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De la final de las botellas al caso Guruceta (1ª parte)

Ahora que parece que por fin se va a disputar el Barça-Madrid es sugestivo rememorar otros clásicos plagados de odio, vísceras y altas dosis de política. En este blog ya hemos repasado la relación entre el FC Barcelona y la identidad catalana a través de una trilogía de artículos que nos llevaban desde los albores del nacionalismo hasta la Transición. En toda esta epopeya histórica tanto Madrid como Barça representan a disgusto o por convicción los papeles de españolidad y de catalanidad. Mas a pesar de los niveles de exaltación patriótica de la actualidad aún no se ha superado el cataclismo del bienio 1968-70, cuando en plenos estertores del Franquismo a la ‘final de las botellas’ le siguió el ‘caso Guruceta’.

La llamada ‘final de las botellas’ no es más que el calificativo con el que la posteridad recuerda la polémica final de Copa (entonces del Generalísimo) que enfrentó a FC Barcelona y a Real Madrid en 1968. Por entonces la Copa se empezaba a disputar en mayo una vez consumada la Liga. En el torneo de la regularidad el Real Madrid había ganado con claridad liderando la tabla desde el inicio de la segunda vuelta. Era el séptimo título consecutivo de los merengues. En la Copa vencieron al Sevilla y al Zaragoza para arrollar al Celta de Vigo en semifinales y clasificarse con holgura para la final.

El Barça tenía puestas sus esperanzas en la Copa. En semifinales se enfrentó al Atlético de Madrid, por aquel entonces club con más enjundia que los catalanes. En la ida ganaron los rojiblancos por 1-0 pero acabaron el duelo indignados por lo que consideraban un mal arbitraje. En la vuelta el Barça ganaba 2-1 a escasos segundos del final, lo que conducía a la prórroga (no había valor doble de los goles en campo contrario), pero el colegiado del encuentro aplicó un tiempo de descuento excesivo que permitió a Zaldúa anotar al filo del minuto 99 y clasificaba al Barça para la final.

El árbitro de ambos encuentros fue el mallorquín Antonio Rigo, acreditado colegiado con fama de barcelonista. Había dirigido 11 de los 30 partidos del Barça en aquel campeonato y también los cuartos de final ante el Athletic. La prensa madrileña sacó el látigo y en medio de aquel follón se conoció que Rigo iba a ser el árbitro de la final entre el FC Barcelona y el Real Madrid. Por si la polémica fuese poca hubo que retrasar varios días la final por problemas de agenda de Franco, lo que hizo sino aumentar la vorágine escritora de los periodistas.

El partido se iba a disputar el jueves 11 de julio de 1969, único día posible en la agenda del Caudillo. El Madrid no estaba de acuerdo con la designación arbitral y el Barça mostraba su indignación porque el choque se tendría que disputar en el Santiago Bernabéu, una ofensa contra la neutralidad de la final.

El Madrid tiene a tres titulares lesionados, el lateral Calpe, el cerebro Velázquez y la leyenda Gento. El Barça cuenta con su once de gala incluido a Carles Rexach, un joven extremo que había debutado esa temporada y que estaba considerado la gran perla del fútbol español. El Bernabéu estaba a reventar con más de 100.000 espectadores en las gradas con lógica mayoría madridista. En el palco de autoridades las vacas sagradas del Franquismo junto a Bernabéu, el presidente que convirtió al Real Madrid en el club de fútbol más importante del mundo, y a Narcís de Carreras, el presidente que acuñó la frase ‘més que un club’ y que ha definido la trascendencia social del FC Barcelona hasta nuestros días.

Apenas seis minutos después del pitido inicial, el azulgrana Rifé se interna por la banda izquierda y centra al corazón del área blanca. Zunzunegui se prepara para despejar el balón con una fuerte volea, pero con tan mal tino que se trastabilla y proyecta un perfecto remate que se cuela en la portería defendida por Betancort. Gol en propia puerta. Silencio sepulcral en el Bernabéu y el Barça se adelanta por 0-1.

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Zunzunegui anotó el tanto más desafortunado de su carrera

El Barça se echa atrás y el encuentro se convierte en un monólogo madridista. Minutos después Pereda, con la pierna en alto, golpea al madridista José Luis que queda largo rato conmocionado en el terreno de juego. Hay protestas en el graderío. Un poco más tarde es Serena el que es cazado con dureza por Gallego. Aún no había aparecido Cruyff por Barcelona y no se sabía lo que era el ‘fútbol total’. El Barça era un equipo que daba mucha leña, tal y como mandaban los cánones a finales de los 60.

Minutos después el propio Gallego caza a Pirri que vuela por los aires y sufre una luxación de clavícula. Pirri acabaría el partido con el brazo doblado hacia arriba anticipándose a la icónica imagen de Beckenbauer con el brazo en cabestrillo del Mundial de 1970. Es entonces cuando caen las primeras botellas al césped. Los aficionados iban al estadio con botellas de cristal. A diferencia de lo que ocurre en la actualidad aquellas botellas estaban llenas de alcohol, el cual, tras pasar por el tubo digestivo y ser descompuesto a partes iguales por el intestino y el hígado, viaja a través de la sangre hasta el cerebro para convertir al brazo de un ciudadano ejemplar en un arma de destrucción masiva.

