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Origen, evolución y explosión del lanzamiento exterior (2ª parte)

Cuando la década de 1990 hace su aparición los triples ya forman parte de la mecánica del juego. Son años de baloncesto ultradefensivo, tráfico en las zonas y tediosos encuentros al límite de la posesión. Pero del mismo modo es un tiempo donde el triplista adquiere categoría de especialista y se le considera indispensable en cualquier conjunto que aspire a lo más alto.

Reggie Miller (1987-2005) será el arquetipo del ‘clutcher’, ese jugador indefectible en los finales de partido y el encargado de llevar a su equipo a la gloria o al desastre. Jordan o Petrovic también son ‘clutch players’, pero lo que hace a Miller especial es que todos sus lanzamientos sobre la bocina son más allá de la línea de tres puntos. La repercusión de Reggie Miller en los escenarios de mayor temperatura lo convierte en una leyenda atemporal que obliga a un visionado continuo de sus mejores jugadas y a encender la televisión aun sabiendo que la derrota es inminente, porque con él en la pista todo se antoja posible. Quizás no es el mejor tirador, pero si es el que hasta la aparición de Stephen Curry acumuló más actuaciones descomunales en momentos cumbres.

Para entonces, además de grandes tiradores que acumulan puntos y más puntos con lanzamientos de tres, ya hay jugadores que apenas suman 9 o 10 tantos por encuentro, pero son todos triples y todos en momentos decisivos. El más representativo es Steve Kerr, un jugador muy secundario en los Bulls de Jordan, pero que llegará a sumar un 52% en triples con alta frecuencia en el último cuarto de los partidos. Seguidores de Kerr serán Korver, J.J. Redick o el último Peja Stojakovic, que a pesar de una gravísima lesión de espalda conseguirá alargar años su carrera instalándose en una esquina del parqué y martilleando el aro rival.

El Stojakovic primigenio, como Allen de inicio a fin, representan al tirador perfecto. Quizás la mecánica de Jerry West y de Ray Allen (1996-2014) sea idéntica, pero lo que hace de este último excepcional – 40 años más tarde – es la velocidad de ejecución, lo que minimiza el éxito de las ayudas defensivas. Es abismal la diferencia de los tiradores actuales con los de antaño si nos centramos en la rapidez al armar el tiro y al soltar el balón.

Los Suns de Nash (1996-2015) cambian el ecosistema establecido. Lo que había sido un recurso pasó a ser una virtud. El tiro de tres puntos se convirtió en una exigencia. Los equipos más fuertes pasan a ser los que tienen más artillería y dejan arrinconados a los pívots. Los jugadores grandes son importantes por su movilidad y su amenaza exterior y los pequeños por la rapidez de la ejecución y por ser capaces de lanzar tanto por sí mismos (Klay Thompson) como tras liberarse tras un bloqueo (J.R. Smith). La intimidación y los hombros 4×4 han dejado de ser atributos indispensables de la defensa a cambio de la movilidad y la rapidez de piernas. Del mejor ataque es una buena defensa se ha pasado al mejor ataque es un buen ataque y la mejor defensa un mejor ataque. En los Warriors dos ‘pequeños’ de menos de dos metros como Draymond Green y André Iguodala funcionaban como una batería antiaérea capaz de tapar mil agujeros. De igual modo P.J. Tucker, un jugador de escaso talento e interés, es uno de los jugadores más demandados por la élite por su capacidad de cambiar de defensor.

En la NBA no se defiende, pero porque es imposible defender. Se ha pasado de buscar grandes cuerpos y largos brazos para la defensa a ir en la búsqueda de piernas cortas de excelente desplazamiento lateral que no caigan en el desaliento. El prototipo de jugador actual es un ser anfibio, capaz de hacer todo, desde proteger el aro a lanzar con éxito desde el parking.

Draymond Green Downplays Al Horford's, Derrick White's 3-Point Shooting
Green, base y pívot 2 en 1

Esa forma de jugar rápida y en la búsqueda constante del lanzamiento tiene su origen en 2004. Cuando a finales de los 80 los Pistons finiquitaron primero al perfecto juego coral de los Celtics de Bird y luego la excelencia ofensiva de los Lakers de Magic, entablaron una forma de jugar (y de ganar) basada en una asfixiante defensa llevada a los límites del reglamento. Aquella violenta forma de jugar se extendió por todo el mundo como la lepra llegando a su paroxismo en 1998 cuando en la final de la Euroliga el AEK de Atenas se quede en 44 puntos (en 40 minutos) y en la de la NBA los Utah Jazz firmen 54 (en 48 minutos). Una época en la que no se permitían bandejas y los partidos se ganaban en la línea de tiros libres.

