Juegos Olímpicos cancelados. Berlín 1916
Al final se descartó la primavera y el florecimiento de los cerezos y se apostó por el verano, cuando la inmensidad del casco urbano de Tokio se acerca a los 40 grados, pero el caso es que los Juegos de la XXXII Olimpiada que se iban a disputar en 2020 quedan pospuestos para el 2021. Lo nunca visto. Sólo las guerras mundiales impidieron la celebración de los de Juegos Olímpicos de Berlín 1916, así como de las ediciones de 1940 y 1944.
Hasta la aparición de la pandemia del coronavirus nunca se había violado a la Olimpiada. Conviene explicar que los Juegos Olimpicos es el periodo en el que se disputan las competiciones deportivas, mientras que la Olimpiada es el espacio de tiempo que hay entre unos Juegos y los siguientes. Este periodo es de cuatro años, como quedó establecido en la Carta Olímpica moderna de 1896 en imitación de lo que antes de Cristo se hubo establecido en la Antigua Grecia.
Y es conveniente resaltar este detalle. Los Juegos Olímpicos se celebran cada cuatro años. Si por causa de fuerza mayor no se pueden disputar, ni se retrasan ni se posponen. Lo propio es saltar hasta la siguiente fecha estableciéndose una Olimpiada de ocho años. De hecho, y tal como veremos ahora, los Juegos de Berlín de 1916 son oficialmente los Juegos de la VI Olimpiada a pesar de que nunca se celebraron. La V Olimpiada fue en Estocolmo en 1912 y la VII Olimpiada en Amberes en 1920. Pero a efectos oficiales los Juegos Olímpicos de Berlín de 1916 constan en los registros olímpicos aunque nunca se celebrasen.
Digo esto porque la celebración de la XXXII Olimpiada en 2021 atenta contra los principios olímpicos. Se podía haber retrasado los Juegos de Tokio a finales de 2020, pero cambiarlos de año va en contra de la tradición, el espíritu y las reglas.
Pero ya sabemos que el dinero hace tiempo que es el aro más grande de la bandera olímpica.
El caso es que los primeros Juegos Olímpicos que se tuvieron que cancelar fueron los de Berlín 1916. Durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 1912 organizados en Estocolmo, los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) se reunieron para dirimir la ciudad sede de los de 1916. Las urbes candidatas eran las europeas Ámsterdam, Berlín, Bruselas y Budapest; la norteamericana Cleveland y la africana Alejandría.
Desde tan temprana fecha como 1904 Alemania ya había empezado a postularse como anfitrión de los Juegos Olímpicos. Durante el siglo XIX los germanos fueron los más firmes defensores de la práctica de la gimnasia por parte de los escolares, así como de la introducción de los deportes dentro del ejército. Si en Inglaterra se crearon las reglas y se impulsó el deporte federativo, Alemania era la cuna de la gimnasia y la higiene como forma de crear una juventud más sana y robusta. Así pues, Berlín ya había propuesto organizar los Juegos de 1912, pero finalmente el COI designo a Estocolmo como sede. Que Berlín fuese la ciudad elegida para organizar los Juegos Olímpicos de 1916 era ‘vox populi’.
Apenas un mes después de la elección de Berlín como ciudad olímpica comenzaron las obras para la construcción del estadio olímpico. Su diseño fue encargado a Otto March, un influyente arquitecto alemán que no pudo ver acabado su proyecto ya que falleció escasos meses antes del fin de las obras.
El estadio fue bautizado como ‘Deutsches Stadion’, mismo nombre que escogerían los nazis para el fastuoso escenario de sus mítines celebrados en Núremberg años más tarde. El lugar seleccionado fue un parque al noroeste de Berlín donde ya existía un hipódromo. El modelo de March replicaba al White City Stadium de Londres que había acogido los JJ.OO. de 1908. Constaba de un espectacular estadio rodeado de pista de atletismo con un velódromo en su exterior. Junto al estadio también se levantó una piscina adornada por numerosas estatuas neoclásicas. El estadio olímpico, con capacidad para 33.000 espectadores, fue inaugurado el 8 de junio de 1913 junto a la modernísima estación de metro que se encontraba a su entrada. El acto fue un apogeo a la cultura gimnástica alemana con la presencia de cerca de 10.000 deportistas.
A mediados de junio de 1914, apenas un par de semanas antes del estallido de la I Guerra Mundial, tuvo lugar un ensayo olímpico en Berlín a modo de campeonato nacional que iba a determinar que deportistas teutones participarían en los JJ.OO. de 1916. En ese ensayo se utilizó una bandera blanca en la que estaban dibujados cinco aros. Había sido diseñada personalmente por Pierre de Coubertin, presidente del COI, y sería para siempre el símbolo de los Juegos Olímpicos. Representa los cinco continentes a través de los cinco aros entrelazados. Europa (azul), Asia (amarillo), África (negro), Oceanía (verde) y América (rojo).
Todo iba viento en popa hasta que poco más de un mes después un serbio de nombre Gavrilo Princep asesinaba a sangre fría a Francisco Fernando, heredero de la corona austrohúngara, en nombre del nacionalismo serbio. Esto fue la espita para que a través de un complejo sistema de alianzas estallase una guerra europea que pronto se iba a convertir en mundial.
Fue una guerra en cierto modo esperada y en cierto modo deseada. Todas las grandes naciones europeas llevaban años implementando en sus ejércitos nuevas armas nacidas de la fogosa industrialización. Aunque las tácticas militares en 1914 aún obedecían a patrones napoleónicos, los avances en artillería, comunicaciones, vehículos o armas ligeras hacían pensar a cada una de las potencias que resultarían vencedoras tras apenas unos meses de batalla.
