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La gimnasta eterna

Oksana Chusovitina y su marido estaban a punto de coger un avión que los llevase de vuelta a Uzbekistán. Acababan de terminar los Juegos Asiáticos donde Bahtier, el esposo de Oksana y renombrado luchador grecorromano, había perdido la disputa por alcanzar la medalla de bronce. Para Oksana había sido su despedida de la alta competición. Tres años atrás había decidido ser madre y, tras un enorme esfuerzo físico y mental, consiguió clasificarse para los Juegos de Sidney y cerrar su carrera con dos medallas en los citados Juegos Asiáticos de 2002 celebrados en Corea del Sur. Tenía entonces 27 años y había decidido dejar definitivamente el deporte profesional.

Cuando el matrimonio se disponía a embarcar, Oksana recibió una llamada de su madre. El tono de voz de la abuela era preocupante y los lloros pronto harían su aparición. A Alisher, el pequeño de la familia, le acababan de diagnosticar una leucemia linfocítica aguda.

Alisher contaba con tres años de edad.

Tras un vuelo infinito, Oksana pudo comprobar en primera persona la gravedad de la situación. Alisher había tosido sangre y decidieron trasladarlo al hospital en una ambulancia con sospechas de que podría tratarse de una neumonía. No lo era. Era algo mucho peor. Oksana supo inmediatamente que en Uzbekistán sería imposible salvar a su hijo. Los médicos aconsejaron a la familia trasladarse al hospital alemán de Colonia, donde Alisher recibiría el tratamiento adecuado.

El problema es que no había dinero para pagarlo.

El matrimonio mal vendió su apartamento de tres dormitorios y sus dos coches, pero con eso no consiguieron ni cubrir el coste de la mitad del tratamiento. Hubo que recurrir a la ayuda popular. Tantos años dando alegrías deportivas a sus compatriotas tuvo su recompensa y Oksana y su marido consiguieron recaudar el dinero necesario para cubrir la parte inicial del tratamiento.

Lo más difícil se había logrado, pero ahora el matrimonio debía iniciar una nueva vida en Colonia. Sin vivienda, sin trabajo, sin conocer el idioma y, sobre todo, sin un céntimo. Fue entonces cuando Shanna Brüggemann, entrenadora de la selección alemana de gimnasia, se puso en contacto con Oksana para ofrecerle competir por el país teutón. Eso era la salvación para la uzbeka, ya que los emolumentos por ser deportista en Alemania eran muy superiores a los percibidos en la antigua república soviética. Oksana tuvo que volar a Taskent y pedir entre lágrimas una autorización especial para obtener la nacionalidad germana. En Uzbekistán no gustó aquella decisión, pero al final dieron su brazo a torcer. Oksana Chusovitina sería alemana.

Uzbekistán liberó a Chusovitina para competir por Alemania en 2003. Sin embargo, debido a que la legislación teutona no otorga la nacionalidad hasta cumplir tres años de residencia, estuvo hasta 2006 entrenando y compitiendo a nivel local en Alemania, pero representando a Uzbekistán en los torneos internacionales. El esfuerzo era terrible. Oksana pasaba de los 30 años en un deporte donde las mejores no llegan a la veintena y siempre con el miedo a que una lesión acabase con su carrera y le impidiese seguir ganando dinero y sostener el día a día de su hijo.

Iba a continuar así una historia que había comenzado mucho antes, allá por 1991, cuando a sus tiernos dieciséis Oksana Chusovitina lograba la victoria en el ejercicio de suelo de los Mundiales de Gimnasia. Al año siguiente obtendría otra medalla áurea, en este caso por equipos, formando parte del conjunto de la CEI (la extinta Unión Soviética) que acudió a los Juegos Olímpicos de Barcelona. Tras el desmembramiento de la URSS, Chusovitina pasó a representar a la nueva república de Uzbekistán. Lo hará en Atlanta, Sidney y Atenas, pero, aunque logró múltiples medallas internacionales, jamás consiguió presea alguna representando a Uzbekistán en los JJ.OO.

Gymnast Oksana Chusovitina, 46, Got Standing Ovation at 8th Olympics
Oksana Chusovitina. Barcelona 92. 16 años y 11 meses.

