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Maradona (2ª parte): Demonio

Diego Armando Maradona Franco era de ascendencia gallega. Algunos buscaron a los Maradona por Ribadeo, pero es el Franco (que deriva de los franceses que en el medievo se asentaron en Santiago y alrededores al hacer el Camino) lo que le delata. Ya se sabe que gallegos hay en todas partes. Y en Galicia triunfa un dicho para aquellos que deambulan por la vida con enfermedad perpetua. ‘Nunca gastou salud’, se dice. Maradona no es que no gastara salud. La tenía toda, pero la derrochó, la precipitó por el retrete y se encargó de tirar de la cadena. No hizo daño a los aficionados. Lo que hizo fue hacerse daño a sí mismo.

Maradona fue ángel, pero también fue demonio. Sin el balón todo en él fue pelearse con la vida. Mejor hubiese sido que se fuese joven. Ahora ya no habrá más noticias malas. El Maradona entrenador, el Maradona presentador, el Maradona directivo, el Maradona embajador. Todos fueron parodias. Ojalá no hubiesen existido. El ángel de cara sucia pasó a ser un demonio con rabo. Y sus tonterías y sus desmanes, que antes sólo le dañaban a él, pasaron a dañar a quienes le idolatraban.

Vergüenza ajena.

Arremetió contra gigantes y molinos. Llamó corrupta, mafiosa, loca y ladrona a la FIFA (lo peor es que tenía razón). Dicen que era izquierdista. Fue amigo de Chávez, de Maduro y de Fidel Castro. Del comandante cubano tenía un tatuaje en la pierna de meter goles. Se creía un caudillo, un guerrero del pueblo, un hombre venido del cielo. Digo que se decía izquierdista pero es harto dudoso ponerle dicho calificativo. Era un hombre perdido que iba a contracorriente y que tenía la mordacidad justa para la respuesta veloz.

Le han cantado Sabina, Manu Chao, Calamaro o Los Chikos del Maíz, grupo de cabecera del vicepresidente Pablo Iglesias. Son todos simpatizantes de izquierdas. Lo cual es normal porque todos, incluyendo Maradona, han defendido, con mayor o menor vehemencia, la igualdad social, el control estatal de la economía, el pacifismo o el anticonsumismo. Eso sí, resulta más que chocante esa oda al Maradona persona, cuando Maradona fue homófobo, misógino, corrupto y violento. Hasta era creyente. Mientras ellos creen en D10S, Maradona creía en Dios. “Y eso que sé que lo puteé”, dijo en una de sus últimas entrevistas.

De todas las habidas, la más célebre de las canciones dedicadas al Pelusa es una maravillosa cumbia de un tal Rodrigo, un joven cantante argentino que falleció antes de cumplir la treintena. La canción, como no podía ser de otro modo, se llama ‘La mano de Dios’.

El gol de la mano de Dios es una oda al rencor, a la falsedad y a la pillería. Es pura viveza criolla. Es el fin justificando los medios. “Me sentí como si le robara la billetera a los ingleses”. Ni ya fallecido podrán en la anglicana Inglaterra perdonar semejante desvergüenza. Maradona fue como el soldado que aparece en las películas con la bandera y la clava en medio del bombardeo. Arriba las Malvinas. Arrima el puño a la cabeza tan veloz y tan rápido que hubiese que haber tirado de VAR para que el demonio no su hubiese llevado por delante al ángel.

Con VAR no existiría la mano de Dios.

Al haber leído esto tú mismo has sentido una punzada en el corazón y te ha dado pena.

Somos ángeles y también demonios.

Sus amistades fueron fruto del interés. Chupópteros que se aprovecharon de un politoxicómano. Mafiosos que le pasaron el brazo por encima del hombro y acabaron clavándole un cuchillo por la espalda. Líderes de izquierdas que le pagaron una y otra vez su estancia en una clínica de rehabilitación a cambio de propaganda mundial.

No se sabe las veces que cayó y se volvió a levantar. Dicen que el Pelusa era un barrilete cósmico, que estaba gordo. La realidad es que los kilos nunca fueron carga para gambetear. La carga de Diego se llamaba Maradona. “Necesito que me necesiten”, dijo en cierta ocasión. Todos aquellos en los que confió le engañaron. Cuando era pequeño dormía abrazado al balón, no porque le gustara, sino porque tenía miedo a que se lo robaran.

