Lieja-Bastoña-Lieja. Guía de viaje
No es sino Lieja una pica en el corazón de Europa. Tierra de Carlomagno, el hombre que sacó a Europa de la penumbra e inició el sueño imposible de unir a francos y germanos en una sola nación. Es Lieja ciudad francófona por definición, pero orgullosa y tenaz de sentimiento teutón. Allí, anclada en un triángulo imposible de pasiones y nacionalidades, se encuentra Lieja, a orillas del caudaloso Mosa y a los pies de las Ardenas.
Es en Lieja, en 1892, donde nace ‘La Doyenne’ (La Decana) de las clásicas. La Lieja-Bastoña-Lieja es el más antiguo de los cinco monumentos que honran al ciclismo y el cuarto en orden cronológico tras Milán-San Remo (marzo), Flandes y Paris-Roubaix (ambos también en abril) y mucho antes del Giro de Lombardía que cierra la temporada a inicios de octubre.
Decimos Lieja correctamente porque es su nombre en francés. Lo de Liège en neerlandés conviene obviarlo en una ciudad que fue la primera población extranjera en obtener la Legión de Honor por su agónica resistencia en 1914 frente a las tropas del Kaiser. No solo eso. Cada 14 de julio Lieja reúne a miles de personas para entonar los acordes de La Marsellesa desde que Hitler posó sus sucias zarpas en la ciudad durante la II Guerra Mundial.
Bien que la Lieja-Bastoña-Lieja no tiene nada de francesa. ‘La Doyenne’ transcurre íntegramente por territorio belga y lo hace de forma capicúa, naciendo y muriendo en Bélgica tras un recorrido contrario a las agujas del reloj. Es un caso único, en una ciudad única. Lieja, capital del carbón, de los telescopios y de los gofres, ha sido paso de Tour, Giro y Vuelta con tan extraordinaria condición de no haber estado nunca ni en Francia, ni en Italia ni, por supuesto, en España. Quizás ese cosmopolitismo lo tenga al ser parada en el Camino de Santiago a pesar de estar a casi 2.000 kilómetros del sepulcro compostelano.
Decía que en 1892 tenía lugar la primera edición de la carrera. Como no fue gracias a la iniciativa periodística, en este caso de ‘L’Espresse’. La idea era recorrer la parte sur de Bélgica en bicicleta obviando el territorio norteño de Flandes. O lo que es lo mismo. Crear una competición por la parte francófona que pudiese rivalizar con el pujante norte neerlandés. La primera edición tuvo como inicio Spa, una ciudad balnearia hoy celebérrima por su circuito de carreras, mas pronto se ideó el trazado icónico de Lieja a Lieja con vuelta en Bastoña, porque permitía a los periodistas seguir la carrera en el mismo día alcanzando la línea ferroviaria.
Son unos 260 kilómetros por las Ardenas con un clima impredecible. Aunque todos los años los organizadores realizan una serie de cambios, sus líneas maestras se mantienen inalterables. Es la clásica de la lluvia y de los muros en la que la victoria se la lleva aquel que sabe cuándo y cómo tiene que apretar. El rey de la Lieja es el de siempre, el Caníbal, don Eddy Merckx con cinco triunfos. Le siguen Moreno Argentin y Alejandro Valverde con cuatro victorias. El murciano es el único que ha ganado tres veces en el mismo año (2006, 2015 y 2017) la Flecha Valona y Lieja por eso es considerado el Rey de las Ardenas. Aunque ninguna victoria será más recordada como la de Bernard Hinault en 1980 bajo la nieve siendo uno de los 21 supervivientes de entre los 174 participantes en una edición que pasó a la historia como ‘Niege-Bastogne-Niege’ (Nieve-Bastoña-Nieve).
Si Roubaix es dureza y Flandes sentimiento, Lieja es historia y un placer para los sentidos. Tras empaparse de su agitada vida universitaria y embelecarse con su catedral gótica, los ciclistas ponen rumbo al sur por tierras valonas atravesando interminables pastos y amplios ríos. Cruzarán Chaudfontaine y una interminable ristra de pequeños pueblos con campanarios y extensos prados poblados de vacas. Tras subir la Cote de la Roche (apenas tres kilómetros al 6’2%) los ciclistas enfilan por largos caminos hasta llegar a Bastoña, a un paso de Luxemburgo y de la frontera con Francia. Hasta entonces van unos 100 suaves kilómetros de carrera a la falta de 160 más.
Es Bastoña el punto de inflexión de la carrera, porque es a partir de aquí donde se inicia la vuelta a Lieja y donde se pasa de un recorrido llano y sin sobresaltos a uno lleno de minas e imprevistos. Es Bastoña un cruce de caminos que se abre en árbol para ofrecer al transeúnte un mar de posibilidades tras sortear las Ardenas. Fue en Bastoña donde las tropas alemanas soltaron su último fogonazo en el invierno de 1944 ante la incredulidad estadounidense, que aseguró la victoria final a costa de dejarse más de 20.000 almas bajo el acero y la nieve.
