La semana mágica de Paolo Rossi
29 de junio de 1982. Barcelona. Estadio de Sarriá. 44.000 espectadores en las gradas. 18:30 horas. Alrededor del minuto 60 de partido. Paolo Rossi, el delantero centro de la selección italiana, recibe en solitario al contraataque, se interna en el área pequeña y es incapaz de levantar el balón por encima de Fillol, cancerbero argentino. Es un mano a mano clarísimo. Era el cuarto partido consecutivo en el que Rossi salía de titular en el Mundial y el cuarto consecutivo en que abandonaba el encuentro sin anotar un tanto. Italia triunfa, pero Rossi fracasa, titula la prensa transalpina. Italia venció a Argentina y se jugará el pase a semifinales ante Brasil, la indiscutible favorita del torneo.
Con 14 años Luciano Moggi lo captó para la Juventus procedente de la Cattolica de Virtus. Era un delantero oportunista, no exento de técnica, pero que destacaba por estar en el lugar preciso en el momento justo. Paolo Rossi era una prometedora estrella pero sufre tres lesiones distintas de menisco antes de los 18 años. Se recuperaría, pero a los 30 ya estaría retirado. El caso es que la Juve se deshace de él y lo manda al Vicenza que estaba en la Serie B. El primer año es el máximo goleador de Segunda y asciende a Primera. La segunda temporada repite ‘Pichichi’ en la Serie A y deja a su modesto equipo en puestos europeos. Pablito había renacido.
Va al Mundial del 78 y se sale. Italia alcanza las semifinales. Y llega el escándalo. El Perugia, un modesto, ofrece una millonada. La Juve se echa atrás. Entonces los italianos sólo podían salir del país con el equivalente a 65 euros de la actualidad. El fichaje de Rossi cuesta 5 millones de hoy, pero el sueldo de Rossi sigue siendo modesto. Los jugadores exigen cobrar más. Los equipos pagar menos impuestos. Se rumorea que se amañan partidos. Nunca se probó que Paolo Rossi cobrara ninguna mordida, pero al igual que a la hora de meter goles estaba en el lugar preciso en el momento justo, el escándalo del ‘Tottonero’ le salpicará de lleno. Un coloso como el AC Milan es castigado con el descenso a la Serie B y una figura como Paolo Rossi estará dos años sancionada sin jugar. Era 1980.
Enzo Bearzot siempre creyó en su inocencia. El seleccionador ‘azzurro’ lo estimaba como futbolista y como hombre. Fue su medicina durante dos largos años. Creía en ese delantero oportunista. Tras sólo tres partidos jugados en dos largos años decide convocarlo para el Mundial 82. Le da la posibilidad de forjarse un destino. Rossi jugará la primera fase del Mundial como un futbolista encadenado. La prensa quiere a Roberto Pruzzo y no a un chico tramposo y falto de forma. Bearzot decide que ningún jugador hable con los medios. Sólo hablará él. Dice que pone a Rossi de titular “por una cuestión moral”. El escándalo está servido. Italia está a punto de irse a casa en la primera fase. Las críticas son duras. Pero Rossi, con el 20 a la espalda, seguirá siendo el 9 titular.
5 de junio de 1982. Barcelona. Estadio de Sarriá. 44.000 espectadores. 17:20. Minuto 5 de partido. Centro al área, Rossi arranca una décima de segundo antes que su defensor y de cabeza cruza el balón. Es el gol más importante de la carrera de Pablito. El que le abre las puertas del paraíso tras 365 minutos en el averno. Luego vendría el segundo en el que Rossi volvió a ser Pablito el oportunista al ganarle el balón a Toninho Cerezo y anotar un gol de pillería. En el tercero demostró que nadie era capaz de defenderlo. Aquella tarde sólo un hombre podía entrometerse entre Brasil y las semifinales. Rossi anotó un ‘hat-trick’ en el que fue el partido más hermoso de todo el Mundial.
Brasil del 82 era como el Brasil del 70 pero no tenía ni portero ni gol. Era como bailar con tu hermana. Todo era hermoso hasta que llegabas al final. Rossi, el proscrito, el delantero que había jugado tres partidos en dos años, que no había marcado ningún gol en el Mundial, volvió a ser Pablito. En una época donde se marcaba al hombre, Rossi era el delantero que se escabullía, el pillo que se escurría y bailaba con el balón hasta llevarlo a la línea de gol.
8 de junio de 1982. Barcelona. Camp Nou. 60.000 espectadores. 17:15 horas. Italia contra Polonia. Semifinales. Italia ya no tenía a un delantero. Tenía a un héroe nacional. Paolo Rossi anotó otros dos goles tocando apenas un par de balones. No podía haber escogido un mejor momento para resucitar. Italia volvía a la final de un Mundial tras haber perdido ante Brasil doce años antes.
Cuando Enzo Bearzot llegó a la ‘Nazionale’ siete años atrás decidió apostar por algunos jóvenes que conocía de las categorías inferiores. Concretamente dos de ellos se mostraron indispensables. Antonio Cabrini en la defensa y Paolo Rossi en la delantera. Esos dos futbolistas eran innegociables. Bearzot era un hombre culto. No era un entrenador al uso, era como un pintor que sabía cómo combinar colores. Y Paolo Rossi era como el azul, el azul de Italia, el azul del cielo y del mar. Como ese color que permite enlazar con los demás.
11 de junio de 1982. Madrid. Santiago Bernabéu. 90.000 espectadores. 20:00 horas. Italia contra Alemania Federal. Final del Mundial. El sueño de una vida. Minuto 57 de partido. Tardelli abre a la derecha, Gentile recibe el balón y centra al área donde cayendo y todo potencia aparece Rossi que entre su cabeza y su corazón abre el marcador. Esta vez solo fue un gol, pero se dice que en una final el primero vale por tres. Alemania venía de una extenuante prórroga ante Francia, Rummenigge estaba tocado y los teutones bajaron los brazos. Italia acabaría ganando 3-1 y lograría el que hasta el momento era su tercer Mundial.
Paolo Rossi jugó 7 partidos en aquel Mundial y anotó 6 goles distribuidos en apenas 230 minutos. Fue el máximo goleador. En dos años disputó únicamente 10 partidos oficiales marcando 7 tantos. Al acabar el Mundial firmó por la Juventus, su amor de adolescencia, tuvo un par de años mediocres y se apagó. Paolo Rossi fue una estrella fugaz. Fue un héroe que entró en combustión durante una semana mágica para ingresar en el olimpo de los dioses. Es uno de los únicos 8 futbolistas que han ganado la Copa de Europa, el Mundial y el Balón de Oro. Un Balón de Oro, aquel de 1982, que es uno de los más baratos de siempre, porque a Paolo Rossi tan sólo le hizo falta una semana para justificar un año. Para justificar una carrera. Para justificar una vida.
Alberigo Andrea CARACCIOLA MAZZANTINI
onEs cierto.Paolo Rossi público tres libros siempre hablando de lo mismo,de esa semana y del mundial 1982.De Roberto Pruzzo no se acordó nadie ya pero en México 86 se repitió la historia,dejaron a Pruzzo (otra vez máximo goleador) en Roma y Bearzot insistió en un Rossi ya acabado , aunque ni siquiera jugó.Su puesto lo tuvo Galderisi, ningún gol en cuatro partidos.
Gerardo Vázquez Morandeira
onGracias por el aporte!
Roberto Pruzzo fue injustamente tratado por Bearzot. Fue máximo goleador de la Serie A con la Roma tanto en 1982 como en 1986, años de Mundial, y no le sirvió para ir con la Nazionale