Nadie se planteó cancelar los Juegos. La guerra comenzó en agosto de 1914 y era de locos pensar que el conflicto continuaría en el verano de 1916.
Duraría hasta noviembre de 1918.
Las esperadas nuevas tecnologías lo que hicieron fue llevar a la guerra a una nueva dimensión. El honor y la lucha cuerpo a cuerpo, que desde la guerra civil americana ya estaba dando visos de desaparecer, pasó a mejor vida durante la I Guerra Mundial. La carnicería que las ametralladoras, los obuses o los morteros causaron en los soldados convirtió lo que iba a ser una guerra rápida en un sin sentido. Los hombres esperaban en un foso rodeado de alambre de espino y cavado bajo una mugre de barro y ratas, la orden de un descerebrado para correr campo abierto camino de la parca.
En 1915 la guerra de trincheras era una realidad y que la guerra fuese a acabar rápidamente era una utopía. Pierre de Coubertin comienza a dar pasos para salvaguardar el movimiento olímpico. En primer lugar decide trasladar la sede del COI de Paris a la neutral ciudad suiza de Lausana, donde aún permanece a día de hoy. En segundo lugar los miembros del COI plantean que dado que Suecia es neutral, Estocolmo repita como sede aprovechando las instalaciones de 1912. Otros miembros del COI votan por llevar los Juegos a Sudamérica.
El problema es que Gran Bretaña exige que de disputarse los Juegos Olímpicos se excluya de los mismos tanto al Imperio Austrohúngaro como a Alemania, al considerar a ambos países causantes de la guerra. Obviamente las potencias centrales rechazan la idea y mantienen que los Juegos o se disputan en Berlín o no se celebran. Pero el principal problema es que la gran mayoría de los futuribles deportistas olímpicos o están en el frente o hace tiempo que la muerte se los llevó consigo.
Coubertin aún aguantará unos meses con los diferentes planes de contingencia sobre la mesa, hasta que en enero de 1916 los Juegos de la VI Olimpiada de Berlín 1916 son oficialmente cancelados. “Hoy, como en la antigüedad, una Olimpiada podrá no celebrarse si circunstancias imprevistas vinieran a oponerse, pero no se puede cambiar ni el orden ni el número”; comunica el mandamás del COI.
Palabras de 1916 que no han sido recordadas en 2020.
El COI no se volvería a reunir hasta 1919 cuando se decidió que la ciudad belga de Amberes organizase los de 1920, principalmente porque era el único gran puerto europeo que se mantenía en pie. En ningún momento se planteó que Berlín organizase los Juegos de 1920. Primeramente porque Alemania estaba en clima prerevolucionario y el hambre era común a la mayoría de sus ciudadanos. Pero también porque Alemania fue considerada por los vencedores culpable de la guerra y fue sometida a unas draconianas medidas económicas. Se le expulsó de la mayoría de los organismos internacionales, incluyendo los JJ.OO. de 1920 y los de 1924.
El ‘Deutsches Stadion’ fue usado como hospital militar durante la I Guerra Mundial. Al volver la normalidad se recuperó su uso deportivo y pasó a ser sede habitual de los partidos de fútbol de la selección alemana y de la final copera. También fue lugar de mítines políticos o de récords del mundo de atletismo, que llegaron a acumular hasta 64.000 espectadores después de una ampliación del aforo.
Y algo aún más importante tendría lugar en el complejo olímpico. En las oficinas del ‘Deutsches Stadion’ el profesor Carl Diem inauguró en los años 20 la primera escuela de investigación deportiva del mundo. Diem, responsable de la organización de los JJ.OO. de 1916 y de 1936, fue el primer estudioso de las ciencias del deporte. Corredor de larga distancia, entrenador, directivo y creador de la tradición de la antorcha olímpica, ha sido rehabilitado hoy como el padre de la historiografía deportiva a pesar de su conexión con los nazis.
Berlín 1916 iba a ser también la primera vez que el COI iba a organizar un sucedáneo de Juegos Olímpicos de Invierno. Se pretendía realizar una semana invernal en la que el patinaje, el esquí y el hockey sobre hielo estuviesen presentes. No pudo ser, y hubo que esperar hasta 1924 para ver la primera edición con deportes invernales.
Finalmente fue en 1931 cuando Berlín superó a Barcelona y fue elegida sede de los Juegos Olímpicos de 1936, exactamente veinte años después de cuando se tenían que haber celebrado. La idea del gobierno alemán era retocar el ‘Deutsches Stadion’ y no excederse en el gasto en medio del clima de recesión mundial que se vivía en aquel momento.
Pero en 1933 el Partido Nacionalsocialista alcanzó el poder y Joseph Goebbels, ministro de Propaganda, decidió usar unos Juegos Olímpicos, que en principio no le interesaban, en beneficio de los nazis. En 1934 se decretó la demolición del ‘Deutsches Stadion’ y la construcción de un gran complejo olímpico que iba a estar coronado por el nuevo e imponente ‘Olympiastadion’. Se designó que Werner y Walter, hijos de Otto March y también arquitectos, diseñasen el ‘Olympiastadion’ de 1936 en el que los alemanes iban a demostrar al mundo que la raza aria era superior.
Pero esta era la historia de Berlín 1916. La historia de Berlín 1936 es otra historia.