Maradona es víctima, sí, pero sobretodo es culpable. Maradona es demonio. A veces porque fue incapaz de vencer a la tentación, pero en su mayoría porque quiso. “Tengo dos hijas legítimas, los demás son hijos de la plata o de la equivocación”. Media vida se la ha dejado como politoxicómano. La otra media se la llevaron los tribunales. Ha tenido litigios por culpa de sus hijos ilegítimos, por golpear a sus parejas, por un intento de violación, por compañías espurias con menores y por evadir impuestos. Hemos visto videos del Pelusa dormido, exaltado o borracho. Ha mandado a muchos a mamarla y nos ha enseñado un par de veces sus posaderas. Otras ha intentado hablarnos, pero no hemos entendido nada de lo que su boca se había propuesto contar.

“Me cortaron las piernas”, señaló cuándo dio positivo por cocaína en el Mundial de Estados Unidos. Jugó, venció, meó y perdió, dijo de él Eduardo Galeano. El mundo enteró arremetió contra la FIFA. En lugares tan lejanos como Bangladesh se enarboló la bandera argentina y hubo barricadas en las calles. Pocos recordaban que un par de años antes la FIFA había puesto dinero de su bolsillo para buscarle acomodo en Sevilla e intentar que el genio volviese a salir de la lámpara. Fue el primero de muchos e infructuosos intentos.

Tiempo atrás ya la había liado en Buenos Aires y en Barcelona. Antes de ser ídolo en Boca pisoteó la camiseta xeneize porque sus compañeros no se la pasaban. En Barcelona le pusieron un investigador privado y él les recompensó con unos cuantos regates, un puñado de goles inverosímiles y una parodia de Bruce Lee en una final de la Copa del Rey. “Cataluña es un gran lugar para vivir, pero no para ser futbolista”.

En Nápoles fue rey aunque antes fue proscrito. Su vida en Nápoles excedió el mundo de las celebridades. El recorrido de humano a mito lo dividió en dos, porque fue mito en vida, cumplió sus sueños, pero no fue dueño de su destino. Pero un rey no sólo es digno de elogio y de admiración, también tiene obligaciones y responsabilidades. Y Maradona las obvió todas.

Y es que Maradona fue un circo. Fue trapecista, acróbata, escapista, pero también elefante, payaso, tragafuegos y hasta hombre bala. Una vez acabó disparando con un rifle a un grupo de periodistas que le esperaban a la puerta de su casa. Por supuesto no fue detenido.

Maradona no es ejemplo de nada. Pudo tener un retiro feliz, rodeado de familia y de amigos y quizás con un cargo en Argentina para llevar el Mundial a Sudamérica o como embajador de la FIFA por el tercer mundo. Podría haber sido presidente honorífico de Boca o reinventarse como analista deportivo. Pero a la inversa ha sido un buen ejemplo. Es el ejemplo de como una adicción te hace sufrir a ti y a los tuyos y acaba quebrándote la vida. Maradona es el ejemplo de los males de la droga, de cómo te acorta la vida. Porque Maradona se fue a los 60, pero hacía 20 años que estaba muerto. Maradona había fagotizado a Diego.

También podríamos ser indulgentes. Desde niño fue una esperanza, desde adolescente fue estrella. No es fácil domar a semejantes leones, pero eso no lo exime de su culpa. Menotti dijo que Maradona fue como un gato al que subieron a un árbol y nadie le dijo como bajar. Puede ser verdad y quizás sea el más grande, pero su idolatría no puede, no debe, salir del rectángulo de juego.

La muerte no hace prisioneros, pero pronto se olvidarán las broncas, las peleas, los insultos o las detenciones y quedarán las rabonas, los caños y los goles. Porque cuando Maradona resuene volveremos a la brillantez y comprobaremos en cada vídeo que Maradona cada día juega mejor.

Con la muerte lo malo se olvida y lo bueno prospera. Queda el ángel y se olvida al demonio.

Lamentablemente. ¿O no?

Maradona en Sinaloa, la capital de la cocaína en América Latina; ¡atascado!  - Libertad Bajo Palabra
Demonio

“Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha. ¿Sabes qué jugador hubiera sido yo de no haber tomado drogas? Fui, soy y seré drogadicto”. Diego Armando Maradona.


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