La quinta Copa de Europa del Real Madrid
Cuando Santiago Bernabéu agonizaba en su casa de la calle Jericó de Madrid en la primavera de 1978, cuentan que mandó llamar a su esposa. En un momento de lucidez le comentó que dejaba esta vida con una única pena, no ver ganar a su Real Madrid la séptima Copa de Europa. Y es que el conjunto merengue había ganado 6 trofeos europeos en las 11 primeras ediciones (los 5 primeros de forma consecutiva), pero ya acumulaba 12 años fracasando en la gran competición continental.
Bernabéu siempre fue un hombre de principios. Visionario para algunas cosas, pero en el fondo un gentleman con valores del siglo XIX. Consideraba que ganar era una obligación y que los futbolistas no deberían tener sueldo. Para él, el Real Madrid como institución era sagrado. No permitía que sus pupilos gastasen ostensiblemente su dinero ni que obtuviesen beneficios publicitarios. En las comidas, sólo permitía una botella de vino a compartir entre 4 jugadores.
Parece ser que tan sólo en una vez consintió dar una prima a sus futbolistas. Fue en 1960. En la final de la quinta Copa de Europa que enfrentó el Real Madrid contra el Eintracht de Frankfurt. Pero incluso en esa ocasión, Bernabéu se salió de la norma. Ofreció 25.000 pesetas de prima a aquellos jugadores que habían sido campeones de Europa con el Real Madrid en alguna de las cuatro anteriores ediciones, formasen parte o no del club. Pretendía que los veteranos (¡jugadores de otros equipos o ya retirados incluidos!) motivaran a la plantilla y les obligaran a ganar. Se dio la paradoja de que Miguel Muñoz recibiese 75.000 pesetas de prima como campeón en 1956,1957 y 1958, cuando en 1960 era el entrenador del club. No le quedó más remedio que repartirla con la plantilla, al igual que tuvieron que hacer los veteranos para no enemistarse con el resto.
Y es que la quinta Copa de Europa era el summun para el Real Madrid. Ya se sabe la predilección que tenemos los humanos para los números redondos. Como ante la volatilidad de la vida nos aferramos a cifras mágicas. 5 es un número mágico y 1960 es un número redondo. Excepto Paco Gento, todos los puntales del equipo sobrepasaban los 30 años y sabían que el final estaba cerca. Era el momento.
El Real Madrid había ganado las cuatro primeras ediciones de la Copa de Europa y, se podría decir, con cierta suficiencia. Durante esas cuatro temporadas y a pesar de disputar trepidantes e igualados encuentros contra el Stade de Reims, Partizan, Fiorentina, Rapid de Viena o Manchester United, quizás sólo el Atlético de Madrid en las semifinales de 1959 y el AC Milan en la final de 1958, estuvieron a punto de destronar a los merengues.
Pero para la temporada 1959/60 parecía que la hegemonía del Real Madrid tocaba a su fin.
El gran favorito era el FC Barcelona de Helenio Herrera, vigente campeón de Liga, Copa y Copa de Ferias (lo que hoy es la Europa League). El Real Madrid partía en un escalón inferior junto a AC Milan, Wolverhampton y Glasgow Rangers.
Ante la veteranía de Di Stéfano (33 años), Bernabéu fichó a Didí, estrella de la selección brasileña, pero éste ni siquiera llegó a debutar en Europa incapaz de aclimatarse al invierno madrileño y enfrentado a los pesos pesados del vestuario. A mitad de temporada hubo cambio de entrenador y Miguel Muñoz pasó a hacerse cargo del equipo devolviendo los galones a Di Stéfano, despidiendo a Didí y contratando a Luis del Sol, un talentoso interior del Betis.
Todo eso ocurrió en marzo, cuando empiezan a decidirse los campeonatos, pero antes de todo eso, el Madrid tuvo suerte, mucha suerte. Los favoritos se fueron enfrentando entre sí. El FC Barcelona se deshizo del AC Milan y del Wolverhampton inglés para plantarse en semifinales, mientras que el Real Madrid tuvo una plácida eliminatoria ante un desconocido equipo luxemburgués y otra ante el Niza francés. Se dice que los grandes necesitan de la suerte para triunfar. Y el Real Madrid la tenía.
El 13 de abril de 1960 tuvo lugar en el Santiago Bernabéu el enfrentamiento de ida de las semifinales entre el Barça y el Madrid. Todos los pronósticos daban como favorito a los azulgranas liderados por Luis Suárez (Balón de Oro de aquella temporada). Pero los pronósticos se olvidaban del orgullo de los blancos.
