El miedo escénico (90 minuti en el Bernabéu son molto longos)
Como el caballo de Atila. Así se puede resumir la historia del Real Madrid de Di Stéfano. La historia del Madrid de las cinco Copas de Europa. Aquel huracán blanco arrasó a sus rivales. Sí, hubo eliminatorias igualadas contra el Rapid Viena o el Manchester United y hasta un partido de desempate frente al Atlético de Madrid, pero la sensación de superioridad era manifiesta. Es cierto que en tanto en la primera como en la quinta hubo de remontar goles iniciales del Stade de Reims y del Eintracht respectivamente, empero, salvo en la final de 1957 frente al AC Milan (3-2 en la prórroga), no existió nunca la sensación de que el Real Madrid podía ser batido.
Fueron los años en los que se formó la leyenda del Real Madrid. Una leyenda creada por dos hombres a cada cual con más carácter y más autoridad; Santiago Bernabéu y Alfredo di Stéfano. El primero había sido jugador, entrenador y secretario técnico del Real Madrid cuando el club merengue no podría ni concebir lo que es en la actualidad. Fue Bernabéu el que firmó a Samitier del FC Barcelona (una suerte de Luis Figo) y a Ricardo Zamora, una de las estrellas más rutilantes del mundo en tiempos pretéritos. Tras el fin de la Guerra Civil se empeñó en construir un estadio descomunal en el extrarradio madrileño para la modesta masa social que entonces tenía el conjunto blanco. Mas pronto que tarde ese estadio se bautizará como Santiago Bernabéu y pronto el Real Madrid se convertirá en el club más legendario de Europa.
Alfredo di Stéfano aterrizó en España en 1953. Por entonces el Real Madrid sumaba dos ligas en dos décadas. Con ‘La Saeta Rubia’ sumó ocho en un decenio amen de las cinco primeras Copas de Europa. Es ahí cuando nace el mito del Madrid. Ganar, ganar y volver a ganar, como bien explicó Luis Aragonés, un símbolo, pero un símbolo de la otra parte de Madrid. Ganar por encima de todo, pero siempre con señorío. ¿Y qué es el señorío? El señorío es actuar como Di Stéfano. Correr, encimar, protestar, defender y gritar durante 90 minutos. Ser igual de genio como de perro en el campo. Ser igual de admirado que odiado, pero, al finalizar el encuentro, ni regocijarse por la victoria ni mostrar rencor por la derrota.
Esas han sido las líneas maestras del Real Madrid desde entonces y con ellas se ha hecho grande y respetado hasta la saciedad. Pero la historia del Madrid no ha sido siempre una historia de éxito. Fueron 32 años sin ganar la Copa de Europa. Si el Madrid no llega a sumar la séptima un 20 de mayo de 1998 es probable que no fuese elegido por la FIFA como el mejor club del siglo XX. No hacía mucho que el Spartak de Moscú (1-3) o el desconocido Odense (0-2) habían eliminado al Madrid de Europa en el Bernabéu.
El caso es que hubo un tiempo en el que el Madrid acumulaba fracaso en Europa año tras año. Eso incluye también mancillar el sagrado coliseo de la Avenida de la Castellana. Desde que en 1962 el Real Madrid perdió por primera vez un partido en casa en Copa de Europa (fue ante la Juventus por 0-1) han sido muchos más. Y no hay que retrotraerse demasiado en el tiempo para ver actuaciones desconcertantes y humillantes. Ni siquiera hay que rememorar la década ominosa (2003-2013) en la que el Real Madrid caía una vez y otra vez en octavos de final. En los gloriosos años recientes el Madrid ha perdido en casa ante el Spartak Moscú (0-3), el AFC Ajax (1-4), y esta misma temporada ante el todopoderosísimo Sheriff Tiraspol (1-2).
Así pues, ni el Santiago Bernabéu es intocable ni su leyenda está ligada al Real Madrid victorioso de Alfredo Di Stéfano.
¿De dónde viene entonces la leyenda del Santiago Bernabéu?
En esa longa noite de pedra que vivió el Real Madrid durante más de tres décadas hubo momentos mejores y peores. A los blancos les tocó de cuando en cuando abandonar su tan querida Copa de Europa y arrastrarse por la segunda competición continental, la por entonces Copa de la UEFA. A decir verdad, la UEFA no tendría el prestigio ni la pomposidad de la Copa de Europa, pero su nivel era ciertamente superior. Si a la ‘Champions’ iban solo los campeones ligueros a la UEFA iban el segundo, tercero y cuarto de las ligas más potentes del continente.
Durante dos campañas consecutivas (84/85 y 85/86) el Real Madrid logró alzarse con la Copa de la UEFA. Hoy son dos títulos arrinconados en la sala de trofeos de la Castellana. Por entonces fueron un balón de oxígeno para un club que había perdido el respeto de Europa.
