Archivos

¡A mí, Sabino, que los arrollo!

Para 1920 la selección española de fútbol iba a hacer su debut internacional. Por entonces aún no existía la Liga, pero se consiguió armar un equipo para disputar los Juegos Olímpicos de Amberes. El grupo que salió en tren desde la estación de Irún rumbo a Bélgica estaba formado por 21 futbolistas que representaban la realidad futbolística del momento. 15 vascos, 3 catalanes y 3 gallegos. Entre estos últimos destacaban los mediterráneos Ricardo Zamora y Pepe Samitier y entre los atlánticos Luis Otero. Todas las demás ‘vedettes’ eran vascuences entre ellos Rafael Moreno ‘Pichichi’, Sabino Bilbao y José María Belaustegigoitia, conocido por todos como Belauste.

Fue la primera vez de la selección. Se cumple ahora un siglo. Se escogió una camiseta roja con un león rampante en el escudo, pantalón blanco y medias negras con vuelta amarilla. El uniforme reserva estaba diseñado en azul, aunque España jugó su primer partido con pantalón blanco para no confundirse con Dinamarca, su primer rival. En Amberes no gustó mucho la indumentaria porque los belgas también usaban en su escudo un león dorado.

Para preparar el combinado nacional se realizó una pequeña concentración en Irún con probables y posibles, como se decía entonces. Una selección A y una selección B. El fútbol vasco era el hegemónico porque a través de sus puertos se mantenía una conexión constante con Inglaterra, aun por entonces dueña y señora en el desarrollo del fútbol. Además, mientras que en el norte se jugaba en hierba, tanto en Madrid como en el sur los campos solían ser de tierra. Por ello en un primer momento la idea era llevar a 21 vascos a Amberes, aunque al final algún que otro posible se convirtió en probable.

Como indicaba, la comitiva viajó en tren hasta Amberes en vagones de tercera clase. Eran tratados como segundones en comparación con los olímpicos del polo o del tenis. Mientras éstos eran señoritingos, la mayoría de los futbolistas eran falsos amateurs que tuvieron que pedir permiso en sus trabajos para disputar los JJ.OO. Ramón Eguizábal, que además de defensa era albañil, intentó entre partido y partido sacarse unas perras poniendo ladrillos en Bélgica. Al final, lograron una dieta de 67 francos por día. Alguno como Eguizábal usaba la mitad para comer y dormir y ahorraba el resto. Estrellas urbanitas como Samitier o Zamora gastaban toda la dieta en alojarse en el lujoso Hotel L’Industrie junto a los encorbatados del COI.

El torneo tenía un sistema cuanto menos peculiar. Había 14 equipos clasificados, por lo que primero hubo una fase previa para determinar las ocho selecciones que se clasificarían para los cuartos de final. Una vez ahí, el que ganase las siguientes rondas sería el campeón y medalla de oro. Sin embargo todos los perdedores, ya fuese en cuartos, en semifinales o incluso el perdedor de la final, tendrían que seguir luchando para obtener la plata o el bronce. Evidentemente el equipo que quedaba eliminado en cuartos de final debía disputar varias rondas eliminatorias y aquel que caía en la final tan sólo tenía que jugar un único partido con el bronce ya asegurado.

El debut, el primer partido en la historia de ‘La Roja’, es el 28 de agosto de 1920 ante Dinamarca. Y no será en Amberes, sino en la capital Bruselas. Para los anales una alineación formada por Zamora (Barcelona); Otero (Vigo Sporting), Arrate (Real Sociedad); Eguizábal (Real Unión de Irún), Belauste (Athletic), Samitier (Barcelona); Pagaza (Arenas de Getxo), Sesúmaga (Barcelona), Pichichi (Athletic), Patricio (Real Unión de Irún) y Acedo (Athletic). Ocho vascos, dos catalanes y un gallego. Belauste fue el capitán.

La plata, Sabino y el debut oficial | El Diario Montañes
Los once pioneros

España venció por 1-0 a Dinamarca, por entonces un rival con más pedigrí que el combinado español, pero caerá en cuartos de final ante Bélgica (1-3). Los anfitriones acabarían logrando el oro al derrotar posteriormente a Países Bajos y a Checoslovaquia. A España aún le quedaba la oportunidad de lograr la medalla de plata en el batiburrillo del torneo de consolación. Para ello tenía que derrotar por este orden a Suecia, Italia y Países Bajos. ¿Y por qué no tenía que jugar con Checoslovaquia? Los checoslovacos, tras perder la final, consideraron indigno luchar por la plata y se retiraron.

Cosas del ‘fairplay’ de entonces. No se puede juzgar el pasado con los ojos del presente.

El primero de esos choques tuvo lugar el 1 de septiembre de 1920 y enfrentaba a España contra Suecia. Los escandinavos se adelantaron mediada la primera parte gracias a un fútbol enormemente físico. Según las crónicas, los suecos practicaban un juego violento y eran mucho más altos y fuertes que unos españoles que, a inicios del siglo XX, tenían una talla raquítica en comparación con los bien alimentados habitantes del norte de Europa.

