Sergio Scariolo
La intención en el artículo de esta semana era escribir en relación a la victoria de la selección española de baloncesto en el Mundial de China. Concretamente la intención era disertar sobre Sergio Scariolo. Nacido en Brescia, casado con una baloncestista española y entrenador de élite desde los 29 años, antes de ganarse los elogios de toda España y ser considerado un gurú de los sistemas ofensivos, Scariolo fue vilipendiado y odiado a partes iguales. Fue censurado por su aire chulesco de italiano engominado. Fue criticado por sus continuos aspavientos en la banda cuando era joven. Fue desacreditado por sus ruedas de prensa técnicas y por el uso de un lenguaje culto odiado por gran parte de la prensa especializada. Y fue difamado por falta de compromiso desde su primera etapa en la selección (2009-2012) cuando compaginó el cargo con el de entrenador del Khimki de Moscú.
Lamentablemente esta semana el que aquí escribe no ha tenido tiempo para sentarse delante del ordenador por culpa de una pequeña enfermedad. Así que ante la falta de tiempo y de ganas, no me ha quedado más remedio que acudir al “corta y pega”. Os dejo con un artículo de Guillermo Ortiz publicado en la revista ‘Jot Down’ justo antes del inicio del Eurobasket de 2015. España acabaría ganando el título contra pronóstico, iniciándose una relación de amor con Scariolo que hasta entonces no existía.
“Al final del partido contra Estados Unidos en Londres 2012, probablemente el mejor que nadie haya disputado jamás en unos Juegos Olímpicos, los jugadores del equipo campeón rinden pleitesía al derrotado (…) España ha competido como un león y casi todo es mérito de sus jugadores pero también del equipo técnico que cierra con ese partido cuatro años triunfales en el banquillo. De hecho, entre tanta épica ha pasado desapercibida una auténtica genialidad táctica: después de recibir un contundente parcial en contra al inicio del último cuarto —los únicos minutos, casi segundos, de descanso para Pau Gasol—, Scariolo decide poner en el campo una insospechada defensa de cuatro en zona y uno al hombre: el base, Sergi Llull, contra el alero rival, Kevin Durant.
La diferencia entre ambos jugadores es de veinte centímetros, así que la decisión parece una locura, pero funciona. Funciona tanto que Durant, autor de treinta puntos en otros tantos minutos, no vuelve a anotar. La defensa de Llull es perfecta y a nadie se le ocurre en Estados Unidos jugar con el máximo anotador de la liga en el poste bajo, y así España se acerca y se pone a cuatro y los nervios vuelven a la garganta de Krzyzewski hasta que llega LeBron James y manda parar con un mate estratosférico y un triple asesino.
La lógica se impone, pero queda tiempo para un último gesto: en el tiempo muerto que pide España, a poco menos de dos minutos para el final, Marc Gasol aún tiene fuerzas para echarle lo que parece una bronca enorme al propio Scariolo. Gesticula, bracea, se desespera… todo cuando el adiós está a solo un suspiro y hay centenares de millones de espectadores viendo una tensión que refleja claramente una lucha por el estatus que sigue latente después de todo un ciclo olímpico.
No es el único problema de Scariolo ni mucho menos el mayor: Ibaka ni siquiera le dirige la palabra. No se la dirige casi a nadie, de hecho. Se siente marginado y arrinconado por la jerarquía de los hermanos Gasol. Cree que es mejor que ellos y más joven y debería tener más minutos. Probablemente, se equivoca. Ibaka se cabrea y se marcha al autobús a escuchar música y Marc Gasol llena el epílogo de aspavientos. Scariolo queda en medio: dos oros europeos, una plata olímpica y la incómoda sensación de que nadie va a venir a darle ni una palmada en la espalda (…).
Todo empieza mucho antes: tres años atrás, en Polonia. Quedan doce segundos para el final del importantísimo partido de fase previa ante Turquía, y España pierde por un punto. La situación, en caso de derrota, empieza a ser preocupante: después de perder ante Serbia en el debut, la selección tendría que ganar de manera consecutiva a Lituania y Polonia solo para cumplir con el trámite y llegar a cuartos de final. Para la última jugada, Scariolo diseña una jugada que tiene como alternativa, si no sale nada, el uno para uno de Llull contra Ilyasova hacia la canasta.
