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El día que Molina fue un extremo izquierdo

El reloj marcaba entonces el minuto 76 de partido. Quedaba un escaso cuarto de hora para el final del encuentro. Juanma López, central de la selección, no puede continuar. Ha caído lesionado. En aquel partido amistoso los contendientes habían establecido un total de cinco cambios y seis jugadores en el banquillo en una convocatoria total de 17 futbolistas. La selección española había utilizado cuatro de los cinco cambios disponibles. Quedaban dos futbolistas en el banco. Uno era Sergi Barjuán, lateral izquierdo del FC Barcelona. Se tornaba el cambio lógico. El problema es que, bien por dejadez administrativa o bien por exceso de confianza, nadie había inscrito a Sergi para el acta del partido.

El único futbolista disponible era el guardameta suplente. José Francisco Molina.

Molina era entonces el portero titular del Atlético de Madrid. Semanas después del bizarro suceso se proclamará campeón de Liga y de Copa del Rey con el club rojiblanco además de Trofeo Zamora como el portero menos goleado de La Liga. Era un guardameta con buenos reflejos, pero no especialmente seguro bajo palos. Su fuerte en todo caso gravitaba sobre un excepcional juego de pies, virtud antes desconocida y ahora admirada. La FIFA acababa de prohibir que los porteros cogiesen el balón con las manos tras un pase atrás de un compañero y de repente las habilidades de Molina pasaron a cuadriplicar su valor. Canterano valencianista, había destacado en el Albacete Balompié antes de convertirse en un portero-líbero en el Atlético de Radomir Antic.

El caso es que cuando era un niño Molina había sido centrocampista, de ahí su buena salida de balón con los pies, por lo que la disyuntiva se tornaba más clara. O España afrontaba el último cuarto de hora de partido con un jugador menos y ensayaba una estrategia de encuentro con diez hombres para futuros eventos, o Molina ejercía de sorpresivo futbolista de campo.

Así entonces Molina saltó con el número 13 al terreno de juego. Era un 24 de abril de 1996. Estadio Ulevaal de Oslo. Partido amistoso. Noruega-España. Clemente colocó a Molina como extremo izquierdo y tan solo le dio una consigna; que estuviese tranquilo y que corriese la banda. Era además el debut con España de Molina.

El debut como internacional español del portero valenciano iba a ser como futbolista de campo.

Con el 13 en la espalda, Molina se pegó a la banda izquierda tal y como le había ordenado el seleccionador. Tan malo fue el partido de España aquella fría noche que el único disparo del partido a puerta sería del ojiplático portero. El golpeo vendría en la media luna del área. Un derechazo de Molina que salió a escasos centímetros del palo derecho de la portería noruega.

“Yo hice lo que tenía que hacer. Lo que hace un entrenador. Porque yo en la selección era entrenador y en ese partido se me planteó esa situación, sólo estaba José Molina para jugar, le pregunté si quería y él aceptó encantado como lo que es, un profesional, porque su objetivo era ayudar a la selección. Un entrenador calzonazos y baldragas que no vale para nada seguramente que no lo hubiera hecho. Y algún periodista tampoco”, soltó Clemente. Las críticas fueron sangrientas. Eran años de cuchillos afilados. De La Morena contra García. Prisa contra todos. El tiki-taka antes del tiki-taka contra el patapún arriba de toda la vida.

La decisión de colocar a Molina como jugador de campo era excéntrica, ocurre que también era cierto que era la única opción disponible. Pero a Clemente se le tenían muchas ganas. Habituales eran los partidos donde saltaba al campo con cuatro centrales, reconvirtiendo a dos de ellos como centrocampistas o colocaba como delantero centro a jugadores que jamás habían jugado en esa posición. La bomba estallará en la Eurocopa disputada ese mismo verano en Inglaterra donde el seleccionador y un periodista de la Cadena SER llegarán a las manos.

Aquella España de Clemente, aquella España de hormigón armado, sobrevivió varios años a base de buenos resultados y una fe ciega del vestuario hacia su seleccionador. En el Mundial de 1994 y en la Eurocopa de 1996 el equipo aguantó hasta cuartos, pero la caída fue inevitable tras el estrepitoso fracaso de España en el Mundial de Francia 1998.

Molina nunca más jugó un partido internacional con Clemente como seleccionador. Fue convocado para la Euro 1996 y el Mundial 1998 como tercer portero y no disputó minuto alguno. Eran tiempos de escasas rotaciones y los amistosos se tomaban con mayor seriedad que en la actualidad. La oportunidad para Molina llegaría tras la destitución de Clemente y la elección de José Antonio Camacho como técnico de España.

Retirado Zubizarreta, Camacho apuesta por Molina en detrimento de Cañizares y del imberbe, pero favorito de público y crítica, Iker Casillas. Los últimos siete partidos antes de la Eurocopa 2000 los juega el portero valenciano que afronta como titular el primer encuentro de aquella Euro precisamente ante Noruega. En Rotterdam, España es ampliamente favorita frente a los nórdicos, pero el resultado no varió del 0-0 inicial, hasta que mediada la segunda mitad hay una falta lejana a favor de Noruega. Molina salta con puño cerrado a por el balón, pero mide horriblemente su salida y la cabeza de un tal Iversen se le adelanta para impactar con el esférico e introducir mansamente el balón dentro de la portería española. España perdió el partido y si duras habían sido las críticas de la prensa tras el esperpento de Oslo, ahora tocaba una carnicería publica de proporciones apocalípticas.

Cante por soleá

Santiago Cañizares pasó a ser el titular en el siguiente partido. Molina no volvió a jugar un encuentro con la selección española. Alargaría felizmente su carrera en el RC Deportivo para luego retirarse en su tierra en las filas del Levante UD. Lo hizo con un título liguero en su palmarés, dos copas y nueve internacionalidades, la primera y la última de ellas contra Noruega. Una como extremo izquierdo y la otra tras una cantada extrema.

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