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Gasol (1ª parte): Versión NBA

El viernes 1 de febrero de 2008 los Memphis Grizzlies traspasaban a Pau Gasol a Los Ángeles Lakers a cambio de Kwame Brown, Aaron McKie, Javaris Crittenton y los derechos de su hermano Marc, por entonces dominador de la ACB en las filas del Basket Girona. Aquel traspaso está considerado el más desigual de la historia de la NBA. Y no es un comentario chauvinista, sino que está refrendado por los periodistas especializados y los directivos más reputados de Estados Unidos.

En Memphis admitieron que el traspaso no les reportaba gran beneficio. Sencillamente lo habían hecho por Pau. Por un tipo racional y reflexivo, solidario y cabal, que jamás tenía una palabra negativa que ofrecer. Dicen los plumillas al otro lado del Atlántico que Pau Gasol era el único jugador que interpelaba a los reporteros por si querían preguntar algo más. Por eso, tras una temporada horrenda en la que se había desmantelado al equipo, todo el mundo en Memphis consideró que aquel larguirucho extremadamente educado merecía una oportunidad para conseguir el anillo.

Gasol había subido al Everest. Era E.T, cómo le hubo de bautizar acertadamente Andrés Montes. Con 216 centímetros de altura era más rápido que sus iguales y más alto que los que alcanzaban a seguirle. Su tiro desde cinco metros era de una amenaza colosal y su inteligencia para entender el juego superaba con creces la media. Había decidido batirse contra los más grandes ante la incredulidad de Aíto García Reneses, el hombre que lo había hecho debutar con el Barça, un ‘old school’ que renegaba de todo lo que atufaba a NBA. Fue escogido por los Atlanta Hawks en el mismo puesto que el Jesús Negro e inmediatamente fue traspasado a Memphis a cambio de Shareef Abdur-Rahim, un jugador que no es necesario recordar.

Trasladados de Vancouver a Memphis, los Grizzlies dejaron la tierra de los osos para irse a los dominios del rock and roll. Suplente en su primer partido, acabaría como ‘Rookie of the year’ y con mate en la cara de Kevin Garnett para ganarse el respeto de la NBA. En Memphis se hizo grande, liderando a un equipo pequeño a tres clasificaciones consecutivas de playoffs, todas históricas y todas finiquitadas con un absoluto fracaso. Son los años de Pau ‘Gasoft’, un juego de palabras para calificar a Pau como blando (soft). Porque eso era Gasol, un buen jugador, con buenos movimientos, pero incapaz de llevar a su equipo a lo más alto. Sus números eran bondadosos (18’8 puntos y 8’6 rebotes de media en Memphis), pero se mantenían estancados temporada tras temporada. No se vislumbraba progresión. No era un primer espada.

Hasta aquel 1 de febrero de 2008. El día que a Gasol se le abre el cielo. En Los Ángeles se convierte en poste de circulación, como un aclarado del juego en el que su talento natural y el estímulo táctico lo promueve. Phil Jackson ve cómo puede perfeccionar el sistema del triángulo ofensivo, esquema que utilizó con éxito en los Bulls de Jordan, pero que siempre estuvo cojo al carecer de un pívot pasador. Lo que algunos no consiguen entender en un curso, Pau lo domina en dos semanas. Ahora con Gasol, Jackson dispone de un hombre que ventile cargas de juego, como una puerta intermedia que dé paso una y otra vez al lado débil y que permita el lucimiento y el descanso de Kobe Bryant. Gasol aporta resolución colectiva y mejora del entorno, lo que en la actualidad se da en llamar IQ. Entender el juego de toda la vida. Comprendió el papel que se le pedía a la perfección y se sintió cómodo. Era el facilitador. Era el pasador. Era el ancla para que los demás se luciesen.

Y era también el defensor. Si en su adolescencia Juan Carlos Navarro le hizo conocer la noche y al mismo tiempo le hizo entender que su mente y su talento extraordinario tenían que escapar de ella, Kobe Bryant se encargó en su madurez de demostrarle que no podía ser primera espada, pero que si se mostraba intenso en defensa sería un jugador inexpugnable. Tras caer ante los Celtics de Garnett en las finales de 2008, Bryant se encargó de preparar mentalmente a Gasol para convertirlo en una máquina insuperable e intimidatoria en defensa.

Gasol quiso ser excepcional y con sus dos títulos (2009, 2010) de la NBA lo consiguió. Aquel chico que soñaba con ser Kukoc, acabó debajo del aro, al igual que el croata, por imperativo NBA. En el primer anillo dejará a Dwight Howard, en aquel momento el mejor pívot del planeta, en menos del 50% de tiros en toda la eliminatoria. Ya Pau había dejado de ser el “hombre del renacimiento” como fue calificado por Phil Jackson, a ser un muro en la zona. En su primer partido de playoffs con Los Ángeles acabaría con 36 puntos, 16 rebotes y 8 asistencias. En el séptimo partido de la final de la NBA de 2010 pasaría por encima de Kevin Garnett con 19 puntos, 18 rebotes y 4 asistencias (con Bryant agotado con un 6/24 en tiros) y cambiando la trayectoria de cada uno de los tiros de los interiores de los Celtics.

Por entonces Pau ya era en Estados Unidos un ser humano, no un jugador de baloncesto. Apareció en una portada de ‘The New York Times’ como una persona culta, curiosa, amable y sencilla. Solo así se entiende que entre sus múltiples premios (dos campeonatos, seis veces ‘All-Star’) acumule el trofeo Walter Kennedy, el premio Magic Johnson y el Impact Player. Traducido: premio al jugador de la NBA más filántropo, premio al jugador con mejor trato con los medios de comunicación y premio al jugador que más ayuda a difundir los valores de la NBA.