A partir de Bastoña ‘La Doyenne’ muestra su verdadera cara. Regresa a casa sorteando las colinas de las Ardenas, un continuo zigzag con subidas y bajadas que destrozan las piernas de los ciclistas. Al igual que en la lejana Galicia, en las Ardenas no hay grandes picos, ni largas ascensiones, sino trampas, carreiros revirados, cunetas angostas y ondulaciones inhóspitas de difícil acceso. La primera de esas puñaladas es la Cote de Saint Roch, una tortura de poco más de 1.000 metros al 11,2%. Tras sortear el coqueto pueblo de Vielsalm (punto más alto del recorrido a tan solo 650 metros de altitud), comienzan a agolparse las subidas que, como dientes de sierra, se acumulan para separar el grano de la paja y decidir quién se jugará el triunfo. Uno de estos picos es Stockeu (1 km al 12,5%) llamado ‘cota Merckx’ por ser el lugar donde en 1971 el Caníbal soltó una dentellada a 92 kilómetros del fin y marcharse en solitario hasta lograr la victoria en un agónico final en el que casi le vencen en la línea de meta.
Otro de esos puntos en los que el ácido láctico hace su aparición es la Cote de Desnié pero antes el pelotón, o lo que quede de él, debe pasar por Spa. Es conveniente en esta guía de viaje detenerse en la ciudad balneario, origen de los lugares modernos de salud y ocio en los que el agua es el elemento primordial. Su casino, el más antiguo del mundo, y su coqueto centro histórico hacen de esta villa Patrimonio de la Humanidad.
Se llega entonces a ese punto donde la planificación y la previsión saltan por los aires. El momento en el que la astucia y el golpe de pedal superan a la condición física. El lugar en el que el ciclismo se vuelve agónico y bello a partes iguales. En la Lieja-Bastoña-Lieja ese lugar es la Cote de la Redoute, una serpenteante ascensión de 1.700 metros al 9,5% donde la pasión y el griterío se hacen un hueco entre los jadeos de los deportistas. El alto -cuya traducción es Alto del Reducto-, debe su nombre a una victoria de los republicanos franceses en 1794 ante las tropas del archiducado de Austria que querían vengar el corte de cabeza de María Antonieta. El antes lugar del triunfo bélico y hoy triunfo deportivo, está situado en el municipio de Sprimont, cerca de donde nació Philippe Gilbert, ganador en Lieja en 2011 y el único ciclista del siglo XXI que, de momento, ha logrado ganar en cuatro de los cinco monumentos.
Desde aquí apenas 30 kilómetros faltan para la línea de meta. Si la carrera aún no está decidida aquellos que guarden fuerzas aun podrán atacar en la Cote de la Roche-aux-Faucons. Se trata de un mirador rodeado de roca caliza con excelentes vistas a 15 kilómetros de Lieja que fue introducido por vez primera en el recorrido en 2008 para dar más picante a la prueba. Tras ascender esos 1.300 metros al 11% comenzará un veloz descenso que llevará a los elegidos a Lieja.
Allí tendrá lugar la recepción final. En 2019 se recuperó la entrada triunfal con los vítores de los 200.000 pobladores de Lieja. Pero en los 90 y buena parte de este siglo en vez de admirar la calle Feronstree, los ciclistas se trasladaban a Ans, antes barrio obrero de mineros y hoy moderna ciudad dormitorio. Allí, en las afueras, otra pequeña trampa aguardaba a los valientes si tras 260 kilómetros aún queda alguno con ganas de fiesta. La subida a la iglesia de San Nicolás era bella, pero tras un paso por polígonos que no eran del gusto del televidente.
‘La Doyenne’ marca el punto final de las clásicas del norte. Mayo es el mes del Giro, luego vendrá el Tour y más tarde la Vuelta. Por el camino habrá pruebas de un día y lejos en el otoño el Giro de Lombardía. Pero con ‘La Doyenne’ se acaba la temporada del frio, la lluvia y el ciclismo clásico. El ciclismo del norte de Francia y de Bélgica. El de la épica, el relinchar de dientes y la fiesta dominical. El de la esencia y la tradición. El del barro, el verde y la pureza.
“Los ciclistas que ganan en Lieja son fondistas, hombres con un nivel superior de resistencia. La subida de la Redoute hay que abordarla con ritmo, llega después de 220 o 230 kilómetros y no hay que ser un genio para darse cuenta lo duro que es. Muchos ciclistas piensan que debes atacar en la parte más empinada, pero en realidad destrozas a los rivales en el llano que va inmediatamente después”. Moreno Argentin, vencedor en Lieja en 1985, 1986, 1987 y 1991.
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