Jutta Kleinschmidt. Mujeres y deportes de motor
Si hay alguien que se toma la molestia semana tras semana en seguir este blog, o simplemente se detiene por interés a leer alguno de los artículos, comprobará que en las 67 reflexiones publicadas hasta el momento nunca he hablado acerca de deportes de motor. No hay sitio para la velocidad ni para la resistencia. Ni para coches ni para motocicletas. Ni para Senna ni para Rossi.
¡Y anda que no hay historias sobre ruedas dignas de ser contadas! Y muchas. Adelantamientos increíbles. Carreras ganadas por centésimas. Campeonatos conquistados en la última curva. Y muertes. Cuantiosas muertes. Pero es que considero que los deportes de motor no son deportes en un término estricto de la acepción. Deporte es toda aquella competición reglada en la que compiten al menos dos personas o equipos y en la que en igualdad de condiciones se realiza un esfuerzo físico y/o mental para lograr un resultado ante el rival o ante el cronómetro.
En los deportes de motor, la pieza clave es el vehículo. Es cierto que sólo un buen piloto es capaz de lograr una victoria, pero más cierto aún es que ningún piloto, por bueno que sea, es capaz de ganar si no tiene un vehículo adecuado. No existe igualdad y no es el deportista, sino los ingenieros y los mecánicos, los que marcan la diferencia. Tampoco es deporte la caza o la pesca, pero por distintos motivos, porque es una lucha entre un ser humano y un animal. Pero sí que es deporte el ajedrez, porque es una competición reglada entre iguales con un gran desgaste mental. De hecho, en el caso de los e-sports, que ni sigo, ni entiendo, ni me gustan (y hasta podría decir que me parecen odiosos) no me queda más remedio que admitir que son un deporte, porque el desgaste psicológico, y en algún caso físico, es evidente. En los deportes de motor también hay ese desgaste, obviamente, pero a diferencia de los e-sports, donde la máquina es la misma para los contendientes, en la F-1 o en Moto GP no se puede decir lo mismo.
El argumento que suelen utilizar los defensores de los deportes de motor es que los condicionantes externos existen en todos los deportes. Es cierto. Un futbolista de primer nivel tiene acceso a servicios médicos, materiales o métodos de entrenamiento superiores a los de un futbolista de categoría inferior. Es más, en los deportes de equipo la desigualdad es evidente porque a golpe de talonario se reúnen juntos los mejores jugadores imposibilitando la victoria de los equipos modestos. No obstante, sigue siendo una lucha entre iguales y con las mismas reglas. Utilizando como ejemplo del fútbol, se trata de 11 hombres contra 11 hombres vestidos con botas de fútbol y jugando dentro de un terreno de juego con medidas estándares. En la F-1 los pilotos pueden tener la misma preparación, el circuito y las reglas son las mismas para todos, pero los monoplazas son totalmente distintos. Y es el monoplaza el que determina las opciones de victoria. Un balón, una piragua o unas botas no son determinantes. Un vehículo sí que lo es.
He aquí mis razones, las cuales pueden o no pueden ser compartidas. Para gustos colores, que dice el refrán. Intentaré rizar más el rizo, aun sabiendo que me dispongo a entrar en arenas movedizas. Sólo hay un deporte en el que las mujeres pueden y deben competir de tú a tú con los hombres; los deportes de motor.
Las mujeres están en clara desventaja respecto a los hombres. De hecho, en pleno auge del movimiento feminista, pocos campos hay tan machistas como el del mundo deportivo. Las comparaciones sexistas, miradas lascivas o comentarios impropios en medios de comunicación están presentes en el día a día. Y no es justo. La mujer tiene, o debería tener, los mismos derechos que el hombre. Pero que deba existir igualdad de derechos no quiere decir que seamos biológicamente iguales. Eso es irrefutable.
Un mantra habitual es que los hombres y las mujeres deberían cobrar lo mismo. Y así debería ser en el ámbito público, en el deporte de base y en el deporte subvencionado. Otra cosa es en el deporte profesional, donde opera la ley de la oferta y la demanda (guste o no guste). A menudo se cita que en países como Noruega o Dinamarca los chicos de la selección de balonmano renunciaron a parte de su prima para aumentar la recibida por las chicas y equiparar así el sueldo entre la selección masculina y la femenina. Hecho más que loable. Lo que se suele omitir, es que las chicas deberían cobrar más, no lo mismo. Y es que en Noruega la audiencia televisiva y el aforo de los pabellones en los partidos femeninos son superiores a los masculinos.
