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The Rumble in the Jungle (2ª parte)

“Float like a butterfly, sting like a bee. His hands can’t hit, what his eyes can’t see. Now you see me, now you don’t. George thinks he will, but I know he won’t”. Esta declaración de intenciones de Muhammad Alí ha pasado a la historia por la doble metáfora inicial, poética y directa. Ahora me ves, ahora no me ves. Vuelo como una mariposa y pico como una avispa. Tus ojos no pueden verme, tus manos no pueden tocarme. Adelante y atrás. Una danza, un juego de pies, tan rápido y tan coordinado que aún no ha sido igualado.

La frase ya había sido enunciada por Alí tiempo atrás, pero en esta ocasión su corolario estaba dedicado a George Foreman, el hombre al que tenía la intención de arrebatarle el título de campeón del mundo de los pesados. Foreman era el rey invicto. Un joven pegador imbatido (40-0) que había noqueado a Joe Frazier y a Ken Norton en dos asaltos. Muhammad Alí, siete años mayor, había sufrido lo indecible para tumbar a los citados. La inmensa mayoría de los críticos le otorgaban el cartel de víctima a Alí en su pugna ante Foreman.

El Acorazado Cinéfilo - Le Cuirassé Cinéphile: Muhammad Ali. Films -  Francisco Huertas Hernández. Alicante (Spain)
Alí (i) y Foreman (d)

Muhammad Alí se había ganado a pulso luchar por lo que era suyo. Combatir por el título de campeón del mundo de los pesos pesados. Tras derrotar a Joe Frazier, debía vencer a George Foreman para recobrar la corona que el Gobierno de Estados Unidos le había arrebatado en 1966. Habían pasado ocho años. Alí continúa siendo un atrevido fanfarrón, pero comienza a acusar la edad, el cansancio y las heridas físicas y emocionales. Seguía siendo arrogante, pero, las posibilidades de que no fuese capaz de hacer efectivas sus amenazas sobre el ring eran considerables.

El duelo entre Alí y Foreman no era un combate cualquiera. Muhammad Alí era entonces un semidiós. Su carácter seco y atrevido y su estilo excéntrico habían alcanzado unas cotas que rozaban la locura. Llegaría a combatir contra Supermán en un cómic, combate que, por cierto, ganará el púgil de carne y hueso. Su desmesurado afán por ser el centro de las miradas le había llevado a ser vilipendiado, pero el Estados Unidos de 1974 no tenía nada que ver con el de 1966. Alí había pasado de ser un villano a ser un héroe americano.

George Foreman era el gran favorito. Contaba con 27 años, por los 34 de Alí, y meses atrás había demostrado una pegada descomunal que había dejado seco a Joe Frazier. Era granito con piernas y, aun así, era la antítesis de lo que es un púgil de los pesos pesados. Foreman era querido. Era un buenazo. Un bonachón que una vez retirado acabaría haciéndose reverendo y vendiendo barbacoas a padres de familia a través de la teletienda.

Los ingredientes estaban dispuestos y solo faltaba alguien que los cocinase. Quien sacó el colmillo y vio la oportunidad que allí se presentaba fue un joven afroamericano llamado Don King. Mucho antes de teñir de blanco un mechón de pelo y de ser parodiado en ‘Los Simpsons’, King era un ambicioso promotor que se haría famoso por explotar hasta la extenuación a los boxeadores a cambio de ingentes sumas de dinero.

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Don King

King no era, para nada, el favorito para organizar el evento pugilístico del siglo, pero se le ocurrió una idea tan descabellada como lucrativa. Se reunió con Alí y con Foreman y les prometió a ambos una bolsa de cinco millones de dólares por cabeza. Nunca jamás se había juntado cifra tan desorbitada por un combate. Ambos aceptaron de inmediato. Ahora sólo tocaba saber de dónde sacaría King diez millones de dólares.

Iba a crear “The Rumble in the Jungle” (Un Estruendo en la Jungla). Don King iba a llevar el combate al corazón de África.

Don King tuvo una idea. Y ya se sabe que lo más difícil es tenerla. Pensó. Si Muhammad Ali abandonó su nombre de esclavo (Cassius Clay) para volver a sus raíces y ser el guía moral de los afroamericanos, ¿por qué no llevar a Alí a la tierra natal de todos ellos? ¿Por qué no llevar el combate a África? La idea era magnífica. Pero para llevarla a cabo necesitaba de alguien que invirtiese diez millones de dólares en su plan.

Ese hombre iba a ser Mobutu Sese Seko.