Lo cierto es que las condiciones de entrenamiento en Taskent eran muy diferentes a las de Moscú. El material escaseaba y las instalaciones eran deficientes. Oksana tenía que poner de su peculio para competir a nivel internacional y todo esto sucedía mientras sus mejores años volaban sin remedio alguno.

Pero ese afán por contentar a su nuevo país y esa lucha titánica para ver a su hijo recuperado hacen que Chusovitina logre para Alemania una medalla de bronce en el Mundial de Gimnasia de 2007. Oksana tiene entonces 32 años y será la gimnasta más veterana en participar en los Juegos Olímpicos del año siguiente, donde logra una inesperada medalla de plata en la prueba de salto.

Ese inesperado éxito se unió en el tiempo con la feliz recuperación de su hijo. El tratamiento había dado resultado y la leucemia había sido superada. Oksana se planteó entonces dejar la gimnasia e iniciar una carrera como entrenadora, pero ahora estaba presionada por la federación alemana que la incitaba a seguir compitiendo. Dolida, pero agradecida, Chusovitina ganó unas cuantas medallas más a nivel europeo y mundial, batiendo siempre los registros de edad conocidos, hasta que, en 2012, en los que eran sus sextos Juegos Olímpicos, logró la quinta plaza en el concurso individual.

Tenía 37 años y, ahora sí, había decidido retirarse.

Pero algo rondaba la cabeza de Oksana. Sentía que había traicionado a su país. Sus compatriotas la habían apoyado cuando su hijo estaba enfermo y se sentía en deuda con ellos. Había ganado medallas olímpicas en su juventud defendiendo la bandera soviética y en una inesperada madurez bajo los colores alemanes. Y, sin embargo, durante su plenitud física, no había podido subirse al cajón olímpico defendiendo los intereses uzbekos.

Tras unas semanas de dudas decidió volver al ruedo. Solicitó permiso para cambiar una vez más de nacionalidad y poder competir nuevamente con Uzbekistán. En esta ocasión no hubo traba alguna. Tanto en Berlín como en Taskent estuvieron de acuerdo y el COI (Comité Olímpico Internacional) hizo la vista gorda y entendió la excepcionalidad del cambio.

Representando de nuevo a Uzbekistán, Chusovitina compitió en Río 2016, donde fue séptima en el evento de salto. Aquella prueba fue ganada por Simone Biles, 22 años más joven que Oksana y tan sólo dos años mayor que Alisher, antes niño enfermo y ahora un robusto adolescente. A pesar de no lograr una presea, Chusovitina tuvo que subir al pódium ante el clamor popular, mientras el video marcador del pabellón mostraba imágenes de sus mejores momentos. Era un más que merecido homenaje.

Pero había llegado demasiado pronto.

Seguía sin conseguir una medalla olímpica para Uzbekistán y seguía fija en su empeño. Atentando contra todas las leyes de la naturaleza, Oksana pretendía estar en Japón para los Juegos de 2020. Por entonces tendría 45 años, una edad asombrosa para cualquier deportista profesional e inaudita en gimnasia donde la flexibilidad es intrínseca a su dificultad. El Covid alejó su objetivo en doce meses, pero Oksana siguió entrenando hasta competir en Tokio a los 46 años de edad.

Aquel 25 de julio de 2021 saltó al tatami por enésima vez. No logró superar la ronda previa y no consiguió la nota necesaria para clasificarse para la final olímpica de gimnasia. Dio igual. Jueces, rivales, entrenadores y periodistas se pusieron en pie para dar una cerrada ovación a Chusovitina. Rodeada de flashes y de un mar de lágrimas tuvo que volver al centro del tartán para dar las gracias. Lástima de pandemia que impidió que el gentío se sumase a la fiesta.

Fiel a sí misma, y a pesar de haber declarado que tras Tokio se retiraría, actualmente Oksana Chusovitina apura sus opciones para clasificarse para los Juegos Asiáticos de 2022. A pesar de contar con dos medallas olímpicas y más de una decena en pruebas mundiales, Oksana Chusovitina no es una leyenda de la gimnasia por sus logros. Lo es por su infinita longevidad, por una capacidad de sacrificio espartana y por demostrar que la voluntad y el amor de una madre es una fuerza que mueve montañas.

Tokio 2020: la gimnasta Oksana Chusovitina demuestra a sus 46 que la edad  es solo un número
Oksana Chusovitina. Tokio 21. 46 años y 1 mes.

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