Comenzó pues la segunda mitad con España necesitada de remontar. A los seis minutos de la reanudación, el conjunto hispano avanzaba por la banda cuando Belauste se incorporó al ataque. José María Belaustegigoitia era un mediocentro del Athletic, quizás su primera gran estrella junto al delantero Pichichi. No existía la Liga, pero entre 1910 y 1923 consiguió siete títulos de Copa del Rey convirtiendo a los bilbaínos en el conjunto de referencia en España. Belauste era el capitán de la selección, un vasco imponente y un rara avis de 1,93 metros de altura. Podía retar de tú a tú a los suecos y jugaba siempre con un pañuelo en su cabeza que amortiguara los golpes con el balón y para, según se creía, evitar la alopecia.

Así que Belauste se incrustó dentro del área rival a la espera de que le llegase un centro.

Quien percutía por la banda era Sabino que tras levantar la vista vio como Belauste le pedía el balón. Y fue entonces cuando sucedió.

Según la primera de las versiones Belauste exclamó; “¡A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo! Al parecer de otra versión el grito fue; “¡A mí, Sabino, que los arrollo! Fuese una la súplica o fuese otra, lo que sucedió después también cuenta con varias alternativas. Según unos Belauste controló el balón con el pecho y según otros lo hizo con la cabeza. Pero en lo que concuerdan todas las crónicas, y aquí viene lo realmente importante, es que Belauste se introdujo él mismo junto al esférico en la portería rival llevándose por delante a tres defensas suecos y al guardameta, los cuales no pudieron evitar, ni a base de patadas, que aquel gigante se metiese dentro de la portería.

Había nacido la ‘Furia Española’.

La mazeta deportiva: José María Belauste
Belauste. 193 centímetros de bilbaíno

Fiel a las crónicas de la época, fue el vigués Manuel de Castro el que dotó de costumbrismo, épica y pasión, la anécdota al momento. Conocido como ‘Handicap’, Manuel de Castro fue un verdadero ‘sportsman’ de inicios de siglo. Fue jugador, entrenador, árbitro, directivo, periodista y también seleccionador nacional. Su busto adorna la entrada del estadio de Balaídos, instalación que impulsó a levantar. El caso es que ‘Handicap’ describió aquel gol como “hercúleo”, apodó a Belauste como “el león de Amberes” y exclamó que aquella exaltación de cojones y españolía representaba “la furia española”.

Al éxito internacional del término ayudó que a un colega neerlandés de ‘Handicap’ le gustase la expresión y titulase de la misma forma en la portada de un periódico holandés, y, sobretodo, que Henri Desgrange, patrón del Tour de Francia y director de ‘L’Auto’ (antecedente de L’Equipé), usase el mismo enunciado.

Eso sí, no con el mismo propósito.

Fuera en Amberes donde en 1576 se hablara por vez primera de la ‘Furia Española’. Tras años de guerra en Flandes, las tropas españolas estaban exhaustas y acumulaban cerca de dos años sin cobrar debido a la ruina del gobierno de Felipe II. Exasperado, un ejército de 5.000 hombres comandado por Sancho Dávila ocupó diversas poblaciones entre las que estaba la importante ciudad portuaria de Amberes. Los nativos, indignados, exigieron la expulsión de los tercios y la confrontación acabó con el incendio de la ciudad y la muerte de 10.000 civiles. El saqueo de Amberes fue conocido como la ‘Furia Española’ y fue el detonante para la sublevación completa de Flandes y uno de los sucesos más conocidos de la leyenda negra española.

Así pues, un hombre ilustrado como Manuel de Castro aprovechó la coyuntura para darle una vuelta al significado histórico. El deporte, que siempre ha casado de maravilla con el patriotismo y el lenguaje bélico, iba a redefinir un concepto y dotaba al fútbol español de un ‘leitmotiv’ basado en el coraje y el pundonor que no sería puesto en tela de juicio hasta muchos años más tarde cuando las ideas de Johan Cruyff (un neerlandés -ironías de la vida-) calen en España.

Y lo cierto es la importancia del gol fue más bien escasa. La remontada no se culminaría hasta minutos más tarde e incluso los suecos pudieron empatar el partido poco antes del final gracias a un penalti que consiguió salvar Ricardo Zamora. España pasó de ronda, pero aún tendría que ganar a Italia (2-0) y a los Países Bajos (3-1) para lograr una histórica medalla de plata en su primera participación internacional.

Con el paso del tiempo, y ante la falta de testimonio sonoro, hubo quien afirmó que nunca se había dicho tal frase. Incluso hay quien sostiene que lo que dijo Belauste era “¡Sabino, aurrera!” (¡Sabino, adelante!, en vasco). Lo cierto es que fue el propio Belauste el que acalló todos los rumores cuando cerca de 20 años más tarde rememoró el suceso en un reportaje periodístico: “Estando yo en posición ventajosa para anotar, y viendo que Sabino avanzaba con la pelota, le dije simplemente: “¡A mí, Sabino, que los arrollo! Después, rodamos tres o cuatro por el suelo”.

Belauste se convirtió en un icono del fútbol español y en el padre de la llamada ‘Furia Española’ a pesar de haber jugado únicamente tres partidos con la selección. El revisionismo histórico ha mostrado como irónico que un chico de familia acomodada y militante del PNV (su hermano mayor era íntimo amigo de Sabino Arana) represente la quintaesencia del nacionalismo español. La realidad es que hasta el primer tercio del siglo pasado pocas regiones del país fueron más representativas del auténtico españolismo y de lo más primigenio de la identidad española que la provincia de Vizcaya.


¿Quieres recibir un email cada vez que se publique una entrada nueva?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.