacular 42’7 % en tiros de tres. Después de la famosa noche los porcentajes bajaron al 44’9% en los de dos y al 33’3 % en triples.
Dos días después de la debacle, el médico de los Celtics declaraba a los medios que Bird tenía una lesión en el codo y que después de varias pruebas médicas se había determinado que lo mejor para la recuperación era el reposo, descartando cualquier intervención quirúrgica. Era todo mentira. No se hizo mención alguna al dedo ni se había hecho prueba alguna.
No sería hasta dos meses después cuando el asunto saldría a la luz. Aún hubo que esperar a noviembre, con la siguiente temporada ya en marcha, para que Larry Bird asumiese su culpa públicamente y pagara una multa de 20.000 dólares al denunciante, dando por finiquitado para siempre el incidente.
Larry Bird y los Celtics volverían a reinar en la NBA en 1986 y perderían la final ante los Lakers en 1987. A partir de ahí, problemas de espalda y en los talones hicieron que el alero nacido en Indiana tuviese que acortar su carrera prematuramente.
Larry Bird ganó tres anillos de la NBA y Magic Johnson logró cinco. En su fuero interno Bird sabía que el título de 1985 era suyo y que aquella disputa entre archirrivales tendría que haber acabado en empate a cuatro.
Cuando más de 20 años después un periodista le preguntó por la famosa pelea, Bird dio por zanjada la entrevista y se levantó de su asiento. En ninguna de sus biografías autorizadas hay mención alguna al asunto. Bird habla abiertamente en todas ellas de su infancia en la indigencia, del suicidio de su padre, de sus problemas de sociabilidad o de su miedo a la muerte. Pero en ninguna de esas biografías y en ninguno de los documentales televisivos en los que ha participado jamás hace mención alguna sobre aquella infausta pelea.
Sólo aquella noche y aquel anillo perdido consiguieron doblar el orgullo de Larry Bird.
“No importa lo bueno que soy, sigo siendo un paleto de Indiana.” Larry Bird sobre sí mismo.