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Lutz Eigendorf: El Beckenbauer del Este

Una de las múltiples diferencias que había entre la Alemania del Este (RDA) y la Alemania Occidental (RFA) estaba en la posibilidad de adquirir un vehículo. En la RDA había un número limitado de modelos de fabricación propia a los que se podía acceder en función del estatus laboral y de la disposición familiar. Para alcanzar un coche de importación hacía falta un salvoconducto oficial, un muy probable soborno y una espera de meses o incluso años. En la RFA el acceso al vehículo obedecía a términos capitalistas. Si tienes dinero te lo compras. Si no lo tienes no te lo compras. Así que una de las primeras cosas que Lutz Eigendorf hizo al escapar a la RFA fue comprarse un deportivo, un Alfa Romeo GTV-6.

Mucho antes de realizar tal compra, Lutz Eigendorf era el ojito derecho de los jefazos de la RDA. En 1974 la RFA había ganado el Mundial de fútbol en el que habían ejercido como anfitriones, pero a la RDA le quedó la satisfacción de haber vencido a sus vecinos en la fase de grupos tras un gol de Sparwasser que se tornó en mítico. Aquello, unido a los éxitos internacionales del Magdeburgo, envalentonó a los dirigentes de la RDA en su pesquisa por lograr el éxito a través del deporte. Fueron los inicios del dopaje de Estado y también de la búsqueda del nuevo Franz Beckenbauer, el jugador alemán nacido al otro lado del muro que por entonces era una de las estrellas más rutilantes del planeta fútbol.

El elegido fue Lutz Eigendorf, un elegante futbolista que militaba en el Dinamo de Berlín. Tenía porte, buena presencia y una notable calidad técnica. Erich Mielke lo nombró capitán con apenas 22 años. Es preciso explicar que Mielke, además de máximo responsable del Dinamo de Berlín, era el director de la Stasi, la policía secreta de la RDA. Mucho antes, de jovenzuelo, combatiera en la Guerra Civil española enrolado en las Brigadas Internacionales. Cuando sus obligaciones de espionaje y de asesinatos se lo permitían, a Mielke le encantaba dirigir la Oberliga a su antojo y promover los amaños necesarios para que su Dinamo se proclamase campeón.

Eigendorf era un privilegiado. Era tratado en palmitas por el Partido Comunista. Se había casado con la chica más popular del instituto y era padre de una niña de dos años. Tenía una buena casa y acceso al mejor coche que la RDA le podía dar. Pronto fue apodado el Beckenbauer del Este y pasó a ser cara cotidiana en los medios como representación del éxito en la Alemania comunista.

Pero Eigendorf no era feliz. Desde que fuese reclutado como joven proyecto futbolista a los 14 años vivía bajo estricto control. Le decían lo que tenía que hacer, cuando y como hacerlo. Se ahogaba. Y tenía envidia. Tenía envidia del verdadero Beckenbauer y de todo lo que se estaba perdiendo. Así que, sin comunicárselo a su esposa, decidió emprender una nueva vida.

El Dinamo de Berlín jugaba un partido amistoso ante el FC Kaiserlautern a más de 600 kilómetros rumbo a la libertad. El encuentro se disputó sin mayor noticia y en el viaje de vuelta el autobús paró para repostar antes de entrar en la RDA. A pesar de la vigilancia, era en esas ocasiones cuando los futbolistas aprovechaban para hacer alguna compra e introducir objetos de contrabando en el país. Las autoridades solían hacer la vista gorda, para así mantener a sus estrellas contentas. Pero Eigendorf tenía otro plan en la cabeza. Se escabulló, subió a un taxi y le dijo al conductor que lo llevase de vuelta a Kaiserlautern, concretamente a las oficinas del club renano. Una vez bajó del vehículo, se reunió con el presidente, se ofreció como defensa central y firmó un papel en blanco.

Acababa de ser contratado por el FC Kaiserlautern. Acababa de desertar.

Dado que tenía mujer e hija, la Stasi jamás se podría haber imaginado que Eigendorf desertase. Mielke estalló en cólera y puso en marcha la llamada ‘Operación Rosa’ con el objetivo de hacerle la vida imposible a Eigendorf. Pusieron en nómina a un agente encubierto, un tal Peter Hommann, con el objetivo de seducir a la mujer de Eigendorf y ponerla en su contra.

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Mielke. Maestro del terror

Quién sabe lo que pensaría esa mujer de un marido que en su búsqueda de la libertad había convertido en infierno su vida y la de su hija, pero el caso es que Gabriele, así se llamaba la mujer, acabó pidiendo el divorcio y casándose con el tal Hommann. Es más, el agente, no se sabe si por celo amoroso o por celo laboral, acabaría también adoptando a la hija del desertor.

Quién sabe, también, lo que pensaría aquel joven en busca de la libertad. Eigendorf tenía larvada una insatisfacción. Se había casado muy pronto y había tenido una hija que no quería. Hay documentación al respecto. Como que cometió al menos un par de infidelidades al poco de casarse. Al igual que cualquier veinteañero estaba fascinado por la libertad. Habitaba en lo más profundo de su ser una frustración por no haber vivido al límite, por no haber tenido aventuras. Pesó mucho más la fascinación por cruzar el Muro que el pesar por dejar mujer e hija al otro lado.

