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Gasol (2ª parte): Versión FIBA

Fue en Roma. En 1960. Era la primera vez que la selección española de baloncesto lograba clasificarse para unos Juegos Olímpicos. Estados Unidos ganó el oro humillando a la Unión Soviética en la final. Walt Bellamy (2’11) pasó por encima del rey letón Janis Krumins (2’20). España quedó en penúltima posición. Los dos pívots de la selección, Juan Martos y Alfonso Martínez, medían 1’95 metros, lo mismo que Oscar Robertson, base titular estadounidense. Jerry West, la más rutilante estrella de aquellos Juegos, era un escolta de 1’88 metros. Nino Buscató, el mejor jugador español, medía 178 centímetros.

Medio siglo después España había parido a un chico de 216 centímetros coordinado, fluido, atlético, elegante y con una inteligencia para el juego paranormal. En los JJ.OO de Londres fue un martillo pilón que hizo parecer real una gesta imposible. Durante el tercer cuarto (15 puntos) bailó a sus defensores con una gracilidad y una fiereza no entendible para aquellos que conocimos el baloncesto del viejo testamento (A.G.). Sus 24 puntos, 8 rebotes y 7 asistencias no fueron suficientes para doblegar a Lebron James, Kevin Durant y Kobe Bryant, pero dio igual. Cuando toda la expedición estadounidense rindió pleitesía al vencido, comprendimos que el legado de Pau trascendía a lo universal.

Y es que España iba a por el oro. Gasol iba a por el oro. Ya en China, cuatro años atrás, España había querido hacer posible lo imposible. El francés George Eddy, más de 2.000 partidos comentados a lo largo de su exitosa carrera, declaró que aquella final olímpica de Pekín había sido “el mejor partido FIBA de siempre”. En Pekín se perdió de once puntos y en Londres de siete, pero en ambas ocasiones la sensación fue de miedo, de pánico entre las estrellas estadounidenses. Lo más extraordinario no es que España rozase la victoria, sino que Estados Unidos tuvo que jugar a su máximo nivel para lograrla.

Curiosamente en Río la derrota fue más ajustada (seis puntos), pero la sensación de impotencia española afloró por vez primera en una década. Allí, a orillas de Copacabana, Gasol y sus pretorianos ponían el punto final a una escandalosa pléyade de éxitos. Es cierto que Pau quiso darse un homenaje cuasi póstumo en Tokio, como también lo es que Ricky Rubio lideró la victoria española en el Mundial 2019. Pero fue en Río 2016 cuando se clausuró una trayectoria de dominio absoluto en el baloncesto mundial, coronada por aquellas dos platas olímpicas irrepetibles ante un ‘Dream Team’ que, nunca antes y nunca después, sintió tal miedo contando con sus mejores jugadores en la pista.

Pau Gasol fue el alma de esa generación liderada por los llamados ‘juniors de oro’ que en el Mundial sub-20 de 1999 lograron, esta vez sí, derrotar a Estados Unidos. Unos chicos que se iban a comer el mundo hasta tal punto que Gasol sumaría once medallas (cuatro de oro -tres Europeos y un Mundial-) con la selección. 11 medallas en 16 años. A.G. España sumó 6 medallas en 65 años.

Si en la NBA Pau pecó de mordiente y entendió que debía adaptar su juego a un ente superior para conseguir el éxito colectivo, con España se erigió en dueño y señor del equipo. Todos los ataques empezaban con balón al poste bajo para que luego Pau decidiese que hacer con la jugada. Todos, Navarro, Felipe, Calderón, Rudy o Ricky, orbitaban alrededor de un rey Sol que durante más de una década fue un jugador que sembró el terror de Europa cada vez que se ponía la Roja. Con Gasol la selección española pasó de intentar derribar gigantes a ser EL gigante.

31 puntos ante la Alemania de Nowitzki para colgarse el bronce europeo en 2001 (17’3 puntos y 9’7 rebotes de media en el torneo). 31 tantos sólo en la primera parte ante Rusia en la semifinal europea de 2003 (12/14 en tiros) y 36 tantos y 12 rebotes ante Lituania en la final (máximo anotador del torneo con 25’8 puntos de media). Mejor jugador (21’1 puntos y 9’4 rebotes) en el Mundial 2006, en el que no pudo disputar la final tras torcerse el tobillo a 100 segundos del fin de la semifinal ante Argentina (19 puntos y 11 rebotes). Los dos últimos tras anotar un par de tiros libres cojeando.

Y con todo, su sensación de dominio, de ascendencia sobre la cancha, es difícil de expresar en palabras o en datos. Son pálpitos. Inquietudes. Sensaciones. Esa sensación que le hizo estar presente en el interior de cada uno de sus compañeros en aquella final ante Grecia en la que Gasol recibió la medalla de oro apoyado en una sola pierna con lágrimas en los ojos. Esa sensación, que solo tienen los más grandes, de hacer temblar la tierra con su sola presencia. Con cada gesto, con cada mirada, las piernas del adversario tiemblan y las dudas asoman en su cabeza.

