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A propósito del despropósito de la vacunación

Ahora que ya nos hemos alejado en el tiempo y los árboles que no nos permitían ver el bosque han sido talados, conviene hacer una reflexión a propósito del despropósito de la vacunación de la selección española de fútbol. Una chapuza de matrícula de honor donde se han visto involucrados el Gobierno de la Nación, la Real Federación Española del Fútbol y políticos y periodistas de distinta categoría. Reveladora, por lo que a mí respecta, la actuación del gremio deportivo del cuarto poder dejando a la altura del betún a todo aquel que en algún momento ha ejercido la profesión.

Antes de que a una semana del inicio de la Eurocopa, allá por el 6 de junio, la noticia saltase con el positivo por Covid-19 de Sergio Busquets, ningún medio informativo se preocupó de tratar la posible vacunación de la selección española. Sería el mes de febrero cuando los medios se manifestaron ante dicha posibilidad como algo baladí e insustancial. Rubiales, presidente de la RFEF, declararía, cuando la tormenta estaba en su auge, que llevaba dos meses luchando para obtener el visto bueno del Gobierno, el cual negó la mayor. No es que la palabra del Gobierno vaya a misa, de hecho no suele ni pisarla, pero es más fiable que la de Rubiales teniendo en cuenta que ningún medio ni periodista se hizo eco de dichas peticiones o exigencias hasta que todo estalló.

Lo cierto es que antes de que Busquets diese positivo el mundo del periodismo deportivo estaba a otras cosas. Unos comentando que “la selección no representa a España porque no lleva a nadie del Real Madrid” o “Laporte es un francés que ni siente el himno, ni el escudo, ni la camiseta” y otros replicando que “preguntar a un jugador si se siente español es xenofobia” o argumentando que “los jugadores que mejor rinden en la selección son aquellos a los que no les importa España”.

En esto estaba la materia gris de este país cuando estalló el positivo. La noticia pilló a los jefazos de la prensa con fin de semana de asueto. Con Eurocopa y Juegos Olímpicos en el horizonte había que aprovechar entre el fin de la Liga y el inicio de la competición para coger unos días libres. Del mismo modo los futbolistas contaron con unos exiguos días de descanso antes de penetrar en la burbuja de Las Rozas. Y aquí vino el problema, ya que Sergio Busquets estuvo en contacto con un positivo y, fruto de ello, llegó el contagio.

Es probable, querido lector, que no sepa que ese fue el motivo del contagio. La noticia fue dada con sordina en ‘La Razón’ y ‘ABC’ y también en ‘La Sexta’, para luego ser replicada a lo bajini en otros medios. Pronto se tapó. No hay que estudiar Ciencias de la Información para saber porque dos periódicos de editorial conservadora con sede en Madrid son los únicos que explican los motivos del positivo del centrocampista catalán del FC Barcelona. Un poco más avispado hay que estar para saber porque ‘La Sexta’ destapa la información. Dado que los derechos televisivos de la Eurocopa los tiene Mediaset (Telecinco y Cuatro), lo que para éstos será cerrar filas contra cualquier información negativa, para Atresmedia (La Sexta y Antena 3) es una oportunidad de dañar a la competencia.

Será Mediaset quien desvele un par de días después la inmensa preocupación en el seno de la RFEF tras el positivo de Diego Llorente y el más que probable de Thiago Alcántara. Y es que el centrocampista del Liverpool FC es el compañero de habitación de Busquets. Atresmedia nos contará que el verdadero motivo de la preocupación fue la salida a cenar en un restaurante madrileño de los ya citados.

Todo esto sucedía mientras la RFEF y el mundo periodístico deportivo mostraba su indignación y su preocupación ante la falta de respuesta del Gobierno y la negligencia mostrada al no haber vacunado a la selección. El aficionado medio se enervaba con tales comentarios pero, alguno, más reflexivo, se preguntaba. ¿Cómo pudieron ir a cenar a un restaurante cualquiera si están en una burbuja?, ¿cómo se le puede dar un fin de semana libre a miembros de una burbuja?, ¿cómo hacen vida en común si nos dijeron que comen por separado y que no comparten duchas en el vestuario?

Preguntas que no obtuvieron respuesta.