Pau se sale de la norma en una competición donde la norma es usar el baloncesto para salir del gueto. Es difícil de entender para un negro norteamericano la, para ellos, riqueza y opulencia de la depauperada clase media europea. Es cierto que Larry Bird fue un niño pobre, tanto, que Magic Johnson quedó impactado cuando visitó a su madre. También lo es que al joven Jordan lo del gueto solo le sonó de oídas o que Stephen Curry es millonario desde la infancia. Pero la realidad es que solo hay escepticismo cuando un chico salta de Europa y se adentra en una competición dominada por el poder negro.

Gasol es raro hasta en Europa. Pau destaca por la variedad y sofisticación de sus aficiones. No es extraño que quisiese hacer oficial su retirada en el Liceu de Barcelona. Lo primero que hizo al llegar a Los Ángeles fue preguntar por el calendario de las obras de teatro, salas de conciertos y exposiciones. “Nunca antes un jugador me había preguntado eso”, confesaría más adelante el relaciones públicas de los Lakers. Como es igual de posible que ningún jugador de la NBA prefiera ir a un concierto de Plácido Domingo que a uno de Daddy Jankee, o que se decante para firmar por un equipo en función de la oferta cultural de la ciudad, como cuando fichó por los Chicago Bulls.

A Chicago llega tras alargar demasiado su estancia en Los Ángeles. Es ya un hombre veterano (35 años) y le toca lidiar con un baloncesto distinto, donde los codos y el juego de pies han dejado paso a los triples imposibles y a las fintas excesivas. Gasol ya no es un rara avis, es uno más entre gigantes de siete pies con coordinación de un seis pies. Sus piernas ya no le permiten percutir en el poste, pero su inteligente lectura de espacios y una impresionante mejoría en el tiro a pie quieto de larga distancia le permite ser un jugador total. Nunca fue un tirador extraordinario, pero si extremadamente agudo para saber cuándo lanzar.

Con los Bulls volverá a ser ‘All-Star’, incluyendo un impagable salto inicial con su hermano Marc. Le dará tiempo a dejar un par de perlas. Marcar el tope de carrera con 46 puntos en un partido al que le añadió 18 rebotes, y firmar un encuentro perfecto con 22 puntos sin fallo en el tiro, 9 rebotes y 6 asistencias, algo nunca visto en un cuarto de siglo en alguien de 36 años.

Los hermanos Gasol en el All Star - NBA
Hermanos estrellas

Gasol ha vivido acomplejado por su comparación con Dirk Nowitzki, el patrón oro de los jugadores europeos. Con talla y peso similar, el alemán contó con un mayor arsenal de movimientos ofensivos y aterrizó en una franquicia que desde el primer momento apostó por él como piedra angular. La carrera NBA de Gasol es fantástica, pero está superada por la del alemán, por la de Antetokoumpo y, en futuro no muy lejano, por la de Luka Doncic.

Y aun así Nowitzki no puede presumir de tener dos anillos ni de sumar en su carrera al menos 20.000 puntos, 10.000 rebotes, 3.500 asistencias y 1.500 tapones. Sólo el de Sant Boi y tres jugadores más han llegado a tal hazaña. Pau consiguió normalizar lo asombroso, cuando lo normal hasta su aterrizaje en la NBA es que nos contentáramos con que un español (realmente cualquier europeo que no fuese yugoslavo) jugase un par de partidos al otro lado del Atlántico.

Gasol estiró “demasiado”, según sus propias palabras, el chicle. Primero en San Antonio y sobre todo en Milwaukee, donde una fractura en el pie abortó la caza de su tercer título. Mas Pau es de esos tipos que eligen cómo y cuándo quieren acabar su carrera. Durante dos años peleó cuando tenía que descansar, ya no para alcanzar la gloria, sino para demostrar que lo podía hacer. Para despedirse con honores vistiendo la camiseta de la selección española. “Soy consciente de que he sido un privilegiado, pero los privilegios conllevan responsabilidades”.

Pero esa, la historia de Pau con España, será otra historia.

“Era maduro, inteligente, poseedor de una profunda comprensión de nuestro deporte y dispuesto a adoptar una función subalterna, si era necesario, con tal de aumentar las probabilidades que tenía el equipo para ganar. Fue la persona correcta en el momento adecuado. En cuanto se incorporó, dejamos de ser un equipo que luchaba por arañar cien puntos por encuentro para transformarnos en una veloz máquina de anotar que promediaba más de 110 puntos y se divertía muchísimo al conseguirlo”. Phil Jackson, entrenador de Gasol en los Lakers.

“Uno de los aspectos más impresionantes de la trayectoria de Pau es como ha sabido hacerse un hueco en la NBA. La NBA está muy dispuesta a adoptar el talento extranjero para mejorar su competición, pero está menos dispuesta a otorgar responsabilidad o representatividad. El respeto a Pau yo le he respirado desde el inicio, en un mundo donde eso cuesta mucho. Y cuesta ganárselo, y mucho, sobre todo si vienes desde otro mundo”. Sergio Scariolo, seleccionador español y campeón de la NBA formando parte del cuerpo técnico de Toronto Raptors.

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Elogio desmesurado de Lebron James (el mejor jugador de la NBA en el siglo XXI)

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