Mientras Michael Jordan existió el juego sobrevivió. Cuando el ‘Jesús negro’ se echó a un lado, la NBA contempló como la gente escapaba de pabellones y televisiones asqueada por un juego del todo soporífero. La NBA lo comprendió con premura (siempre lo comprende con mucha más celeridad que la FIBA) y eliminó la defensa ilegal, prohibió postear más de tres segundos, se limitó a ocho segundos el tiempo para cruzar el medio campo y, esencialmente, se consideró falta el ‘hand-cheking’.

La regla del ‘hand-cheking’, fechada en el citado 2004, prohíbe tocar con la mano o apoyarse con ella ante el oponente a menos que éste esté de espaldas al aro. Traducido al román paladino. Sólo puedes tocar a tu rival si está pivotando. En caso contrario es intocable. Esa medida implicaba mucho más ritmo, dado que los jugadores exteriores podían penetrar gracias a su velocidad sabiéndose intocables. Del mismo modo, dado que el control de los partidos pasaba de los interiores a los exteriores, el juego de pases se ha visto gratificado y las esquinas exprimidas en busca de la mejor posición para lanzar.

Los ya citados Phoenix Suns dirigidos por Mike D’Antoni desde el banquillo y Steve Nash en la cancha (2004-2008) fueron los primeros en comprender esta revolución y lo harían de forma tan radical como los jacobinos la Revolución. En el ‘seven seconds or less’ (siete segundos o menos), los Suns se deshicieron de los pívots y rizaron el rizo al proponer un baloncesto de transiciones y de ausencia defensiva. Las ideas de los Suns derribaron los barrotes defensivos y calaron en la conciencia popular, pero su propuesta radical no obtuvo títulos y, al igual que le pasó a Robespierre, D’Antoni y Nash quedaron como el ejemplo de que el exceso es tan perjudicial como la escasez.

Y llegamos así a Stephen Curry (2009-), un extraterrestre cuya nave nodriza es capaz de lanzar desde cualquier lugar de la cancha. Curry es un excelente base tanto en labores de tiro como en el control del juego, como ha habido tantos otros a lo largo de las décadas, pero con el mayor y más sofisticado arsenal de tiro jamás existido. Nunca ha bajado del 40% en triples con picos de 45% anotando (a la hora de escribir estas líneas) más de 3.000. De los 50 tiradores con más triples de la historia no sólo es el que más ha anotado, sino el que mejor porcentaje tiene. Y los ha anotado en partidos durísimos, en momentos decisivos, en finales de la NBA y la mayoría de ellos más allá de los ocho metros de distancia. Nunca ha existido un jugador con semejante volumen de acierto con tal brutal volumen de lanzamientos.

Técnicamente es un tirador de canon, pero tanto su velocidad de ejecución como su parábola es superior a la de la mayoría. A diferencia de Bird, al cual el triple se la soplaba, Curry es un estajanovista de la línea de tres puntos. Su objetivo no es practicar tiros, sino anotarlos. Puede llegar a anotar 500 en un día si se lo propone. Y en sus series introduce lanzamientos desde 20 o 25 metros. Su excelencia es tal que considera erróneos los triples que son canasta tras haber tocado el aro. Talento, repetición y trabajo dan como resultado el tirador con la mejor coordinación ojos-manos que ha existido, según su técnico, y antes afamado triplista, Steve Kerr.

Sergio Llull intentó a muy menor escala hazañas similares, pero son Damian Lillard y, sobre todo, Trae Young los únicos capaces de acercarse a Curry, entre otras cosas porque éste último creció idolatrando al dos veces MVP de la NBA. Pero a día de hoy no hay nadie que pueda compararse con Curry. No existe arma defensiva capaz de frenarlo. Su autonomía como lanzador, sea tras bote o amasando el balón, y su capacidad para lanzar desde cualquier lugar y ante cualquier defensor lo hace indescifrable. Su binomio en los Golden State Warriors con Klay Thompson (2011-) los hicieron prácticamente indestructibles durante un lustro, hasta que las lesiones consiguieron lo que los rivales fueron incapaces de gestionar.

A Curry no se le considera un genio del nivel de Jordan, Bryant o Lebron James. No lo es porque no se come codos, no espanta rivales con las manos ni eyecta sus pies del suelo en dirección al aro. Instalado a nueve metros de la canasta parece que Curry vive ajeno al juego cuando lo cierto es que, desde que en 1954 se instauró el reloj de posesión, no ha habido un cambio tan profundo en el baloncesto como el que Curry ha liderado con su batería infinita de lanzamientos. Nadie antes de Curry había reducido la distancia a la menor expresión.