Di Stéfano tiró del equipo y anotó dos goles que ayudaron a la victoria por 3-1. Para el partido de vuelta, Helenio Herrera, técnico azulgrana, calentó el choque con comentarios despectivos respecto al arbitraje. Un partidazo de Gento ayudó a que el Madrid ganase por 1-3 en el Camp Nou y provocase que Herrera fuese cesado al día siguiente como técnico del FC Barcelona.
La final, disputada el 18 de mayo de 1960, desafiaba al Real Madrid contra el Eintracht de Frankfurt. En esta ocasión los blancos eran los indiscutibles favoritos. El conjunto alemán había ganado su liga de forma sorpresiva y no contaba con estrellas de renombre.
130.000 espectadores según datos oficiales y cerca de 200.000 según datos oficiosos se reunieron en el estadio de Hampden Park de Glasgow para presenciar un partido que aún para muchos analistas está considerado como el mejor de todos los tiempos. Sentencia muy arriesgada, pero que no es más que una muestra de admiración a unos jugadores que practicaban un fútbol técnicamente avanzado y engrasado por una maquinaria de fraternidad y compañerismo tras años jugando juntos.
El Madrid comenzó perdiendo, pero acabó ganando por 7-3, con 4 goles de Puskas y 3 de Di Stéfano en una sana lucha para ver quien marcaba un tanto más que el compañero. Pero no fue el resultado, sino el juego lo que dio esplendor a aquel encuentro. Espuelas, rabonas, sombreros, pases de 40 metros, cambios de ritmo….acciones comunes en la actualidad pero vanguardistas hace 60 años.
Y todo en una incipiente televisión. Para muchos fue el primer partido de fútbol que presenciaron en sus vidas. Di Stéfano y compañía como primera vez. No está nada mal.
En las Islas Británicas, donde aún consideraban que podían dar lecciones de fútbol al resto del mundo, el partido fue retransmitido en directo por la BBC. No tuvieron más remedio que admitir que el nivel de aquel equipo era supremo y superior a lo que se veía de domingo a domingo en las Islas Británicas. El impacto fue de tal envergadura que durante muchos años, aquella final de Copa de Europa fue repetida por la BBC durante la programación especial de Navidad.
La prensa tampoco escatimó en adjetivos. “Cada futbolista del conjunto español fue un maestro en su demarcación y tarea a desempeñar, y el balón, su obediente esclavo. Este fútbol es a lo que estamos acostumbrados, lo que el caviar al pescado”, se escribió en el ´Daily Record´. Mientras, el ‘Daily Herald’ apuntaba que “fue un fútbol que en los pies de esos grandes jugadores era fácil, tan fácil que parecía un sueño. Fútbol que hace que el nuestro, el que se disputa en los campos de Gran Bretaña, parezca como de segunda categoría”. La crónica del francés ‘L’Equipe’, que es para el periodismo deportivo como la Biblia para los católicos, sentenciaba: “Alfredo di Stéfano, Puskas, Gento y la superclase del resto de jugadores del Real Madrid han barrido al Eintracht. Ha sido, sin duda alguna, el mejor y el más rico de los partidos disputados en la Copa de Europa”. Por último siempre es interesante rememorar las palabras de ´The Times´ que sirvieron para dar un nuevo apodo al equipo madrileño: “El Real Madrid se pasea por Europa como antaño se paseaban los vikingos, arrasándolo todo a su paso”.
En España, por supuesto, también se desató un clima de excitación sin precedentes. Por vez primera un equipo recorrió en coches descapotables las calles de su ciudad ofreciendo el trofeo a los aficionados en el centro de la misma. Dicen que la multitud igualó en número al del desfile de la victoria del General Franco, con la diferencia que ésta última era de parada obligatoria y la del Real Madrid era de carácter opcional.
Al año siguiente, el FC Barcelona se tomaría cumplida revancha ante el Real Madrid y eliminaría a los blancos con claridad en los octavos de final dando por finalizada su imbatibilidad en Europa. Pero con aquellas cinco Copas de Europa, y especialmente con el partido ante el Eintracht, quedó registrado para la posteridad el legado de grandeza del Real Madrid, lo que le ha valido ser el equipo más admirado y venerado en el mundo del fútbol.
“Conviene recordar, porque la victoria trastorna. Lo que se está haciendo en estos últimos cuatro años es normal porque lo hace el Madrid, y se volverá extraordinario después, cuando nadie lo haga y se recuerde, como hace sesenta años, quién fue el que pisó la hierba que no volvió a crecer”. Manuel Jabois