Así que el plan de Mielke, la ‘Operación Rosa’, no había dado los frutos previstos. Mielke se subía por las paredes y su paciencia se agotó cuando Eigendorf dio una entrevista a una televisión occidental pegado al propio Muro y con un plano televisivo en el que al fondo se veían los focos del Friedrich-Ludwig-Jahn-Sportpatk, la casa del Dinamo. Aquello era intolerable. Por si su deserción fuese poca afrenta, Eigendorf aprovechaba toda ocasión para denunciar en público las condiciones de vida de la RDA y al régimen comunista.

En todas y cada una de las reuniones que Mielke mantenía en su despacho con sus subordinados de la Stasi recordaba que el objetivo número uno era Eigendorf. Ni disidentes políticos, ni espías occidentales. El diablo con patas era ese sucio futbolista. Mielke se sentía dolido, engañado y humillado, y no precisamente por ese orden.

Según los papeles desclasificados una vez que Alemania volvió a ser una, Lutz Eigendorf llegó a tener hasta 50 agentes diferentes de la Stasi ocupándose de su vigilancia. Todas las noches un par de espías de la Stasi hacían vigilancia en las puertas de su casa de Braunschweig donde volvió a casarse y tuvo un segundo hijo. Uno de esos agentes era un tal Klaus Schlosser que velozmente lo engatusó hasta convertirse en su mejor amigo.

Y es que Eigendorf pronto cambió el FC Kaiserlautern por el más modesto Eintracht Braunschweig. Ya fuese porque el nivel en la Oberliga era inferior a la Bundesliga (lo cual se certificó con la caída del Muro), o quizás mentalmente exhausto y deprimido al sentirse perseguido, Eigendorf bajó considerablemente su rendimiento. Fueron tres años mediocres en Renania antes de pasar a las filas del modesto conjunto cuya ciudad es más conocida por un licor de hierbas llamado Jägermeister que por su club de fútbol.

Y así llegamos a la noche del 6 de marzo de 1983. Como tantas otras veces Eigendorf salió a pasar el rato y como tantas otras veces cogió su Alfa Romeo GTV-6 para acercarse a su bar habitual. El caso es que cuando cerca de las once de la noche se dirigía a su casa perdió el control del vehículo y se estrelló contra un árbol falleciendo en el acto. La tasa de alcohol en sangre era de 2,2 por lo que la conclusión era obvia. Estaba borracho. Muy borracho. Muy, muy borracho.

El problema es que Eigendorf apenas bebía. Si acaso un par de cervezas. Se interrogó a los que estaban en el bar aquella noche y todos dijeron que apenas había consumido. Sus compañeros de equipo y amigos dijeron lo mismo. Era imposible que Eigendorf hubiese bebido tanto. Además, estaba haciendo un cursillo de piloto de avionetas y tenía clase al día siguiente. Conociendo lo importante que era aquello para él, todos descartaban por completo que se hubiese emborrachado.

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El Alfa Romeo hizo pum

Hubo que esperar al año 2010 para que un antiguo colaborador de la Stasi presentase de forma anónima en unos juzgados unos documentos fechados en 1983 en la RDA en la que se contemplaban las órdenes para asesinar a Eigendorf. Al parecer dos agentes de la Stasi habrían secuestrado al futbolista obligándole a ingerir una alta cantidad de alcohol antes de dejarle volver a coger el coche para provocar su accidente.

Una vez que el escándalo salió a la luz, a las pesquisas policiales le siguieron las investigaciones históricas y los reportajes periodísticos. Se desveló un probable envenenamiento a través de la piel, y la existencia de un segundo vehículo (del que nada se supo en 1983) que deslumbró a Eigendorf desde un lateral de la carretera justo en el momento en el que perdió el control de su vehículo. Estas certezas echaron por tierra la teoría popular, comúnmente aceptada, de que la Stasi, simple y llanamente, lo que había hecho era cortarle los frenos del Alfa Romeo.

Se estima que sólo en la década de 1970 más de 500 deportistas desertaron de la RDA. Ninguno tan importante como Lutz Eigendorf. Su aventura apenas duró tres años antes de ser asesinado con 26 primaveras. De su primera mujer no se supo mucho más. De su segunda mujer se sabe que vivió con miedo y con antidepresivos hasta que el Muro cayó. Schlosser, su supuesto mejor amigo, recibió 500 marcos en forma de gratificación por parte de la Stasi y hoy disfruta de una apacible jubilación sin admitir preguntas. Tras la reunificación alemana de 1990, el Dinamo de Berlín deambula por categorías regionales y Mielke tuvo que pasar un par de años en prisión, aunque por su avanzada edad pudo fallecer plácidamente en su hogar a los 92 años de edad.

Un total de 66 años más de los que vivió Lutz Eigendorf.

El «Beckenbauer del Este» que fue víctima de la Stasi
El Beckenbauer del Este

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