El draft de Kobe Bryant
Verano de 1996. East Rutherford. Quincuagésima cuarta edición del Draft de la NBA. Con el fin de garantizar una liga competitiva, evitando grandes desequilibrios entre los equipos participantes, en 1947 se introdujo en la NBA el sistema de draft. Cada verano, los equipos, en orden de peor a mejor clasificación (con ciertos matices que no vienen al caso), elegirían a los jugadores interesados en entrar en la NBA. La tradición dicta que los designados procedan del sistema universitario norteamericano, pero, desde finales de los 90 el draft, progresivamente, se ha abierto al mercado internacional.
Ese año el mejor jugador elegible en el draft era un chico de 17 años. Su nombre era Kobe Bean Bryant.
La norma dictaba que todo jugador que se presentase al draft debía haber acudido a la universidad o haber contado con contrato profesional fuera de Estados Unidos. Mas en 1995 se abolió esa norma permitiendo que las estrellas de instituto saltasen directamente al draft de la NBA. Minnesotta Timberwolves había apostado por un tal Kevin Garnett en el puesto número 5 y el resultado había sido discreto, pero también prometedor. Solo en el tramo final de esa primera temporada se llegó a vislumbrar lo que Garnett podía llegar a ser.
Así que el dictamen de los expertos era claro. Esos chicos eran potenciales estrellas, pero tardarían años en desarrollar ese potencial. Los dueños de los clubes tenían miedo de elegir a un jugador tan joven solo para dedicarle años de maduración y cuidados con el riesgo de que se marchara después, en cuanto fuera agente libre y justo cuando estuviera alcanzando su primer pico de máximo rendimiento. Eran hipotecas a medio y largo plazo. Y en el deporte profesional solo existe el corto plazo. La NBA era lugar para hombres curtidos, formados y musculosos. Y mucho más en los 90 donde el baloncesto ultradefensivo era el predominante. No. No era lugar para chavales que aún no tienen permiso para beber una cerveza.
Kobe Bryant era fantástico. Un extraordinario escolta con un irrefrenable deseo de ganar. Pero era un saco de huesos con muelles en los pies. Si alguna franquicia quisiese apostar por un ‘wonder boy’ lo haría por uno alto y engreído, capaz de hacerse fuerte en la zona y dominarla con su cuerpo. Garnett cumplía de largo con esa definición. Moses Malone lo había hecho ganando tres MVP de la NBA. Malone, una fuerza de la naturaleza de 206 centímetros, había renunciado a ir a la universidad en 1974 y, tras dos años de profesional en la ABA, había entrado en la NBA por la puerta grande en 1976 erigiéndose en buque insignia de los Houston Rockets. Pero Malone, al igual que Kevin Garnett, eran pívots. Y Kobe era un escolta.
En ese torbellino habitual de juegos psicológicos que es el draft todos los ojeadores admitían que el mejor era Bryant. Y no sólo era el talento. Había algo más. Para acceder a la División I de la NCAA se requerían unas notas de elegibilidad académica que muchos no tenían. Es cierto que se hacían trampas, pero ni las universidades más permisivas podían ocultar lo imposible. Así que muchos jugadores se iban a Europa durante un año a ganar dinero antes de presentarse al draft de la NBA. Garnett, horripilante estudiante, había roto con ese modelo de acción y no le había ido del todo mal.
No era el caso de Bryant. Kobe era un estudiante modélico, pero no quería ir a la universidad. Sencillamente su objetivo, su único objetivo, era la NBA. No sólo era un voraz anotador, Kobe era inteligente y competitivo, con soberana capacidad de concentración, con la expresa idea de ser el mejor, un ego desmedido y, en tiempos de ropas anchas y cadenas de oro, vestía siempre con traje y corbata. No sólo impresionó a los ojeadores, también a los psicólogos.
Pero tenía 17 años. 17 malditos años. Todas las franquicias admiran sus condiciones, no obstante tan sólo tres están interesadas en contratarlo.
La primera es Philadelphia 76rs. Kobe Bryant es de Philadelphia. Había abandonado el instituto Lower Merion como el máximo anotador de su historia superando a Wilt Chamberlain y había sido escogido en el quinteto ideal sub-18 de Estados Unidos. Además, Joe Bryant, padre de Kobe, había tenido una sólida carrera como suplente en los 76rs. Kobe era el ídolo local y la elección se tornaba en lógica. Sin embargo, los 76rs contaban con la primera elección del draft y sería un suicidio dársela a un chaval de 17 años. La elección lógica era la de Allen Iverson, estrella de la Universidad de Georgetown, capaz de masacrar al rival a golpe de fintas y canastas o de sofocarlo con defensas extenuantes. Era un proyecto hecho y derecho.