Y así llegamos a la tercera década del siglo XXI donde todo buen jugador tiene la obligación de ser un tirador. Los hombres de siete pies (por encima del 2’10) ya no utilizan el triple como recurso sino como amenaza propia de un especialista. Esta es la única innovación en relación al tirador que proviene de Europa. La mayor riqueza coral y táctica de Europa y el exceso de celo sobre los kilos y la altura en Estados Unidos hicieron que hombres como Arvydas Sabonis (2’21) fuesen aplaudidos cada vez que intentasen el triple y otros como Ralph Sampson (2,24) fuesen reprendidos cada vez que hiciesen lo mismo. De Sabonis se pasó a Kukoc (2,08) y de ahí a Dirk Nowitzki (2’13), jugador que abre por sí solo una categoría que permite estimarle como el mejor tirador alto de la historia.

Hoy todos los hombres altos, estadounidenses o no, se defienden en el triple o estrictamente son grandes tiradores. Pero cuando a inicios de este siglo Estados Unidos perdió la hegemonía mundial de la canasta lo hizo asediado por jugadores altos con buena mano en la larga distancia. Divac, Scola o Garbajosa abrieron el camino a gigantes actuales que usan el triple a diestro y siniestro como Danilo Gallinari, Nikola Vucevic o el dos veces MVP Nikola Jokic.

Dirk Nowitzki On His One-Legged Fadeaway: "I Made It Up On The Fly,  Honestly...." - Fadeaway World
Nowitzki fadeaway

Pasó poco más de un lustro desde que surgieron los Suns hasta que los Warriors de Curry comprendieron y mejoraron aquella radical propuesta. En 2010 el 20% de los puntos llegaban desde la línea de tres. Actualmente estamos a punto de rebasar el 50%. Comprendidos que los espacios son inmensos y que los jugadores grandes ya no son necesarios, hubo quien percibió que daba más rédito sumar de tres en tres que anotar bandeja tras bandeja. James Harden (2009-) es un apóstol de esta idea que llevó al paroxismo en unos Houston Rockets que llegaron a despreciar el tiro de dos puntos de forma inimaginable. Con varios pequeños en la cancha y moviendo el balón, cualquier jugador con buena mano liberado tendrá un porcentaje de éxito cercano al 50%. La suma es fácil. Anotar dentro de la zona ronda de media el 65%, la media distancia el 45% y el triple el 36%. Si un jugador olvida la media distancia y se centra en penetrar para obtener bandejas fáciles y en lanzar de tres con mayor asiduidad (lo que implica más práctica y a su vez mayor porcentaje de éxito) los puntos serán mayores. 45/100 en tiros de dos son 90 puntos. 36/100 en tiros de tres son 108 puntos.

Es este un nuevo baloncesto. Totalmente distinto al conocido durante más de un siglo. Igual que Mikan, Chamberlain, Kareem u O´Neal fueron dueños y señores del juego, Stephen Curry ha sido el arma nuclear definitoria para llevar el baloncesto a una nueva dimensión. Curry y sus Golden State Warriors consiguieron ampliar la pista sin tocar su anchura, desertizando amplias zonas del parqué y elevando el rango de tiro a distancias estratosféricas que van más allá de los diez metros. El tiro desde el logo es el cénit del tirador, una conjunción perfecta de técnica y fuerza.

Y algo nunca antes visto ni concebido por mente alguna.

VIDEO: Stephen Curry Hit a Half-Court Shot Against the Clippers
Desde su casa

Es probable que hayamos llegado al éxtasis definitorio del tirador. En el verano de 2020 la NBA introdujo una nueva regla que eliminaba las faltas tras tiro en las que el atacante exageraba el contacto tras lanzar. “Nos hemos olvidado del defensor y debemos ayudarlo”, comentó Adam Silver, el mandamás de la NBA. El número de tiros libres se ha visto reducido considerablemente y el defensor exterior tiene ahora un arma más para incrementar su defensa. En todo caso harían falta muchas más reglas regresivas para volver a un mundo donde el baloncesto se juegue cerca del aro. El triplismo ha fundido las tres posiciones altas del juego para convertir a los pívots en aleros multifunción que cubran tareas antaño destinadas al base, como si cada vez fuera más difícil distinguir unas de otras en un molde uniforme donde el lanzamiento lo justifica todo.

“Cualquiera puede encestar, pero no cualquiera sabe lanzar”. Stephen Curry.

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