Reyes de la noche (1ª parte)
¿García o De La Morena? ¿Y tú de quién eres? No era pregunta extraña en la España de los 90. No eran políticos, no eran futbolistas, no eran estrellas del papel couché, no eran intelectuales (ojalá), no eran cantantes ni tampoco eran políticos. Y en el fondo eran todo eso y más. Eran dos de los hombres más influyentes del país, hacedores de opinión, fedatarios de la realidad.
José María García llega a la Sociedad Española de Radiodifusión (SER) a finales de los 70 tras una destacada trayectoria que se inició en el diario Pueblo y que dio paso a Televisión Española (TVE). Las peripecias de García dan para escribir una enciclopedia, pero para el caso que nos ocupa lo que interesa es saber que García se pone a dirigir una sección deportiva a las 00.00 horas, una franja intempestiva, que gracias a su genio crece en audiencia y en duración. Su éxito se basa en que García es una mosca cojonera crítica con el poder y lo hace a través de un lenguaje directo y cautivador en el que abundan el uso de coletillas como su icónico “buenas noches, saludos cordiales”. Ese periodista indomable, pronto se convierte en una estrella que pasa por encima del propio medio.
Esa lucha contra el poder lo lleva a un enfrentamiento directo con el ministro Pio Cabanillas al que García tacha continuamente de payaso y mentiroso. Fontán. director de la SER (cuyo 25% era propiedad del Estado) le solicita una rectificación, a lo que García responde con un silencio absoluto en su programa para finalizarlo con un: “del señor Cabanillas ni pio”. El cese es fulminante. No tarda en encontrar trabajo. En ese mismo instante Martín Ferrand decide poner en marcha Antena 3 Radio. Antonio Herrero, Encarna Sánchez y José María García serán las caras visibles del nuevo proyecto. En mayo del 82 echa a rodar esa nueva emisora de la que García es el buque insignia con un grupo de periodistas deportivos entre los que destacan Javier Ares, Gaspar Rosety, Paco García Caridad, Cristina Gallo, Pipi Estrada o Andrés Montes.
La primera gran cobertura de García es el Mundial del 82, pero lo será en secreto. Antena 3 Radio emite en Frecuencia Modulada (FM) ante la ausencia de postes repetidores en Onda Media (OM). Por entonces los transistores en FM eran escasos y salvo en las grandes ciudades García y compañía son anónimos. Pero en apenas un par de años el fenómeno García revienta España. Escuchar a García se convierte en un acto de culto y tener una radio con FM lo más de lo más. Sintonizar Antena 3 se vuelve algo contracultural, algo prohibido que fascina a jóvenes y mayores.
García convierte su programa de medianoche en un fenómeno social. La sintonía de ‘Supergarcía’, una canción de amor de Simple Minds escogida por él mismo, se convierte en historia viva de la radio. No fue el caso de la elección del nombre del programa que fue impuesto por Martín Ferrand, dueño de Antena 3 Radio, sabiendo que el tirón de García era imparable. Por su puesto, el ‘Butano’ no puso objeción alguna a aquel aumento desmesurado de su ego.
José María García consigue arrastrar a mediados de los 80 una audiencia más allá de la medianoche que supera de largo el millón y medio de oyentes. Una barbaridad. Su tono crítico e incisivo hace que el pueblo lo adore y los temerosos le teman. García era un personaje público, quizás el periodista español más famoso de todos los tiempos. A finales de los 80 cobraba unos seis millones de euros anuales. Pero no era el dinero, sino el poder lo que lo hacía temible. Se suele decir que el poder de un periodista se mide en función de quien te coja el teléfono. En el despacho de García se han firmado contratos de futbolistas y se han reunido ministros. A García se le cuadraba hasta el Rey.
Por entonces la SER estaba sumida en la depresión. Contaba con el doble de emisoras que A3 Radio pero había tirado la toalla y tras la marcha de García dejó de hacer el programa deportivo de la medianoche. Se mantenía el del mediodía y el de la media tarde que conducían indistintamente los jóvenes Paco González y José Ramón de La Morena. Por allí también estaban Manolo Lama, José Joaquín Brotons o Roberto Gómez. Corría el año 1988 cuando, desesperada, la SER contrató como jefe de deportes a Alfredo Relaño, hasta entonces en El País.
