Juegos Olímpicos cancelados. De Tokio a Londres pasando por Helsinki (1940-1944)
En 1936, durante la disputa de los Juegos Olímpicos de Berlín (aquellos que tendrían que haberse celebrado en 1916) el Comité Olímpico Internacional (COI) determinó que los Juegos de la XII Olimpiada se programaran para Tokio. Hito histórico, porque por vez primera los Juegos salían de Europa y de Estados Unidos para aproximarse al Lejano Oriente.
Fue en 1932 cuando los japoneses presentaron su candidatura. Al mismo tiempo que Tokio hubo tres contendientes europeos; Roma, Helsinki y Barcelona. Los catalanes habían quedado por detrás de Berlín cuando el año anterior se había escogido a la ciudad organizadora para 1936, por lo que ahora eran los favoritos para organizar los Juegos Olímpicos de 1940. El mundo era entonces eurocéntrico, y aún no existía esa regla no escrita de rotación continental por cada edición olímpica.
La elección de Tokio fue una rotunda sorpresa. El país nipón, gobernado por un régimen castrense, comenzó los años 30 del siglo pasado ocupando militarmente Manchuria. Al avanzar la década una guerra contra China era más que evidente para la sociedad internacional. Pero la caída de Barcelona representó una oportunidad para Tokio. Apenas un par de semanas antes de la elección de la sede olímpica, la Guerra Civil española estallaba y con ella se sepultaban las aspiraciones olímpicas catalanas.
Muestra de la sorpresa nipona por la elección, y del escaso interés por la misma, es que no se construyó ningún estadio olímpico. Se embelleció y preparó el ‘Meiji Jingu’, un estadio de beisbol, y se planeó trasladar el resto de instalaciones al parque de Kinuta, hoy un área de esparcimiento protegida, que es famosa por sus cerezos y sus instalaciones golfistas.
Todo iba en orden, aunque sin demasiado entusiasmo, hasta que en julio de 1937 estalló la esperada guerra entre Japón y China. Los nipones creían que la guerra sería rápida. Además los combates se ceñían al territorio chino, por lo que aun a comienzos de 1938 los japoneses aseguraban al COI que no habría ningún problema en celebrar los Juegos Olímpicos. El COI aceptó la espera, pero cuando la delegación nipona fue a contar la buena nueva al gobierno los militares exigieron el fin de los JJ.OO para centrar todo el esfuerzo del país en la guerra. Así, en julio de 1938, los japoneses renunciaron oficialmente a su candidatura.
El COI debía buscar con rapidez un candidato alternativo. Con Barcelona y Roma en guerra (los italianos habían ocupado Albania y participaban activamente en la guerra civil española) la única ciudad disponible era Helsinki.
Los finlandeses estaban sobradamente preparados. Por entonces Finlandia era una potencia deportiva de primerísimo nivel. Y finés era Paavo Nurmi, el atleta más laureado del momento. En 1934 habían iniciado la construcción de un estadio olímpico futurista coronado con una espectacular torre de maratón con vistas sobre la ciudad que se eleva hasta los 72,71 metros de altura, exactamente la distancia a la que Matti Järvinen envió su jabalina cuando ganó la medalla de oro en Los Ángeles 1932. Para 1938 el estadio estaba listo para ser sede olímpica.
El único problema era el alojamiento. Helsinki no era una metrópoli y estaba escasa de plazas hoteleras, por lo que la organización diseñó un conjunto de apartamentos en un bosque a las afueras de la ciudad, que una vez finalizada la competición se podrían a la venta pública. Los fineses también acometieron el desafío tecnológico de retransmitir en directo a través de la radio los Juegos Olímpicos para todo el mundo (para quien tuviese receptor, lógicamente).
Pero el 1 de septiembre de 1939 Alemania invadía Polonia y daba comienzo la II Guerra Mundial. A diferencia de otros conflictos bélicos, cuando un par de días después Gran Bretaña y Francia declaraban la guerra a los alemanes se daba por seguro que la contienda iba a ser larga y cruenta. No habría lugar para los Juegos Olímpicos. Y mucho menos cuando en noviembre de ese mismo año la Unión Soviética invadía el territorio finlandés. Si había alguna ligera esperanza de que se celebrasen los JJ.OO ahora quedaba totalmente sepultada.
Al final no hubo Juegos ni en Tokio ni en Helsinki. Los nipones tuvieron que esperar a 1964 (y a 2021 coronavirus mediante) y los fineses a 1952. Y un detalle más. La cancelación de los JJ.OO de 1940 nos privó de una de las iniciativas más audaces de relevo de la antorcha olímpica.