Entonces en Zaire, hoy República Democrática del Congo y anteriormente el Congo belga, gobernaba Mobutu Sese Seko, uno de estos militares apoyados por la CIA que a cambio de engordar una cuenta personal en Suiza acaban liquidando un país. Cuando en 1997 los zaireños le den una patada, la riqueza personal del mariscal será mayor que la deuda externa del país centroafricano.

Con el apoyo estadounidense, temerosos de que el comunismo se expandiese por África, Mobutu Sese Seko acababa de presentar ante las Naciones Unidas lo que él llamo su plan de “autenticidad”. Renombro ciudades y lugares para africanizar el país, prohibió el cristianismo y la vestimenta originaría de Europa y, aquí está el quid de la cuestión, creó una beatificación a su persona y confiscó las empresas extranjeras para dárselas a sus familiares.

Ante tal panorama, Mobutu necesitaba un lavado de cara que, además, fomentase la africanización de su país. Que mejor que invitar a Zaire a Alí, el hombre que renegó de su pasado de esclavo y que se erigió como defensor de los derechos civiles de los negros. Don King supo ver la oportunidad y cerró el acuerdo. ‘The Rumble in the Jungle’ ya era una realidad.

Rumble in the jungle - Canarias3puntocero
Mobutu Sese Seko (i) y Alí (d)

—THE RUMBLE IN THE JUNGLE—

El combate quedó fijado para finales del mes de septiembre. Era 1974. Sin embargo, Foreman se cortó una ceja en un entrenamiento, por lo que hubo que posponer la pelea hasta el 30 de octubre. Y esas semanas de retraso fueron esenciales para convertir a Alí en mito viviente.

Mientras Foreman se encerraba en un gimnasio de Kinshasa, Alí se dedicaba a trotar por las calles y barrios más humildes de la ciudad. Se pasó el mes de octubre juntándose con los niños, visitando a los mayores, y, en definitiva, inhalando sus raíces. Mientras Foreman representaba al ‘Tío Tom’, al esclavo bueno que se ganaba su libertad siendo fiel a su amo, Alí era el hombre que daba dignidad al oprimido. Cuando en el acto de presentación del combate los miles de zaireños allí presentes se unan al grito de ‘¡Alí bomayé! (¡Alí mátalo!) la suerte de Foreman ya estaba echada.

En ‘The Rumble in the Jungle’ Alí iba a demostrar que podía aparcar su condición de estilista y encajar todos los golpes emulando la fortaleza de Foreman. La víspera del combate Alí pidió a los trabajadores del estadio donde se iba a celebrar el combate que con una llave inglesa aflojaran la tensión de las cuerdas del cuadrilátero. “Vas a bailar, Muhammad, esta noche vas a bailar”, cuentan que le dijo su entrenador. La idea era dejarse dominar por Foreman mientras apoyaba la espalda en las cuerdas y aguantaba las embestidas a derecha e izquierda. En el momento justo del impacto, Alí tendría que bailar un paso atrás para amortiguar el golpe y subyugarlo a través de las cuerdas. Al ser más elásticas absorberían la potencia de Foreman a la espera de que éste se cansase y Alí pudiese lanzar su contraataque.

Volar como una mariposa para picar como una abeja.

La pelea comenzó a las 04:00 horas de la madrugada de Kinshasa, para que el combate se viera en horario de máxima audiencia en Estados Unidos. Curiosamente en Zaire no fue retransmitido por ninguna cadena. Menos mal que hasta 60.000 zaireños se apelotonaron en el estadio 20 de mayo (antes Rey Balduino, después Tata Räphael) para desgañitarse animando a Muhammad Alí. 

The Rumble in the Jungle (1974) - IMDb
The Rumble in the Jungle

El combate y todo el contexto político, social y cultural en el que se desarrolló el evento fueron legendarios. Antes del evento hubo un megaconcierto con B.B King, Celia Cruz o James Brown, que cautivó a todos con ‘Say it loud. I’m black and I’m proud’ (‘Dilo alto. Soy negro y estoy orgulloso’). Norman Mailer, ganador de dos premios Pullitzer, decidió coger la pluma y escribir in situ sobre aquel combate. Ya había un ganador antes del inicio. Ese era Don King.

Tras el gong, Alí se mantuvo tranquilo y fanfarrón durante los primeros asaltos. Encajaba golpe tras golpe contra las cuerdas y le hablaba a Foreman al oído. “Me decepcionas, no me estás pegando fuerte”, soltaba Alí, a lo que Foreman respondía sacudiendo enloquecido. Todos los presentes querían la victoria de Alí, pero todos contaban con el triunfo de Foreman.