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Rodeando al Cid

Gasol convirtió Europa en el patio de su recreo. Su dominio en el planeta FIBA también contó con las dulces derrotas olímpicas, pero fue en el Eurobasket donde cimentó la leyenda de inexpugnable. España fue el ogro. Lo que antes había sido la Unión Soviética y más tarde Yugoslavia. Una entelequia de talento coronado por el jugador más dominante que ha dado el baloncesto FIBA, el de los 40 minutos de partido y el del colectivo antes del individuo. Olvídense de Belov, Tkachenko, Spanoulis, Bodiroga, Sabonis, Petrovic o Kukoc, todos palidecen ante Pau. Y de los Nowitzki, Parker y todos aquellos de brillantes andanzas NBA que claudicaron cada vez que Gasol se vistió de Quijote y se puso España por bandera.

El cénit de ese dominio llegó en 2009 tras alcanzar su máximo apogeo gracias a la tortura mental a la que fue sometido por Kobe Bryant, su ‘hermano mayor’, en los Lakers. En aquel campeonato Scariolo decidió darle la titularidad a Marc Gasol como pívot inicial para que intimidase y tapase espacios. Pau iba a jugar de 4 por vez primera con España. Aquella propuesta no dejó indiferente a nadie y dio lugar a una fuerte discusión popular que amainó cuando se vio que, sin responsabilidades defensivas, Pau iba tener como único límite vencerse a sí mismo.

Su actuación fue imperial. Lideró a España desde el primer minuto del primer partido al último minuto del último encuentro. En octavos le dio por anotar seis triples para machacar a Polonia, en cuartos pasó por encima de Francia con 28 tantos y 9 rebotes y en la final sumó 18+11 ante Grecia. El triunfo de España fue de una suficiencia pocas veces vista y la exhibición al tran tran de Gasol no se recordaba en la vieja Europa. Inteligente, ambicioso, motivado y siempre pendiente de aprender, mejorar y competir, el resultado era un jugador de corte histórico.

Aquello de 2009, como lo del Eurobasket de 2011, fue de un dominio insultante. En 2013 Pau no estuvo presente, y España pasó del oro al bronce. Daba igual. Ese equipo de ensueño, siempre contó con Pau. Su éxito se basó tanto en su faceta de jugador como en su faceta de ser humano. Cuando los rigores y las exigencias norteamericanas le impedían acudir a la llamada de la selección, Pau siempre estaba ahí. Como comentarista, como amigo, entrenando, pero no jugando. En todos y cada uno de los torneos en los que no se puso las zapatillas, Pau estuvo presente. Siempre buscó la forma. Y siempre la encontró. La familia, dieron en llamar a la ÑBA. Y el cabeza de familia siempre fue él. Siempre fue Pau.

Gasol fue un artista, un talento y una figura portentosa que alcanzó cotas inimaginables. A sus cualidades se le unió una cabeza excepcional que le permitió estar a la altura que demandaban sus responsabilidades. Su apogeo y sus éxitos con la ÑBA coincidieron en el tiempo con unos años en los que desde Madrid y desde Barcelona se buscó la apropiación ideológica de su figura. Ha sabido defender con hechos y palabras ambas posturas y sólo los más nacionalistas recalcitrantes han querido incautarse de sus sentimientos.

Pau Gasol: los principales hitos de una carrera de 26.516 puntos - AS.com
España (2001-2021)

Pau quiso despedirse en el parqué y no en una consulta médica. Lo hizo tras rozar con las yemas de los dedos la Euroliga, la única muesca que falta en su revólver, y tras disputar sus quintos Juegos Olímpicos con 41 años ¿Por qué? Porque quiso y punto. Su despedida real había tenido lugar seis años antes, cuando ya contaba con 35 primaveras. Quiso entonces Pau poner el broche de oro no a su carrera, pero sí a sus años de reinado. Cuando nadie lo esperaba, cuando sus años de gloria vislumbraban su fin, a Pau le dio por pintar su ‘magnus opum’, su obra maestra.

El feliz acontecimiento tuvo lugar en Lille, donde Francia pierde su nombre y pasa a ser Bélgica. Allí, ante 27.000 almas, Pau hizo lo que llevaba haciendo durante una década, con la salvedad de que nadie contaba con que lo hiciese en ese momento de su carrera. España había caído derrotada en el Mundial del año anterior ante Francia, ante lo que se dio a pensar que era el fin de una era dorada. Los franceses, más jóvenes y más grandes, eran el futuro.

En Lille, en el Eurobasket 2015, España llegó a semifinales con sufrimiento y con el depósito de gasolina en la reserva. El corderito estaba tierno para asar, pero a Gasol le dio por sacar los colmillos cuando nadie lo esperaba. Firmó 40 puntos (de los 80 de España) y 11 rebotes para un 52 de valoración. Gasol era King Kong. “El Imperio contraataca”, acertó a titular un diario. Pau bailó a un joven Gobert hasta sacarlo del partido por exceso de faltas. La imagen de Pau dándose golpes en el pecho tras machacar el aro francés simbolizaba un reinado. El reinado del ogro de Europa. Con aquel mate Pau ganó la semifinal y ya, de paso, la final ante Lituania.

Nunca fue cosa de títulos. Nunca fue cosa de números. Fueron las sensaciones. Lecciones y más lecciones de como jugar al baloncesto.

“Gasol ha completado un partido colosal, el tercero consecutivo en el que supera la barrera de los 25 puntos en esta fase final. Ha estado monumental. Ha eliminado prácticamente él solo a Francia en la semifinal y nos ha hecho llorar (…) Su actuación ha sido absolutamente monstruosa, formidable, genial y sobrehumana. Ha estado gargantuesco.” Frederic Forte en el diario ‘L’Equipé’, en el análisis de la histórica victoria de España ante Francia en el Eurobasket 2015.

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