A Relaño le gusta el estilo de De La Morena. Su lenguaje de pueblo, sus historias personales y, esencialmente, las entrevistas intimistas en las que se habla poco o nada con el deportista. Relaño le propone dejar el mediodía para intentarlo por la noche. De La Morena acepta sin demasiado convencimiento, pero con la idea de pasárselo bien mientras pueda. Ese estilo desenfadado y personalista es completamente distinto al crítico e íntimo de García. Pero funciona. Lo diferente primero se instala, y luego, si es bueno, funciona.
En septiembre de 1989 echó a andar ‘El Larguero’, nombre escogido entre Relaño y De La Morena en un juego de palabras entre largar por hablar y que hay que pasar por debajo del larguero para meterle un gol a la competencia. La sintonía fue un empeño personal de De La Morena que no gustó a nadie, salvo al dueño de la SER, quien fue el que dio el visto bueno ante la incredulidad de los demás.
‘El Larguero’ funciona con celeridad. Es un programa coral en el que De La Morena dirige, pero delega. García podía echarse hora y media hablando él sólo sin dar paso a ningún compañero. De La Morena conecta con la audiencia, en especial con los jóvenes, con cierto aire de paleto e ignorante, con entrevistas muy personales y negando la importancia de su programa. Se hacen famosas sus intervenciones en las que anima a la audiencia a retozar con la pareja y luego, si hay tiempo, pues ya encenderán el transistor.
García pronto se pone a la defensiva y comienzan los improperios al uno y al otro lado. Con la mitad de emisoras que la SER, García decide dirigirse a su antigua cadena como el “Imperio del monopolio” y a su nuevo rival como “un muchacho imberbe”. De La Morena acusa a García de “mafioso” y de “millonario”. Es la punta del iceberg. Con el paso de los años el tono subirá hasta niveles insospechados al punto de que uno acuse al otro “de ser un vizconde al le gustan los toros, pero mucho más los toreros” (lo tilda de bizco y gay) a lo que el interpelado contestará “que por mucho que me gusten los toros por lo menos no me acuesto con una vaca” (llama gorda a su mujer).
Pero De La Morena todavía no tiene tanto poder y se pasa de frenada. En el verano de 1990 se enciende y arremete contra empresarios y medios por permitir que García cobre seis millones de euros al año. La SER, por convicción o por obligación, decide suspenderlo durante un año de empleo y sueldo y su lugar como sereno del deporte es ocupado provisionalmente por Paco González. El cambio no funciona y en septiembre de 1991 De La Morena vuelve con más ganas y con más autoridad que nunca.
La versión oficial sostiene que el ‘casus belli’ llega en una entrevista que García concede a la revista Tiempo en junio de 1990 en la que se refiere a De la Morena como “un muchachuelo que llegó a la SER para intentar tirarme”. En respuesta, De la Morena estalla, le dedica varios minutos de descalificativos en ‘El Larguero’ y por primera vez la opinión pública se hace eco del enfrentamiento. Lo cierto es que las hostilidades entre García y Prisa (García siempre consideró que su rival eran Prisa y el Gobierno, no De la Morena) ya venían larvadas en otros episodios.