Fue entonces cuando se creó el mito de la indestructibilidad del viejo Chamartín. Cualquier derrota fuera de casa era levantada en el Bernabéu por un pandemónium inexplicable a través de unos futbolistas que, además de manosear con belleza a la pelota, corrían, encimaban, protestaban, defendían y gritaban en comunión con un estadio y con el apoyo y el patrocinio de una camiseta y un escudo predestinado.
Todo empezó con el RSC Anderlecht. Atlético de Madrid, Real Betis, Real Valladolid y Real Madrid. Esos eran los cuatro participantes españoles en la Copa de la UEFA 1984/85. A dieciseisavos de final solo llegaron los merengues. Su rival era el conjunto belga, que contaba con Morten Olsen, Scifo o Vercauteren en sus filas. En ida ganaron con claridad (3-0) y parecía imposible que remontaran. El público acudió escéptico al campo, pero en quince minutos ya iban dos goles y al descanso el Madrid ganaba por 4-0 (Valdano (2), Sanchís y Butragueño). Por entonces el Bernabéu ya era una olla a presión y luego sería un festival cuando el Buitre anote otros dos tantos en la segunda parte para un choque que acabó 6-1.
El nombre de Butragueño había sido coreado por vez primera en el Bernabéu en la eliminatoria anterior. El HNK Rijeka, hoy croata entonces yugoslavo, había vencido por 3-1 en la ida. En la vuelta el marcador al descanso era 0-0. Fue entonces cuando entró al campo Butragueño, por entonces un meritorio suplente de Santillana y Valdano. El madrileño fue el revulsivo para la remontada (3-0), empequeñecida por la que semanas después se perpetró ante el Anderlecht.
‘Revista de Occidente’ es la publicación de divulgación cultural más antigua editada en España. Fundada por Ortega y Gasset, en 2023 cumplirá un siglo de vida, tan solo apagada en las primeras décadas del Franquismo. Es ‘Revista de Occidente’ lugar de filósofos, ensayistas y eruditos, y fue un punto de encuentro político durante la Transición. Bajo ese paraguas académico llegará a escribir un artículo Jorge Valdano. Además de fenomenal delantero (gol incluido en la final de un Mundial), Valdano era, y es, un filósofo del balón. Tras colgar las botas, ha escrito varios libros y ha sido galardonado por sus artículos y su trabajo periodístico. Así entonces, que un futbolista de 31 años escribiese un artículo en ‘Revista de Occidente’ titulado ‘Miedo escénico’ era una rareza en el mundo del fútbol, pero que se torna en corriente conociendo al personaje.
Valdano cogió prestado el término ‘miedo escénico’ acuñado por el escritor colombiano García Márquez en un artículo escrito años atrás hablando sobre los diferentes miedos del ser humano. Márquez consideraba el escénico (hablar en público, relacionarse con los demás, encajar) como el mayor de los miedos. Para Valdano, lo que el Anderlecht había padecido en el Bernabéu era miedo escénico, y lo describía de la siguiente manera: “Cada miércoles europeo, un carnaval a destiempo, ruidoso y orgullosamente disfrazado de blanco, nos espera en nuestro feudo con una confianza casi irresponsable en nuestras posibilidades. Resultados escandalosamente desfavorables fueron superados frente a gloriosos representantes gracias a actuaciones poco menos que milagrosas, pero que son enteramente explicables apelando a elementos que van más allá de lo estrictamente futbolístico. Las razones técnicas, tácticas e incluso físicas que dan a un equipo su fisonomía, que hacen su estilo, responden, en primer lugar, a las peculiaridades de cada jugador y, en segundo término, a las pretensiones del entrenador (…) Pero un equipo es, sobre todo, un estado de ánimo, y el Real Madrid ha sabido cuajar un carácter tan peculiar y cimentado que ha terminado por convertirse marca registrada que el público exige, obligando al jugador, y que se va perpetuando en el tiempo. Así pues, aun entendiendo que los grandes equipos se hacen a partir de grandes jugadores, hay aspectos puramente emocionales de importancia trascendental en el desarrollo de un encuentro futbolístico. Sabemos que el escudo del Real Madrid no tiene el poder de las hadas para hacer ganar sin esfuerzo, capacidad y organización (…) Sacrificio, orden y un. equipo en tecnicolor son atributos indiscutibles de un grupo preparado para las grandes exigencias, que valora y utiliza la confianza de 90.000 entusiasmados deseos que, al mismo tiempo, cuelgan en cada jugador adversario una mochila cargada de inseguridad, timidez y miedo”.