El siguiente en la lista son los New Jersey Nets. Tienen la elección número 8 y buscan un jugador exterior. Kobe Bryant encaja con el modelo. Además, los Nets pertenecen al gran mercado de la ciudad de Nueva York, la cual es urbe relativamente cerca de Philadelphia, por lo que los padres de Bryant aplauden con las orejas la idea. Sin embargo, los Nets cuentan con nuevo entrenador. Se trata de John Calipari, afamado técnico universitario, que afronta su primera aventura profesional en la NBA. A Calipari le gusta Bryant, pero sabe que tiene que ganar desde el primer día. Tiene dudas sobre el tiempo que necesitará para que Kobe pase al siguiente nivel.
El otro equipo interesado es Los Ángeles Lakers. Su director deportivo entonces es Jerry West, logo de la liga y quizás el mejor escolta de la historia de la NBA hasta la aparición de Michael Jordan. West decide montar un entrenamiento secreto en Los Ángeles para Bryant. Será un uno contra uno. Cita a Michael Cooper, fenomenal defensor ya retirado de los Lakers que acaba de cumplir 40 años. Bryant lo humilla y West lo tiene claro. “Es mejor jugador que cualquiera de los que tenemos actualmente en la plantilla”. Los Lakers irán a por Kobe Bryant.
El problema es que los Lakers no tienen una elección alta en el draft. No escogen hasta el puesto 24º y es harto complicado que Bryant caiga a cifra tan baja. Es seguro que los Nets (8º) lo escogerán, pero si los de New Jersey se echasen atrás, había más candidatos. Los Sacramento Kings (14º) y los Phoenix Suns (15º) buscan jugadores exteriores y no tienen urgencia por ganar. Si Bryant está a tiro, lo escogerán. Y mucho más cuando escuchen que el gran Jerry West apuesta por Kobe. Las dudas de los Nets y de Calipari desaparecerán cuando el gran tótem de los Lakers de su visto bueno al prometedor adolescente.
Para enrevesar más el asunto, Kobe Bryant necesitaba imperiosamente ser seleccionado entre los quince primeros del draft de la NBA. Arn Tellem, su agente deportivo, había negociado un fabuloso acuerdo de patrocinio de un millón de dólares con Adidas que sólo se haría válido si Bryant estaba entre los quince mejores. Joe y Kobe Bryant se habían lanzado a un precipicio sin red. Al padre le habían ofrecido el cargo de entrenador asistente de la Universidad de La Salle sólo para captar a su hijo. Rechazarlo significaba también perder su puesto de trabajo. Duke, North Carolina o UCLA también cortejaron a Kobe, pero fue en vano. No habría carrera universitaria. Pero el plan, el atajo para ir a la NBA, dependía de ser elegido entre los quince primeros.
Si los Lakers quieren a Kobe Bryant tendrán que hacer magia.
Llega así la noche del draft. El talento presente es tremendo. No en vano el paso del tiempo lo dictará como uno de los mejores drafts de la historia. Como está cantado en el primer puesto Philadelphia escoge a Allen Iverson. Los siguientes puestos también son secretos a voces y son para jugadores que acabaran siendo campeones de la NBA (Ray Allen y Antoine Walker), All-Stars (Stephon Marbury y Abdur-Rahim) y también un mejor defensor de la temporada (Marcus Camby).
La séptima posición del draft es para Los Ángeles Clippers, el segundo equipo de la ciudad californiana.
Los Ángeles. Y aquí conviene hacer un inciso.
Arn Tellem, el agente del joven Bryant, tiene un acuerdo con Sonny Vaccaro. ¿Quién es Vaccaro? El hombre que en nombre de Nike había convertido a Michael Jordan en una mina de oro. Vaccaro acababa de lanzarle un órdago a Nike en forma de subida de sueldo y, rechazado, se había ofrecido a Adidas. Y Vaccaro sabía que su Jordan era Kobe. El Jordan de Adidas. Vaccaro era consciente de que no bastaba con meter canastas, había que vender, vender y vender. Y no existe mejor mercado para el capitalismo que California. Tellem y Vaccaro lo tienen claro. Kobe Bryant tiene que irse a Los Ángeles.
Pero no. Los Clippers prefieren ir a lo seguro. Son el eterno perdedor de la NBA y la mofa del resto de equipos. Podrían echarle bemoles y romper el mercado, pero el miedo es mucho mayor. No van a elegir a un chaval de 17 años y convertirse en el hazmerreír del mundillo. Y Kobe opina lo mismo. Él es un ganador y no piensa irse a un equipo perdedor.
Así que los Clippers seleccionan a Lorenzo Wright, un correcto pívot de 2’11 que hará una consistente pero discreta carrera en la NBA.
Llega la elección número 8.
El draft de la NBA tiene su aquel. En las primeras elecciones, entre una y la otra, hay un receso de tiempo. Y mientras hay llamadas. Muchas llamadas. Que yo te cambio mi puesto por esto y lo otro. Que yo te vendo a fulanito si tú me dejas elegir a menganito. Es en el último momento cuando el director deportivo del equipo llama al comisionado de la NBA para decirle el nombre del escogido. Hasta entonces muchas cosas pueden suceder.