Dicho hoy en día, confiar en Llull para un último tiro parece algo hasta normal, pero en 2009 no lo es. Llull, de entrada, ni siquiera contaba en un principio para Scariolo (…) es un chico rápido y valiente, todo lo que se necesita para una última posesión (…) Solo que no lo consigue (…) Es la hora de los cuchillos largos. Basta una derrota para ir preparando la mecha y unas declaraciones para encenderla: las de Marc Gasol justo al final del partido, en directo, para La Sexta. «Estando Pau en cancha, jugarse la última con el chaval que ha llegado el último… Pues, bueno, pasan a veces estas cosas». Algunos —muy pocos— lo entienden como un reproche a Llull. La mayoría, como un ataque directo al seleccionador, que es el que ha puesto a Llull en ese brete. Se produce una tormenta perfecta: los críticos del «Método FEB» tienen material para cebarse con el estado del equipo, los críticos de Scariolo tienen una excusa para mandarle de vuelta a su país.
Y es que Scariolo nunca ha conseguido ser querido en España: llevó al Tau a su primera final de ACB, le dio al Madrid su primer título de liga desde la marcha de Sabonis y consiguió con el Unicaja de Málaga un título que llevaba casi veinte años esquivándolo. No, Scariolo, no ha caído bien nunca (…) Scariolo está en el disparadero nacional desde antes de llegar a la selección pero ahora todo el mundo lo tiene claro: es un paquete. No solo lo piensa la masa enfurecida sino que lo piensa también Marc Gasol, así que no hay más preguntas, señoría. Con todo en contra, el italiano reúne a los chicos, hace terapia de grupo, juntos aplastan a Lituania, luego a Polonia, en cuartos a Francia, en semifinales a Grecia y en la final a Serbia, en una primera parte apoteósica, de lo mejor que se ha visto nunca en un campeonato europeo para lograr el primer oro de la historia.
Los gritos de «Scariolo, dimisión», sin embargo, no cesan.
Y tampoco cesarán durante la Copa del Mundo de 2010, en la que, plagada de bajas, España se queda a un triple de las semifinales, ni en el Eurobasket de 2011, donde la selección repite título superando a Francia en la final con exhibición defensiva de Serge Ibaka. Incluso cuando llegan los Juegos Olímpicos y España pierde en primera fase contra Rusia, los titulares son unánimes: David Blatt le ha dado un baño táctico a Scariolo (…) Hay algo injusto en esa afirmación: Scariolo no puede ser Blatt porque no tiene los jugadores de Blatt ni tiene la ascendencia de Blatt sobre el equipo. Cuando se menciona la «autogestión» de la selección española desde la llegada de los Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes y compañía, se dice una verdad matizable: son jugadores con vicios adquiridos y virtudes que no van a negociar. Todo seleccionador que ha intentado cambiar esas rutinas ha fracasado. Blatt, por ejemplo, no duraría cinco días. ¿Quiere decir eso que el entrenador español es un pelele arrinconado en la banda? Ni mucho menos. Tienes a las estrellas, tienes sus zonas de comodidad y hay que gestionarlas para llegar al éxito.
En esas, el italiano se va y a la Federación se le ocurre poner a su segundo, Juan Antonio Orenga, al mando. Con Orenga el mito de la «autogestión» se viene abajo. Sus dos años, especialmente el segundo, con todas las estrellas en la plantilla, son un ejemplo de cómo se puede desperdiciar el talento ajeno por falta de recursos propios. Orenga llega al Eurobasket de 2013 como novato y pierde todos los finales igualados, aunque gana para España una meritoria medalla de bronce. Un año más tarde, en la gran cita del baloncesto español, la culminación del proyecto que la FEB ha iniciado muchos años antes, el fracaso es absoluto ante Francia en cuartos de final.
Enfrentado con buena parte de los jugadores, en un ambiente de «viva la vida» y en medio de una evidente falta de concentración, rozando la falta de profesionalidad en ocasiones, Orenga no sabe reconducir la nave como lo consiguió Scariolo durante cuatro años (…) lo complicado es gestionar las necesidades de un grupo y hacerles competir siempre al máximo nivel.
Si las críticas sobre Scariolo habían sido feroces, Orenga se convierte directamente en una piñata popular a la que medios y aficionados se turnan para darle palos (…) Consumada su dimisión o su cese, nunca quedó claro, la Federación se pone a buscar candidatos: suena con mucha fuerza Pablo Laso, al igual que Xavi Pascual, pretendido desde tiempo atrás… pero la ACB se niega a retirar la cláusula que impide a cualquier entrenador de la liga ser a la vez seleccionador nacional.
En el último momento, y ante la ausencia de candidatos con el perfil adecuado, Sáez y Ángel Palmi se decantan por Sergio Scariolo. El italiano puede que no sea perfecto, puede que no sea el más querido por los críticos… pero sabe dónde va y sabe cómo llevar al grupo sano y salvo (…) El método Scariolo, con el que los jugadores se sienten más cómodos y que hace sufrir del corazón a prensa y aficionados, consiste en empezar el torneo a un ritmo muy bajo, ir subiéndolo poco a poco y llegar a las eliminatorias frescos y motivados”.
P.D: El próximo viernes prometo no hacer un corta y pega.