Cuando los goles fuera de casa tenían valor doble
Laszló (Ladislao) Kubala es uno de esos grandes futbolistas que jamás han disputado un Mundial. Recientemente nacionalizado español, Kubala estaba llamado a ser la gran estrella del Mundial de 1954 junto a Ferenc Puskas, con el que curiosamente compartió dos nacionalidades en épocas distintas. Pero para disputar el Mundial la selección española debía superar a la inofensiva Turquía en una eliminatoria a ida y vuelta. En Madrid, los españoles vencieron por 4-1, pero en Estambul hubo sorpresa y los turcos lograron el triunfo por 1-0. Entonces lo que contaban eran las victorias y no la diferencia de goles por lo que se hubo de disputar un partido de desempate en Roma. Allí no pudo jugar Kubala por una protesta de los turcos sobre el pasaporte del que ya antes había sido internacional con Hungría y con Checoslovaquia, caso inédito en el fútbol mundial. El caso es que España y Turquía empataron (2-2) y hubo que recurrir al azar para ver quien acudiría a Suiza’54.
Con una venda en los ojos, un niño de ocho años llamado Franco Gemma hizo de mano inocente. Metió los dedos en una bolsa de tela y extrajo un papel con el nombre de Turquía. Kubala y España se quedaban sin Mundial. Doce años más tarde Italia pudo ganar una Eurocopa gracias a una moneda que salió cara. Lo de las manos inocentes o el ‘cara o cruz’ (‘cara o seca’ en Argentina o ‘águila al sol’ en México) era una injusticia deportiva recalcitrante. Era necesario buscar soluciones.
En los 60 surgieron una vorágine de ideas que trataban de hacer más ofensivo, más atractivo y más justo el fútbol. En primer lugar, se le dio valor al número de goles para desempatar eliminatorias con lo cual un 5-0 ya no era igual que un 1-0. Al final de la década la FIFA admitió el establecimiento de las tarjetas para sancionar las faltas agresivas. Con el mismo fin se permitieron dos cambios por conjunto, con la idea de que cada equipo pudiese reemplazar a futbolistas lesionados o agotados. Más años tardaría en entrar a funcionar la tanda de penaltis que en los 60 se estrenaría en el veraniego Ramón de Carranza, con notable éxito entre público y expertos. Quizás los penaltis no fuesen muy justos, pero eran mucho más que las manos inocentes y que las monedas al aire.
Pero el gran cambio se iba a producir con el valor doble de los goles en las eliminatorias a ida y vuelta. La gota que colmó el vaso se dio en los dieciseisavos de final de la Copa de Europa de 1965. Bolonia FC y RSC Anderlecht hubieron de disputar un partido de desempate en el Camp Nou tras sendas igualadas en la ida y en la vuelta. Tras los noventa minutos de juego persistía el empate sin goles por lo que el partido tuvo que ir a la prórroga. Tras la disputa de dos prórrogas (se disputaban tantas como el cuerpo aguantarse) se consensuó que el pase se decidiría con el lanzamiento de una moneda al aire. El colegiado español Zariquiegui hizo los honores y la moneda cayó de canto en la hierba. Hubo que lanzarla una segunda vez con feliz resultado para los belgas y airadas protestas por parte de los italianos.
Así que la UEFA decidió poner en práctica un experimento para la campaña 1965-66. Lo haría en la Recopa, la entonces tercera competición continental. La norma establecía que, en caso de empate a goles en la eliminatoria, pesasen el doble los anotados como visitante. Se trataba, además de evitar polémicas, de estimular al conjunto de fuera a jugar al ataque en una época donde el ‘catenaccio’ reinaba por el mundo entero. Los goles fuera, eso sí, solo tenían preferencia cuando había empate sumados los dos partidos. Obviamente si tras un 0-0 se perdía por 3-2 uno quedaba eliminado. No es que los dos goles a domicilio valiesen cuatro.