El artículo fue acogido con entusiasmo en los mentideros del fútbol. Se había creado el sustrato que iba a sostener como parte del Madrid la magia del Bernabéu y el espíritu de las remontadas. Aún habría algo más. En cuartos el rival era el Tottenham. Aquí la ida tocó en casa. 1-0. Para la vuelta se esperaba una derrota. Se acusaba al Madrid de blandito. Contaba con veteranos como Camacho, Santillana o Stielike, pero también como imberbes como Sanchís o el citado Butragueño. El Tottenham salió a muerte en White Hart Lane. Al descanso el resultado era 0-0, pero era cuestión de tiempo que llegase el gol inglés. No fue así. En el intermedio Amancio, entonces técnico madridista, no dijo nada. Únicamente se bajó los pantalones y enseñó a sus jugadores las cicatrices y marcas de guerra de sus gloriosos años como futbolista.
Nadie se achantó. El Madrid aguantó el 0-0 y se clasificó para semifinales. Eso también es la grandeza del Madrid.
En semis tocaba el Inter. Los italianos eran muy favoritos. En la ida jugada en Italia hay un 2-0 en un horripilante partido madridista. Pero lo peor no fue la derrota. Butragueño acabó tocado y Amancio se acercó a la habitación del Buitre para ver cómo estaba. No había nadie. Pero escuchó jaleo en otra habitación. La sorpresa del técnico coruñés fue mayúscula al ver a Butragueño leyendo un libro mientras Juanito y Lozano intimaban con dos italianas. Habría sanción económica a los dos conquistadores por el escándalo y la injusta destitución de Amancio como técnico merengue. La realidad es que el equipo marchaba mal en la Liga y el núcleo duro (Salguero, Miguel Ángel, Juanito, Stielike, Camacho) lo culpaba de favorecer a los jóvenes.
Se le da las riendas a Luis Molowny, habitual apagafuegos. Toca otra machada. A diferencia del día del RSC Anderlecht ahora el Bernabéu si cree en la remontada. Hay pancartas que hablan del miedo escénico. Era un Bernabéu distinto al actual. Ya tenía la marquesina cubierta instalada un par de años antes con motivo del Mundial de 1982 y había reducido su aforo de los 120.000 espectadores originales a 90.000 para dotar de asientos al estadio. Pero era un Bernabéu donde las calvas eran habituales. Muchas familias se habían alejado del campo por culpa de la televisión (en color -un bombazo-) y por la creciente presencia de ultras detrás de la portería. Además, la instalación de vallas preventivas creaba una barrera de separación entre jugadores y aficionados que no favorecía la comunión del estadio.
Ese día no. Chamartín estaba a rebosar. El Bernabéu amedrentó a los italianos. Santillana en el 12 tras un rechace y luego antes del descanso con otro de sus cabezazos eternos igualaba la eliminatoria. El éxtasis llego al poco de iniciarse la segunda parte cuando un tiro cruzado de Michel bata a Walter Zenga. El público, en pie, gritaba ¡Así, así, así gana el Madrid! Al acabar el choque Collovati atiende a los medios y dice comprender como al Anderlecht le pudieron caer seis.
La final a ida y vuelta fue un paseo ante el Videoton húngaro que sorpresivamente había derrotado en los penaltis al Manchester United. Carlos Santillana ejercía como capitán y levantaba un trofeo tras años de sin sabores en Europa.
A decir verdad, la primera hazaña del Real Madrid en Europa se había producido años atrás. Aun no estaban ni Valdano ni Juanito, pero si Camacho o Santillana. Eran los octavos de final de la Copa de Europa de 1976. El rival el Derby County. Por entonces el favoritismo no era lo abrumador que sería en la actualidad. Al contrario. El Derby County había vencido en la ida por 4-1 con una autoridad aplastante. Jamás el Madrid había remontado hasta entonces una diferencia de tres goles en Europa. Roberto Martínez anotó al poco de empezar a pase de Santillana, pero hubo que esperar a la segunda parte ver un 3-0. El Derby anotó un gol más y en un arreón final Pirri marcó el 4-1 de penalti llevando el partido a la prórroga, donde Santillana hizo el 5-1 que clasificaba al Madrid. Fue el éxtasis, pero fue efímero. El FC Bayern pasó por encima del Madrid en el que fue el último partido europeo de Amancio.
Para la temporada 1985/86 el Real Madrid repetía participación en la UEFA. El Barça había ganado la Liga y jugaría la Copa de Europa. Es un Madrid más fuerte. Ramón Mendoza es el nuevo presidente y firma a Maceda, Gordillo y Hugo Sánchez. Santillana y Juanito pasan a ser suplentes habituales y la ‘Quinta del Buitre’ da el paso definitivo hacia el estrellato. Esa será la primera de las cinco ligas consecutivas que ganará el Madrid. En la UEFA se plantará en octavos junto al Athletic Club que caerá ante el Sporting de Portugal. Al Real Madrid en octavos le toca jugar ante el Borussia Mönchengladbach. Será el primero de otro camino lleno de sobresaltos como visitante y de heroicidades como local.