Crece la polémica tras positivo por COVID para Sergio Busquets, ¿Le  pidieron cuarentena a España?
De salud bien, gracias

Una vez que Sergio Busquets fue apartado del grupo y comenzaron las rutinas de entrenamiento individuales y los protocolos PCR para el resto de la expedición, se montó la marimorena. Inmediatamente se exteriorizó la indignación de la RFEF y se inició una campaña exprés a favor de la vacunación clamando por el buen nombre de España y su prestigio internacional. Se contaron un par de gruesas mentiras que conviene examinar antes de seguir con la cronología de los hechos:

A) España es el único país que no ha vacunado a su selección: Mediaset lo soltó a las primeras de cambio y luego hubo efecto rebote y rectificaciones varias. Lo cierto es que Italia y Turquía eran las únicas dos selecciones vacunadas entre las 24 participantes al inicio del campeonato. En Alemania, Austria, Eslovaquia, Chequia o Inglaterra se descartó por completo la vacunación y en Francia, Polonia o Portugal se le dio libertad a cada jugador para que se vacunase por su cuenta y riesgo si así lo desease. Dinamarca, Finlandia o Suecia también descartaron la posibilidad y ésta última aceptó con resignación y estoicismo los casos de coronavirus. En Bélgica y en los Países Bajos se les fueron ofrecidas, pero los propios jugadores las rechazaron ante el temor de sufrir efectos secundarios en los primeros partidos. En Rusia se vacunó al cuerpo técnico y a algún miembro de la expedición por cuestión de edad, pero no así a los futbolistas.

B) Los olímpicos fueron vacunados por el Gobierno: Es una media verdad. El COI (Comité Olímpico Internacional) se puso en contacto el año pasado con los Gobiernos de todo el mundo para establecer un protocolo de vacunación con todos los deportistas olímpicos. Para ello el COI se ofreció a pagar el doble de precio del mercado por cada vacuna inyectada a un deportista. Algunos países, caso de España, donaron esa plusvalía a países subdesarrollados y asumieron ellos mismos la vacunación de los deportistas. Todos los deportistas de los más de 200 países del COI estarán vacunados en Tokio por iniciativa privada, programada hace un año y ejecutada hace un par de meses.

Fueron estos los dos ejes sobre los que pivotó un debate banal y pestoso que dio lugar a diferentes consideraciones políticas. “Se les inmuniza en función de su cuenta corriente”, dijo una ministra del Gobierno español como apóstol, apóstola u apóstole de la miseria. Como si esas 60 vacunas fuesen a destrozar el erario público o como si se las fueran a quitar a unas viejecitas del bolso. El debate no es ese. Ahí se equivoca la izquierda. Como el debate no es que haya que vacunarlos por patriotismo y porque “defienden la honra, el orgullo y la decencia de España en el extranjero”, como argumenta la derecha mal llamada patriótica con verborrea chatarrera. Alimentando las llamas de la pira separatista.

¿Se tenía que haber vacunado a la selección española de fútbol? Si se quería haber vacunado a la selección se tendría que haber hecho hace un par de meses. La RFEF insiste en que así lo solicitó en repetidas ocasiones y en las mismas su solicitud fue denegada. Sanidad dice no saber nada y al ministro de Cultura y Deportes (sí, existe) nadie le vio el pelo hasta hace unos días. El problema es que nadie sabía hace 60 días quién iba ir a la Eurocopa. Ni siquiera Luis Enrique. Que le pregunten a Robert Sánchez. La opción de haber vacunado a la selección hace dos meses era irrealizable (imagínense haber vacunado al entonces intocable Sergio Ramos o a Aymeric Laporte para que luego fuese requerido por Francia).

El COI decidió vacunar a todos los deportistas con marcas mínimas para ir a Tokio, aun sabiendo que algunos de ellos no disputarían los Juegos Olímpicos. ¿Habría que haber vacunado a todos los futbolistas seleccionables? ¿A todos los futbolistas de élite? Llevamos desde marzo de 2020 en esta situación y se han disputado campeonatos nacionales e internacionales. Año y medio de nueva normalidad en el que hemos visto situaciones absurdas e incomprensibles. Futbolistas que comparten mascarilla en el banquillo para luego echarse el aliento a la cara mientras juegan. Entrenadores que dan instrucciones con máscara y luego organizan comidas de confraternización con decenas de personas. Clubes que separan a sus jugadores en hoteles y vestuarios y luego les permiten libre albedrio la noche antes y la noche después del partido. O campos vacíos de lloros y alegrías para luego celebrar títulos en reuniones multitudinarias de futbolistas y aficionados. ¿Y ahora nos rasgamos las vestiduras por un positivo?