Un mes antes, en mayo, Alfredo Relaño y García casi acaban a tortas durante una etapa asturiana de la Vuelta. Tuvieron un encontronazo a la salida del Hotel Reconquista, en Oviedo, y Relaño golpeó sin querer el cigarro que García llevaba en la boca, provocando una lluvia, literal y figurada, de chispas sobre la camisa del rey de las ondas. Entre los compañeros se propagó el rumor de que Relaño había puesto en su sitio de un bofetón a García: “Fue más un toque sin querer que una hostia. Yo me agobié. Pensaba que García montaría el pollo en su programa (aunque no lo hizo), y pedí a mis compañeros perfil bajo, pero ellos me animaban y me invitaron a champán”, recordaba años después Relaño. Hubo otros dos incidentes ese verano que emponzoñaron la relación entre García y De la Morena. El primero incluye la polarización del Real Madrid y la Operación Nécora contra el narcotráfico de Baltasar Garzón. Hasta ese momento, Ramón Mendoza estaba en el bando de los equidistantes, en tanto que atendía a las dos emisoras: por un lado, era amigo de García y no olvidaba que sin su apoyo no habría ganado las elecciones del Real Madrid, pero por el otro tenía una silla en el consejo de Prisa desde 1985 y le debía cierta lealtad a Polanco. Sucede que, entre los detenidos de la Nécora, en junio del 90, está Carlos Goyanes, íntimo y socio de García y directivo del Real Madrid. García abogará sobre su inocencia en antena (de hecho, Goyanes será absuelto) y exige a Mendoza que no lo cese. El jefe del Real Madrid decide no hacerle caso y García le pondrá la cruz de por vida. García hará lo mismo con el Madrid, aun siendo él aficionado blanco de cuna.
Pero la gota que colma el vaso llega en el Mundial de Italia 90. Luis Suárez, seleccionador español, firma un acuerdo económico para entrar todos los días en la SER y dar unos apuntes sobre como avanza la competición. García, amigo de Suárez (tenía más contactos que el Papa) revienta en directo y acusa a Suárez de haber vendido a la selección “por un plato de lentejas”. De La Morena responde asegurando que García está comprado por los poderes fácticos y que es un periodista a sueldo de los poderosos.
Eso es demasiado para De La Morena. Aun no es nadie. El director de la SER era, con todo, amigo de García. González, Lama y compañía aún no tenían pedigrí y Pepe Domingo Castaño, el otro que por allí andaba, era un hombre de radio, divertido, que quería de todo menos gresca. José María García tenía más poder que todos juntos.
Por ahora.
Así, como hemos dicho, De La Morena es apartado durante unos meses de la primera línea de la radio para volver con la temporada futbolística de 1991. No era una vuelta más. Era un golpe empresarial de proporciones bíblicas. En aquel 1991 Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno, se ve obligado a dimitir por un caso de corrupción y por vez primera en una década el Felipismo hace aguas. Acosado por la derecha política y mediática, el Gobierno ordena a sus medios afines apretar las clavijas al rival. De La Morena, quien había sido suspendido por atizar a García, vuelve a los micrófonos con el objetivo de derrumbarlo. Para ello Prisa lanza toda su maquinaría contra A3 Radio, la cual, en la primera ola del EGM de 1992 superará a la Cadena SER, hecho irrepetible en la historia de la radio española. Los oyentes españoles se habían tirado a la derecha tras década y media de oda al socialismo.
Mismamente, con el beneplácito del gobierno socialista, en la primavera de 1992 el grupo Prisa compra A3 Radio finiquitando a base de dinero a la competencia. Años después la operación acabará siendo declarada ilegal por el Tribunal Supremo, pero la realidad del momento es que A3 Radio deja de ser independiente. Como tantos otros García deja la cadena “por falta de credibilidad”, por lo que no podrá cubrir los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, hecho que considera el disgusto profesional más grande de su vida.
Tras un verano en el que la SER recupera el olimpo (A3 Radio desaparecerá apenas un par de años más tarde absorbida y descuartizada por el conglomerado de Prisa), el 14 de septiembre de 1992 José María García retorna a las ondas bajo el paraguas de la Cadena COPE (Cadena de Ondas Populares Españolas). La emisora de la Conferencia Episcopal se encontraba entonces en quiebra técnica, pero pronto García retornará esa realidad. ‘Supergarcía’ comenzara aquel primer programa con una entrevista a Diego Armando Maradona. Más que una entrevista fue una felación, pero no del periodista al entrevistado, sino del entrevistado al periodista.
El poder de García estaba intacto.
¿Hasta cuándo?
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