El plan de Muhammad Alí estaba dando el resultado esperado. En el quinto asalto Foreman comenzó a dar síntomas de fatiga. Alí se había dejado golpear por una mula, pero seguía intacto. Foreman descargó una batería de golpes que hubiesen tumbado a un rinoceronte, pero Alí se mantenía en pie. Se las arregló para que le golpease los brazos y el cuerpo, pero siempre evitando que el puño de Foreman se acercase a su cabeza. “No puedes hacerme daño. No pensé que fueses tan malo”, contestó con una sonrisa el rey del ‘trash-talking’.

En el séptimo asalto Foreman al fin logró impactar contra la mandíbula de Alí. Fue un golpe seco. Terrible. Alí se tambaleó durante unos segundos y cayó a los brazos de Foreman. “¿Eso es todo lo que tienes, George?”, le dijo Alí con una sonrisa, como el que recibe una caricia. Aquel hombre acababa de ser atropellado por un tren de mercancías y seguía intacto. Se dice que fue entonces cuando a un joven italoamericano que estaba viendo el combate por televisión a miles de kilómetros de distancia se le encendió una luz. Al día siguiente comenzó a escribir un guion que le permitiese dejar de un lado un aciago pasado como actor porno para poder brillar en Hollywood.

Era Sylvester Stallone.

Con Foreman exhausto y psicológicamente destrozado, en el octavo asalto Alí decidió salir de la cueva e irse al ataque con las fuerzas que le quedaban. Alí, enrollado entre las cuerdas, no tendría gas para más que un par de asaltos, por lo que tendría que acertar de primeras. A Foreman comenzaron a lloverle derechazos desde el cielo de Kinshasa. Dos relámpagos salieron de los puños de Alí, y tras varios ganchos consiguió arrinconar a Foreman contra las cuerdas. A veinte segundos del final del asalto, Foreman, falto de velocidad por el cansancio, erró su gancho y en una brutal combinación izquierda-derecha, Alí enviaba a la lona al campeón. ¡Alí, bomayé! rugían los 60.000 zaireños como una manada mientras el árbitro comenzaba la cuenta atrás. Foreman llegó a ponerse en pie mientras el colegiado gastaba el último número de la cuenta atrás. Pero el campeón no llegó a tiempo.

Había un nuevo campeón.

Muhammad Alí recuperaba, siete años más tarde, el título de campeón del mundo de los pesos pesados. ¡Alí, bomayé! ¡Alí bomayé! No hubo la danza que había pronosticado Alí, pero sí un dominio táctico y psicológico que pasaría a la historia. Alí recuperaba un cinturón de campeón del mundo que siempre debió ser suyo tras diez segundos apoteósicos. Un contraataque de seis picaduras de avispa que tumbaron a un oso.

George Foreman necesitaría ayuda psicológica para superar la derrota y sumaría dos años sin volver a pelear. La mañana siguiente al combate, aún sin dormir, Muhammad Alí paseaba por las calles de Kinshasa saludando a la gente y hablando de la unión entre los negros de África y de Estados Unidos. Ambos, Foreman y Alí, subirán abrazados a recoger el premio Oscar en 1996 cuando un documental sobre la pelea gane el premio de la academia hollywoodiense.

A Don King le salió bien la jugada porque el evento tuvo tanto éxito que recaudó más de 100 millones de dólares. Diez veces más de lo prometido a los dos púgiles. La televisión lo convirtió en uno de los primeros éxitos a nivel global. Así que para el año siguiente Don King decidió repetir la jugada. Para 1975 Muhammad Alí tendría que defender su corona ante Joe Frazier en Manila, bajo la atenta mirada de Ferdinand Marcos, otro sátrapa derrochador de dinero público.

El evento ’Thrilla in Manila’ (Gorila en Manila) fue otro éxito rotundo. Alí volvería a generar emoción e interés y, de paso, desgaste en su oponente (lo de gorila iba dedicado a Joe Frazier) pero no llegaría a alcanzar el clímax de ‘The Rumble in the Jungle’. En Filipinas hubo que parar el combate a falta de un asalto porque el entrenador de Frazier temía por la vida de su pupilo. Muhammad Alí retendría un título que conservaría durante un trienio, pero jamás volvería a alcanzar en ningún otro combate la mística de aquella legendaria pelea en el corazón de África. La mística de ‘The Rumble in the Jungle’. 

“Luché contra un lagarto. Peleé contra una ballena. Sólo la semana pasada asesiné a una roca, lesioné a una piedra y hospitalicé a un ladrillo. Soy tan malo que hago enfermar a los medicamentos (…) Soy tan rápido que ayer a la noche apagué la luz de la habitación de mi hotel y ya estaba en la cama antes de que el cuarto se pusiese oscuro. Hay dos cosas que son difíciles de ver; una es un fantasma y otra es Muhammad Alí”.

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