Cómo de obsceno es el sueldo de un futbolista
El debate no es cuánto gana Leo Messi. No parece probable que los mandamases del FC Barcelona sean propensos al suicidio. Se supone que el sueldo de Messi está acorde a los beneficios que le genera al Barça (otra cosa es que el coronavirus haya puesto todo patas arriba). Un segundo motivo de discusión es saber cómo de lícito es ocultar un contrato cuando el Barça no es una sociedad anónima y sigue, aunque de soslayo, siendo propiedad de sus asociados. Al no haber público en el Camp Nou nos hemos quedado sin saber la opinión del respetable, aunque me aventuro a pensar que los aplausos ganarían en clara ventaja a los silbidos. Puestos a culpar a alguien por el cráter económico del Barça me da que el socio echaría más en cuenta excesos llamados Philippe Coutinho o Ousmane Dembelé que otros que obedecen al nombre de Leo Messi.
Lo que el diario ‘El Mundo’ aireó con clarines y timbales (con mucha diferencia la mejor redacción de investigación periodística de España, a pesar de cierto tufo a amarillismo) no fue el sueldo de Messi en sí (70 millones fijos anuales), sino unas disparatadas cláusulas que pueden hacer que el astro alcance los 140 kilos por temporada. Entre las más insólitas están los 39 millones que cobrará por fidelidad el día que se vaya del Barça (¿?), la posibilidad de quedar libre si Cataluña declarase la independencia o un bono por partidos jugados en el que se contabilizan aquellos que Messi no puede disputar por lesión (¿?).
Decía que el debate no es cuánto gana Messi. Se supone que obedeciendo a la ley de la oferta y la demanda si llega a ganar 140 kilos al año es que al menos genera otros 140 al Barça. La pregunta y el debate es cuánto de obsceno es el sueldo de Messi. Y la respuesta es obvia. Es muy obsceno. Incontable e ilimitadamente obsceno.
Pero, ¿cuánto de obsceno?
Cuando en 1928 nace en España la Liga de Fútbol Profesional el sueldo medio de aquellos primeros asalariados rondaba los 40 euros (de la época) por temporada. Son los tiempos de Ricardo Zamora, la primera gran estrella del fútbol en España y el mejor portero del mundo en los años 30, por el que el Real Madrid pagó 900 euros al RCD Espanyol por su traspaso. Zamora firmó un contrato que le reportaba 215 euros al año.
Dada la relevancia futbolística, mediática y económica del Real Madrid, no existe mejor paño para apreciar la evolución del sueldo de los futbolistas. Entre la Guerra Civil, la inflación y la aguda crisis económica, la ficha de Zamora no fue superada hasta que en 1953 Alfredo Di Stéfano llegó a España. ‘La Saeta Rubia’ fue la comidilla en todo el país por un fichaje que se disputaron Barça y Madrid en el que finalmente los blancos salieron ganadores. Hubo desidia por parte azulgrana, pero también tráfico de influencias. El caso es que el Gobierno hubo de autorizar al Madrid a pagar la entonces escandalosa cifra de 4.000 euros anuales a beneficio de Di Stéfano. Para el año 1962 obtendría un contrato récord de 25.000 euros anuales, a lo que habría que añadir las correspondientes primas.
¿Eso era mucho? Pues sí. Di Stéfano cobraba 200 salarios mínimos anuales por temporada. Kubala, estrella azulgrana, cobraba menos que ‘La Saeta Rubia’, pero aun así era un total de unos 150 salarios mínimos al año. Como veremos, aunque inmensas, son cifras ridículas si las comparamos con los sueldos millonarios de la actualidad.
Aunque Kopa, Puskás o Amancio superaron con amplitud los 10.000 euros por temporada, nadie se acercó al sueldo de Di Stéfano hasta que en los 70 el mercado internacional se volvió a abrir de par en par. Cruyff aterrizó en Barcelona con un traspaso que fue récord mundial y el Madrid contraatacó firmando a Gunter Netzer a razón de 115.000 euros anuales.
En 1979 Laurie Cunningham se convertía, además del primer negro en ser internacional con Inglaterra, en el fichaje más caro del momento. El Real Madrid le hizo un contrato de 78.000 euros anuales. Dicha cifra representaba un total de 48 sueldos mínimos anuales. Era mucho, pero era menos que en época de Di Stéfano.
Hubo que esperar a los 80 para el siguiente gran salto. En 1985 Emilio Butragueño fue el primer madridista en firmar un contrato de 100 millones de pesetas al año (600.000 euros) que llegaría a ser de 2 millones de euros tras diferentes renovaciones, misma cantidad que cobraba el croata Robert Prosinecki o el montenegrino Pedja Mijatovic.
—LA LEY BOSMAN—
En 1996 la llamada Ley Bosman permitió la libre circulación de jugadores europeos, por lo que el fútbol entró de lleno en el libre mercado de la oferta y demanda. Los clubes más poderosos aumentaron sus ofertas y los futbolistas vieron como su capacidad negociadora para obtener mejores contratos se ensanchaba exponencialmente. La Ley coincidió en el tiempo con la aparición del fútbol en emisión bajo pago y el desarrollo de internet. Ambos hechos llevaron a que las mejores ligas europeas formasen parte de la vida cotidiana en todos los rincones del planeta. La globalización es el motivo principal por el que cada vez más firmas comerciales centran hoy en día sus objetivos hacia las grandes estrellas futbolísticas como íconos de una juventud que, en buena parte, han dejado a un lado a los ídolos del cine y de la música (chicas incluidas).