El caso es que esa temporada no hubo ningún partido donde se pudiese aplicar la nueva norma, mientras que en la Copa de la UEFA hubo hasta dos que tuvieron que resolverse con el lanzamiento de moneda. Para la temporada siguiente (66-67) tenemos el primer caso que se resolvería favorablemente para el Standard de Lieja que perdió 2-1 en Leipzig e hizo bueno el gol fuera de casa al vencer 1-0 a los alemanes en el partido de vuelta disputado en Bélgica.
Para la temporada 1968-69 veremos el primer caso en la Copa de Europa, la reina de las competiciones de clubes. Quiso la fortuna que el primer perjudicado fuese el rey de la Copa de Europa.
Eran los octavos de final y se enfrentaban el Real Madrid y el Rapid de Viena. En la capital austríaca venció el Rapid por 1-0 ante un Madrid que acusó las bajas de Amancio y de Gento. En el Bernabéu, Velázquez adelantó a los suyos antes del descanso, pero justo tras la reanudación empatarían los centroeuropeos. A partir de ahí habría acoso y derribo por parte merengue pero que solo se concretaría con un gol de Pirri en el minuto 81. El Real Madrid había vencido por 2-1 pero caía eliminado por el valor doble de los goles marcados fuera de casa.
Con el valor doble de los goles, la prórroga de 30 minutos y los penaltis se estableció una norma que acotó el tiempo de los partidos, solucionó problemas de calendario y dio más emoción a las eliminatorias. Faltaba una duda por resolver; ¿el valor doble de los goles también tendría validez durante la prórroga?
Nada decía la norma sobre esta particularidad y como suele pasar hubo que esperar al caso práctico para la polémica y la posible resolución del conflicto. Seria en la temporada 1971-72 en una eliminatoria de Recopa entre Glasgow Rangers y Sporting de Lisboa. Ambos equipos vencieron por 3-2 como locales por lo que hubo que ir a una prórroga en el partido de vuelta. Era en Lisboa. Allí marcaron tanto portugueses como escoceses. 4-3 a favor del Sporting. 6-6 en el total. Hubo penaltis. Y en los penaltis salió victorioso el Sporting.
Pero el Rangers no estaba de acuerdo. Fue un periodista escocés el que puso el grito en el cielo. Si la prórroga forma parte del partido, ¿por qué no han de tener también los goles fuera de casa valor doble? La UEFA dio razón al Rangers e invalidó los lanzamientos de penaltis. El Rangers pasó de eliminatoria (por cierto, acabaría ganando el trofeo) y quedó establecido que los goles fuera de casa valdrían doble tanto dentro como fuera de los 90 minutos.
La regla del valor doble de los goles en campo contrario feneció en el verano de 2021. La temporada 2021-22 está siendo la primera con la nueva normativa. Ahora da igual vencer o perder por 1-0 que por 4-3. Se mantienen, eso sí, la prórroga y los penaltis, que con todo siguen siendo la forma más justa y rápida de resolver una eliminatoria. De la misma forma que en los 60 se consideró que ayudaba al fútbol ofensivo, en los últimos tiempos se había observado que en los encuentros de ida los equipos de casa se parapetaban defensivamente para evitar un gol que se había convertido en un tesoro para el visitante.
Según la UEFA, si a inicios de la década de 1980 la correlación entre victorias caseras y a domicilio era del 61-19%, en la actualidad es 47-30%. De igual modo la correlación de goles era 2,02-0,95 por los 1,58-1,15 del presente. Esta reducción de la importancia entre ser local o visitante hace inútil, en opinión del máximo organismo del fútbol europeo, beneficiar al que juega fuera de casa.
Es el fin de una regla que ha estado presente en la vida de todos los futboleros, desde los que han vibrado con Messi o Cristiano hasta los que vieron patear un balón a Pelé o Di Stéfano. Pero los tiempos cambian y las reglas con ellos.
“La mayor calidad de los terrenos de juegos, la estandarización de las dimensiones, la mejora de las infraestructuras, el arbitraje (el VAR), la mayor y mejor cobertura televisiva, las condiciones más cómodas de los desplazamientos de los equipos, un calendario comprimido que impone la rotación de las plantillas y los cambios en los formatos de las competiciones son los motivos del fin de la regla” Comunicado de prensa de la UEFA sobre el fin del valor doble de los goles a domicilio.
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