Por lo tanto, es una falsa igualdad.
Biológicamente los hombres son más fuertes, altos o rápidos que las mujeres. Eso implica que un tenista golpeará la bola más lejos, un ciclista correrá más kilómetros y un atleta será más rápido. Y cuando un ser humano compra una entrada o paga un abono televisivo quiere ver a los mejores. Quiere ver a los que hacen lo extraordinario. Y por eso unos generan más dinero. Y si la tarta es más grande, el trozo que te llevas a casa también. ¡Pero lo mismo pasa al revés! Las gimnastas tienen contratos más elevados que los gimnastas. ¿Por qué? Porque ningún hombre por mucho entrenamiento que realice puede llegar al nivel de contorsión al que llega una mujer. Nunca será tan extraordinario.
Nunca nos referimos a técnica. La técnica es independiente a las condiciones físicas. La capacidad de anotar triples, de lanzar una bola curva de beisbol o de realizar un regate es unisex. En ese caso no existe diferenciación ninguna. La habilidad es de todos.
¿Por qué hay árbitros que son mujeres en competiciones masculinas y sin embargo hay ligas masculinas y femeninas de forma distinta? ¿Machismo? Existe, y mucho. Pero no es eso. Ese concepto es erróneo. No se puede hacer una liga unisex porque físicamente las diferencias son abismales. Existen los 100 metros lisos masculinos y los 100 metros lisos femeninos. Y también los 100 masculinos para discapacitados y los 100 femeninos para discapacitados. ¿Es machismo? ¿Es discriminación? ¿Es racismo? No. Es la naturaleza. Existen esas 4 competiciones distintas, porque existe la igualdad de derechos. Pero existen 4 competiciones distintas porque existe la desigualdad biológica.
—JUTTA KLEINSCHMIDT—
¿Dónde pueden competir en igualdad hombres y mujeres? En los deportes de motor. Dada la preeminencia de la máquina en estas disciplinas, las diferencias biológicas son inapreciables. Y es aquí donde debería estar la verdadera lucha del movimiento feminista y donde se debería permitir la coexistencia entre hombres y mujeres y desterrar un machismo recalcitrante con olor a gasolina.
Quizás, la pionera, fue la alemana Jutta Kleinschmidt. Física e ingeniera, fue la primera mujer que consiguió la victoria en el Rally Dakar en la categoría de coches.
Kleinschmidt trabajaba en el departamento técnico de BMW a finales de los años 80 y competía en alguna prueba de motos en su tiempo libre. Consiguió convencer a su empresa de que le pagase una moto de competición para competir en el rally Dakar, y así hizo. En 1993 recibió la oferta de Jean Louis Schlesser, uno de los grandes del Dakar de todos los tiempos, para ser su copiloto en la categoría de coches. Como el mundo es machista se hablaba más de la relación sentimental entre ambos que de las dotes de conducción de la alemana. Cuatro años después conseguiría ya con su propio coche su primera victoria parcial dejando atrás todas esas tonterías. Y para 2001, bajo los mandos de un Mitsubishi, Kleinschmidt lograría la victoria global en el París-Dakar.
Fue una victoria muy polémica, ya que antes de la etapa decisiva los líderes eran el japonés Masuoka y el francés Schlesser, pero un par de accidentes y unas sanciones por conducta antideportiva, otorgaron de rebote la victoria a Kleinschmidt. Daba igual. Había sido segunda y tercera en varias ocasiones. Su valía estaba demostrada. Era una victoria de pleno derecho.
En el periódico ´El Mundo´ se leía lo siguiente´. “Siempre se dijo que el Dakar era para hombres duros. Hasta que hoy Jutta Kleinschmidt ha sido la más dura. Más dura y más rápida que todos. Se acabaron los chistes machistas (…) ¿Dónde mejor que aquí, que somos hombres, hombres duros sin lavar ni afeitar, obligados a usar el suelo por servicio y a comer con las manos llenas de grasa? Pues se acabó. ¡Cualquiera se levanta ahora a hacer una broma sobre una mujer! Jutta nos ha ganado a todos (…) Tiene un coche muy rápido y unas manos portentosas para conducir. Es tan fría y agresiva dentro del coche como amable cuando se baja (…) se cuentan maravillas de ella como conductora y como persona (…) No sólo lo hace bien, sino que se emplea con una fuerza y una fiereza que ya hubiesen querido muchos. Le sobran energías para conducir (…) ¿sexo débil? ¿Débil Jutta? ¿En qué?”.