Fue Carl Diem el que inventó el relevo de la antorcha olímpica para Berlín 1936. La idea era encender un fuego en los restos arqueológicos de Olimpia, donde se celebraban los Juegos en la Antigüedad. Desde ahí, y a través del relevo de la antorcha por voluntarios, la llama tendría que llegar a la ciudad anfitriona, en este caso Berlín, y con esa llama encender el pebetero instalado en el estadio olímpico.
Para 1940 la llama tendría que viajar de Olimpia a Tokio recorriendo 10.000 kilómetros y pasando por infinidad de países donde ni siquiera se intuía que era eso del espíritu olímpico. La primera idea era llevar la llama por medio de jinetes a través de la Ruta de la Seda, pero fue descartada por su peligrosidad. La segunda propuesta vino de Alemania. Consistía en llevar la llama en un Messserschmitt 261, el primer avión del mundo capaz de superar los 10.000 kilómetros sin repostar. La idea era magnífica, pero desvirtuaba el espíritu de confraternización. Al final los nipones aceptaron la sugerencia alemana, pero exigieron que se hiciese a través de un Mitsubishi fabricado en Japón. Como no tenía tanto alcance como el aeroplano alemán, el Mitsubishi tendría que aterrizar en algún punto del sur de Asia para luego la llama subirse a un barco de guerra japonés y alcanzar Tokio.
Los finlandeses lo tuvieron más fácil. Su idea era repetir ‘grosso modo’ el recorrido de Berlín en 1936, para luego atravesar el estrecho que separa Dinamarca y Escandinavia a través de un bote de remos. Al final habría que esperar a Londres 1948 para ver por primera vez la llama olímpica en el mar. Pero curiosamente fue en Helsinki, pero en 1952, cuando la llama viajaría por vez primera en el aire. Salió de Olimpia en un vuelo que haría escala en Munich y Düsseldorf antes de aterrizar en la ciudad danesa de Aalborg, para seguir por mar y tierra su viaje final a la capital finlandesa.
—LONDRES 1944—
En junio de 1939 los gerifaltes del COI se reunieron en Lausana para decidir cuál sería la ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos de 1944. En junio de 1939 Helsinki preparaba con celeridad la Olimpiada de 1940. En junio de 1939 el mundo aún estaba en paz. Se presentaron Londres, Roma, Lausana, Atenas, Budapest, Montreal, Detroit….y Helsinki. Los ingleses ganaron por abrumadora mayoría en la primera votación superando a Roma y se dispusieron a preparar los Juegos de la XIII Olimpiada.
Y ya está. No hay mucho más que contar. Ese verano el gobierno británico, viendo que la guerra era inevitable, decidió aumentar más del 50% su gasto militar, incremento que sería mucho más acusado cuando en septiembre la II Guerra Mundial daba comienzo.
Si en 1940 la guerra aún escapaba a algún lugar del globo terráqueo, en 1944, ya fuese directa o indirectamente, era total.
1944 era el año en el que el COI celebraba su quincuagésimo aniversario. Y a pesar de que Europa estaba arrasada por la guerra, Carl Diem organizó en la neutral Lausana diferentes actos de celebraciones a pesar de la ausencia de los Juegos Olímpicos. Hubo izada de la bandera de los cinco aros, un canto a la paz y a la harmonía del deporte y unos cuantos discursos. Pero no hubo competiciones.
Londres buscó de nuevo la oportunidad tras el cese de las hostilidades y el retorno de la paz. En mayo de 1946, apenas ocho meses después del fin de la II Guerra Mundial, los miembros del COI votaron por correo y dieron de forma unánime los JJ.OO a Londres, en este caso para el verano de 1948. A pesar de que la suiza Lausana y las estadounidenses Baltimore, Minneapolis, Los Ángeles y Philadelphia presentaron candidatura, el COI decidió premiar el esfuerzo inglés, aún a sabiendas de que Londres no estaba en condiciones de organizar unos Juegos Olímpicos.
Londres 1948 pasaría a la historia como ‘Los Juegos de la Austeridad’. Los ingleses decidieron no invertir en nuevas instalaciones. Al estadio de Wembley se le añadió una pista de atletismo, se aprovechó el Támesis para las pruebas náuticas y los atletas durmieron en los barracones militares levantados durante la II Guerra Mundial. La escasez de alojamiento, comida y equipamiento no iba a impedir recuperar el espíritu olímpico.