Nadie anima a Goliat. La historia de Wilt Chamberlain (2ª parte)
Cuando Wilt Chamberlain juega su último partido en la NBA cuenta con 36 años. Es el quinto y definitivo de la final de la NBA de 1973 que los Los Ángeles Lakers, su equipo, pierde ante los New York Knicks. Chamberlain juega los 48 minutos del choque sin descansar ni un mísero segundo al igual que había hecho en todos y cada uno de los partidos de las finales. En ese último choque anotó 23 puntos y capturó 21 rebotes. Durante la temporada apresó más de 18 rechaces por encuentro, siendo el líder estadístico de la NBA en la campaña. Era la undécima vez que lo lograba y tendrían que pasar dos décadas para que Dennis Rodman superase ese registro de 18 capturas.
Estaba claro que Wilt Chamberlain no estaba próximo a la jubilación.
Sin embargo acababa contrato con los Lakers y el club angelino no estaba por la labor de pagarle un sueldo a un hombre, que por muy superhombre que fuese, contaba con 36 años y, he ahí la cuestión, contaba con más derrotas que victorias en su palmarés. Así que el verano pasó y los Lakers no se movieron. Quienes sí lo hicieron fueron los San Diego Conquistadors de la ABA que le ofrecían a Goliat un mega contrato tres veces superior al que Chamberlain tenía (y, ojo, era de los mejores pagados en la NBA).
La ABA (American Basketball Association) se había fundado en 1967 en clara competencia hacia la NBA. En esos tiempos la población negra de Estados Unidos estaba en plena lucha por las libertades y toda institución creada y dirigida por blancos era mal vista. Y mucho más en el básquet, donde había una profunda grieta entre el baloncesto académico, encorsetado y de equipo promulgado por las elites, y el desenfadado, vibrante e individual que se practicaba en los barrios negros de las ciudades estadounidenses.
La ABA apenas sobreviviría durante una década antes de claudicar económicamente y ser absorbida por la NBA, pero en ese decenio le dio tiempo a reinventar el baloncesto. Surgieron la línea de tres puntos, los concursos de mates o el maravilloso balón tricolor. En esos años la competencia entre ambas ligas fue feroz y por ello un jugador no podía pasar de una liga a la otra sin el consentimiento y la renuncia de los derechos del equipo vendedor.
Y los Lakers no iban a permitir que Chamberlain se marchase a San Diego.
Total que Wilt se pasó el año en blanco. Retirado, aunque oficialmente no estaba retirado.
Al verano siguiente recibió una oferta de los New York Knicks, pero algo había cambiado. Durante ese año de asueto Wilt se había dedicado a la buena vida, a invertir en negocios dispares (entre ellos en la liga estadounidense de voleibol) y a relacionarse con el mundo del cine tras comprarse una lujosa mansión. No tenía intención alguna de marcharse de la soleada California rumbo al estrés invernal de la ciudad de Nueva York. Así que, entonces sí, con 37 años, Wilt Chamberlain anunciaba su retirada oficial del baloncesto.
Pero el portento más extraordinario que jamás ha pisado una cancha de baloncesto nunca podría alejarse demasiado de la rumorología del deporte de la canasta. No frecuentaba las pistas ni como espectador ni como invitado, pero sí que era un personaje con continuas apariciones públicas. Y cada vez que el periodista, impactado por una mole de 2,16 metros esculpida a base de músculos, le preguntaba si pensaba volver a la NBA, Chamberlain, entre halagado y egocéntrico, siempre contestaba con evasivas que no hacían más que alimentar el sueño.
En 1979 la rutilante estrella de la NBA era Kareem Abdul-Jabbar. Era éste un extraordinario pívot, grácil y de extraordinarios movimientos que, si bien dominaba por su físico, lo hacía más por su portentosa coordinación. En una entrevista empequeñeció a Chamberlain al considerar que él tenía que lidiar con hombres más altos y más físicos que los que había en la época de Chamberlain (algo de razón tenía). Aquello encendió a ‘Big Dipper’, que negó la mayor y declaró: “Pesó 13 kilos menos que en mi último año de profesional. No tengo duda de que si ahora volviese a jugar dominaría. Lo único que no quiero es volver a una rutina de entrenamientos”. Wilt Chamberlain tenía por entonces 43 años.
Se había abierto la veda. El primer equipo que apareció para intentar ficharlo fueron los Cleveland Cavaliers. Le ofrecieron un contrato por dos temporadas con cláusulas que le liberaban de los entrenamientos diarios y que le permitían jugar un máximo de 20 minutos por partido. Pero nuevamente Wilt no aceptó. No le entusiasmaban los inviernos de Ohio y Cleveland era un equipo perdedor.