Los futbolistas no han hecho nada que no hayan hecho la mayoría de los mortales en estos tiempos de pandemia. Pero ya hace un par de milenios se sabía que la mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo. O en la versión moderna, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. La selección española de fútbol no es un conjunto de futbolistas, sino los seleccionados para representar a España en una competición internacional. Eso implica privilegios, pero también obligaciones. Si esos futbolistas nos representan (guste o no guste), también lo hace el Rey, los miembros del Gobierno o hasta el alcalde de tu pueblo (guste o no guste). Y también Rafa Nadal. O Ferran Adriá. O Blas Cantó en Eurovisión. Y ninguno fue vacunado ‘ad hoc’.

El problema, claro está, es que la vacunación es de carácter público. Justo cuando el caso Busquets estalló la prensa anunciaba que ‘El Corte Inglés’ empezaba a vacunar a aquellos empleados que por tramo de edad aún no habían sido vacunados, como antes hicieron o harán otras empresas. La RFEF (de base pública y fondos privados) pudo haber tomado esa decisión y no lo hizo, sencillamente porque nadie pensó en la vacunación hasta el fatídico domingo 6 de junio.

También pudo haber buscado la vacunación grupal la UEFA, pero no quiso. Sus criterios tendrían pero decidieron apostar por la responsabilidad individual y flexibilizar al máximo sus normas. Permitieron modificar la convocatoria hasta el pasado sábado a las 21:00 horas, cuando ya la Eurocopa contaba con cuatro partidos en liza, algo totalmente extraordinario. Lo cierto es que aunque el medallero es por países, los Juegos Olímpicos son una competición individual donde un positivo trastoca cuatro años de trabajo. La Eurocopa es una competición de equipo en la que se establece que con la mitad de los integrantes en condiciones (13/26) se permite seguir compitiendo.

Y es que en previsión de positivos por coronavirus la UEFA permitió extender las listas a 26 futbolistas cuando lo habitual era llevar a 23 seleccionados. Del mismo modo llevan año y medio permitiendo cinco cambios en los partidos y el aplazamiento sin coste deportivo alguno en caso de un brote que afecte a más de la mitad de la plantilla. Esas son las reglas, fueron conocidas y así fueron aceptadas y permitidas. No vale ahora quejarse.

Luis Enrique perdió el mismo día que dio la lista. Y él lo sabía. Y le daba igual. Esnob con tendencia a la confrontación, quizás algo bueno saque de tanto lio como amante que es del buen fango. Pero al no llevar a 26 jugadores y ante el miedo a una réplica del terremoto Busquets, surgió el pánico. Hubo que buscar culpables e iniciar una vacunación a toda pastilla.

Explicado ya los motivos por los cuales la selección de fútbol no fue vacunada a inicios del mes de mayo, volvamos a la semana del 7 de junio y sigamos con la cronología de una esperpéntica vacunación.

Aquel lunes el ministro de Cultura y Deporte asegura que en 24 horas la selección será vacunada a lo que contestará la titular de Sanidad al día siguiente para corroborar sus palabras y, 24 horas más tarde – ya en miércoles -, asegurar que no es competencia del ministerio y que debe ser la Comisión de Salud Pública la que tiene que tomar la decisión en función de criterios clínicos. Ese día la selección sub-21 de fútbol sustituye a la absoluta en un amistoso ante Lituania que RTVE decide emitir por ‘Teledeporte’ en vez de por ‘La 1’ ante la indignación de la RFEF. Rubiales manifestará pena por lo que él considera “falta de apoyo a la selección”. Mientras, los que debieron ser en principio 26 y se quedaron en 24 son ahora 24-2+4+1+1+11=39, en tres burbujas paralelas. Y Luis Enrique, siempre por encima del bien y del mal, manifestando que volvería a convocar a 24 en vez de a 26.