Entre tanta mala leche también hay tiempo para el buen fútbol, donde resplandecen los regates de Amancio, pero mucho más las extraordinarias paradas del azulgrana Sadurní. Poco después del inicio de la segunda parte se desata la locura. Serena enfila el área y la parte en dos cual cuchillo hasta que es cazado por Eladio. Rigo dice que no ha pasado nada. Que siga el juego. Las botellas llueven sobre el Bernabéu. A decenas. A cientos. A miles. Botellas de cristal. De tercio de litro. De cerveza y también alguna de Coca-cola y de Kas. Lo normal entonces era tirar almohadillas. Aquello de las botellas era lo nunca visto.

El juego se para, pero minutos después hay otra entrada de juzgado de guardia. En este caso el derribado es Amancio. Vuelven a llover las botellas. Montones de botellas. Sadurní decide meterse dentro de su propia portería esperando que la red le proteja de los impactos. Los jugadores del Madrid se dirigen al público pidiéndoles que dejen de lanzar objetos, pero la masa está extasiada y no cesan de arrojar todo lo que tienen a mano.

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Sadurní recibió un aluvión de botellas dentro de su área

A partir de entonces, y hasta el final del choque, cada vez que un jugador del Barça tenga que sacar de banda o lanzar un córner recibirá como obsequio unas cuantas botellas. En el último cuarto de hora apenas se juega al fútbol y el Barça consigue aguantar el chaparrón y proclamarse campeón de Copa gracias al tempranero gol en propia meta de Zunzunegui.

El capitán Zaldúa se dirige al palco para recibir el trofeo de manos de Franco y el estadio grita de forma unánime ¡Rigo, campeón! visiblemente disconformes con la actuación del árbitro mallorquín. Aun cuando el Barça se retira al túnel de vestuarios caerán unas cuantas almohadillas sobre la cabeza de los futbolistas, una vez que las botellas han pasado a mejor vida.

Pero el intríngulis de la ‘final de las botellas’ tendrá lugar en el palco. Entre los presentes está Camilo Alonso Vega, veterano de las guerras de Marruecos y por entonces ministro de Gobernación. Al parecer su mujer se acerca a Bernabéu y le dice: “¡Qué desgracia, hemos perdido!”. Alonso Vega la acerca a su lado, la reprende y le indica que felicite al presidente del FC Barcelona. Ella se vuelve hacía Narcís de Carreras y le espeta: “Felicidades. Porque Cataluña también es España, ¿verdad?”, a lo que éste replica: “Señora, no fotem”, expresión que no necesita traducción.

En Barcelona se espera una fuerte sanción para el Real Madrid. La federación no hace nada. No es el Real Madrid el que ha organizado el partido. Al ser la final de Copa la organización corre a cargo de la propia Federación. Si la Federación decide sancionar, tendría que sancionarse a sí misma. Por lo que va a ser que no. Barcelona estalla de indignación. La única decisión que toma la RFEF es prohibir la venta de líquidos en botellas de cristal dentro de los estadios de fútbol. Desde entonces los vasos de plástico se hicieron un hueco en los graderíos del balompié español.

Por su parte el Real Madrid decidió recusar a Antonio Rigo. Nunca más volvió a dirigir a los de Chamartín. El FC Barcelona contraatacó haciendo lo propio con Ortiz de Mendíbil, uno de los mejores colegiados del mundo pero simpatizante madridista que en 1966 había alargado un Madrid-Barça durante 11 minutos hasta que los blancos marcaron el gol de la victoria. Rigo siguió arbitrando al resto de clubes de la Liga hasta que en 1975 fue obligado a retirarse al aparecer su nombre en una trama de corrupción que la llegada de la democracia dejó en el olvido.

Para el Barça que el Madrid no fuese sancionado tras la ‘final de las botellas’ era un síntoma más del poder del Madrid. Para los merengues que aquella final fuese dirigida por Rigo no hacía más que demostrar que las protestas llegadas desde Barcelona no eran más que lloreras, y que gracias a esas lloreras conseguían lo que querían.

Una vez retirado Antonio Rigo admitió que tras la ‘final de las botellas’ se hizo profundamente antimadridista. Obviamente para los blancos ya lo era antes de esa final. Lo único cierto es que aquella imagen del césped del Bernabéu lleno de botellas dio la vuelta al mundo y que el Barça consiguió sumar un nuevo título en su palmarés en casa del eterno rival.

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Rigo, el gran protagonista de ‘la final de las botellas’

P.D: Hubo que tirar de fotografías en prensa y de las crónicas de los periodistas para comprobar que hubo ‘final de las botellas’. Tanto en el resumen del NO-DO como en la retransmisión de TVE se evitó mostrar imágenes que incitasen a la polémica y a la violencia.


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