Para la temporada 1981/1982, cuando Chamberlain ya contaba con 45 años, fueron los Philadelphia 76rs los que intentaron hacerse con Superman. La cosa era distinta. Philadelphia era uno de los candidatos a ganar la NBA. Chamberlain llegó a viajar a la ciudad de los cuáqueros mientras hacía unas declaraciones a la prensa propias de él: “Si quisiera podría volver a hacerlo. Sin ninguna duda lideraría la NBA en rebotes y tapones. Suena a ególatra, bueno, lo es”. Y sí que sonaba, pero cuando uno ve fotos de ese bicho andante parece increíble que tuviese 45 años. Pasaría por un chaval de veintitantos.
Wilt era natural de Philadelphia y el acuerdo parecía inminente, pero había una discrepancia insalvable. A diferencia de lo que ocurría con los Cavaliers, los 76rs eran una franquicia ganadora y eso implicaba seriedad y compromiso. No habría problema en lo económico, pero si en lo referido a las ausencias de los entrenamientos. Wilt tenía que ser uno más.
Y el acuerdo se rompió.
Y mientras, Wilt seguía haciendo cosas propias de Goliat. Se inscribió en una liga nacional de atletismo para mayores de 40 años. Aunque la mayoría de los participantes eran atletas profesionales retirados, Chamberlain se llevó la victoria en lanzamiento de peso, triple salto, salto de altura y 200 metros lisos. Poco después, en 1984, a punto de cumplir las 48 primaveras, debutaba en la gran pantalla en la película ‘Conan, el bárbaro’ protagonizada por Arnold Schwarzenegger. El actor austríaco, entonces de 37 años y 7 veces campeón del mundo de culturismo, quedó alucinado con la fortaleza de Chamberlain: “No puedo creer que tenga cerca de 50 años. Tiene tanta fuerza que juguetea con una espada y amenaza con hacerte trizas”.
Hubo que esperar a 1991 para un último intento. El más increíble de ellos. Los Ángeles Clippers hacían una nueva oferta a Chamberlain para volver a la NBA. El simple hecho de que un equipo profesional decida interesarse por un ex jugador de entonces 54 años y que llevaba 18 años retirado habla del increíble portento físico que era Chamberlain. Como en otras ocasiones, Wilt declinó la oferta aduciendo que no quería volver a una rutina de viajes y de entrenamiento, y, como de costumbre, tiraba de ego para afirmar que por físico estaría capacitado para jugar con gente que podrían ser sus hijos, y, rizando el rizo, hasta sus nietos: “A lo largo de estos años he tenido muchas más ofertas de las que se han publicado. Es fantástico para el ego que con 53 o 54 años los equipos sigan pensando que puedo jugar. Y personalmente creo que podría, pero no tengo ningún deseo”.
Menos de un año después Goliat ingresaba en un hospital de Los Ángeles debido a una presión arterial que se disparaba por momentos. Aquel corazón se rompería definitivamente el 12 de octubre de 1999 a los 63 años de edad.
El ‘shock’ fue inmenso. Wilt Chamberlain era un monumento humano, una estatua de piedra irrompible a ojos de seres humanos que veían como sus músculos se consumían con el paso del tiempo mientras los suyos permanecían inalterables. Chamberlain no era una leyenda retirada, era un monolito en camiseta de tiras y calzones cortos incapaz de envejecer. Que aquel gigante se derrumbase era una muestra de que la muerte no entiende de músculos.
Se iba el hombre que anotó más de 60 puntos en 32 ocasiones (el siguiente de la lista es Kobe Bryant con seis), el único que ha hecho un doble-triple-doble en un partido (22 puntos, 25 rebotes y 21 asistencias) y que en el total de su carrera promedió 30,1 puntos, 22,9 rebotes y 4,4 asistencias. Pero también el superhombre que tan sólo ganó 2 anillos de la NBA a pesar de su aplastante superioridad, lejos de los 3 de Bird, los 4 de Lebron y de O’Neal, los 5 de Duncan, de Kobe o de Magic, los 6 de Abdul-Jabbar o de Jordan, y, sobretodo, de los 11 de Bill Russell.
“Si pudiera cambiar algo de mi vida, me gustaría saber cómo vive alguien que mide 1,80. Todo el mundo apoya a David, nadie anima a Goliat”. Wilt Chamberlain.