Y a todo esto, ¿qué hacía el mundo del periodismo deportivo? Pues poca cosa. Porque mientras la parodia nacional aumentaba la RFEF sacaba un comunicado que rezaba lo siguiente: “Se ha reforzado la burbuja y se mantienen las distancias”. ¿Cómo que se ha reforzado la burbuja? ¿Es que se puede reforzar una burbuja?

Es que no ha habido burbuja. Ni en Las Rozas, ni en la Liga, ni en la Copa de Europa ni tampoco la habrá en la Eurocopa. ¿Burbuja en la Eurocopa? Ni la competición se disputa en una única sede, ni todos los futbolistas están recluidos en un mismo complejo hotelero. Ni siquiera en la misma ciudad. Ni siquiera se prohíben los días libres en el exterior. La UEFA establece un protocolo que cada selección cumple o no cumple, porque la culpa es poca y el control es mínimo.

Ese control podría venir del periodismo. Es exasperante y frustrante para la profesión ver como la beligerancia es ausente cuando el fútbol hace su aparición. Los periodistas deportivos ejercen de palmeros incapaces de criticar todo aquello que rodea al juego. Corrupción, apuestas, exigencias contractuales, discusiones o ausencias a los entrenamientos o hasta denuncias sexuales nunca son motivo de investigación. El periodista vive del ego, de la oportunidad de la exclusiva, de la amistad con tal y con cual. Y meterse con uno o con otro resta poder de decisión.

La política se acerca al periodismo por interés. Necesita de los medios para exponer su argumentario y su apoyo mediático para derribar al rival. Desde el más humilde hasta el más poderoso. Los deportes minoritarios también se afanan por buscar al periodista, pero no ocurre así con el fútbol de élite, donde el contacto es a la inversa. El medio y el periodista tratan al futbolista como ídolo intocable besando el suelo que pisa. La crítica sólo se produce en la derrota, y el chivo expiatorio nunca es el sistema, siempre un particular, generalmente un extranjero fácilmente criticable por no ser objeto de entrevista.

Cada presidente, cada club o cada futbolista de élite cuentan con su grupo de palmeros. También los directivos o incluso el estamento arbitral. Pero nadie osa arremeter contra los dejes y los fallos del sistema. Contra el fútbol como un todo. Contrasta esto con la facilidad con la que se suelta el látigo en la política, donde cada error es pagado con suma beligerancia. A pesar de su abuso de poder, su lengua viperina y su ego desmedido, de vez en cuando se echa de menos al rey de la noche. Al menos mostraba credibilidad y contaba las verdades del barquero.

Y así los palmeros se pusieron “al servicio de España y del fútbol español” para solicitar que a los futbolistas se les pusiese la vacuna de Janssen, la de una única dosis. Todo alimentado por unas oportunas declaraciones de Luis Enrique en las que manifestaba sus dudas sobre una vacunación que podría causar efectos secundarios en los futbolistas.

Se establece que en la mañana del jueves 11 la expedición española, compuesta por unas 60 personas, sería vacunada con Pfizer en una primera dosis por sanitarios del Ejército, siendo la segunda el 1 de julio, con tal desatino que, cuando tocase la segunda dosis, los jugadores podrían estar luchando por ganar la Eurocopa o bañándose en las aguas de Bali. Si el objetivo era inmunizarlos para mejorar la convivencia y restar preocupaciones a los ya preocupados futbolistas, que baje Dios y lo vea.

Tras más profusos debates y exclusivas varias (la SER y la COPE peleando por ver quien lo dijo primero) hay una nuevo giro de guión. La RFEF se niega a vacunar a sus futbolistas con Pfizer y exigen la monodosis de Janssen. Se pospone todo para el viernes y en caso de que el Gobierno no ceda se decidiría no vacunar a los futbolistas.

¿Pero no era tan trascendental vacunarlos?

Y nuevamente lo importante se deja de lado y nadie hace las preguntas necesarias. Ningún medio (incluidos los generalistas) se preguntan porque si el Comité de Sanidad Pública recomendó Pfizer en 24 horas se cambia de decisión para suministrar la monodosis de Janssen. Con la cantidad de mentiras, medias verdades y contradicciones con las que las diferentes autoridades nos llevan obsequiando año y medio ya nada sorprende, pero si el Comité de Sanidad Pública considera que la más segura es la de Pfizer no habría nada más que añadir. Entiendo que todo el mundo quiere pincharse con una sola dosis, pero entiendo también que cuando a los españoles de entre 20 y 30 años les toque vacunarse les pondrán Janssen. ¿O dirán que no es recomendable por sus efectos secundarios?