Se pierde 5-1 en Alemania y el ‘miedo escénico’ debe hacer de nuevo su aparición en el Bernabéu. Un gol de Carlos Santillana en el último minuto desde el suelo y tras infinidad de rechaces, resume la fe, el corazón y los bemoles que dan cuerpo a las remontadas blancas. Antes de eso tocó arrebato y nueva clase magistral de pandemónium. Hay decenas de ataques en oleadas con Maceda ejerciendo de todocampista y con balones de área a área dejando inerte el centro del campo. En el minuto 19 Valdano ya había colocado el 2-0, pero no sería hasta los diez minutos finales cuando Santillana apelase a la épica para firmar el 4-0 definitivo.
Por entonces el ‘miedo escénico’ había calado en el madridismo, pero falta un aquel que llegara al corazón de los madridistas. Era una suerte de evangelio basado en las entrañas de la religión, pero su redacción había estado a cargo de un erudito. No solo Valdano tenía de todo menos pinta de futbolista. Había muchos chicos buenos y hasta a unos cuantos de ellos les dio por sacarse una carrera. Pero en el vestuario también los había de pelo en pecho, de esos que hablaban tanto con el estómago como con la lengua. Estaban Camacho, Maceda o Hugo Sánchez. Y para que el ‘miedo escénico’ llegase a las masas y se quedara en el acervo colectivo del madridismo hacía falta algo más.
Hacía falta que hablara Juanito.
Como Raúl, Juanito pasó por la cantera del Atlético de Madrid antes de convertirse en ‘pope’ blanco. Juan Gómez era un talentoso mediapunta de fuertísimo carácter y profundamente temperamental. Alguien dejó escrito que tenía el demonio de los extremos y, siendo diestro, la sensibilidad de un zurdo. Era un buen futbolista, pero palidecería en el vestuario del Real Madrid actual. Sin embargo, pocos podrán superar a Juanito en amor y lealtad merengue. Nadie representa como él a aquellos que ven en la camiseta del Real Madrid una segunda piel.
En semifinales vuelve a tocar el Inter. En San Siro ganan los italianos por 3-1. Al acabar el choque Juanito se retira con una sonrisa camino de los vestuarios y lanza una boutade para que sea escuchada al mismo tiempo por sus rivales y por la prensa, para que los plumillas se encarguen de difundirla a los cuatro vientos: “90 minuti en el Bernabéu son molto longo”.
Juanito sabía de italiano tanto como yo de arameo. Nada. Cero. Pero la frase resonó como un trueno durante la semana siguiente. Si Valdano había sido el erudito, Juanito había traducido su relato para que fuese entendido por la masa. El ‘miedo escénico’ pasó a ser ‘el espíritu de las remontadas’. Y cuando años más tarde un coche se lleve por delante al genio de Fuengirola, ‘el espíritu de las remontadas’ pasará a ser ‘el espíritu de Juanito’.
El partido fue de escándalo. Al descanso se llegó con 1-0 con gol de Hugo. Luego anotó Gordillo y recortó Brady, hasta que Hugo de penalti puso el 3-1. En la prórroga fue Santillana, suplente casi todo el año, el que anotó dos cabezazos poniendo el 5-1 definitivo y recordando porque años atrás era el mejor rematador de cabeza del mundo.
90 minutos en el Bernabéu habían sido ‘molto longos’, pero en la final la ida tocaba en casa. Fue un vendaval de juego. Una completa exhibición, quizás el mejor encuentro en dos años. Aquí no hubo testosterona, sino clase y calidad. Y hasta hubo remontada porque el FC Colonia se adelantó por medio de Klaus Allofs. Acabaría ganando el Madrid por 5-1 haciendo bueno el 2-0 de la vuelta donde Schumacher, Littbarski y compañía apretaron, pero un par de paradas formidables de Agustín cerraron el partido dándole al Real Madrid su segunda Copa de la UEFA consecutiva.
La temporada siguiente el Real Madrid volvía a la Copa de Europa. Se remontó al Young Boys en dieciseisavos (1-0 en Suiza y 5-0 en España) y al Estrella Roja en cuartos (4-2 en Belgrado y 2-0 en Madrid) pero en semifinales el FC Bayern ejerció de bestia negra y humilló al Madrid con el famoso pisotón de Juanito a Matthäus incluido.
Sería el último choque de Juanito en Europa y sería también el fin de la mística. Habría alguna que otra remontada, especialmente golosa una ante el FC Bayern en tiempos de Raúl, pero ni rastro de la magia del Bernabéu salvó a cuentagotas. No sería hasta esta temporada cuando las animaladas perpetradas por Benzema y compañía ante PSG, Chelsea y Manchester City hagan retraernos a los tiempos del ‘miedo escénico’ y a los del ’90 minuti en el Bernabéu son molto longos’.
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