Tras la aprobación de la Ley Bosman los sueldos se dispararon. Raúl fue el primer jugador merengue que firmó un contrato de 1.000 millones de pesetas por temporada (6 millones de euros), cifra igualada y luego superada (ya se sabe que las renovaciones siempre son al alza) por Figo, Zidane o Ronaldo. Kaká sería el primero en firmar por 10 millones de euros al año, misma cifra de un Cristiano Ronaldo que paso a paso llegó a cobrar 30 kilos antes de marcharse a Italia.
Florentino tuvo suerte de largarlo antes de que el coronavirus hiciese su aparición. O quizás no. Quizás mejor haberlos invertido en Cristiano que en Jovic, Militao, Mendy, Rodrigo y hasta Hazard, que inesperadamente oposita a Prosinecki.
La influencia y la locura que la Ley Bosman generó en el fútbol de cambio de siglo se puede observar en el precio de las contrataciones de los futbolistas. Desde que en 1893 el Aston Villa pagase unos 80 euros al WBA por el fichaje del escocés Willie Greaves, la progresión en aumento ha sido un fiel reflejo de la economía mundial. De Inglaterra se pasó a Italia previo paso por Argentina. Fue un argentino, Bernabe Ferreyra, el que mantuvo el récord de traspaso durante más tiempo, un total de 17 años entre 1932 y 1949 fiel reflejo de las vicisitudes de la II Guerra Mundial. Después, tan sólo el Barça con Cruyff y Maradona osó discutir el trono de los fichajes galácticos a Italia hasta la entrada de la Ley Bosman en 1996.
A partir de entonces un récord que solía durar unos años pasó a ser roto verano tras verano. Shearer (Newcastle) en el 96, Ronaldo (FC Barcelona) en el 97, Denilson (Real Betis) en el 98, Vieri (Inter Milan) en el 99, Figo (Real Madrid) y Hernán Crespo (SS Lazio) ambos en el año 2000, hasta que el Madrid rompió la banca fichando a Zidane en 2001 por 77 millones de euros. Otros lo superarían después, pero teniendo en cuenta la inflación, la contratación de Zidane fue el fichaje más caro de la historia hasta que el PSG pagó 222 millones por Neymar en el verano de 2017.
La burbuja estalló con la crisis financiera del 2008. A inicios del siglo XXI los sueldos estaban tan inflados que había futbolistas de Tercera División con salarios que les permitían vivir con holgura, y en Primera Autonómica se llegaban a pagar 1.000 euros mensuales. En la actualidad, hasta en Tercera División, hay jugadores que únicamente cobran bonos en función de los resultados y de los desplazamientos.
En la década de 2010 los salarios de los futbolistas volvieron a aumentar. Antes de la pandemia el sueldo bruto de un futbolista de Primera División se estimaba en 4 millones de euros anuales. Sólo entre 2013 y 2018 los sueldos de los jugadores habían crecido un 20% y representaban entre el 50% y el 70% del presupuesto de un club de fútbol. El salario mínimo de un futbolista profesional prepandemia era de 155.000 anuales por los 10.300 que representaban el salario mínimo de un trabajador. No es necesario señalar que en ninguna otra profesión ve aumentar sus ingresos fijos un 20% en un lustro. La pandemia ha roto con esa progresión. Siempre hubo y habrá cracks, pero para el futbolista medio, haber debutado en 1996 y retirarse en 2008 significa haberse hecho inmensamente millonario.
En los últimos 40 años mientras que el salario mínimo apenas ha aumentado un 10% el sueldo de los futbolistas se ha multiplicado cerca de un 200%. Netzer o Cruyff vivían muy bien, pero lo que ocurre en la actualidad es demencial. Contaba que Di Stéfano tenía 200 salarios mínimos anuales. Mucho, ¿verdad? Pues ni siquiera hablemos de Messi o de Cristiano, los Di Stéfano del momento. Se estima que Sergio Ramos, quizás el buque insignia del Madrid actual, cobra 15 millones de euros al año. Dicha cifra representa 1190 salarios mínimos anuales…y habría que añadir los contratos publicitarios.
Lo cierto es que la desigualdad entre los más ricos y los más pobres no deja de aumentar en todo el mundo. El directivo medio en Estados Unidos gana 104 veces lo que su trabajador, cuando esa diferencia era de 25 veces en los años 70 según ‘The New York Times’. Poco puede hacer el currante para que esto cambie. Pero cuando ese trabajador paga 300 euros para ir al Camp Nou o al Bernabéu está ratificando el sueldo de los 22 multimillonarios a los que luego critica por acaudalados cuando no juegan como a él le gusta.
Hoy en día Messi cobra unas 30 o 40 veces más que Di Stéfano en su época. Pero es que Messi cobra más que ningún otro deportista (según ‘Forbes’ solo es superado por Roger Federer, pero únicamente si se cuentan los ingresos por publicidad). Es normal. Es el mejor en el deporte más seguido. Leo Messi es producto de la globalización del fútbol. Ni siquiera los ídolos de la NBA llegan a establecerse por todas las esquinas del globo terráqueo como lo hacen los astros del balompié. Messi vende el 85% de las camisetas del Barça y es un filón turístico para Barcelona y Cataluña.
Pero para el forofo no existe la mercadotecnia ni las giras millonarias por Asia. Para el trabajador lo que gana Messi es obsceno, aunque los directivos del Barça digan que es rentable. Y es obsceno, ilimitadamente obsceno, porque aunque Lebron James sea archimillonario lo es por ejercer su trabajo en la nación más poderosa del mundo. Que Messi sea el deportista mejor pagado del mundo ejerciendo su trabajo en un país que no está entre los 15 más ricos del planeta y que pelea con Grecia por tener la tasa de paro más alta de la Unión Europea es obsceno. Irremediablemente obsceno.
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