El caso es que al final fue la monodosis de Janssen la elegida y el viernes 11 de junio el día de autos. Como se ve, no había preocupación alguna por los efectos secundarios, tan solo presión mediática para evitar las dos dosis. En realidad se le administró Janssen a los futbolistas vírgenes y una dosis de Pfizer a aquellos que, o bien habían pasado el coronavirus o bien ya se les había administrado una dosis.

Sí, querido lector, otro tema tratado con sordina y en el que no se ha profundizado. Si usted ha pasado el Covid-19 y tiene más de 65 años le pondrán dos dosis. Si tiene menos de 65 años deben pasar seis meses desde que tuvo el Covid-19 para ser vacunado. ¿No ha sido así? Normal. En la práctica se le pone doble dosis a todo el mundo. Pero si usted es futbolista ni hace falta esperar seis meses ni tampoco una segunda dosis. Y sí, querido lector, hay futbolistas que ya tenían una dosis. O bien porque en el país en el que trabajan los protocolos sanitarios lo establecían, o bien porque tiraron de billetera y se vacunaron por decisión propia.

La Selección se vacuna a tres días de su estreno en la Eurocopa 2020 ante  Suecia en Sevilla - Eurosport
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El pasado lunes el balón asomó y las vísperas turbulentas se olvidaron. O por lo menos lo hicieron hasta que Morata se hinchó a fallar goles y los pitos superaron a los aplausos. Las tertulias periodísticas debatían sobre si habría que cambiar a Morata por Gerard Moreno en el segundo partido y también sobre si es patriótico o no silbar a un delantero de la selección española. En ninguna de esas tertulias escuche que la inquina a Morata, además de por su falta de gol, quizás fuese porque un par de días antes había censurado a los que criticaban la vacunación de la selección en una entrevista. “Hay una España que apoya y otra que no”.

Quizás, sólo quizás, el enfado de la afición se deba no sólo a que la pelotita no entre sino a semejante esperpento. Quizás, la gente se pregunte como no se ha vacunado a la selección española femenina de baloncesto que ha perdido a Alba Torrens y a Tamara Abalde por culpa del Covid-19 en vísperas del inicio del Eurobasket. Torneo que, además, se va a disputar en tierras españolas. Quizás no muevan ni tanta gente ni tanto dinero como los chicos del fútbol, pero en la última década han defendido la marca España consiguiendo tres Eurobasket y el subcampeonato mundial y olímpico. Pero ni el Gobierno ni, por supuesto, el mundo del periodismo deportivo han puesto el grito en el cielo.

Con Llorente y Busquets incorporados al grupo sólo los designios del balón nos dirán como será recordada esta chapuza. Que la selección masculina de fútbol es uno de los mayores argumentos de cohesión nacional y representación internacional es innegable (de ahí que catalanes o vascos se afanen por hacer lo mismo). Que se haya favorecido de forma chapucera y vertiginosa su vacunación era esperable y hasta entendible. En Francia se canceló el toque de queda durante una noche por la disputa de la semifinal de Roland Garros entre Djokovic y Nadal. Nada nuevo bajo el sol.

Mas el fútbol debe entender que, lenta pero inexorablemente, está perdiendo el contacto con la realidad. El foco suele ponerse en la volatilidad de los jóvenes, su aprecio por la inmediatez y su incapacidad para consumir un producto deportivo de larga duración. Pero el otro gran problema radica en que la distancia entre seguidores y futbolistas cada vez es más grande. El fútbol fue creciendo de la mano de la sociedad. Pero hace décadas que mientras la curva social o bien se mantiene o bien desciende, la del fútbol crece sin descanso alcanzando proporciones estratosféricas.

Los debates se centrarán en si tenían que haber sido vacunados o no. O en si son unos privilegiados millonarios o unos representantes de España en el mundo. O si 60 vacunas deben ser pagadas con fondos públicos o con fondos privados. Y mientras todo eso ocurre el fútbol y los futbolistas seguirán alejándose de la realidad, perdiendo adeptos y alimentando frustraciones.

Siempre y cuando la pelota no entre…

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