La mañana del draft tiene lugar una última sesión de contacto con los jugadores. Unas postreras impresiones. Esa mañana Kobe Bryant rechazó reunirse con los representantes de los New Jersey Nets. También con los de Sacramento Kings y con los de Charlotte Hornets. Esa mañana Sonny Vaccaro llamó a Calipari y la amenaza fue clara: “Tengo un acuerdo con los Lakers, si tú y tu equipo lo estropeáis, lo lamentaréis”.
Y hubo algo más. Arn Tellem y David Falk eran los representantes del momento. ¿Quién era David Falk? El representante de más de 100 jugadores…entre ellos Michael Jordan. Falk llevaba los asuntos de Kerry Kittles, un escolta de la universidad de Villanova, área cercana a Nueva Jersey, y donde Kittles quería jugar a toda costa. Kittles era un gran escolta, mejor en esos momentos que Bryant (luego, años después, diría que había compartido entrenamientos con Kobe aquel verano y que si él hubiese sido el dueño de una franquicia habría apostado por Bryant sin dudarlo) por lo que era una buena elección. Falk usó su poder de convicción (o sus dotes de mafioso, como ustedes prefieran enfocarlo) para advertir a los Nets de que, en caso de no escoger a Kittles, se olvidasen de seguir haciendo asuntos con sus negociados.
Llegamos entonces al momento de la elección. Se produce entonces una llamada. Los Lakers ofrecen el traspaso de Vlade Divac, su entonces pívot titular, a cambio de los derechos de la elección de los Nets. Los Nets rechazan el acuerdo. No se van a desprender de su número 8. Ellos necesitan un escolta. Pero todas las tácticas intimidatorias surten efecto.
Los New Jersey Nets escogen a Kerry Kittles con el número 8 del draft de la NBA de 1996. Será titular en las dos finales de la NBA que los Nets jugarán y perderán en 2002 y 2003. Una de ellas contra los Lakers. En aquella final Kittles promedió 12’1 puntos. Kobe Bryant 26’6 dianas. Kittles se retiró en 2005. El año de su retirada Bryant anotó 27’6 puntos por partido. Aun jugaría once campañas más.
Llega entonces el momento de tomar decisiones erróneas. Las siguientes franquicias solo buscan pívots. Y lo que hay no es gran cosa. Samaki Walker, Erick Dampier, Todd Fuller y Vitaly Potapenko. Cuatro jugadores prescindibles de la mente de cualquier persona sea o no sea aficionado al baloncesto. Llegamos pues a la elección número 13. Pertenece a Charlotte Hornets.
Los Hornets también quieren un pívot. Y no hay mucho donde escoger. Y ahí es donde Jerry West debe hacer magia. Hace el mismo ofrecimiento que le había hecho a los Nets. Sacrifica a su pívot titular a cambio de la elección número 13. Su objetivo es evitar que se llegue a la siguiente elección, la número 14, la de los Sacramento Kings, porque los Kings sí que quieren a Kobe Bryant.
Los Hornets aceptan. Y no es mala decisión. Divac forma parte del estrellato de la NBA. Es uno de los primeros jugadores europeos en triunfar al otro lado del Atlántico. Los Hornets pasarán de no clasificarse para playoffs a sumar 54 victorias y plantarle cara a Knicks y Bulls en la lucha por el título. Pero eso se sabrá después. Divac amenazará con volver a Europa si se consuma su traspaso a los Hornets, aunque al final acabará dando su brazo a torcer. En 1998 firmará por los Kings donde se convertirá en leyenda junto a su compatriota Peja Stojakovic, escolta escogido en el puesto 14, justo después de Kobe Bryant, en el draft de 1996.
Así pues, los Charlotte Hornets seleccionan a Kobe Bryant con el número 13 del draft de la NBA de 1996. Bryant se hace la foto con la gorra de los Hornets e inmediatamente después se venden sus derechos y se convierte en jugador de Los Ángeles Lakers.
Como Ray Allen o Antoine Walker, Peja Stojakovic también fue campeón de la NBA. Steve Nash (dos veces MVP), Jermaine O’Neal o Zydrunas Ilgauskas fueron los otros jugadores que fueron All-Stars. Junto a los de 1984 y 2003, el draft de 1996 forma parte del pódium de las mejores camadas de baloncestistas de todos los tiempos. Todos los citados fueron grandes jugadores, pero ninguno alcanzó ni por asomo los éxitos y el legado de Kobe Bryant, campeón de la NBA cinco veces con los Lakers, MVP de la NBA y 18 veces All-Star.
“No te lo vas a creer, Jerry, pero te he conseguido al mejor jugador de este draft”. Jerry West en conversación con Jerry Buss (propietario de los Lakers) tras hacerse con los derechos de Kobe Bryant.
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